Capitulo 5
Me quedé completamente congelado con lo que Jasper me estaba diciendo. No podía creer que en tan poco tiempo había logrado encontrado a Reneé en tan poco tiempo. Solo habían pasado dos días en los que se lo había pedido. Debía de reconocer que Jasper era increíble.De pronto me golpeó la realidad, si Jasper ya habían encontrado a Reneé, eso significaba que también habían encontrado a…
-Antes de que lo menciones- levantó una mano para que no hablara-. No, no la he encontrado.
-Pero…- no entendía-. Si vive con ella…
-No- negó con la cabeza y tomó aire-. Reneé abandonó a Isabella hace tiempo, cuando la niña tenía cinco años.
-¡¿Qué?- grité sin poder evitarlo. La ira comenzó a apoderarse de mi cuerpo, calentándolo con el odio y la indignación.
-No te alteres- pidió mi amigo con total tranquilidad, eso me terminó de enojar.
-¿Cómo me pides que no me altere cuando esa bruja abandonó a mi hermana a su suerte?- le cuestioné y comencé a caminar por la cocina.
Si antes odia a esa mujer, ahora mismo tenía deseos de ir a por ella y matarla lentamente para que sufriera por lo que le había hecho a mi hermana. Con desesperación pasé las manos por mi cabello, tirándolo, no podía pensar en qué tipo de situación estaba Isabella. Quizás ahora ella estaba en la calle, con frío, con hambre, sin ropa ¡Dios mío!
-Edward, deberías de tranquilizarte- suspiró deteniéndome-. Ella dio a Isabella a un orfanato.
-¿En cuál?- pregunté con impaciencia.
-¿Me dejaras hablar?- inquirió molesto. Solamente asentí apurándolo con mis manos a que continuara-. Como te dije, tu madrastra abandonó a Isabella a los cinco años, dejándola en un orfanato. Encontré el edificio, pero me encontré con que habría sufrido un incendio hace más de diez años.
-Jesús- murmuré imaginando lo peor.
-Nadie salió lastimado, afortunadamente- rodó los ojos-. Lo único malo es que perdieron los datos de todos sus niños y no los han podido recuperar. Por lo tanto nadie sabe donde fue a parar Isabella, quien ya había sido adoptada un año antes del incendio.
-Estamos de nuevo en la nada- suspiré sentándome en una silla.
-Sí- asintió mi amigo-. No tengo ningún dato, absolutamente nada. La señora con la que hable por teléfono no recuerda nada.
-¿No recuerda?
-No, es una señora mayor, su casa había sido un hogar para niños desamparados, ya que ella no había podido tenerlos- explicó sentándose a mi lado-. Me explicó que ella llevaba mucho tiempo en eso de dar a adopción a niños, no recuerda mucho de ellos, ni tampoco quienes los adoptaron- me miró con arrepentimientos-. Lo siento.
-No, está bien, Jasper- me apresuré a decir-. Has hecho demasiado.
-¡Oye! Aun no me he dado por vencido- me palmeó mi hombro.
En ese momento entró Bella en la cocina, con varios vasos de vidrio. Nos miró y comprendió que estábamos hablando a solas. Iba a girarse de nuevo, cuando Jasper la detuvo.
-No tienes que irte, ya terminamos- mi amigo se levantó-. No te preocupes no pienso dejar el caso- me aseguró asintiendo. Luego salió de la cocina dejándome a solas con Bella.
-Lamento interrumpir- se disculpó apenada.
-No has interrumpido nada- me levanté de la silla y fui hacia ella.
Le quité los vasos y la abracé fuertemente, la necesitaba ahora mismo. Necesitaba que me reconfortara después de la información que me acaban de dar. Ella de inmediato me rodeo con sus brazos, correspondiéndome el abrazo.
-¿Qué paso?- me preguntó suavemente.
-Nada- mentí. No era que no quería contarle a ella lo de mi hermana, pero por ahora ese tema no lo quería tocar con ella.
-Mientes- se separó y acunó mi rostro entre sus calinas y pequeñas manos.
-No estoy…
-Si lo estas- me interrumpió-. Tu cuerpo esta tenso, tu semblante es sombrío y tus ojos están oscuros. Estás enojado- me leyó a la perfección.
-Solo llevamos dos días y me lees muy bien- le sonreí, intentado desviar mi tema.
-Eres demasiado expresivo- se encogió de hombros- ¿Me dirás que te sucede?
Aparté mis ojos de los suyos, simplemente sabía que le contaría todo si la seguía mirando. No le quería contar sobre Isabella, no ahora, lo haría una vez que la encontrara, así yo podría presentársela formalmente. Además, que pensaría ella de mi padre, de haber engañado a mi madre y de echar a una bebe a la calle. No por ahora no le diría nada.
-Bien- suspiró ella volviéndome a abrazar-. Dímelo cuando te sientas más cómodo.
-No quiero que pienses que no confío en ti- susurré contra su cabello.
-Claro que no- se puso de puntillas y rozó mis labios con los suyos-. Yo también tengo cosas ocultas- murmuró antes de besarme dulcemente.
No comprendí sus palabras, tampoco me importó, solamente me concentré en besar esos suaves y carnosos labios, a los cuales ya era adicto. Me encantaba su suavidad, su sabor, lo bien que se amoldaba a los míos. He llegado a pensar que tanto su boca, como su cuerpo habían sido hechos para complementarse con el mío.
-Por eso les dije que no los dejaran a solas- escuchamos a mi hermana decir- ¡Ahora no los vamos a poder despegar!- exclamó frustrada y yo solo pude reírme.
Me aparté de Bella, pero la mantuve contra mi cuerpo. Ella escondió su rostro en mi pecho, aun le avergonzaba enfrentar a mis amigos. Me reí y besé el tope de su cabeza mientras acariciaba su espalda, reconfortándola.
-¿Se les ofrece algo?- les pregunté.
-No, solo veníamos a decir que ya nos íbamos- aclaró Rosalie.
-Sí, para que puedan terminar lo que interrumpimos- se carcajeó Emmett.
-Bien, los acompaño- dije soltando a Bella, y acercándome a ellos para despedirlo.
Alice y Rosalie se abalanzaron sobre Bella, despidiéndola y ordenándole que arreglaran otro día para salir de compras, a lo que ella respondió con una mueca, para nada agradable. De seguro podía imaginarse que mi hermana y Rosalie no aceptaban un no por respuesta.
Luego de las despedidas todos se marcharon y nos dejaron solos, la casa había quedado en completo silencio, uno agradable. Abracé a Bella y la conduje hacia la sala, ella bostezó audiblemente y se sonrojó adorablemente cuando me reí.
-¿Cansada?- pregunté.
-Mucho- se restregó un ojo-. Debería de irme a casa.
-¿No quieres quedarte aquí?- la persuadí acariciando con mi nariz su blanco cuello.
-No quiero causar molestias- balbuceó estremeciéndose por mi caricia.
-Sabes que no molestas- rocé ahora mis labios sobre su mandíbula-. Y que más querría yo que te quedaras a dormir conmigo.
-Algo me dice que no quieres dormir- bromeó ella. Jadeó cuando mordí el lóbulo de su oído.
-Para serte sincero, también estoy cansado- la empujé hacia mi habitación-. Ha sido un día largo, y agradezco que me hayas convencido de hacerlo en el coche.
-Soy un genio- se rió y soltó un gritito cuando cayó en la cama.
Me subí a esta y me acomodé sobre ella, abriendo sus piernas para estar más cómodo. Dejé el juego y las palabras, para besarla, solo habían pasado dos horas desde que no nos habíamos besado o tocado, realmente era doloroso estar separado de ella.
Sus brazos, como también sus piernas, me rodearon fuertemente, mientras ella abría la boca para dejar salir su lengua a reencontrarse con la mía. En ningún momento el beso se pasó de línea, siempre se mantuvo en uno dulce, suave, tierno, cargado de sentimientos. Esos que hacían que la cabeza te diera vueltas, el corazón se acelerara y el estomago se plagara del aleteo de miles de mariposas.
El beso se hacía cada vez más lento, y el agarre de Bella se aflojaba de a poco. Me separé de ella sonriendo, se estaba quedando dormida, realmente estaba cansada. No quería despertarla, pero tenía que hacerla que se cambiara de ropa.
-Bella- la llamé sacudiéndola un poco. Apenas abrió un ojo-. Tienes que cambiarte de ropa.
-Cámbiame tu- murmuró cerrando el ojo de nuevo.
Me reí y bajé de la cama hacia mi armario, donde saqué una de mis remeras. Volví con Bella, quien estaba ya dormida. Quité su blusa, rota, sus zapatillas y sus pantalones, dejándola en ropa interior. Se veía hermosa, pero no me provocaba nada sexual, no cuando ella no estaba despierta. Me daba ternura desvestirla y vestirá dormida. Tanía un rostro angelical, con tanta paz y serenidad.
Le coloqué mi remera, que cubría por muy poco su trasero, la tomé entre mis brazos removí las colchas y la acosté. Me uní con ella y la abracé fuertemente. Cerré los ojos y traté de dejar mi mente en blanco, lo cierto era que no podía.
Jasper había logrado encontrar a Reneé, sin embargo no a Isabella. No podía creer que la hubiera abandonado, dejándola en aquel lugar, donde habían niños que no tenían padres. Pues mi hermana si los tenía, y había caído en ese lugar ¿La habrían adoptado y cuidado como se merecía? ¿Tendría buena educación? ¿Estaría trabajando ahora? ¿O estaría en la calle? Si era así.. ¿Dónde estaba?
Hundí mi cara en el cabello de Bella, y la apreté contra mi cuerpo. Si no fuera porque ella estaba a mi lado ahora, podría haber salido tras Isabella y la estaría buscando con mis propias manos, levantando cada tipo de roca. Sin embargo no podía, debía de quedarme a trabajar en la empresa de mi abuelo, al que mi padre se había negado a trabajar, luego de echar a Reneé. Ahora era yo quien se hacía cargo, ya que el heredero.
Tenía que encontrar a mi hermana, tenía que saber como estaba, en qué situación estaba, y así yo la podría ayudar, aunque ella me odiase. Y con ese último pensamiento caí en un sueño profundo, y no muy tranquilo.
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Podía sentir que me acariciaban, manos que vagaban por mi cuerpo, unos labios que rozaban mi cara, un cálido cuerpo que se apoyaba sobre el mío. Sonreí con los ojos cerrados al reconocer el aroma a fresas, no había otra dueña de ese aroma, calor y sensaciones que fuera Bella.La rodeé con mis brazos y nos cambié de posición, quedándome sobre ella, enterrando mi cara en su cuello. Ella se rió y acarició mis cabellos.
-Buenos días- saludó susurrando en mi oído.
-Muy buenos días- levanté mi cabeza para mirarla-. Uno se puede acostumbrar a este tipo de mimos.
-Los haré las veces que sean necesarias- me sonrió ampliamente, luego unió su boca a la mía.
Gemí en su boca cuando su lengua se enredó con la mía de inmediato. Era la gloria despertarse de este modo, ya quería despertar así el resto de mi vida, con ella a mi lado, en mi cama. Bajé mis manos hacia sus caderas, donde estaba el dobladillo de mi remera. Metí mis manos acariciando su plano vientre, su marcada cintura, hasta llegar al borde de su sostén. Sin rodeos metí mis manos dentro y apreté sus pechos suavemente. Bella jadeo y arqueó su espalda.
-Estamos sensibles ¿he?- bromeé besando su cuello.
-Es la mañana- balbuceó.
-¿Seguro?- le pregunté al tiempo que pellizcabas sus pezones. Ella se retorció y asintió con la cabeza-. Oh, eso es una pena- saqué mis manos y me bajé de ella.
-¿Qué?- se vio confundida, tuve que aguantar la risa, o me delataría- ¿Dónde vas?- preguntó cuando me levanté de la cama.
-A ducharme- dije simplemente-. Dejaste claro que no era por mí por lo que gemías- me encogí de hombros y me metí al baño con una sonrisa en mi cara.
Abrí el agua, y la regulé a mi gusto, una vez que estuvo como deseaba me quité a ropa y entre. El agua tibia me relajó los músculos agarrotados por el sueño. Me giré y por poco pego un grito al ver a Bella de brazos cruzados y desnuda.
-¿Qué…?
-No fue nada amable lo que hiciste- me interrumpió completamente enojada.
-¿Hacer qué?- pregunté inocentemente.
-Dejarme en la cama, sola- su labio inferior sobresalió.
-No estás tan sola- le sonreí y me dediqué a mirarla.
Su cuerpo era delgado, con curvas correspondientes. No tenía pechos grandes, pero tampoco eran pequeños, cabían perfectamente en mis manos. Sus piernas eran largas, torneadas…
-Perfecta- murmuré en voz alta.
Bella se sonrojó y miró hacia otro lado. Sonreí divertido por la situación, ya había compartido cama con ella dos veces, bueno una y otra en mi coche. A lo que iba, era que ya la había visto desnuda, y ahora se ponía toda tímida. Era cómico.
-¿Te vas a quedar mirándome toda la mañana?- cuestionó sin mirarme, sus mejillas ahora estaban más rojas.
-Toda la mañana y toda la noche- estiré mis manos para tomar las de ellas y traerla bajo el chorro de agua.
Ella suspiró y cerró los ojos, tirando su cabeza hacia atrás, estaba disfrutando del agua. Me incliné hacia adelante, besando su blanco cuello, saboreándolo junto con el agua. Bella gimió por lo bajo, pasando sus brazos por mi cuello. Atrayéndome hacia su cuerpo. Pasé mis manos por su cintura y la apoyé contra los mosaicos del baño.
Lamí y mordí, suavemente, aquella zona, me hubiera gustado dejar una marca mía. Mis manos subieron nuevamente hacia sus pechos, donde los masajee a mi antojo, mientras mi boca iba dejando un rastro de besos. Mi boca bajó hacia uno de sus pezones, donde lo lamí y chupe a mi antojo. Lo sentía duro contra mi boca, y como su cuerpo se estremecía por mis caricias.
Seguí bajando mi boca, pasando por su ombligo, sus caderas hasta llegar al inicio de su muslo. Me arrodillé en el mojado suelo, besando su suave piel. Con una mano abrí sus piernas, tomé una y la subí contra mi hombro. Para así poder besarle el interior del muslo. Los gemidos de Bella se habían cada vez más altos, conforme subía hacia su lugar intimo.
Antes de poder saborearla, la miré, para saber si ella lo estaba disfrutando, y sonreí engreídamente al ver que sí. Tenía los ojos cerrados fuertemente, mientras mordía su labio inferior.
-Mírame, Bella- le pedí y esperé a que ella abriera los ojos. En cuanto lo hizo la acaricié con mis dedos. Ella gimió fuerte y volvió a cerrar los ojos- Mantén los ojos abiertos- la regañé.
Ella me obedeció y clavó sus ojos en los míos. Le sonreí y con mis dedos abrí sus pliegues, no podía saber si estaba mojada por mis caricias o por agua de la lluvia. Besé su intimidad y supe de inmediato que era por mí, todo su sexo estaba húmedo. Soltó un grito en cuanto comencé a lamerla. Lametones de manera desesperada, pues su sabor era delicioso y adictivo.
Sus manos sujetaron mi cabeza mientras sus caderas se restregaban contra mi boca. Me estaba dificultando el trabajo, pero me encantaba como sonaba mi nombre entre sus gemidos. Metí un dedo de su cavidad mientras mi lengua se dedicaba exclusivamente a torturar su clítoris. Mi dedo entraba y salía con facilidad gracias a su humedad. Solo basto unas pocas embestidas para que ella gritara fuertemente mi nombre y se viniera en mi mano. Saqué mi dedo para poder tomar toda su excitación, mientras ella su cuerpo pasaba por los espasmos del placer.
Subí por su cuerpo hasta llegar a su boca, mi miró unos segundos antes de arremeter contra mi boca. Me besó con desesperación, pasión, hambre. Sus manos ahora acariciaban mi espalda, mis hombros, mi cuello, luego pasaron hacia el frente, acariciando mi pecho, mi torso y estómago, hasta llegar a mi ya duro miembro. Lo agarró ente una de sus manos y lo comenzó a acariciar de arriba abajo en una caría lenta, torturosa.
-Adentro….ahora- jadeo contra mi boca.
Gruñí ante su orden, me separé de ella y la giré para que quedara mirando hacia la pared. Separé un poco sus piernas y guié mi miembro a su cavidad, metiéndolo de una sola estocada. Ambos soltamos un prolongado gemido, esperé a que ella se amoldara a mí mientras pasaba mis brazos por su cintura y entrelazaba nuestros dedos.
Ella comenzó a mover sus caderas incitándome a que tomara el control. Apoye mi frente en su hombro mientras mis embestidas se volvían desenfrenadas y violentas. La fricción de nuestros sexos, mas el sonido de nuestras caderas chocando junto con sus gemidos fueron suficientes para logar que llegara al climax.
Apoyé mi peso contra Bella, tratando de normalizar mi respiración y recuperar energías, el sexo con Bella me dejaba agotado y a la vez con ganas de más. Era como que no lograba saciarme por completo de ella, y una vez que terminábamos tenía deseos de volver a tomarla, y tomarla hasta que mi hambre fuera saciada.
-¿Estás bien?- pregunté sin despegarme de ella.
-Muy bien- respondió agitadamente.
-Tenemos que terminar de bañarnos- se separé de ella, extrañando su calor.
Ella asintió y comenzamos el juego de bañarnos mutuamente.
Habíamos tardado más de lo costumbre, ente bromas, caricias y besos. Había repetido el hacer el amor dentro del agua, lo cual era demasiado excitante, sentirla a ella rodeándome y el agua golpeando nuestros cuerpos, eso era realmente erótico. Pero como todo lo bueno tiene que terminar, pronto nos vimos saliendo de la ducha y vistiéndonos para irnos hacia nuestros respectivos trabajos.
Esa mañana había dejado a Bella en su primer trabajo antes de irme al mío. Aun me sorprendía que ella tuviera tres trabajos de medio tiempo. Me sorprendía que no estuviera estudiando o trabajando de algo mejor y más permanente. Sin embargo cuando se lo pregunte ella solo me contestó que era lo que ella había elegido para vivir. Su tono era despreocupado y le restaba importancia.
También se había negado a que la dejara en su casa para que se cambiara de ropa, pues su blusa la había destruido, pero ella simplemente se conformó con usar una camiseta mía. Le quedaba bastante grande, pero ella lo había arreglado con anudarla a un costado de su cintura, dejando su ombligo a la vista. En mi opinión la vista era increíble y sensual al verla usar mi ropa, pero me molestaba que otros miraran, eso me enfurecía.
Los días fueron pasando, convirtiéndose en un mes. Un mes completo de felicidad, con ella a mi lado, prácticamente éramos pareja. No se lo había pedido formalmente pero entre nosotros lo sabíamos, todas las noches nos encontrábamos, salíamos un rato y luego íbamos a mi casa a compartir una memorable noche. Me había acostumbrado a tenerla conmigo, en mi cama, a mi lado, que hasta estaba pensando en proponerle que viviéramos juntos.
Quizás todos digan que estamos locos por todo lo repentino de la situación. Solo una noche nos conocimos, solo unas horas nos bastaron para que nos conociéramos lo suficiente y terminar en la cama. Y solo un mes había pasado para que me encontrara perdidamente enamorado de ella. Tanto para pedirle que conviviera conmigo, tanto como para pedirle que fuera mi novia. Claramente no éramos una pareja normal, y eso no me importaba, solo quería estar con ella, a mi lado.
El despertador sonó como todas las mañanas, como siempre lo hacía a las ocho, retumbando por todo el silencioso cuarto. Detestaba levantarme temprano, lo odiaba, más cuando estaba tan cómodo y calentito junto a Bella. Ella se removió en mis brazos, murmuró algo inaudible y frotó su cara en mi pecho desnudo. Sonreí gustoso y por la cosquilla del acto. Manoteé el aparato que ya me estaba sacando de quicio y me acurruqué más.
-Amor- la llamé y pude sentís su sonrisa contra mi piel, sabía cuánto le gustaba que la llamara así-. Es hora de levantarse- susurré en su oído.
-No quiero- gruñó abrazándome fuertemente.
-¿Haces esto todas las mañanas a propósito, verdad?- me reí.
-Es temprano- se quejó.
Sin perder tiempo me puse sobre ella y comencé a hacerle cosquillas. Pronto sus carcajadas retumbaron por la habitación, de sus ojos caían gruesas lágrimas y sus manos intentaban detenerme. Esto era algo de todos los días, una rutina que había comenzado desde hacía un par de semanas, cuando ella se negaba levantarse.
Luego de cinco minutos de tortura la solté riéndome suavemente de su cara roja, su respiración agitada y las lágrimas en sus ojos. Ella era hermosa, perfecta, tierna, cariñosa, amable, sencilla, dulce… y la amaba. Estaba a punto de confesarme, de decirle aquellas dos palabras que lo significaban todo, cuando mi celular comenzó a sonar.
Me senté en la cama y busqué mi móvil que estaba en la mesita de noche. Miré la pantalla y atendí al ver que era Jasper.
-Jasper- dije en modo de saludo.
-Edward ¿Estas en casa?- preguntó agitado.
-Si… donde más estaría- contesté rodando los ojos.
Unas suaves manos comenzaron a recorrer mi espalda, hasta llegar a mis hombros y deslizarse por mi pecho. Contuve el aliento cuando sus pechos desnudos se apretaron en mi espalda y su boca rozaba mi nuca.
-¿Edward?- la voz de Jasper me trajo de nuevo a la realidad.
-Lo siento ¿decías?- intenté escucharlo, pero se me dificultaba bastante con las caricias de Bella.
-Te decía que voy para allá ahora mismo- murmuró en tono molesto.
Las manos de Bella bajaron por mi abdomen hasta mi entrepierna, sus dientes mordisqueaban mi hombro, dándole pequeños lametones y besos. Una de sus manos comenzó a acariciar mi miembro, ya erecto, lentamente.
-¡Edward!- grito Jasper-. ¡Aléjate de Bella!- volvió a gritar, y esa advertencia me trajo a la realidad total.
-¿Perdón?- inquirí molesto ¿Quién se creía él para prohibirme de tocarla?
-Edward ella no es quien piensas, no puedo explicártelo por acá, por eso mismo voy para tu casa.
-¿De qué mierda estás hablando?- cuestioné enfurecido parándome de la cama.
Bella me miró con el seño fruncido sin comprender lo que estaba sucediendo.
-Te lo explicaré en cuento llegue, así que por favor ya no toques más a Bella- pidió y colgó el teléfono.
Me quedé mirando el aparato sin comprender las palabras de mi amigo, la desesperación con la que hablaba ¿Qué demonios le pasaba?
-¿Paso algo?- preguntó Bella desde la cama.
-No tengo idea- dije con sinceridad.
-¿Qué te dijo?
-No sé, no entendí nada, pero ahora está viniendo- me encogí de hombros y fui hacia mi armario en busca de ropa.
-¿Nos bañamos juntos?- susurró abrazándome por atrás.
-Me encantaría, de verdad que si- me giré en sus brazos-. Pero Jasper no tardará en venir y nosotros dos nos tardaremos demasiado dentro- apunté el baño y ella se rió.
-De acuerdo- asintió, se puso de puntillas para besarme y luego ir hacia la ducha.
Tomé una camiseta y un pantalón suelto, me los puse y fui hacia la cocina para preparar un poco de café. Por mi mente corrían las palabras de Jasper, el que no tocara a Bella, que ella no era quien pensaba ¿Qué significaba eso? Bella era Bella, mi Bella, mi novia ¿Quién se suponía que era? Sacudiendo mi cabeza y dejando los pensamientos estúpidos de lado, me concentré en un modo de pedirle que viviera conmigo.
Aunque prácticamente ya lo hacía, pero ahora lo haría de manera permanente, llegaría a casa y la encontraría a ella, esperándome con la cena hecha. A la hora del almuerzo podría venir a casa y almorzar juntos con su comida preparada. Esa sería una vida perfecta, una buena vida perfecta.
-¿De qué te ríes?- me preguntó besando mi mejilla.
-Ya te enterarás- le devolví el beso y le di una taza de café- ¿Ya tienes que irte?
-Sí- suspiró-. Entro a las nueve, pero tengo que ir antes para limpiar la cafetería.
-¿Quieres que te lleve?- pregunté
-No, no hace falta- negó sonriendo-. Además viene Jasper.
-Puede esperar unos minutos- me encogí de hombros mientras ella se reía.
El timbre sonó y me levanté para abrir la puerta. Bella iba a mi lado, alegando que ya tenía que irse.
-Hola- saludé a mi amigo, quien tenía muy mal aspecto- ¿Peleaste con Alice?- me burle.
-Algo mucho peor- frunció el ceño y miró a Bella-. Hola, Bella- saludó con los dientes apretados.
Lo mire ceñudo dándole la indirecta pregunta de ¿Cuál era su maldito problema?
-Hola, Jazz- le sonrió amablemente, luego se giró hacia mí-. Nos vemos en la noche- se despidió
-Hasta la noche- me incliné para besarla, pero una mano me detuvo por el hombro, agarrándome fuertemente.
Jasper me empujó dentro de mi apartamento, sin soltarme o dejarme acercar a Bella. Ella nos miró un segundo y luego se marcho, sonriéndome. La observé alejarse, hasta que se metió al ascensor. Una vez que no estuvo en mi vista me giré hacia Jasper. Y lo empujé fuertemente.
-¿Cuál es tu maldito problema?-le gruñí.
-¿Cuál es mi problema?- preguntó y se rió histéricamente. Se pasó una mano por el cabello y me tendió un sobre de papel-. Mira eso.
Tomé el sobre y lo miré a él, sin comprender nada.
-Esa información me llegó esta mañana, a las siete- comentó con voz desesperada-. No lo podía creer, Edward. De verdad que no me esperaba esto… pero…- su voz se perdió en la sala
-¿Qué pasa?- su ataque me estaba alarmando.
-Mira lo que hay adentro- volvió a repetir mientras caminaba por toda la sala.
Suspirando me senté en el sillón y abrí el sobre. Esparcí todo el contenido sobre la mesa. Había fotos, y muchas hojas de papeles. Tomé las fotos y me sorprendí al ver que todas era Bella.
Bella saliendo de sus trabajos, de un edificio en medianas condiciones, caminando por la calle, entrando en mi edificio, conmigo, con el chico con el que nos habíamos topado los primeros días de conocernos… el estomago se me contrajo a causa de un mal presentimiento.
-¿Qué es esto?- pregunté con un hilo de voz.
-Ella no se llama Bella. Se llama Isabella, Isabella Cullen.
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