jueves, 18 de noviembre de 2010

Capitulo 9

Capitulo 9
Sus ojos estaban abiertos ampliamente, podía ver la incredulidad y la sorpresa en sus ojos. Realmente no daba crédito a lo que le estaba diciendo. Y para ser sinceros, yo tampoco lo podía creer. Pero lo había dicho, lo había propuesto y estaba completamente decidido a que las cosas salieran como yo quería. No podía permitir que ella, siendo mi hermana, viviera en un lugar tan descuidado. No iba a dejar que eso siguiera sucediendo.
-Estás loco- murmuró entrecortadamente.
-Sí, puede que lo esté- admití y tomé sus manos-. Ven a vivir conmigo. Por favor.
Ella se debatía si venir o no conmigo. Yo ya había trazado todo en mi mente, rezaba a que dijera que sí, así no tendría que optar por tomar sus cosas y cargarlas sobre mi hombro sin importarme sus chillidos y pataleos.
-No me obligues a llevarte por las malas- amenacé ante su incertidumbre.
-¿Por qué quieres que viva contigo?- preguntó seriamente.
Tuve que pensármelos unos segundos y tragarme la verdad. No podía decirle que era porque era mi hermana y no aceptaba en las condiciones que vivía.
-Hace tiempo que he querido proponértelo- dije sinceramente. Pues era la verdad-. Mi trabajo nos tuvo separados por mucho tiempo. Si vivieras conmigo no tendría que preocuparme de no verte.
-¿Por qué ahora?- siguió cuestionando. Claramente no estaba del todo convencida con mi propuesta repentina- ¿Por qué no lo hiciste cuando nos separamos y me evitaste? ¿Por qué no admites de una buena vez que yo ya no te atraigo, que has visto como vivo y quieres hacerte el buen samaritano?
-¡Por favor, Bella!- exclamé rodando los ojos-. Es imposible que ya no me sienta atraído hacia ti- me estaba sincerando demasiado-. No hubo ni un maldito día que no pensara en ti. Y si, no me gusta donde vives ¿Qué tiene de malo querer algo mejor para ti?
Respiró profundamente por la nariz, tratando de calmarse. Intenté hacer lo mismo, si seguíamos con esta discusión… seguramente se me terminaría por escapar algo sumamente importante. Y no quería arruinar más esta relación de lo que ya estaba.
Quería decirle que la amaba. Sabía que si decía aquello ella vendría conmigo sin poner tantas trabas. Pero eso significaba que debía de retomar mi relación con ella. Volver a actuar como dos amantes. Y yo no podía permitir aquello. No podíamos seguir con esa relación. No sería para nada bueno. Ya estaban las cosas demasiado revueltas con que la amara.
-¿Qué sientes por mi?- preguntó con su voz tan suave.
Esa era la pregunta que más temía. Pero en cuento abandonó sus labios, mi respuesta salió de forma automática. Sin vacilación.
-Te amo- confesé rendido.
-¿De verdad?- preguntó sonriente. Sus ojos brillaban por la emoción.
Sin atreverme a decir nada, ya había hablado demasiado, asentí con mi cabeza. Ella chilló y se lanzó a mis brazos, abrazándome fuertemente. Mis brazos se movieron solos estrechándola aun más fuerte. Cerré mis ojos y me golpee mentalmente por lo que estaba haciendo. Se suponía que debía de actuar como un buen hermano, no como un hombre locamente enamorado.
Esas dos personalidades se peleaban constantemente para solo uno dominar. Pero el hombre era mucho más poderoso que el hermano. El hombre se negaba a dejar de amarla y desearla para que solo dar el lugar al hermano y que este pusiera distancia entre ellos. Era un completo delirio, pero así era como me sentía.
-¿Y tú que sientes por mí?- pregunté curioso.
Quería saber si ella se había enamorado, también, en tan poco tiempo.
Se alejó y me miró con ojos anegados en lágrimas.
-Yo también te amo- me confesó con voz entrecortada.
Solté el aire bruscamente, no me había dado cuenta de que lo retenía a la espera de su respuesta. Nuevamente el hombre me dominó. Bajé mi cabeza hasta encontrar sus labios y besarla abrazadoramente. Alegre de volver a probar su sabor, al sentir sus cálidos y suaves labios danzar con los míos, su lengua moviéndose delicadamente dentro de mi boca, tocando la mía. Fácilmente podría tener un orgasmo con solo besarla.
Antes de que las cosas se me fueran de las manos, la aparté suavemente.
-¿Vendrás a vivir conmigo?- pregunté nuevamente.
Ella asintió con la cabeza. Sonreí victorioso. Como yo había predicho ella aceptaría si le confesaba mis sentimientos.
Tomando aire seguí juntando sus cosas y guardándolas en la maleta, mientras ella iba a hablar con la casera. Cuando la puerta se cerró dejé escapar un suspiro cansado y me dejé caer en la cama. Ahora que estaba solo me arrepentía de lo que estaba haciendo. No de querer sacarla de aquel lugar. Pero si de haberle dicho todo aquello. De besarla, de confesarme. Se suponía que esto no debía de pasar. Se suponía que yo tenía que comportarme bien. Ella solo vendría a vivir conmigo como una hermana.
-¡Mierda!- exclamé golpeando la cama.
¿A quien quería engañar? No iba a poder vivir con ella como si nada pasara. No cuando quería comerla, quería hacerle el amor y otras cosas más ¿Cómo mierda iba a comportarme con ella a mí alrededor? Aun no estaba listo para poder controlarme. Me era imposible contenerme cuando ella decía o hacía algo.
Pero las cosas tenían que cambiar. Tanía que controlarme aunque no pudiera. Tenía que poner distancia entre nosotros. Sobre todo ella. Tanía que mantenerme alejado de sus manos, su boca, su cuerpo… Dios ¿Cómo lo haría si teníamos que compartir cama? No podía simplemente darle un cuarto para ella sola, o yo irme al sillón. Sería demasiado raro que le dijera que la amaba y me luego durmiera en otro lado ¿Cómo iba a negarme a hacerle el amor cuando nos acostáramos?
-¿Estás bien?- su voz me sobresaltó.
-Sí, sí. Solo un poco mareado- dije con nerviosismo.
-No te estarás arrepintiendo ¿verdad?- dijo con preocupación en sus ojos.
-¡No!- negué rápidamente-. No pienses en ello, porque no es verdad- dije besando su frente. En realidad no estaba arrepentido, solo asustado. Muy asustado- ¿Hablaste con la casera?
-Si- asintió-. Dijo que le dejáramos la llave cuando nos marcháramos.
-Bien- asentí-. Terminemos de empacar tus cosas.
Ella comenzó a reacomodar su ropa dentro de la maleta mientras yo me dedicaba a vagar por su pequeño cuarto. No había muchas cosas, solamente la cama, un mueble con cajones y unos estantes. Estos estaban repletos de libros de todos los tamaños. Al parecer a Bella le gustaba leer, y por sobre todo novelas románticas, la mayoría eran de ese género. Me sorprendió que no tuviera ninguna foto.
-¿Dónde pondrás estos?- pregunté señalando la estantería.
-Mmm… creo que tengo otra maleta- dijo pensativa al tiempo que salía corriendo fuera de la habitación.
Mientras la esperaba rebuscaba entre sus cajones por si no se había olvidado de algo. Me sorprendió e intrigó encontrar papeles sueltos en el último cajón. Los tomé entre mis manos y estaba a punto de leerlos cuando ella regresó cargando una maleta.
-¡Aquí esta!- dijo tirándola al suelo.
-Te olvidabas de esto- levanté los papeles para que los viera.
Su rostro palideció bruscamente. Se acercó rápidamente y, prácticamente, los arrancó de mis manos. Sin decirme nada los guardó entre sus ropas y cerró la maleta apoyándose en ella. Se veía nerviosa, alterada. Quise decir algo pero se metió en el cuarto de baño. Podía escucharla rebuscar cosas allí dentro.
Su comportamiento me había dejado un poco sorprendido y confuso. No sabía que eran esos papeles que ella tan recelosamente los había protegido. Me encogí de hombros y decidí que no era problema mío sus cosas íntimas. Con ese pensamiento me dispuse a guardar su colección en la pequeña maleta.
Una vez que estuvo todo guardado y acomodado apagamos las luces y cerramos la puerta con llave. Yo cargué las maletas hacia el auto mientras ella devolvía la llave. Podía respirar aliviado de que ella no tuviera que vivir más en aquel lugar. Era re confortable y tranquilo para mí. Una preocupación menos.
-Todo listo- cantó detrás de mí.
