Capitulo 15
BELLA POVYo sabía que era su juguete. Su muñeca de carne y hueso del momento, la que había ganado su atención. Sin embargo me dolió y molestó encontrarlo a solas con ella.
La luz que se filtraba del pasillo iluminaba levemente el interior de esa habitación. Edward estaba de espaldas a mí, sentado en la mesita ratona que se encontraba en frente de los sillones. Mientras ella, Victoria, estaba inclinada hacia él. Sus cabezas estaban demasiado cerca como para estar charlando amenamente. Y tampoco la mano blanca y esbelta enterrada en su cabello cobrizo era una señal de…. ¡¿Qué mierda?
Mi puño se estrelló en la puerta sobresaltando a la pareja. Sinceramente tenía deseos de tocar suavemente, haciéndome notar y parecer como si este encontronazo no me afectara en lo absoluto ¿Pero a quién demonios quería engañar? Estaba muy cabreada y no tenía deseos de mostrar lo contrario.
Edward giró su cabeza y abrió los ojos desmesuradamente cuando me encontró observando. Por otro lado, Victoria no había tenido la sutileza de correr su rostro, ni siquiera alejarse de él.
-Te dije que me esperaras…
-Lamento interrumpirte- mi voz salió mordaz, haciendo que Edward se callara al instante-. Me voy a casa.
-¡Espera!- lo escuché gritar, pero lo ignoré mis piernas ya se estaban moviendo.
Era una maldita estúpida por guardar la más mínima esperanza de que Edward me había demostrado amor o cariño con sus actos en la mañana, pero solo había sido una cruel y patética mentira. Ahora tenía una idea de a donde había estado anoche.
¿Un bar? ¿Bebiendo hasta ahogarse? Si y yo era la nieta no reconocida de la Reina de Inglaterra. Una patética pendeja que se había dejado engatusar y amaestrar por un tipo sin corazón.
Apreté el botón del ascensor esperando a que este llegara, estaba en el piso diez del edificio mientras yo me encontraba en el tercero. Iba a esperar un largo rato hasta que viniera. Soltando un bufido de exasperación fui hacia los demás elevadores y apreté todos los botones esperando al que más rápido llegara.
-¡Bella!- gritó Edward desde la otra punta lejana del pasillo.
-¡Mierda!- exclamé apretando frenéticamente el botón- ¡Ábrete porquería!
Un tintineo sonó detrás de mí, avisándome que un elevador había llegado al piso. Gire sobre mis talones y escuché como los zapatos de Edward sonaban fuertemente sobre el acerado suelo.
-¡Isabella, detente ahora!- me ordenó con su característico tono demandante.
Más no me detuve, seguí caminando hasta entrar al ascensor, me incliné y apreté el botón del primer piso. Logré ver a Edward antes de que las puertas se cerraran. Él estaba cabreado, se notaba. A él no le gustaba que se le desobedeciera o ignorara su palabra, como si fuera la ley. Pero ahora mismo me importaba una mierda como él se sentía. Era importante como me sentía yo.
Y me sentía totalmente herida. Dolida. Y traicionada.
Él me había dicho que olvidara a James, que lo despejara de mi corazón. Pero a pesar de que él estuviera muerto… era el único que me era fiel. Yo podía confiar en él, sabía que él me amaba con locura como muchas veces me lo había dicho. No como el idiota de Edward que me hacía lo que quería, me pisoteaba como más le gustaba con sus zapatos de diseñador.
Mierda, era tan estúpida.
La campanilla volvió a sonar y las puertas se abrieron. Salí del elevador y camine a paso rápido por el Lobi del Hotel-Restaurant. Un amable portero me abrió la puerta de cristal y me dedico una buena noche. Lamentablemente lo que había comenzado como una buena noche, se había transformado en una noche de mierda.
Caminé hacia el cordón en busca de un taxi.
-¿Un taxi, señorita?- preguntó el botón sonriéndome seductoramente.
-Por favor- gruñí cruzándome de brazos.
-¿No ha pasado una buena noche?- preguntó el muchacho estirando su mano para llamar al auto amarillo.
-No, ha sido una de las mejores- dije sarcásticamente.
-Hay noches y noches- dijo divertido al tiempo que un taxi se estacionaba, Abrió la puerta y la sostuvo para que yo entrara-. No se deprima, señorita- palmeó mi hombro-. Una mujer tan hermosa como usted debe sonreír todo el tiempo.
-¡Detenga ese taxi!- gritó Edward corriendo hacia mí.
Él chico lo miró y luego me miró a mí. Me sonrió ajustando su sombrero y cerró la puerta palmeando el techo del auto. Le miré sorprendida mientras el taxi se internaba en la atestada calle. Aquel chico me había salvado de que Edward me atrapara. Le sonreí agradecida mientras me acomodaba en el asiento. Le indiqué la dirección al conductor y me desplomé en mi lugar.
Había logrado escaparme ahora de Edward, pero no podría hacerlo para toda la vida. Ambos vivíamos juntos y no podía irme a casa de ningún otro, él conocía prácticamente todo y todos.
Dedique los pocos minutos de viaje para tranquilizarme, ponerme en frio y prepararme para encarar la furia de Edward.
Que irónico, era él quien debía de prepararse a mi furia. Pero no, no iba a hacerle una escena de celos.
Celarlo significaba sentir algo por él. Y yo no sentía absolutamente nada por él.
.
-¡Isabella!- gritó Edward desde la sala.
Inevitablemente me encogí en mi lugar. Me encontraba en la habitación de huéspedes. No iba a dormir don Edward. Y tampoco tenía pensado quedarme con él por mucho más tiempo.
Mientras viajaba hacia el departamento, me puse a pensar que quizás debía de volver con mis padres, por una temporada, hasta que consiguiera un nuevo empleo y nuevo departamento para mi sola…
-¡Abre la puerta!- gruñó aporreando la puerta.
No contesté me quede callada mientras seguía fumando mi cuarto cigarrillo y miraba por la ventana. Hacía tiempo que no consumía nicotina y ahora era sumamente agradable después de fiasco.
-No me hagas abrirla por mi mismo- bramó dejando los golpes.
-Entonces no sé cómo se abrirá- dije apagando la colilla y sacando un cigarrillo nuevo.
Un fuerte estruendo sonó y la puerta salió volando hasta estrellarse en el suelo, con vigas y todo. Extrañamente no me sorprendí por ese arranque de violencia.
-Salvaje- murmuré prendiendo mi cigarrillo.
-¿Qué demonios ha sido eso?- preguntó caminando hacia mí-. Te he dicho que esperaras, te he dicho que te detuvieras y te he dicho que abrieras la puerta ¿Cuál es tu maldito problema?
-¿Ya terminaste de follar con la hija del jefe y ahora me buscas a mí?- pregunté devolviéndole la mirada.
-¿De qué estás hablando?- inquirió con el ceño fruncido.
-Mira, Edward- dije tirando el cigarrillo y encarándolo-. Me importa una mierda lo que hagas con tus conquistas, si te acuestas con media población femenina de la ciudad. Pero no me metas en la misma bolsa ¿Queda claro? Yo no soporto esto, no soporto que me traten como si fuera un objeto.
-Estas malinterpretando todo- suspiró cansinamente-. Yo no me follo a Victoria y tú no eres un objeto.
-No soy estúpida- exclamé-. ¡Te vi! ¡Y te estabas besando con ella!- le acusé apuntándolo con un dedo.
-No nos estábamos besando…- dijo de inmediato intentando tomar mis manos.
-Sí, claro. Y anoche tú estuviste encerrado en el bar del edificio- dije con ironía.
-Estas tomando todo de mal contexto- negó con la cabeza e intentó acercarse nuevamente a mí.
-No te acerques y no me toques- le gruñí retrocediendo-. Ya no quiero tu dinero y al parecer tú encontraste un nuevo juguete. Bien, tráelo aquí y llénalo de ropa costosa, nuestro "trato" se termina.
No me detuve a analizar la mirada de Edward, simplemente camine fuera de la habitación de huéspedes y fui hacia el armario para recoger mi vieja y nada costosa ropa. Mi vieja mochila también estaba, por lo que serviría para guardar mis cosas.
Me sorprendía, y también molestaba, que Edward no me hubiera seguido o gritado que no podía marcharme, que él no me había dado la libertad de escoger eso para mí. Eso significaba que yo no era tan importante como llegué a creer.
¡Mierda! Nuevamente había guardado esperanza por él ¿Cuántas veces me iba a tropezar con la misma piedra para entender que debía esquivarla? Bueno, quizás esta fuera la última vez. Ya que me marcharía y no tendría que lidiar con estos dramas nunca más. Fue lindo mientras duro.
Con ese pensamiento, extrañamente, positivo cerré mi mochila, la colgué sobre mi hombro y salí de la habitación. Intenté no mirar la cama donde habíamos compartido sexo desenfrenado y perfecto. Intenté no grabar un mi memoria su aroma que flotaba en el aire y se impregnaba a todo. Incluso mi piel tenía su olor, su marca estaba en mí y me costaría varios días y hombres quitarla…
Pasé por la sala, la cual estaba vacía. Me preguntaba donde se encontraba, pero empujé esa pregunta lejos de mi mente, no quería pensar en él.
-¿A dónde vas?- preguntó saliendo de la habitación de huéspedes.
-¿No está claro?- pregunté mordazmente-. Le estoy dejando el lugar a la próxima víctima.
Cerró su boca fuertemente, hasta pude escuchar como sus dientes rechinaron. Sus manos caían a sus costados, cerradas fuertemente… Se estaba conteniendo, lo sabía… Había llegado a conocerlo en tan poco tiempo.
Suspiré pesadamente y me volví hacia la puerta.
-Tú no te vas a ninguna parte- lo escuché susurrar.
Antes de que pudiera decir o seguir mi camino, me encontré sobre el hombro de Edward.
-¡Bájame!- grité pataleando para todos lados- ¡Edward, suéltame!
Él me ignoró y siguió caminando. De vez en cuando se tambaleaba por el movimiento frenético de mis brazos y piernas.
Se detuvo y me tiró bruscamente a la cama. Intenté enderezarme y salir de la cama. Pero él ya se encontraba sobre mí, despojándome de mis ropas. No, rompiendo mis ropas. Su expresión era la un loco, sus manos desgarraban mis prendas y las tiraba lejos de nosotros.
-¡Basta!- grité golpeando su pecho. Estaba comenzando a sentir miedo. Este no era el Edward que yo conocía- ¡Detente, Edward!- pedí empujándolo.
-¡No!- gritó tomando mis manos y las apresó con una sola de las suyas.
Las subió por sobre mi cabeza y su otra mano abrió mis piernas.
-No voy a dejar de que marches- su voz sonaba distorsionada. Estaba fuera de sí.
Su mano libre bajó el cierre de sus pantalones, su pene salió liberado y sin cuidados lo metió dentro de mí. No pude evitar soltar un grito de dolor.
A pesar de que antes él se hubiera introducido dentro de mí de la misma forma, ahora sentía un terrible dolor de desgarraba mis partes más intimas. Antes había habido deseo y lujuria de por medio. Ahora no lo había, por parte de ninguno de los dos. Yo tenía miedo, mucho y Edward… es también parecía tener miedo…
El hilo de mis pensamientos se desvaneció cuando lo sentí moverse frenéticamente. Entraba y salía bruscamente, brutamente. No estaba haciendo el amor conmigo, ni siquiera teniendo sexo. Me estaba lastimando…
-Me duele- gemí lloriqueando. Mi vista se estaba nublando a causa de las lágrimas-. Edward, me duele- le dije quebrándome.
Sus ojos se fijaron en los míos y por fin pude ver un rastro de sensatez. Dejó de moverse y se inclinó sobre mí, soltando mis manos.
No dijo nada, solamente besó mis lágrimas y acarició mis brazos mientras se movía lentamente dentro de mí. El dolor poco a poco fue sustituido por el placer. Uno extraño, pero placer al fin. Hasta que terminé explotando en un amargo orgasmo y caer inconsciente.
.
Cuando abrí mis ojos y miré por la ventana me di cuenta de que aun era de noche. Pero me sentía desorientada, no sabía si era de esa misma noche o yo había dormido durante todo un día. Sería un poco imposible, pero quizás no lo era.
Miré a mi lado en la cama. Estaba sola, en medio de esta arropada con las sábanas de seda negra. Mis ojos vagaron hacia el techo, este estaba cubierto por una neblina, no… era humo de cigarrillo.
Me senté en la cama, no sin soltar un quejido de dolor. Mi centro estaba sensible y punzante…
-Estas despierta.
Mi cuerpo se estremeció de miedo al escuchar su voz desde la oscuridad. Lo busqué y lo encontré sentado en un sillón al lado de la ventana, donde la luz no daba. A su lado había una pequeña mesilla, sobre ella había un cenicero, el cual estaba poblado de colillas.
-Umm… yo…- comencé a hablar, pero mi voz se desvaneció cuando se levantó y caminó hasta quedar frente a mí.
Extendió una mano hacia mí, pero mis sentidos se alertaron y mi cuerpo retrocedió, escapando de su tacto. Edward suspiró y se sentó en la cama.
-Lo siento- dijo con voz dolida-. Lo siento, de verdad. Yo…- se interrumpió llevando una mano a su pelo y tirándolo fuertemente-. No quise lastimarte, de verdad, no quise hacerlo.
Sus ojos se fijaron en los míos y pude ver el arrepentimiento y la culpa mezclándose y opacando su bello color de ojos. Demasiado rápido los apartó y escondió su rostro en sus manos.
Me debatí si salir corriendo o acercarme a él. Sabía de debía de salir corriendo de ese maldito lugar y esconderme dentro de una caverna para que jamás me encontrara, pero no lo hice. Me levanté un poco y me acerqué a él, apoyando una mano sobre su espalda desnuda.
Sus músculos estaban tensos bajos mis dedos, podía sentirlos. Él no se movió, simplemente se quedó ahí sentado. Tenía el presentimiento de que lo hacía para no asustarme y le agradecía por ello. El más leve movimiento suyo y saldría corriendo y gritando.
Deslicé mi mano hasta sus hombros y lo empujé para enderezarlo, el se rehusó un poco hasta que le insistí a que me mirara. Cuando lo hice sus ojos ahora se veían brillantes y rojos… él quería llorar. Esa imagen me conmovió fuertemente.
Con un nuevo empujón lo atraje hacia mí y lo abracé fuertemente. Él me rodeó con sus brazos y tembló bajo los míos. Podía sentir como sus lágrimas mojaban mi pecho desnudo, sin embargo no escuché ningún sollozo o quejido. Solo suspiros y temblores.
Descansé mi cabeza en la suya y lo acuné para calmarlo. Dios, no me esperaba esto. No esperaba que un hombre tan duro y rudo como Edward pudiera llorar por causarme daño.
-Di que me perdonas- pidió subiendo su cara hasta mi cuello-. Dime, por favor, que me perdonas Bella. Al menos perdóname tú porque yo nunca podré hacerlo.
Cerré mis ojos y apreté su cabeza contra mi cuerpo.
-Te perdono- dije sinceramente.
A pesar de que el daño ya estaba hecho él había entrado en razón antes de terminar lastimándome. Terminó de hacerme el amor dulcemente, aunque a mí me sabía amargo. Pero él se arrepentía y se mostraba vulnerable conmigo. Eso significaba que le importaba ¿no? Pero, él luego volvería a actuar como cretino y me volvería a romper el corazón. Y estaba segura de que yo le volvería a perdonar…
-Me volví loco- susurró acariciando mis brazos-. De solo pensar que te marcharías, que me dejarías…- negó con la cabeza-, no quiero pensarlo porque juro que me volveré demente y no habrá manera de recuperar la compostura.
-¿Por qué?- la pregunta escapó de mi boca. Y ya no pude detenerme- ¿Por qué te importa tanto que me valla?
-¿Qué por qué me importa?- preguntó con incredulidad, sentándose derecho-. Porque eres mía- dijo posesivamente-. Porque eres única para mí y no habrá nunca otra…
Sus palabras me dejaron sorprendida, y asustada al mismo tiempo ¿Acababa de escuchar bien? ¿Edward se había declarado?
Las preguntas volaron de mi cabeza cuando sus grandes y cálidas manos apretaron mi rostro y lo acercaron al suyo.
-No voy a permitir que huyas de mí. Eres mía y de ser necesario te encerraré en una jaula.
Mi asombro aun no me dejaba cavilar sus palabras, ni respirar, mi corazón latía fuertemente en mi pecho.
-Ya te lo había dicho, Isabella- me sonrió torcidamente, con esa picardía y maldad-. Te dije que haría que te enamorarías de mí, esa es la única forma de retenerte a mi lado.
-Pero… tu dijiste…que querías mi cuerpo y…
-Quiero tu corazón- confesó empujándome a la cama-. Quiero tu amor, tu pasión, tu cuerpo y por sobre todo tu corazón y alma.
Este debía de ser un sueño, un muy extraño y perturbador sueño. Pero su toque quemaba y sus palabras me atravesaban el corazón. Obviamente este no era un sueño…
-Nunca mentí cuando te dije que te quería a mi lado- se tendió sobre mi cuerpo, abrazándome fuertemente.
Era increíble como Edward podía cambiar su estado de ánimo en menos de dos segundos. Antes había estado arrepentido y dolido por lastimarme inconsciente, o conscientemente. Ahora estaba nuevamente recuperado, confesándome cosas que jamás esperé oír de él.
-Tu estas mintiendo- dije con voz temblorosa.
Él se rió y me miró con ese brillo bailando en sus ojos.
-¿No me crees por qué no quieres o por qué no te digo los sentimientos reales?- preguntó con suficiencia.
-¿Sentimientos reales?
-Ya sabes, esos que dicen "te amo" "te quiero" y todas esas cursilerías- movió una mano con gesto indiferente.
-¿Las sientes?- pregunté perpleja de que él sintiera eso por mí.
-No voy a confesarme- demandó con diversión-. No lo haré hasta que tú lo hagas primero.
No fui capaz de procesar nada más.
Solo una cosa.
Estaba jodidamente perdida.
.
Bueno, yo quizás estaba jodida ahora con la situación en la que me encontraba con Edward…
Pero aquella zorra de cabello rojo estaría en serios problemas si no se marchaba de la oficina en menos de un segundo.
-¿Qué mierda hace ella aquí?- gruñí al verla sentada en el escritorio de Edward, con todos el personal a su alrededor.
Excepto Jasper y Emmett.
-Es la hija del jefe, por ende es jefa- dijo Emmett encogiéndose de hombros.
-Relájate- me susurró Edward antes de depositar un beso en mi frente y marcharse junto a esa… mujer.
-¿Celosa, Bellita?- me molestó Emmett codeando mi costado.
Su broma me alertó. De inmediato dejé de maldecir y acribillar con la mirada a la mujer y caminé hacia la cocina.
-Por supuesto que no- gruñí provocando carcajadas a Emmett.
Obviamente yo no estaba celosa de esa tan bien formada y hermosa mujer, que era hija del Gran jefe y al parecer estaba detrás de Edward.
Él me había confesado en la noche que él 'me quería' a su extraña manera, pero lo hacía. Y él se confesaría cuando yo lo hiciera… en pocas palabras nunca…
Yo no tenía deseos de enamorarme de otra persona, menos de Edward. Quizás pudiera apartar a James de mi vida, pero no lo cambiaría por nadie. Y sinceramente prefería seguir sola…
-Hola, Isabella- saludó una voz chillona detrás de mí.
Si, definitivamente deseaba estar sola que mal acompañada.
-Hola, Victoria- saludé girándome para mirarla.
-No tenía idea de que Edward tuviera estos gustos- se rió suavemente-. No es por ofenderte, pero los gustos de Edward siempre son… más decentes.
-Limpiar no es una deshonra- dice con altivez-. Pero Edward me paga muy bien, con y sin dinero… ¿Qué puedo decir? Me mima demasiado.
Bueno… ¡Si, mierda! Estaba celosa ¡Y mucho! No soportaba a esta mujer que la había estado viendo besar a mi 'novio' y ahora venía a regodearse de ser la hija de Gran jefe y discriminar mi trabajo. No pude guardar mi lengua para mí misma, pero estaba disfrutando de ver como la ira desfiguraba su rostro a cada segundo.
-Sí, Edward es bueno en todo lo que hace- sonrió ampliamente y se marchó dejándome completamente aturdida.
¡Oh, mierda!
Prácticamente corrí fuera de la cocina y casi empujo a la perra que se encontraba en mi camino.
-Quiero hablar contigo. Ahora- le ordené golpeando el escritorio.
-¿Ahora? Bella, estoy ocupado…
-¡Me importa una mierda!- exclamé tomando su mano y empujándolo fuera de la oficina.
-¡Esa es una mujer dominante!- escuché gritar a Emmett.
En otro momento me habría reído a carcajadas y probablemente alardearía de ello, pero ahora mismo me encontraba completamente enfurecida y tenía que aclarar las cosas con Edward antes de que le arrancara la peluca a aquella bruja.
Sin importarme a donde me dirigía o si alguien nos venía. Nos metí dentro del baño de hombres. Cerré la puerta y miré por debajo de las puertas por si no había alguien adentro.
-Debiste decirme que querías sexo y yo te lo daba sin montar una escena- dijo Edward recargándose en el lavamanos.
-No quiero sexo, Edward- no ahora. Él arqueó una ceja esperando a que continuara- ¿Qué historial tienes con esa mujer?
-¿Qué mujer?- preguntó, creo yo, desentendido.
-¡Victoria!- grité exasperada.
Edward se sorprendió por mi grito, que retumbó en el baño por varios segundos. Segundos en los que Edward no decía absolutamente nada. Me parecía eterno cada instante. Hasta que él estallo en carcajadas.
-¡No te rías!- le ordené golpeando su brazo.
-Lo siento, no pude evitarlo- murmuró antes de volver a reír-. Es solo… no puedo creer que estés celosa.
Sentí mi cara arder. Una cosa era que Emmett y yo misma supiéramos de mi estado sentimental cada vez que veía a Victoria, pero era muy diferente a que Edward lo supiera. Me hacía sentir vulnerable y… enamorada.
Antes de que pudiera negarle algo, Edward me atrapó en sus brazos y me besó fieramente. Su legua entró en mi boca y jugó con la mía. Sabía cómo mover su lengua y darme placer con ella, por lo que no pude negármele al beso. Se lo devolví abrazándolo por el cuello.
-No me desvíes del tema- dije una vez nos separamos.
-No hay nada de que desviarte- sonrió besando la punta de mi nariz-. Ya te dije que malinterpretaste todo. Además…- pegó sus caderas con las mías-… tu eres la única para mí.
Miré hacia otro lado, tratando de quitar mis ojos de los suyos, que en esos momentos me miraban con intensidad. Con verdad. No quería creérmelo por completo…
Lo escuché reír, luego su mano fue hacia mi barbilla, obligándome a volver a mirarlo.
-Te estoy diciendo que eres la única y tú me esquivas- negó con la cabeza-. No necesito a nadie más que seas tú…
-Ya basta- le detuve quitando mis brazos-. No digas eso tan a la ligera.
-¿Por qué no? Es la verdad- me retuvo en la prisión de sus brazos.
-No es algo que debas andar diciendo a alguien que prácticamente no conoces…
-Conozco todo de ti, Isabella- me interrumpió con voz dura- ¿Qué es lo que quieres de mí?- cuestionó alejándose
-No quiero nada…
-¿Nada? ¿Estás segura?- me miró duramente, luego suspiró y pasó una mano por su cabello-. Ya te dije las condiciones anoche. Solo me declararé si tu lo haces primero.
Sin más giró sobre sus talones y se marchó del baño, dejándome sola.
Entonces nunca escucharía aquellas palabras de la boca de Edward. Porque no tenía pensado confesarme nunca.
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