-Capitulo 5-
BELLA POVEl haber dormido en el sofá tenía sus grandes y graves consecuencias. Como por ejemplo el dolor de cuello, de cabeza y de espaldas, sin mencionar el mal dormir por la incomodidad y el estrés. Estirando las extremidades de mi cuerpo, haciendo sonar algunos huesos, me levante y camine hacia la cocina para prepararme una belicosa y caliente taza de cafeína.
Si entender muy bien como, me había despertado a las seis de la mañana. Estaba atontada y lagañosa, mientras esperaba que la cafetera hiciera su trabajo, fui hacia el baño a darme una ducha rápida.
Luego del relajante baño, pase a cepillarme los dientes, pegue un pequeño grito cuando vi mis ojos en el espejo, estaban completamente hinchados. Como pude cepille mi cabello, camine hacia mi habitación, saque mi ropa interior, un pantalón Jean y una musculosa negra.
Saque del pantalón de ayer la tarjeta donde estaba la dirección del edificio de los Cullen. Tome un sorbito de café, recogí mis libros y salí del departamento a la carrera. Tome un taxi y le indique la dirección.
El chofer me miro por el espejo mientras le pagaba, luego miro el edificio y volvió a mirarme. Salí del auto y tome una bocanada de aire, apreté las correas de mi mochila y entre al lujoso edificio.
-Buenos días, señorita ¿Puedo servirle en algo?-pregunto una muchacha detrás de un enorme, lujoso y lustroso escritorio.
-Buenos días- salude un poco nerviosa, la joven me miraba de la misma manera que el conductor-. Estoy aquí para trabajar en el piso de Edward Cullen.
-Lo siento, pero no creo que eso sea posible…
-Déjala entrar, Gianna-dijo la voz de un hombre detrás de mí.
Me gire para ver a un hombre rubio de electrizantes ojos azules. Llevaba puesto un traje negro, con camisa blanca y corbata negra. Su cuerpo era fornido, bien trabajado y se podía apreciar los músculos por encima de la camisa y el saco.
-Buenos días, señor Hale- saludo la secretaria con una leve inclinación.
-Ella es nuestra nueva empleada, Edward la contrato ayer- poso una mano en mi hombro y me condujo hacia el ascensor. Apretó el botón y nos metió dentro.
-Emm…-dije un poco aturdida.
-Lo siento, no me presente- apretó el botón del décimo piso y se giro hacia mi-. Mi nombre es Jasper Hale- estiro su mano y yo la apreté con la mía- Tu debes ser Isabella Swan- afirmó.
-Esa misma- conteste encogiéndome de hombros- ¿Cómo lo supiste?
-Edward dijo que sería fácil reconocerte- me guiño el ojo.
El ascensor se abrió y Jasper me hizo un ademán para que pasara primero. Estos gestos caballerosos era algo de lo que no estaba acostumbrada, pero no sería difícil hacerlo.
-¿Edward no esta?-pregunte mientras caminábamos por un amplio y largo pasillo.
-No, él llega a las nueve- abrió unas puertas dobles negras.
Entramos a una oficina enorme, las paredes blancas con un enorme ventanal que daba al inmenso parque, una alfombra negra que cubría todo el piso, en un extremo de la habitación había un mini living con una pantalla plana… o por lo menos es eso lo que lograba ver.
La alfombra tenía un tono marrón oscuro con pisadas por todos lados, los muebles estaban plagados con una gruesa capa de tierra, la pequeña mesita del living estaba repleta de latas de cerveza, gaseosa y café, sin mencionar los papeles y cajas de comida que había en el suelo.
-Esto es un…-dije buscando la palabra correcta.
-¿asco, basurero, chiquero, sin palabras?-intento completar Jasper con una sonrisa en la cara.
-Un poco de todas- me adelante unos pasos a la caótica oficina, las convers se pegaban al suelo.
-Los muchachos llegaran a la misma hora que Edward- dijo Jasper desde el umbral de la puerta, recargándose-. Edward nos dio la orden para que pudieras trabajar tranquila.
-Que considerado- dije con sarcasmo y rodando los ojos, haciendo que el rubio se riera entre dientes.
-Es el jefe, recuérdalo- me aconsejo y me dejo sola en… ese lugar.
Mire a mi alrededor y suspire pesadamente, traté de recordar por que había aceptado esto….el dinero y el horario, me recordó una voz en mi cabeza. Asentí y comencé a buscar algún pequeño cuarto donde pudieran estar los artículos de limpieza.
Camine entre medio de la mugre hasta toparme con una puerta vaivén de madre negra. Entre en una pequeña cocina que no sabía si tenía peor estado que la otra habitación, el olor era repugnante y asfixiante. Las pequeñas ventanas de la ventilación estaban cerradas, empujando algunas bolsas de basura llegue hasta ellas y las abrí una por una.
Busque los instrumentos y gracias a dios los encontré. Comencé la limpieza en la cocina, levantando los papeles, botellas, latas y demás, tirándolo todo a la basura, luego limpiando los muebles con sus respectivos desinfectantes y desengrasantes.
Una vez que los muebles y el piso brillo, me dirigí al mayor reto. La enorme sala. Primero lévate todo lo que encontré en el suelo, luego aspire la alfombra y limpié todos los muebles. Limpié los vidrios y saque las cortinas para llevarlas a una lavandería.
Me asombre de mi misma por lo reluciente que había quedado todo. Me senté en el sofá a descansar, recargue mi cabeza en el respaldo y cerré los ojos. Estaba agotada, en tan solo tres horas había limpiado todo aquel chiquero.
-Ha quedado perfecto-susurro una voz aterciopelada en mi oído, haciendo que me sobresaltara y pegara un grito.
-¡Demonios!- maldije- ¡Me has dado un susto de muerte!-lleve una mano a mi corazón sintiendo como este latía fuertemente.
-Solo te estaba dando un cumplido por el buen trabajo- dijo caminando hacia el escritorio-. Así que el escritorio es negro…-dijo en broma
-Como el resto de los muebles- le seguí el juego.
-De verdad, Bella- dijo acercándose, peligrosamente, a mi-. Has hecho un trabajo…
-Jasper…creo que nos equivocamos de oficina- dijo una voz masculina con burla para luego romper en fuertes carcajadas.
-Emmett…-dijo entre dientes…mi jefe.
-Lo siento, jefe- dijo un hombre enorme, con músculos por todos lados, su cabello era rizado y muy corto-. Pero es que esto esta… reluciente, hace meses que no lo veo así- miro con asombro la habitación mientras entraba
-Todo gracias a Bella-reconocí la voz de Jasper detrás del gigante.
-¿Así que así te llamas, enana?- pregunto Emmett poniendo una mano en mi cabeza.
-Cualquiera es enano a tu lado- le dije con una sonrisa a lo que él respondió con una carcajada.
-Me agradas- su sonrisa era la de un niño y más aun con esos hoyuelos que se hacían en sus mejillas-. Espero que dures más de lo que duraron las otras.
-Emmett…-regaño Edward, quien estaba sentado en el escritorio, leyendo unos papeles.
-Relájate, hermano- le contesto Emmett sentándose en los sillones.
-Un trabajo impecable, Bella- me felicito Jasper.
-Gracias- asentí con la cabeza-. Supongo que eso es todo por hoy…entonces…
-Tu horario no termina hasta una hora antes de tus clases- murmuro Edward aun leyendo los papeles.
-¿Cómo?-arqueé una ceja, quería que repitiera lo que estaba especulando.
-Sabes muy bien que no repito las cosas dos veces- levanto la vista de los papeles-. No he desayunado, quiero un café- sonrió con malicia.
-Tú….- comencé pero me mordí la lengua, las palabras de Jasper retumbaron en mis oídos como si me las hubiera dicho en ese momento-. Le recuerdo jefe que la cocina esta libre de comestibles, ya que los pocos que había estaban podridos.
Enfatice las palabras "jefe" y "podrido" con el mismo tono, dándole la indirecta de que ambos eran sinónimos, al menos para mí.
-Lo se, Swan-dejo los papeles a un lado y se recargo en sus codos, inclinándose un poco hacia delante- Por eso mande a mis hombres a que compraran los comestibles- la estúpida sonrisa no se iba de su cara-. Solo te estaba dando la orden por anticipado.
Sonrió torcidamente mientas volvía su atención a los papeles. Yo apreté los puños hasta el punto en que me dolieron. Emmett había comenzado a carcajearse estruendosamente, mientras que Jasper ponía una mano en mi hombro, dándome un poco de consuelo.
Luego de uno minutos, la puerta principal se abrió y ocho hombres de traje entraron a la habitación. Cada uno cargaba bolsas de supermercado…
-¡La comida llego!- exclamo un chico menor de veinte años, agitando una bolsa.
-¡Wooooooooow!-murmuraron todos en cuanto vieron la oficina.
-¿Sabían que había una mesa entre los sillones?-cuestiono un muchacho rubio apuntando el mueble.
-Se darían cuenta si fueran un poco mas ordenados-les reprendió Edward-. Ahora lleven esas bolsas a la cocina así Bella nos prepara unos deliciosos cafés.
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-¡No lo soporto!- exclame azotando la puerta de mi departamento.
Me había estado aguantando todo el día golpear algo, para ser específicos, un hermoso rostro con unos ojos verdes. Tuve que ir corriendo a mis clases, ya que al señor se le había puesto que quería cigarrillos de marca rara y no encontraba en ningún lado al que iba. Cuando por fin logre comprarlos se los tire por la cabeza y salí del edificio, llegue diez minutos tarde.
Suspire y me tire al sillón, estirándome, sintiendo como algunos huesos crujían. Hoy había sido el peor día de mi vida, completamente agotador, tanto mental como físicamente, solo esperaba que mañana no fuera tan agotador como hoy.
Decidí darme un buen baño de agua caliente y acostarme a dormir, mañana entraba a limpiar a la tarde y tenía clases a la mañana. Con otro suspiro me levante y camine, arrastrando los pies, hacia el baño.
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-¿Qué quieres que haga que?- inquirí con una ceja alzada.
-Que vayas a esta dirección y cobres el dinero- dijo con esa hermosa voz aterciopelada y mirándome con esos penetrantes ojos verdes.
-Que yo sepa mi trabajo es limpiar, no ser una cobradora-me queje cruzándome de brazos.
-Que yo sepa yo soy tu jefe-sonrió con suficiencia recargando su cabeza en sus manos entrelazadas.
-¡Eso no es justo!-dije enfurruñada, mientras los chicos se reían-. No hablamos de esto.
-No hace falta hablarlo- dijo sin cambiar de expresión y postura-. Soy tu jefe y te di una orden- se recargo en el sillón y saco de una chequera de unos de los cajones- ¿O acaso tienes miedo, Swan?
-No tengo miedo- se la arrebate de las manos-. Solo me quejo por lo injusto que eres, Edward.
-No te doy permiso de tutearme- volvió a sonreír burlonamente.
-Te detesto- murmure entre dientes apretados antes de salir de la oficina.
-Compartimos un sentimiento mutuo, Swan- se burlo antes de que cerrara las puertas.
Pisando fuerte y murmurando en un lenguaje in entendible algunas blasfemias, salí del edificio y me dirigí al lugar de la dirección señalada. Decir que el lugar al que llegue a una bodega oscura y maloliente seria una agradable visita, estaba completamente equivocada. Tome aire y abrí una de las grandes y oxidadas puertas, el lugar estaba solamente alumbrado por unas pequeñas lamparitas, se veía sombrío y tenebroso.
En medio de la gran bodega había un grupo de hombres jugando a las cartas en una astillada mesa de madera. Cuando entre todos dejaron de jugar y se giraron a mirarme. Para nada agradable visita, pensé.
-¿Se te ofrece algo, hermosa?- dijo un tipo de unos treinta años, vestido zaparrastrosamente y con un puro en la boca.
-Vengo de parte de Edward Cullen- intente sonar segura y temerosa, pero mi voz sonó temblorosa.
La cosa se puso peor cuando unos tipos de traje salieron de la oscuridad apuntándome con armas, los tipos de la mesa se pararon, algunos, sacaron navajas, y otros, pistolas. Pude notar que en la cabecera de la mesa había un hombre de unos cincuenta años, de cabello blanco y espesa barba blanca, con un traje impecablemente blanco.
-Así que vienes de parte del señor Edward Cullen- dijo sonriendo falsamente-. Es muy impropio de él mandar a una chiquilla a hacer este tipo de mandados.
-Solo vengo a cobrar el dinero que, supongo, usted debe- estaba nerviosa y sudaba en frío ¿En que mierda me había metido Edward?
-Tan frágil y desprotegida- sacudió la cabeza, negando-. No le pienso pagar ninguna moneda y por supuesto tampoco dejaré que tu vuelvas- sonrió y miro al tipo que me había hablado antes, le indico algo con la mirada y este se volvió hacia mi con una sonrisa malévola.
-Nos vamos a divertí antes de matarte- dijo acercándose a mi, por instinto retrocedí unos pasos.
-No si te matamos primero-dijo una voz que reconocía perfectamente.
Emmett pateó la otra puerta de a bodega y se presento ante los tipos con su enorme cuerpo. Detrás de él estaban unos veinte tipos más, algunos los reconocí ya que lo había visto el día anterior en la oficina. Emmett se trono los dedos y miro fijamente al hombre de traje blanco.
-Se equivoco en especular a que Edward mandaría a un cobrador desprotegido- dijo Jasper posicionándose al lado de Emmett.
-Caballeros, podemos hacer esto sin ir a las manos- dijo el tipo de traje blanco.
-Lo sabemos Cayo, lo sabemos- Jasper me puso detrás de él antes de que un disparo rompiera mis tímpanos.
Un hombre cayó desde alguna parte del piso de arriba. Mire detrás de mi para ver quien había disparado y me sorprendí al ver que el numero de hombres se había duplicado y todos llevaban armas.
-Si no quieres que las cosas se pongan peor será mejor que pague- amenazo Emmett-. Bien sabe que mi hermano carece de paciencia.
El hombre gimió con desesperación y ordeno a unos de los de traje a que trajeran lo que pedíamos. Los cinco hombres llegaron con dos portafolios cada uno, los pusieron sobre la mesa y Jasper me arrastro con él a ver el contenido, Emmett estaba con nosotros, junto a un par de hombres mas, por supuestos armados.
Un jadeo se escapo de mis labios cuando mire dentro de las cajas negras, era dinero, una gran suma de dinero.
-Dale la chequera para que firme-me ordeno Jasper, que estaba cerrando los portafolios.
Yo aun en estado de shock entregue la chequera que Edward me había dado, y el hombre, que respondía al nombre de Cayo, firmo a regañadientes el pequeño papel lleno de ceros.
-No hubiera habido ningún herido si no se atrasara con las cuentas- se burlo Emmett cargando los diez portafolios.
-Fue un placer trabajar con ustedes- Jasper paso un brazo por mi cintura y me obligo a caminar.
Salimos por las oxidadas puertas y una camioneta negra nos estaba esperando en la puerta. Jasper me abrió la puerta y me dejo entrar primero, con movimientos mecánicos entre y me senté aun atónica. Jasper se sentó a mi lado y Emmett era el conductor.
-¿Estas bien?-pregunto Jasper tomando mi mano.
-¿Qué aspecto tengo?- trate de sonar molesta, pero realmente estaba asustada.
-De alguien que esta a punto de desmayarse- se burlo Emmett mirándome por el espejo retrovisor.
-¿Cómo…? ¿Quien…?- no sabía como empezar a hablar o que decir-¿Cómo supieron que estaría en problemas?
-Te fuiste sin esperarnos- Jasper se encogió de hombros- Fuiste demasiado rápida, no llegue a alcanzarte, pero lo bueno es que estas bien.
-¿Lo bueno?- dije con ironía- ¿Qué demonios fue todo eso? ¿Qué clase de trabajo tiene?
-Edward no te lo dijo- Emmett sonó serio y eso me preocupo, él era el tipo menos serio que he conocido en mi vida.
-¿Decirme que?- espeté molesta
-Dejemos que Edward te lo diga- Jasper se acomodó en el asiento y me ignoró en todo el viaje.
Emmett no había alcanzado a estacionar la camioneta que yo ya estaba entrando por las puertas del edificio, Gianna me saludo pero simplemente la ignore y tome el primer ascensor. Con impaciencia espere a que llegara al piso destinado. Las puertas se abrieron y volé por el pasillo. Abrí abruptamente las puertas de la oficina.
-¿Qué mierda es todo esto Cullen?-grite colérica y quede helada con la imagen que tenía en frente.
Angela estaba sobre Edward en sillón detrás del escritorio. Ambos estaban escasos de ropa y completamente sudados. Retrocedí un paso y cerré los ojos tratando de controlarme para salir del lugar.
-¿No te enseñaron a tocar antes de entrar?-dijo calmadamente Angela, abrí mis ojos y mientras ella se recargaba en el pecho de Edward.
Un extraño sentimiento de golpearla y alejarla de Edward me invadió, cerré los puños y clave mi mirada en los ojos verdes de mi jefe, que me miraba penetrantemente.
-¿Qué esperas para irte?- dijo con impaciencia mi ex amiga.
-Lo siento- dije y retrocedí para salir.
-Espera- su voz aterciopelada me hizo detener al instante-. Terminamos en otro momento, Angela.
-Pero…Edward- se quejo esta y escuche el movimiento de ropa y del cuero del sillón.
-Te veo en casa- se despidió tangente y Angela bufo.
Salió golpeándome con su hombro y me dio una mirada envenenada a la que yo respondí con otra. Cerró fuertemente la puerta y la oficina se sumergió en un molesto silencio.
-¿Venias para darme la espalda?- su voz sonaba ronca lo que provoco que me estremeciera.
Me gire para encararlo y casi, casi, me desmayo al verlo. Estaba recargado en el escritorio, con la camisa completamente desabotonada, dejando a la vista su espectacular torso, sus pantalones estaban abrochados pero su cinturón estaba suelo. Me atreví a subir la mirada lentamente por su cuerpo hasta sus ojos, grave error, estos me miraban con…deseo, lujuria.
-No era mi intención interrumpir-dije con sinceridad-. Pero no es mi culpa que uses la oficina como hotel.
-Lo que yo haga aquí es problema mío- frunció el ceño.
-Pero no puedes hacer conmigo lo que se te plazca- apreté los puños para tranquilizarme.
-Soy tu jefe- se envaro y en dos zancadas llego a donde yo estaba.
-¿Sabes? Me estoy hartando con esto de que tu eres el jefe y yo tu esclava- me pare a un paso de su impresionante cuerpo y susurre-. Renuncio.
Abrí la puerta y me dispuse a salir, pero una fuerte mano estrangulo mi brazo y me obligo a detenerme, me estampo contra la puerta y me acorralo con sus brazos.
-No puedes renunciar- murmuro en mi oído-. No dejare que te vallas.
-¡Aléjate de mí!- intente empujarlo por el pecho con mis manos.
Con sus manos aprisionó mis muñecas y las subió sobre mi cabeza, su rodilla abrió mis piernas y la metió entre medio de estas, haciendo que mi sexo se rozara con su muslo.
-¿Quien eres?-susurro en mi cuello, su calido aliento acarició mi piel y la erizo.
-Déjame- antes de pronunciar la palabra un jadeo me dejo sin aire, haciendo que sonara sin fuerza.
-No puedo- murmuro acariciando mi cuello con sus labios, de arriba abajo, de vez en cuando depositando un suave beso-. No puedo dejarte- sus labios subieron por mi mandíbula y me mejilla.
-Entonces dime que clase de trabajo es este- las palabras salieron con gemidos de por medio, me estaba torturando pero jamás dejaría que me besara.
-¿Trabajo?-se separo ceñudo.
-Hombres de traje, armados, dinero de por medio- calve mis ojos en los suyos-. Casi muero por tu maldito dinero.
-Nadie te mando a que te fueras sin que terminara de hablar- se burlo sin soltarme.
-Te encanta molestarme ¿verdad?- le escupí las palabras- Te encanta verme la cara de tonta y burlarte todo el tiempo- me estaba enojando y sería capaz de ir a las manos con él- ¿Quien eres, Edward Cullen?
-Un mafioso, hermosa- su sonrisa se ensancho cuando mis ojos se abrieron desmesuradamente.
-¿Mafioso?-logre decir con un hilo de voz.
-Ya sabes, esos que exportan armas, drogas…muchachas- se carcajeo cuando mi mandíbula se desencajo-. Bromeo, no es verdad.
Sentí mis mejillas arden de la pura rabia, comencé a moverme intentando zafarme, pero lo único que legre fue que él se riera un poco mas, luego beso mi mejilla, pasando su lengua, hasta llegar el lóbulo de mi oído, mordiéndolo y tirando, arrancando un gemido de mis labios.
-Si somos mafiosos- susurro roncamente-. Pero no exportamos nada de eso- lo sentí sonreír-. Mi tío es un político y tiene algunos malos contactos. Estos malos piden préstamos para cosas…sucias y luego intentan desaparecer de nuestro radar, pero para su desgracia nuestro radar es bastante grande.
-¿Hoy fui a cobrar un préstamo?-pregunte tontamente hipnotizada por sus caricias.
-Ese tipo pidió dinero para, supuestamente, hacer arreglar su viñedo- apoyo su cabeza en mi hombro, escondiendo la cara en mi cuello, sus manos me soltaron y estas cayeron flácidas en su espalda-. Pero nos enteramos que tiene varios bares por todo el estado y unos cuantos prostíbulos, y todos en asqueroso estado- sus manos se posaron en mi cintura, acariciándola suavemente-. Pensó que arreglándolos podría devolver el dinero, pero los locales fueron cerrados por quien sabe las razones, sus negocios se fundieron y él entro en quiebra- sus cuerpo se sacudió un poco por la risa-. El muy idiota pensó que esconderse en una bodega le hubiera salvado. Si no hubiera tenido el dinero ahora estaría bajo tierra.
-Y yo por atrás de él-me queje subiendo mis manos por sus anchos hombros hasta llegar a su nuca.
-Yo mismo lo sacaría del infierno solo para volver a matarlo, si hubiera puesto un dedo en ti- deposito un húmedo beso en mi cuello.
No acalle el gemido y acerqué mas su cabeza a mi cuello, él abrazo mi cintura metiendo las manos dentro de mi remera, su pierna me alzo un poco mas haciendo el roce mas excitante. Enterré mis dedos en su sedoso cabello y me refregué en su muslo. Sus besos se formaron prácticamente en lamidas y mordidas, poco a poco fue subiendo por mi mandíbula hasta llegar a la comisura de mi boca. Me miro mientras acortaba la distancia que nos separaba.
Mi cuerpo estaba aletargado, palpitante y ansioso, quería tirarlo en el sillón de la pequeña sala y cabalgarlo hasta que no me quedaran fuerzas, sentí sus labios presionar sobre los míos, cerré los ojos ante la sensación y fue en ese momento que se me vino a la mente la imagen de hace unos minutos, de Angela sentada a horcajadas sobre Edward, su novio.
Abrí los ojos y tire su cabello haciendo que su cabeza fuera para atrás, siseo y se separo de mi, sacando sus manos de mi piel y su pierna de entre las mías.
-Esto no quita que quiera renunciar- dije molesta.
-No puedes hacerlo- contesto sobándose donde, prácticamente, le había arrancado el cabello-. Si lo haces tendremos que matarte y no es para retenerte- dijo cuando estaba a punto de protestar-. Sabes demasiado de nosotros y eso es un problema.
-No voy a andar por la calle gritando a los cuatro vientos lo que ustedes hacen- espete.
-Igual, no puedo hacerlo.
-¿No puedes o no quieres?-pregunte molesta.
-Ambas- miro para otro lado.
-¡No soy tu juguete!- grite golpeando el suelo con mi pie -. Si estas caliente y Angela no te satisface no es problema mío, págate una prostituta y fin del problema.
-¿Cuándo cobras?-pregunto socarronamente.
Esa fue la gota que rebalso la copa, me acerque a él y le propine una cachetada de tal fuerza que le hice girar el rostro hacia un lado. Su mejilla derecha se torno de rosa a roja en cuestión de segundos. Mi mano ardía mientras en horrendo hormigueo cosquilleaba la palma. Las lágrimas no se hicieron esperar, dejando un camino salado por mis mejillas.
-No sabes cuanto te odio- solloce.
Antes de girarme y salir de la oficina le vi posar una mano en su mejilla. Las puertas del ascensor se abrieron, entre sin ver y me choque con un cuerpo.
-¿Bella?-la voz tranquila de Jasper me hizo llorar aun peor, sin pensarlo le abrace por la cintura y llore desconsoladamente.
-Ese…Edward- escuche decir a Emmett.
Después de eso escuche las puertas cerrarse, y las consoladoras palabras de Jasper, mientras acariciaba lentamente mi espalda.
Jamás había odiado tanto a alguien en toda mi vida. Lo odiaba mucho mas que a él.
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