Cerré la cajuela y me giré a verla. Estaba radiante, tenía una sonrisa enorme en su boca y sus ojos brillaban felices. No pude evitar sonreír con ella y atraerla hacia mi cuerpo. Su corazón latía fuertemente contra mi pecho. Ella realmente estaba feliz de vivir conmigo. De estar conmigo. Por supuesto, ella me amaba, era obvio que iba a estar feliz de todo esto.
-¿Podemos irnos?- pregunté acariciando su suave mejilla.
-Seguro- asintió efusivamente.
Me carcajeé de su entusiasmo y besé su frente antes de abrirle la puerta para que entrara al auto. Me senté en mi lugar y manejé a toda velocidad lejos de aquel lugar. Mientras conducía me preguntaba como haría para evitar a Bella esta noche y las demás. Besarla o abrazarla de manera amistosa no sería un problema. O eso creía yo. Mientras no tuviera que besarla en la boca y no tuviéramos sexo… podríamos estar tranquilos. He dormido con ella anteriormente sin necesidad de sexo.
Aun así tenía que haber un modo de evitarla… conociéndola yo sabía que tanto le agradaba que estuviéramos juntos, desnudos y sudorosos en cualquier lado. De pronto se me ocurrió algo, sonreí ampliamente mientras aparcaba el auto dentro del estacionamiento privado. Cargué nuevamente con las maletas de Bella y subimos juntos al ascensor.
-¿De qué te ríes?- preguntó curiosa.
-Hay algo de lo que quiero que hablemos- borré mi sonrisa y me puse serio.
-¿Sobre qué?- inquirió con desconfianza.
-Cuando estemos en el apartamento.
Ella asintió y frunció su ceño. Podía notar como su mente trataba de averiguar qué era lo que quería decirle. Estaba seguro de que ello le tomaría por sorpresa. Salimos del ascensor y nos metimos dentro de, ahora, nuestro apartamento.
-Espérame en la sala- dije mientras llevaba las maletas hacia el cuarto.
Las dejé en el suelo, al lado de la cama y salí hacia la sala a toda prisa. Si esto no funcionaba… estaba condenado a ser un incestuoso de por vida.
La encontré sentaba en el sillón retorciendo sus dedos mientras miraba su regazo. Tomé aire y me senté a su lado. Ella levantó la vista y me miró con miedo. No entendía su comportamiento… aunque quizás se imaginara lo que estaba por hablar.
-¿Cuántos años tienes?- comencé relajadamente.
-Veintidós- contestó de manera automática.
-¿En qué año naciste?- arqueé una ceja.
-Yo… Umm… ¡Demonios!- exclamó con un susurro.
-¿Cuántos años tienes, Bella?- volví a preguntar mirándola con seriedad.
-Dieciocho- se hundió en el sillón.
-¿Por qué mentiste?- pregunté levantando su rostro con mis manos.
-Era era la única manera de conseguir trabajos nocturnos- susurró apartando la vista-. Si quería vivir sola tenía que trabajar para mantenerme.
-¿Y por eso me mentiste?
-No era mi intención hacerlo, pero…- cerró la boca y pude notar cómo se guardaba algo.
-¿Pero qué?- le alenté.
-¿Quién querría conocer a una mocosa como yo?- preguntó con dientes apretados.
Buen punto. Estaba seguro que nadie, a menos que algún pedófilo, se interesaría en ella a tan temprana edad por muy hermosa que fuera. Y yo era uno de esos pedófilos y pervertido que se había interesado en ella.
-Bueno… aquí tienes uno- dije levantando mi mano.
-Pero tú solo accediste porque te dije mi edad- me reprochó cruzándose de brazos.
-No- comencé a negar-. Yo me sentí atraído hacia ti sin necesidad de saber tu edad ¿recuerdas? Habíamos congeniado antes de que te lo preguntara.
Ella me miró por sobre sus pestañas con un adorable puchero.
-Pero si te hubiera dicho mi edad real habrías salido corriendo- terció molesta.
-Posiblemente- me encogí de hombros.
Estaba seguro de que no me habría importado su edad de no ser porque era mi hermana. De lo contrario estaría encantado de ser un pedófilo. Mientras ella estuviera conmigo.
-¿Cómo supiste?- me preguntó.
-¿Qué cosa?- intenté hacerme el tonto.
-Mi edad ¿Cómo lo supiste?
-Oh, bueno…- me rasqué la cabeza pensando una excusa-. Leí uno de esos papeles…
-¿Qué leíste?- se tensó.
-Solo leí uno que decía tu fecha de nacimiento, nada más- me encogí de hombros. Tenía que sacarla de que me preguntara más cosas a mí. Este era mi interrogatorio no suyo-. Quiero que me contestes otra cosa- ella asintió resignada- ¿Quién es ese tal Jacob?
-Un amigo- contestó, nuevamente, de manera automática. Parecía que aquellas mentiras las decía muy a menudo.
-¿Y se apellida?
-Black- dijo con el ceño fruncido.
-¿Y tú te apellidas?- levanté mis cejas esperando a que ella contestara.
-De acuerdo. Él es mi hermano- admitió levantando las manos en modo de rendición.
Sonreí negando con la cabeza.
-¿Por qué me has mentido con esto?- sinceramente no lo entendía-. Dijiste que él había estado interesado…
-Sé lo que dije- me cortó bruscamente.
-¿Entonces?
-Mira, no es agradable saber que mis padres me abandonaron de muy pequeña- dijo con rencor-. Mucho menos lo es que las personas me miren con lástima porque una familia se apiado de un alma en pena.
Sus palabras eran duras y tristes. La tomé en brazos y la senté en mi regazo mientras la envolvía en mis brazos, apretándola contra mí. Ella no podría saber quién era yo, pero si era consciente de que sus padres la habían abandonado. Tanto Carlisle como Reneé la habían dejado a su suerte. Uno por que su madre lo había engañado. Mientras que la otra se la quito de encima, claramente por que era un modo de atrapar a mi padre.
-¿Y ahora qué? ¿Me vas a echar por saber la verdad?- su actitud se había vuelto prepotente, típica de una adolescente. Pero podía notar el miedo en sus palabras.
-Nunca- susurré acariciando su brazo-. Ya sabía de esto cuando te traje y no soy tan desalmado como para echarte.
-¿Entonces?- levantó su cabeza para mirarme a los ojos-. No me has preguntado todo esto por nada.
-Solo quiero conocerte un poco más, Bella- me reí ante lo perceptiva que era.
Ella frunció el ceño intentando leer mi mente.
-Bueno, solo hay un pequeño cargo, castigo o problema, como quieras llamarlo- me enderecé con ella, sin dejar de sonreír.
-¿Y es…?
-Nada de sexo.
-¡¿Qué?- exclamó saltando de mis piernas- ¡¿Por qué?
-Digamos que tengo una ley que me prohíbe acostarme con menores de edad- dije encogiéndome de hombros.
-¡Pero tengo dieciocho!- exclamó.
-Para mi eres menor, Bella- quería reír a carcajadas por su comportamiento. Completamente controlada por las hormonas-. Soy ocho años mayor que tu.
-No seas ridículo, Edward- bufó rodando los ojos-. Te has acostado conmigo antes, no hay diferencias.
-Ahora las hay- dije serio. No iba a acostarme con ella-. No voy a ser un pedófilo.
-No lo eres- volvió a sentarse y tomó mi rostro entre sus manos-. Edward, mi amor, no me hagas esto.
¡Dios! ¿Cómo mierda podía negarme cuando ella me miraba de esa forma? ¿Cómo cuando me llamaba de esa manera? Sus ojos suplicándome que me negara a mis condiciones ¿Qué tan malo sería? ¿Solo haría el amor con ella…?
-¡No!- dije apartándome de ella-. Soy mayor que tú, no debo hacerlo.
-Siempre serás mayor que yo- lloriqueó- ¿Eso significa que nunca te acostaras conmigo?
-No…- vacile.
-¿Tampoco me besaras?- tragué en seco cuando me miró con tristeza.
-Bueno…- ¿realmente habría un problema con besarla? No era tan intimo como unirnos carnalmente-… no habrá problema con ello.
Ella suspiró completamente abatida. Me sentía mal por ella. Realmente quería que nosotros tuviéramos relaciones. Igual que yo, pensé. Pero estaba seguro de que ella moriría si se enterara lo emparentado que estábamos. Automáticamente se olvidaría de querer acostarse conmigo. Pero ella ahora no sabía que yo era su hermano y quería acostarse conmigo. El no hacerlo la lastimaba y yo no quería que ella sufriera por mi culpa.
Me acerqué a ella, tomando su pequeño y delicado rostro entre mis manos, y le planté un beso. Ella me correspondió al instante, abriendo su boca, dejándome entrar en ella, penetrándola con mi lengua. Creo que este era el único modo de complacernos.
-No pienses que no te deseo- dije entre besos-. A mí también me duele no poder tomarte- ella abrió su boca para objetar, pero no se lo permití-. Son mis códigos, Bella. Respétalos.
-¿Hasta cuándo?- preguntó enojada-. Espero que no te moleste que me acueste con otros que si quieran hacer lo que tu no.
Sabía que no lo decía enserio. Solo lo hacía para que yo me negara y sucumbiera a sus encantos
-Te estás comportando como una adolescente- me aparté de ella-. Me mentiste en muchas cosas ¿y pretendes que actúe como si nada?
-Tu heriste mi confianza con…- se detuvo pateando el suelo.
-¡Ya te expliqué lo sucedido!- grité molesto-. Tú me estuviste mintiendo por todo un mes.
-¡Yo también te expliqué lo sucedido!- gritó.
-Entonces acepta las condiciones- pedí malhumorado.
-¿Por qué debo de aceptarlas cuando tú me no quisiste aceptar las mías?- gritó enfadad.
Su rostro estaba colorado y sus ojos anegados en lágrimas. Solo le había dicho que no tendríamos sexo ¿Por qué demonios hacía tanto escándalo?
-Basta- pedí cuando ella hipaba entre sollozos-. Así no llegamos a ningún lado.
Ella soltó un grito de frustración y salió corriendo hacia el baño, cerrando la puerta de un portazo. Demonios, no esperaba que esto se complicara tanto.
Pasé una mano por mi cabello, desordenándolo aun más. Suspirando me dirigí hacia el baño, no podía dejarla así. No quería discutir con ella. Camine hacia el baño del dormitorio. Mientras me acercaba a la puerta podía escuchar los sollozos de Bella dentro del cuarto. Tomé aire y abrí la puerta. Ella estaba sentada sobre el inodoro, con sus rodillas pegadas a pecho mientras las abrazaba. Sinceramente la escena no podía ser más melodramática.
-Bella- la llamé sentándome en el suelo.
-No quiero hablar contigo- su voz entrecortada salió amortiguada por su cuerpo.
-Pero tenemos que hacerlo- insistí.
-¿Por qué no quieres acostarte conmigo?- levantó su sonrojado rostro-. Dime la verdad.
Mordí mi labio buscando la mentira en mi cabeza.
-Ya te había dicho- rasqué mi cabeza-. Me siento como un pedófilo al saber tu edad…
-No te creo- bufó tirándome el rollo de papel higiénico.
-Muy maduro- me burle.
-Si actúas de esa manera por mi madurez… yo soy muy madura- dijo levantando su barbilla.
-¿En serio?- arqueé una ceja- ¿Entonces dime qué haces sentada sobre el inodoro llorando como si alguien se hubiera muerto, solo porque te dije que no tendríamos sexo?
Volvió a soltar un gritito de frustración al tiempo que tomaba cosas del aparador y me las tiraba. Mi cepillo de dientes, mi peine, afeitadora y demás cosas. Solté una carcajada y la tomé en brazos, cargándola hacia la habitación. Ella pataleo y luchó por soltarse. Pero era inútil, yo era mucho más fuerte que ella.
La solté en la cama y me posicioné sobre ella. Metiéndome entre sus piernas. Debía de agradecer a dios que estuviéramos vestidos, de lo contrario no podría detenerme. Acallé sus insultos con mis labios, besándola con ferocidad.
Ella me correspondió tirando mi cabello y abrazándome con sus piernas. Nuestras lenguas luchaban duramente para dominar. Mis dientes mordían con suavidad sus labios, deleitándome de sus gemidos. Nunca nos habíamos besado de esta manera, debía de reconocer que era… sensual.
-Edward- gimió ella restregándose.
-No- dejé de besarla-. No lo haremos.
-¿Nunca?- me miró con tristeza.
-Hasta que cumplas veinte- la respuesta salió de mis labios sin poder detenerla.
Realmente quería decir que no, que nunca más lo haríamos, pero tenía que complacerla. Me era tan duro negármele con algo, que no sabía cómo había logrado mantenerme en una posición con mi decisión.
Si ahora no podía controlarme ¿Cómo lo haría después de dos años, cuando ella me pidiera hacerlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario