jueves, 18 de noviembre de 2010

Capitulo 4- EAM

Capitulo 4
Bella ya no podía declinar la oferta de Edward a llevarla a cenar. Por alguna razón ella no podía decirle que no. Pero su cabeza le decía que debía de negarle las cosas a ese desconocido. Sin embargo no podía. Ella quería compartir más tiempo con él. Sabía que el tiempo se agotaba y no lo volvería a verlo luego de esta noche. Su corazón comenzaba a dolerle de solo saberlo.
Edward le abrió la puerta del copiloto, como el caballero que era, esperó a que ella subiera y luego fue hacia su lugar.
-¿Algún lugar al que quieras ir?- preguntó arrancando el auto.
-Me da igual- se encogió de hombros.
-Bien- le sonrió y arrancó el auto.
El trayecto fue en silencio, ya que no había necesidad de decir nada. Edward se sentía tranquilo y emocionado por lo que faltaba para tenerla bajo él. Su mente le jugaba sucio con hacerla imaginar. Su sabor, su calor, su suavidad, sus gemidos.
-¿Edward?- el sonido de su voz casi le provocó estremecerse violentamente, pero logró contenerse.
-¿Si?- dijo con voz ronca.
-¿A dónde vamos?- le preguntó mirando por la ventana.
-A un restaurante que conozco- la miró de reojo-. Sirven muy buena comida.
-Y es igualmente caro- soltó un suspiro.
-¿No quieres?- se detuvo en un semáforo y me miró a los ojos.
-Lo que no quiero es que todos me miren- se encogió en el asiento. Edward comenzó a reírse lo que hizo que lo mirara- ¿Qué?
-No quieres ir a un restaurant por qué no te gusta que te miren, pero si trabajas de modelo para las marcas más prestigiosas del mundo- le sonrió cálidamente
-Eso….eso es por otra cosa- se sonrojó violentamente, cruzó sus brazos y volvió a mirar por la ventana. Molesta.
-No te preocupes- apoyó una mano en la rodilla de Bella, haciendo que se sobresaltara-. Nadie mirará, lo prometo.
Ella le miró buscando indicio de mentiras, pero Edward solo le estaba diciendo la verdad. Asintió lentamente y dejó que la condujera hacia el dichoso restaurant. Edward aparcó el auto, bajó y caminó hacia su lugar, para abrirle la puerta. Le estiró la mano y, ella sonrió antes de tomarla. Un joven se acercó a ellos, Edward le tendió las llaves y llevó a Bella dentro.
El lugar era hermoso, luminoso, lujoso y cálido. Mesas esparcidas por todo el piso, con manteles blancos y bajillas de plata y porcelana. La gente que ocupaba las mesas, eran de dinero, enfundados en costosos trajes y vestidos. Se sintió un poco inferior, pero la presencia de Edward la hacía olvidarse de ello.
-Bienvenidos- saludó una voluptuosa y esbelta mujer rubia. Aunque se haya dirigido a los dos, ella solamente tenía la mirada en Edward- ¿Tienen una reserva?
-La mesa de Edward Cullen- sonrió y la mujer abrió los ojos sorprendida.
-Señor Cullen- las mejillas se le tornaron rojizas-. Por favor, sígame- Bella, e incluso Edward, pudieron notar el doble sentido en las palabras.
Bella y Edward se miraron y contuvieron una risa. Ellos aún no se habían soltado de las manos. Siguieron a la mujer, quien los condujo hacia la planta de arriba. Allí no había mesas, si no cuartos, un pasillo largo con varias puertas abiertas. Habitaciones privadas para una comida tranquila. Eso no la hacía estar para nada tranquila.
Las puertas estaban cerradas y tenían plaquetas doradas con diversos nombres. La muchacha llegó a una que decía el nombre de Edward y la abrió. Las luces ya estaban encendidas, al igual que la mesa puesta y preparada para dos personas.
-Está todo preparado-murmuró en voz alta, frunciendo el ceño.
-Hice unas llamadas- se encogió de hombros y tiró de su mano para hacerla entrar.
-En unos minutos le enviare al mozo- sonrió pícaramente y salió del cuarto, cerrando la puerta.
Edward la llevó hasta su silla y la corrió para que Bella se sentara. Rodeó la mesa y se sentó en su silla, frente a Bella.
-Te dije que no tenías que preocuparte por que te vieran- le recordó mientras levantaba el menú.
-Cierto- contestó e imitó a Edward.
Sus ojos estaban sobre la carta plastificada, pero ella no estaba leyendo. Su mente sopesaba las cosas que había visto el día de hoy con Edward a su lado. Todo el mundo palidecía, tartamudeaba y se sorprendía cuando él se presentaba. Todos rondaban a su lado como si él fuera una fuerza suprema, el jefe de los jefes ¿Acaso el era un mafioso? ¿Un político? ¿Traficante de drogas? Y así miles de trabajos ilegales rondaban por su mente.
-Un centavo por tus pensamientos- murmuró la voz varonil de Edward.
-¿Tan poco valen?- bromeó y lo miró a los ojos.
-Lo dudo- se inclinó sobre la mesa apoyando el mentón sobre una mano-. Pero estás tan concentrada que me intriga saber ¿Qué pensabas?- la taladró con la mirada.
Bella se quedó en blanco unos momentos y se preguntó en que estaba pensando. Desvió la vista, para poder aclarar la mente y luego tomó aire.
-¿Quién eres?-preguntó sin abrir los ojos.
-Edward Cullen- contestó burlonamente. Bella rió y negó con la cabeza.
-¿Y quién es Edward Cullen?- especificó.
-Un importante empresario que maneja una boutique y una mobiliaria- arqueó una ceja y sonrió con suficiencia.
-¿De verdad?- boqueó Bella.
-¿Por qué te mentiría?- frunció el ceño-En realidad esas son las empresas de mi cuñada y mi madre- se enderezó sin perder la sonrisa-. Yo soy el que se encarga de mantenerlos en equilibrio, le quito el trabajo pesado a mi familia.
-Vaya, eso explica muchas cosas- murmuró encajando las piezas en su mente-. Al menos no eres un hombre ilegal.
Edward soltó una fluida carcajada, contagiando a Bella, aunque la de ella era de nerviosismo y vergüenza. Había acusado a Edward de trabajos horribles…
-Con permiso- llamó a la puerta y un mozo entró-. Vengo a retirar sus pedidos.
-Claro- asintió Edward y le dio su pedido al chico.
-¿Y para la dama?- el joven giró para estar frente a Bella. Le guiñó el ojo descaradamente.
-Yo quiero…-miró de nuevo la carta y buscó algo que le gustara, le dio el pedido y observó como el chico le sonreía seductoramente, o al menos eso pensaba él.
-Ya les traemos su comida- miró a Bella una vez más y se marchó.
Ella se quedó mirando la puerta con una ceja alzada, aquel chico era un arrogante y no tenía respeto por las acompañantes. Igual que la recepcionista…
-¿Te gusto?- preguntó Edward en tono molesto.
-¿Qué?- lo había escuchado perfectamente, pero le fue inevitable.
-El muchacho, te gusto- ahora lo afirmaba y sus ojos verdes estaban un poco oscurecidos.
-No, claro que no- se sintió ofendida-. Solo estaba pensando en lo arrogantes que son.
-¿Arrogantes?- el color había vuelto al mismo de antes, ahora reflejaban confusión.
-Él y la recepcionista- bajó la mirada a sus manos y jugó con sus dedos-. Ellos miran a los clientes y les hablan con…confianza, sin vergüenza. Sin importarles los acompañantes…
-Sí, es molesto- coincidió Edward.
Se había molestado en que aquel pendejo mirara a Bella con tanta lujuria y que se atreviera a hablarle, ignorándolo por completo. Lo que le sorprendió es que Bella culpara también a la recepcionista, él estaba acostumbrado a los coqueteos indirectos, pero no se había imaginado que a Bella le molestara ello.
-¿Te pusiste celosa?- la pregunta escapó de sus labios sin poder detenerlo.
-¿Te pusiste celoso?-arqueó una ceja, repitiendo las mismas palabras.
-Eres mi acompañante, es natural que me moleste- se encogió de hombros, si despegar los ojos de Bella- Aunque creo que tengo que acostumbrarme, eres hermosa y todo el mundo se detiene para mirarte.
Bella se sonrojó por las palabras, sintió como algo en su pecho se ensanchaba.
-Gracias-murmuró mirándolo por sobre sus pestañas- Además de mi padre y mi mejor amigo, eres el primer hombre que me lo dice tan directamente.
-Que nadie lo diga no significa que no lo piensen.
-¿Ahora eres lector de mentes?- inquirió divertida.
-En algunas personas me resulta fácil saber que piensan- le sonrió de lado-. Pero cuando estas cerca de mí, se lo que todos los hombres piensan, y créeme, no todos los pensamientos son lindos- le guiñó el ojo.
Bella volvió a sonrojarse al entender las palabras y bajó la mirada. A los pocos minutos llegó la comida y ambos se pusieron a hablar de trivialidades. Música, libros, películas, pasatiempos…. Casualmente ambos compartían los mismos gustos y ellos se dieron cuenta.
A medida que Bella hablaba, Edward se daba cuenta de lo increíble que era ella, lo sencilla e inocente que era. Un cálido calor le estremeció el pecho y crecía a medida que las horas pasaban. La idea de acostarse con ella cada vez se alejaba más de su mente y otra cosa se extendía.
Verla reír, ponerse seria, distante, enojarse, la hacía querer estar más tiempo con ella, solo para seguir conociéndola. Los pensamientos morbosos lo habían abandonado y eso solo significaba que tenía que alejarse de ella lo antes posible. Esa calidez en su pecho solo significaba una cosa y él no estaba dispuesto a sufrir. Tampoco asustarla.
Por otro lado, Bella se sentía cada vez más atraída hacia Edward. Sabía que era imposible mantener una relación con alguien mayor a ella, pero le era imposible no pensar en él como pareja. A medidas que los minutos pasaban ella veía como el arrogante Edward se retiraba y daba a paso a otro Edward, tierno, más amable…Pero ya se había mentalizado en no poder estar con él. Estaba segura que un hombre formado como él no perdería el tiempo con una niña como ella.
La cena terminó y con ello el día de estar juntos. Edward había pagado la cena y se había ofrecido a llevarla a su casa, pero a mitad del camino Bella le dijo que quería ir a un parque, en su mente había planeado el cambio para poder despedirse. Edward había aceptado de buena gana, él tampoco quería alejarse de ella tan rápido.
Había decidido no acostarse con ella. Bella era demasiado para él y no la perjudicaría en nada. Después de haber pasado las últimas tres horas con ella, no se atrevía a robarle la virginidad solo por su egoísmo. Aparcó el auto en la entrada de un pequeño parque y la ayudó a bajar, sacando sus pertenencias. Mientras caminaban en silencio las palabras de Erin resonaron en su cabeza.
-Por cierto- habló rebuscando en su bolsillo-. Esto es tuyo- le entregó el teléfono.
-Gracias- le sonrió cuando lo tuvo en sus manos.
-Lamento haberte chantajeado para devolvértelo- se disculpó mirando hacia otro lado.
-Tú fuiste demasiado amable conmigo, es lo mínimo que podía hacer- se detuvo cuando llegaron al centro del parque.
-¿Bella?- la llamó y esta la miró con ojos curiosos- ¿Dónde están tus padres?- soltó la pregunta.
Pudo ver como en los ojos de Bella pasaban todo tipo de emociones. Desde la curiosidad, pasando por la sorpresa, hasta llegar al más de las terribles tristezas. Ella le desvió los ojos y caminó otro poco más, sin contestarle.
-¿A ellos no les importa que estés hasta tan tarde en la calle?- se golpeó mentalmente por estar haciéndola sufrir, pero su curiosidad superaba cualquier cosa- ¿O que hagas ese trabajo?
Bella seguía caminando sin mirarle o contestarle. Edward estiró una mano para detenerla y la obligó a mirarle. Su corazón se oprimió dolorosamente al verla llorar en silencio. Sin pensarlo la haló hacia su pecho y la estrechó fuertemente. Ella sollozó en su pecho, pasando sus brazos por la cintura de Edward.
-Ellos están muertos- gimoteó contra su pecho, abrazándolo aun más fuerte.
Edward no preguntó más, solo se limitó a consolarla. Había preguntado lo indebido y por su culpa Bella lloraba y temblaba en sus brazos. Con esa respuesta él tenía para todas las demás. Ellos no estaban, y no tenía otro familiar, de algo tenía que vivir y al parecer era lo único que había conseguido.
Otra razón más para no tocarla, para alejarse de ella. Por el bien de Bella y por el suyo propio. Su pecho dolía de verla llorar e inconscientemente se había hecho una promesa de no hacerla llorar nunca más y tampoco dejar que otros lo hicieran. Pero podría cumplir la primer parte, lo otro le era imposible, porque se alejaría de ella.
Bella se separó un poco y se secó las lágrimas con los dorsos de las manos. Luego miró la camisa de Edward, estaba empapada y manchada.
-Lo lamento- susurró y con dedos temblorosos intento, inútilmente, limpiar lo que había hecho.
-Yo lamento haberte hecho llorar- tomó las manos de Bella y les dio un dulce apretón-. Esto no es nada.
-Eres muy amable, Edward- levantó la mirada hacia los ojos verdes.
-Y tu encantadora- su voz era suave y ronca.
Bella se alejó un poco y miró sus pies.
-Supongo que esta es la última vez que nos veamos.
-Supones bien.
Se alejó otro paso hacia atrás, sus ojos se habían vuelto a llenar de lágrimas, parpadeó varias veces para disiparlas. No quería despedirse, no quería que él se marchara. Pero tenía que hacerlo, ella no era para él. Jamás lo sería…
Unas cálidas manos acunaron su rostro y lo levantaron para que lo mirase a los ojos. Supo lo que venía, y si lo hacía le costaría aun peor alejarse, sin embargo lo deseada, quería tener un beso de él para recordarlo.
Edward tampoco quería alejarse de ella, pero no tenía otra opción. Lo que hacía estaba bien, sin embargo su pecho le dolía. Poco a poco se inclinó hacia ella, hacia esos labios que desde que la vio lo llamaban. Vio como Bella cerraba los ojos y entreabría su boca. Él cerró los suyos y terminó de acortar la distancia.
Ambos gimieron cuando sus bocas se tocaron. El beso empezó suave, tierno, cálido, lleno de sentimientos que ambos desconocían y que sabían que estaban ahí. Edward sacó las manos del rostro de Bella y las pasó por la cintura, atrayéndola nuevamente hacia su cuerpo. Mientras que ella pasaba sus brazos por el cuello de Edward y lo atraía aun más a su boca.
Edward le delineó el labio inferior con su lengua, pidiendo silenciosamente que la abriera, ella lo aceptó de inmediato, sacando su propia lengua para reencontrarse con la de él. El beso se volvió cada vez más apasionado. Sus cuerpos ardían y se presionaban fuertemente.
Lamentablemente, como todo lo bueno, tuvo que terminar. Sus pulmones reclamaban aire si querían seguir viviendo. Fue Edward el que tuvo que separarse. Jadeando apoyó su frente en la de Bella, con los ojos cerrados, disfrutando de la respiración agitada de Bella.
-Cuídate y no te atravieses en el camino de los autos-bromeó acariciando las majillas de Bella.
-Tú… también cuídate- sollozó y se soltó.
-Voy a llevarte…- intentó alargar la despedida.
-Ya le he dicho a Alice que venga por mi- era mentira, pero no soportaría dejarlo ir si él la acompañaba.
-Bien…-asintió, besó una vez más los labios de Bella, en un beso rápido pero fuerte-. Adiós, Bella- besó la frente y se alejó un paso.
-Adiós…-su voz se quebró, lo único bueno era que había reprimido las lágrimas.
Edward le sonrió por última vez, giró sobre sus talones y camino apresuradamente hacia su auto. En ningún momento se dio la vuelta para mirarla, no tenía el valor para hacerlo, si flaqueaba tendría que flaquear en todas las otras cosas y no se podía permitir ese lujo. No sabiendo lo lastimada que podía salir Bella y lo herido que él terminaría.
Abrió la puerta de un tirón, murmurando cosas sin sentido. Entró a su auto y golpeó su frente con el volante. El dolor de su cabeza no era nada en comparación con el de su pecho. Sin embargo no podía ni iba a hacer nada. Puso la llave en el contacto y se marchó de aquel parque, dejando atrás todo tipo de sentimientos y recuerdos.
Bella, por otro lado, había terminado de hablar con Alice, Aun llorando, le había pedido que la viniera a buscar. Mientras esperaba se sentó en un banco y se abrazó fuertemente, no queriendo perder el calor de Edward, su fragancia. Se sentía mal, más que triste. Sentía que él se había llevado una parte de ella y que jamás recuperaría.
Los sollozos aumentaron, enterró su rostro entre sus manos y trató de olvidarse de él. Más le era imposible. Se dijo mentalmente que solo era cuestión de tiempo, pero sabía que no era así.
Esta había sido otra dolorosa despedida. Otro pedazo de su corazón había sido arrancado… solo quedaban recuerdos y eso a ella no le bastaba.
-¡Bella!- llamo una voz aguda, sonaba preocupada y aliviada.
Escuchó como los pasos de Alice se acercaban a ella, luego como los finos y pálidos brazos la rodeaban. Bella volvió a derrumbarse y se apretó al pequeño cuerpo de Alice. Esta se sentó a su lado y acarició los cabellos de Bella.
-¿Qué paso?-preguntó al cabo de un rato.
-Se fue- hipo.
-¿Cómo….?
-Ni siquiera se giró a mirarme- la interrumpió-. Pero me beso y…-un sollozo se escapo de su garganta-. No quería que se marchara, pero no podía decirle que se quedara.
-Bella…
-Ojala nunca nos hubiéramos conocido- soltó enojada y frustrada-. Así yo no me habría enamorado.
Alice no intento decir nada, solo se quedó ahí sentada al lado de Bella. Una vez que ella se calmó la llevo hacia su auto…
-No me lleves a casa- pidió con voz ronca-. No quiero que Jacob me vea así.
-De acuerdo- aceptó.
En el camino no hablaron, Bella se sentía cansada, física y mentalmente. Alice la miraba de vez en cuando, le preocupaba ver a su amiga de ese modo, hacía tiempo que no la veía llorar y tan derrumbada como lo estaba haciendo ahora. Por eso había comprendido que su amiga se había enamorado.
Desde la muerte de sus padres, Alice había estado a su lado en todo momento, acompañándola, sacándola del pozo en el que había caído. Todos los días era un paso pequeño pero que habían sido bien dados para volverla a ver sonreír. Había sido un año duro para ellas…y ahora tener que volverla a ver así le hacía doler el corazón.
Pero estaría con ella, la ayudaría a salir de ese nuevo pozo. Haría lo que fuera por su mejor amiga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario