jueves, 18 de noviembre de 2010

cap11-mva

Capitulo 11
Los días fueron transcurriendo con calma y tranquilidad. O al menos así estaba a mí alrededor. Desde que le había dado la chequera a Mike, este no había vuelto al trabajo, Edward no se había preocupado de ello y los demás no parecían extrañarse por su ausencia. Sin embargo yo me sentía a punto de darme un paro cardiaco. Todo me sobresaltada, escuchaba cosas que no eran y sentía que todos sabían lo que estaba haciendo y que en cualquier momento saltaría hacia mí para acecinarme.
Pero como había dicho anteriormente, las cosas estaban normales. Como si fuera cualquier día en ese trabajo, como si nadie supiera que dos de sus empleados había traicionado el jefe. Y para lo mejor de mis nervios habían pasado ya cinco días desde aquello. Edward me había pedido que hiciera las cuentas para ir al cobrarle el dinero al jefe de policía, quien también se había escabullido de la cuidad.
Hasta el día de hoy me había excusado con Edward diciendo que tenía mucho trabajo en la universidad como para hacerme cargo de aquello, que lo haría en cuanto pudiera. Pero este me miraba con irritación y suspiraba diciendo que el policía no había aparecido así que estaba de suerte como para no ir detrás de él.
¡Oh! Y otra buena noticia. Mike Newton no respondía el maldito teléfono.
Completamente abatida me tiré sobre mi sillón y lloriqueé patéticamente, mi vida se estaba acabando. Me quedaban días u horas ¿Quién me había mandado a mí a darle a ese mentiroso semejante cantidad de dinero? Oh, sí, yo misma. Había enterrado la pata ¡completamente!
Mi celular comenzó a sonar, sin siquiera levantarme tantee la mesita de mi sala y lo levante sin mirar el identificador. No tenía idea de quién me estaba llamando a media noche.
-¿Si?- gruñí.
-Isabella, quiero tu culo en mi oficina ahora- me senté de inmediato al sentir el tono molesto de Edward al otro lado de la línea.
-¿Qué…?
-Ahora- me interrumpió antes de colgar la llamada.
Me quede petrificada en mi lugar, sudando en frío. Mi corazón estaba muy acelerado, golpeando fuertemente mi pecho.
-¡Dios!- gemí saltando del sofá- ¡Me descubrieron!
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Apenas abrí las puertas de la oficina todos se giraron a mirarme. Estaban todos allí. Emmett, Jasper, Seth, Sam, Jared, Paul, Quil… todos, y todos me miraban con cierta acusación en sus ojos. Iba a morir y no había tenido el tiempo de despedirme de nadie, ni de mis padres, ni de Jake. Oh, Jacob se iba a poner furioso e iba a llorar demasiado…
-Isabella- me llamó Edward con su característico tono frío y potente- ¿Dónde está la chequera?- preguntó lentamente.
-Yo…- me encogí en mi lugar ante todas las miradas expectantes-. No lo sé…
-¡Miente!- gruñó Paul comenzando a caminar por la oficina.
-No estoy mintiendo- mi voz sonó débil, claramente estaba mintiendo. No era mi habilidad.
-¿Enserio?- preguntó con sarcasmo antes de acercarse a grandes zancadas hacia mí-. Eras tú quien tenía la chequera, que ahora mismo está en manos del mugroso de Newton- tomó mi brazo y lo apretó fuertemente-. Que coincidencia que no sepas donde está y que él la tenga ¿No se la habrás dado tu?- me sacudió fuertemente. Zarandeándome con violencia.
-¡Basta!- rugió Emmett empujando a Paul y poniéndome detrás de su cuerpo-. Bella no tendría por qué darle la chequera a Mike.
-¡¿Entonces como explicas que la tenga él?- gritó Paul.
-Bella ¿Cómo es que no sabes donde esta?- me preguntó calmadamente Jasper quien se acercó a mí y acarició mi brazo magullado.
No podía decir la verdad, no me atrevía. No sabiendo lo que ellos podían hacerme. No quería morir. Lo único que me quedaba era mentir…
-Yo…la perdí- mentí mirando a Edward, quien no decía una sola palabra, solo se limitaba a observar-. En realidad pensé que estaba en mi casa, metida entre todos mis libros y apuntes- seguí mintiendo, sin apartar la mirada de Edward-. Por eso había dicho que no había hecho la cuenta. Cuando tú me la pediste ese mismo día la busque y no la encontré y sigo sin encontrarla…
-Eres una maldita mentirosa…- gruñó Paul apretando los dientes.
Edward me observaba con ojos calculadores, sabía que estaba buscando indicios de mentira por mi parte. Y rogaba a los dioses que no la encontrara. Ni siquiera sabía cómo pude haber mentido de aquella manera, mi voz temblaba a cada palabra a causa del miedo, que creo que se malinterpretó por el miedo que Paul me habría infringido. Edward tomó aire y se levantó del sillón.
-¿Encontraron a Newton?- preguntó con una calma que me congelo los huesos.
-Si- asintió Jasper a mi lado-. Está en su casa, aun no ha salido hacia el aeropuerto…
-Bien- abrió un cajón y sacó unos guantes de cuero negros-. Vayan yendo antes de que se escape.
Todos en la sala asintieron y desfilaron hacia la puerta. Paul me dirigió una mirada envenenada antes de pasar por la puerta. Emmett palmeo mi cabeza y Jasper me sonrió cálidamente antes de marcharse. Mis piernas se sentían débiles por lo que no soportaron mi peso y terminé cayendo de rodillas sobre la mullida alfombra. Mi antebrazo ardía, Paul había sido muy brusco y me había lastimado. Unos fríos dedos se deslizaron por mi mejilla, sobresaltándome.
Edward estaba acuclillado a mi altura y me miraba con esos ojos verdes, parecía que quería ver mi alma. Volvió a pasar sus dedos por mi rostro, para luego levantarlos y mostrarme que estaban mojados. Inmediatamente llevé mis dedos a mis mejillas, estaban mojadas. Estaba llorando. No me había dado cuenta de ello. Limpié frenéticamente mis lágrimas que no dejaban de caer de mis ojos. Al poco tiempo me encontraba soltando pequeños alaridos. Sin decir una sola palabra, Edward me abrazó fuertemente y me meció con él, esperando a que me calmara.
Demonios, esto no tenía que estar pasando. Edward tendría que estar preparando mi tumba y la de Mike. No consolándome por un error que yo misma había cometido. Un error que me costaría la vida. Había mentido tan patéticamente, había quedado como la víctima, mientras todos ellos me creían y salían a destruir a Mike. Él también era responsable, el primero de todos, el me había incitado a esto…
-Tienes que irte- dije empujándolo, aun no estaba calmada. Me sentía a punto de desfallecer.
-¿Ya estas mejor?- preguntó con esa voz dulce que pocas veces había usado conmigo.
-No, pero tienes que irte. No es tu responsabilidad el consolarme- me aparté de él limpiando mi cara.
-Bella, quiero hablarte de algo…- su teléfono sonó interrumpiendo sus palabras.
Con un suspiro se levantó y se dispuso a contestar. Yo me había quedado petrificada en mi lugar. Edward había vuelto a llamarme por mi nombre, como a mí me gustaba. Después de tanta frivolidad. De tantas palabras que me habían destrozado el corazón como nunca antes había pasado. Ahora el volvía a tratarme como antes, como cuando estábamos solos. Cuando no había nadie más que lo mirara que no fuera yo.
-Vamos- me levantó delicadamente.
-¿A dónde?- pregunté temerosa.
-A romperle la cara a Newton- sonrió diabólicamente mientras me conducía fuera de la oficina.
No tardamos mucho tiempo en llegar a la casa de Mike. Gracias a la velocidad con la que Edward manejaba. Conducía como un enfermo, a una velocidad vertiginosa. En ningún momento me había soltado del asiento. Había clavado mis dedos en el, mientras mi cuerpo se hundía y rezaba a que sobreviviéramos.
En cuanto llegamos bajó del auto, sin abrir mi puerta, y camino por la elegante entrada colocándose los guantes de cuero. La casa estaba en completa calma, un silencio que aturdía. Camine detrás de Edward maravillada por la casa de Mike. Era blanca y moderna, con grandes ventanales y escaleras de vidrio. Mesas de vidrio y muebles de madera negra. La casa era hermosa, pero un poco exagerada ante tanto vidrio. No había intimidad en aquellas paredes.
Edward entró a la casa como si fuera suya y caminó directamente hacia unas escaleras de madera que conducían al sótano de la casa. Lo seguí y poco a poco pude escuchar murmullos y golpes. Edward siguió bajando las escaleras mientras yo quedaba parada a unos pocos escalones del suelo, perpleja por la imagen que tenía delante.
Mike estaba tirado en medio del suelo, completamente magullado a golpes y sangrando por las heridas. Mientras Paul le pateaba sin compasión en el suelo. La imagen era horrorosa, escalofriante. Devastadora. Edward camino a paso tranquilo hacia donde el muchacho estaba tendido. Se agachó para levantarlo con una sola mano.
-Tanto tiempo trabajando para mí ¿Y piensas que puedes escaparte con mi dinero sin salir lastimado?- le preguntó. Mike abrió la magullada e hinchada boca para contestar, pero antes de decir siquiera una palabra. Edward estampó su puño en medio de la cara del chico.
Llevé las manos a mi boca tratando de ahogar el grito que casi se escapa.
-Sosténganlo- le ordenó a Paul y Sam, quienes lo levantaron y lo sostuvieron delante de Edward- ¿Puedo preguntar para que quieres el dinero? Yo que sepa, te he pagado bastante bien, lo suficiente para que pudieras pagar esta casa.
Mike abrió nuevamente su boca, pero Edward no lo dejó hablar, el estalló su puño enguantado en la mejilla. Luego no preguntó nada mas, se dedicó a golpear sin parar el rostro de Mike, abriendo nuevas heridas que sangraban descontroladas. Pronto el olor a sangre me invadió, el olor al oxido y sal comenzaron a marearme. Mis piernas comenzaron a temblar, busqué de agarrarme de la barandilla de las escaleras, pero estaba demasiado mareada y le calculé mal a la distancia. Estuve a punto de caer si no fuera por Jasper quien me sujetó.
-Mierda- masculló en voz baja- ¿Para qué te hace presenciar esto?- se preguntó a sí mismo.
-Bueno…- escuché que suspiraba Edward-. Creo que ya te he desfigurado el rostro de tan modo que no podrán saber quién eres a menos que te hagan un ADN.
Intenté enfocar mi vista hacia donde estaban los demás. Podía ver a Edward quitándose los guantes y levantando la palma hacia Emmett. Este depositó un arma en su mano.
-Esta es una de mis partes favoritas de mi trabajo- dijo él mientras cargaba el arma y quitaba el seguro. Mis ojos se abrieron desmesuradamente y el pánico se abrió paso en mi cuerpo.
No. Dijo mi mente al tiempo que Edward levantaba el arma y la apuntaba justo sobre la cabeza de Mike. Vi que acomodaba su dedo en el gatillo y antes de presionarlo aparté su mano, colgándome de su brazo.
-¡No!- grité entre llantos- ¡Yo le di la chequera a Mike! ¡Yo lo hice!- el mareo aumentó quitándome las fuerzas-. Por favor, Edward. No le mates- rogué llorando en el suelo ensangrentado.
No podía escuchar nada, mis oídos estaban tapados y mi mente giraba las imágenes de Mike siendo golpeado brutalmente. Abrí mis ojos asustada cuando me levantaron en brazos. Era Edward.
-Limpien todo esto- ordenó y subió las escaleras. Estaba sudado, pero su respiración era regular, parecía que no notaba mi peso.
Me llevó hasta el auto, me sentó en el asiento y cerró la puerta. El golpe de la puerta resonó en mi cabeza. Me encogí en mí lugar, pegando mis rodillas al pecho y abrazando mis piernas. No fui consciente de nada más. Sabía que ahora era mi turno de ser torturada.
No me atrevía a levantar el rostro y mirar hacia la cara de Edward, no quería ver esa determinación a la hora de matar a alguien. No quería ver esos ojos serios y desalmados que estaban a punto de volarle la cabeza a otra persona. Sin remordimiento, sin compasión… Apreté aun más mis piernas con mis brazos y contuve las ganas de ponerme a gritar por el pánico que me estaba embargando. Tenía mucho miedo. No quería morir, no así, a causa de un descuido mío…
La puerta se abrió y Edward volvió a tomarme en brazos. No sin antes luchar. Mis instintos se estaban activando en contra de mi voluntad. Pelee con él, dando patadas y manotazos para todos lados. Pero fueron inútiles, él me cargó y me llevó dentro de un edificio. No quería abrir los ojos, no podía.
Él en ningún momento me dijo nada, solo se mantuvo callado y me cargó no se adonde. Solo podía escuchar el sonido de su respiración y sus pasos en los pisos. Entramos a un ascensor y el miedo aumentó aun más, si eso era posible. Mi corazón martilleaba dentro de mi pecho y mi respiración se hacía cada vez más acelerada. Mi pecho dolía, un dolor tan incómodo y frío que helaba hasta los huesos. Escuché la campanilla del ascensor sonar, me fue muy familiar pero no me detuve a pensar en donde lo había escuchado, luego el ruido amortiguado de los zapatos de Edward pisar una alfombra. Cuando el silencio se hiso aún peor, Edward me tiró a un mullido sillón.
Abrí mis ojos asustada sin comprender donde estaba y que me parecía. La habitación estaba a oscuras, débilmente iluminado por las luces de afuera. Las sombras de los muebles me eran conocidos, al igual que el paisaje de afuera. Estaba en la oficina de Edward. Asustada lo busqué con la mirada, él estaba donde su escritorio mirando su teléfono móvil. Su rostro se veía aun más macabro con la luz del móvil. Dejó el aparato en la mesa y se acercó a mí lentamente.
Inmediatamente retrocedí en mi lugar, sin lugar a donde ir. ¿Acaso él me mataría aquí?
-Quiero preguntarte algo, Bella- murmuró entre la oscuridad, antes de encender una lámpara en una mesita al lado del enorme sillón.
Yo me le quedé mirando, se había desabrochado la camisa por completo, dejando su torso al descubierto. El cinto de su pantalón también estaba suelto. Tragué en seco al saber que él me violaría antes de matarme.
-¿Realmente pensaste que yo soy tan idiota como para no saber que hacen con mi dinero?- preguntó lentamente mientras se sentaba al otro extremo del sillón.
Sin poder encontrar mi voz, negué lentamente con mi cabeza.
-Yo sabía de los movimientos de Newton antes que nadie- habló con es calma terrorífica-. El banco me llama al instante en que alguien va a sacar dinero en mi nombre y me preguntan directamente si soy yo quien los mando. Cuando una contadora me llamó para informar que uno de mis socios estaba en el banco esperando a sacar una gran suma de dinero, supe que tú estabas detrás de esto. No le dejo a nadie la chequera- se encogió de hombros-. Sin embargo autorice a que Newton sacara el dinero y te pedí que hicieras la cuenta, sabiendo que no tenías la chequera.
-Si lo sabías ¿Para qué llegaste a estos extremos?- pregunté con voz temblorosa.
-Quería saber que era lo que estaban tramando ustedes dos- sonrió ampliamente-. Al principio pensé que se trataba de una fuga entre ustedes- negó con la cabeza-. Pero cuando me enteré de que él se estaba yendo sin ti tuve que intervenir- se acercó a mí, pasando un brazo por mis hombros y pegando su cuerpo con el mío-. Ahora, quiero saber ¿Para qué ayudaste a ese idiota si no ibas a tener ninguna recompensa?
-Mike me amenazó a que revelaría a Angela lo que tú y yo estábamos haciendo a sus espaldas- dije muy segura de repente. Por alguna razón el miedo se estaba disipando-. Para serte sincera, no tenía deseos de volver a discutir con ella y mucho menos lastimarla con quitarle a su novio.
-¿Solo por eso accediste?- preguntó sorprendido e incrédulo.
-También quería fastidiarte- admití avergonzada.
-¿Por qué?- susurró cerca de mi oído.
-¡Por esto!- exclamé levantándome y alejándome de él-. Porque me trataste como quisiste la última vez. Me tratas como si fuera un maldito juguete, un objeto sin sentimientos. Una puta que te abrirá las piernas sin importarle una mierda.
Edward arqueó una ceja y se cruzó de brazos, parecía que no comprendía mis palabras. Luego sonrió ampliamente y se recostó en el sillón.
-¿Sabes? Aun debo de castigarte por esto- mi cuerpo se tensó al recordar que yo también era la culpable-. Ven aquí, muñequita. Ábreme tus piernas para mi- dijo con voz picara mientras levantaba sus manos y me llamaba.
-Antes muerta- apreté los dientes y dejé que la impotencia me invadiera.
-¿De verdad?- arqueó sus cejas sin borrar su sonrisa.
No, no era verdad. Apreciaba mi vida como para perderla por no tener sexo a cambio. Y no solo por ello. También por que moría por tener un poco de sexo con Edward. Quería tenerlo en mis brazos, aunque fuera solo por unos minutos. Quería sentir como sería pensar que él correspondía en parte mis sentimientos. Quería llegar a imaginar que él sentía algo por mí, aunque fuera pequeño.
No lo pensé dos veces, mi cuerpo se movió solo. Pronto me encontré a mi misma sentaba a horcajadas sobre él. Pasando mis manos por su cuello, hasta llegar a su cabello, enredando mis dedos en esas suaves hebras cobrizas. Para luego empujar sus labios hacia los míos y unirnos en un beso desesperado. Mi boca se movía con urgencia, deseo, hambre. Me sentía dichosa al ver que él me correspondía con la misma ferocidad que yo.
Sus manos se aferraban a mi espalda baja y la parte de atrás de mi cabeza, apretándome fuertemente. Su lengua se abrió paso entre mis labios y hurgó mi cavidad con urgencia. Daba la sensación de que quería comerme, igual que yo. Quería comerlo, devorarlo hasta no dejar nada de él. Mis manos descendieron hacia su pecho acariciando cada curva y músculo. Edward metió sus manos dentro de mí remera y me la sacó por la cabeza, tirándola por algún lugar de la oficina. Luego arrancó mi sostén y se abalanzó a mis pechos. Lamiendo y mordisqueando mis pezones. Acuné su cabeza entre mis brazos, derritiéndome por sus salvajes caricias.
En un momento me encontraba debajo de él, besándonos de nuevo. Y frotándome contra él, sofocada por el calor que habitaba dentro de mi cuerpo. Ya no soportaba más previa, quería tenerlo dentro de mí. Lo quería ahora. Quería que me embistiera duramente y me hiciera llegar a mi tan deseada liberación. Al parecer pareció leer mi mente, ya que sus manos bajaron hacia los botones de mis vaqueros y, prácticamente, los arrancó, al igual que mis bragas. En tiempo record el bajó el cierre de sus pantalones y liberó su hinchada erección y antes de que pudiera mirarla la metió dentro de mí de una sola vez. Arrancándome un grito de placer.
Pero todo se fue a la mierda, cuando la puerta de la oficina se abrió. Congelados giramos para ver quién era el que nos había interrumpido. Mi cuerpo se enfrió al instante en que vi a Angela parada en el umbral de la puerta con expresión sorprendida. Experimente un terrible deja vou ante la escena. No era exactamente como había sido la noche en que dejamos de ser amigas. Pero su rostro era el mismo. Primero la sorpresa, después el reconocimiento y por último el dolor.
Ella nos dedicó una mirada de asco, luego se giró sobre sus talones y se marchó. Aparté a Edward a empujones e intenté ir tras Angela. Pero los brazos de Edward me detuvieron, manteniéndome en mi lugar. Él me miró con expresión seria.
-¿Adonde crees que vas?- preguntó.
-¿Cómo pudiste hacer semejante cosa?- le contesté con otra pregunta. No podía creer que él hubiera hecho todo para lastimarla.
-Ya te lo había dicho ¿recuerdas?- escondió su rostro en mi cuello, susurrando las palabras en mis oídos-. Te quiero a mi lado y Angela era un estorbo para los dos- sus brazos se enrollaron en mi cintura-. En algún momento iba a enterarse de esto.
Lo empujé nuevamente y esta vez él no puso resistencia. Busqué mi ropa y me coloqué lo más rápido que pude. Me sentía tan… halagada y sucia al mismo tiempo, dos sentimientos completamente opuestos pero que estaban luchando en mi interior y ambos estaban empatados. Me sentía halagada de que Edward aun se sintiera atraído hacia mí, que no haya perdido su interés y que sus palabras anteriores habían sido sinceras. Pero a la vez me sentía tan sucia y enojada por su comportamiento. No le había importado los sentimientos de Angela, los de nadie con tal de obtener lo que quería. Pisaba a cualquiera que se interpusiera en su camino.
-No he terminado contigo- dijo con voz suave, deteniéndome.
-Me importa muy poco- bueno, en realidad quería terminar con él, pero antes tenía que hablar con Angela.
Me dispuse a seguirla pero una mano se aferró a mi antebrazo y me sujetó con fuerza.
-Tu castigo no ha terminado- gruñó.
-¿Cómo puedes ser tan insensible?- objeté desasiéndome de su prisión- ¿Cómo pudiste herir a una mujer de esa manera?- me giré a encararlo-. Eres un maldito cretino que piensa que por tener dinero puedes pisotear a quien quieras- le apunté con mi dedo, golpeando su pecho desnudo-. Y estas muy equivocado si piensas que me dejare pisotear por ti. Ya no quiero verte. Te detesto.
Edward se me quedó mirando sorprendido por mis palabras. Aproveché ese momento de distracción para retirarme de aquella oficina. Corrí hacia el ascensor y apreté repetidamente el botón de planta baja. Busqué mi móvil y marqué el número de Angela, tenía que hablar con ella. Aunque en realidad no había nada de lo que hablar. Ella lo había visto con sus propios ojos. Había roto nuevamente, la poca confianza que tenía en mí. Nuevamente la obligué a que me odiara. Era un asco de persona y no habría nadie en este mundo que me dijera lo contrario.
Frustrada apreté el botón de cancelar llamada cuando, nuevamente, me había atendido la operadora, comunicándome que Angela tenía su teléfono apagado. Con nervios a flor de piel corrí hacia la salida del edificio y pedí un taxi. En cuanto lo tomé di la dirección de mi amiga y me llevó al lugar. Mientras tanto trataba de pensar en que le diría a ella.
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Eran las tres de la mañana y yo volvía a mi casa cansada, agotada y débil. Me había quedado en la puerta del apartamento a que Angela me abriera, si era que estaba, o que llegara. Pero en ningún momento hubo señales de vida por parte de ella. Y me terminaron echando ya que no era hora para que estuviera sentada en el suelo. Resignada había vuelto a mi casa.
Cerré la puerta detrás de mí, sin importarme si le eche llave o no, y me fui directamente a mi cuarto. En cuanto llegué me tiré a la cama sin siquiera sacarme la ropa.
Mi cabeza comenzó a dolerme por tantas cosas que había pasado en tan pocas horas. En el estrés y tensión que había sufrido a lo largo de la semana por culpa de Mike Newton y su tonto plan de quitarle el dinero a Edward, prometiendo regresarlo. Ahora podía estar segura de que el muy maldito no tenía intención de devolverlo. Yo solo había sido su un peón de su juego, le había brindado el acceso a la chequera y había sido el primer blanco al que Edward atacaría en caso de que supiera de la desaparición de su dinero.
Sin tan solo hubiera usado la cabeza cuando Mike me había propuesto aquello. No, si tan solo hubiera usado la cabeza desde el principio yo no estaría metida en este tipo de problemas. Ahora podría estarme preocupando por otras cosas, no lo sé, quizás exámenes de la universidad, o trabajo. Cualquier cosa. No esto, no estos problemas que parecían ser sacados de una novela mafiosa.
Soltando un gemido de angustia mezclado con un lloriqueó, me tapé la cabeza con una almohada y me dejé absorber por la inconsciencia, el único lugar donde tendría descanso, por un par de horas.
Muy pronto para mi gusto el teléfono comenzó a sonar, sentía que había dormido un par de segundos. Mi cuerpo estaba entumecido, adolorido. Mi cabeza estaba a punto de estallar y el maldito sonido del teléfono no paraba de sonar. Gruñendo me baje de la cama y busqué el condenado aparato. Antes de atenderlo miré el identificador, no tenía deseos de hablar con Edward, en caso que fuera él. Pero me sorprendí demasiado al ver que era Angela la que llamaba.
-¡Hola!- grité efusivamente y nerviosa.
-¿Podemos encontrarnos en el bar del edificio de Edward en una hora?- preguntó con voz fría y distante.
-Seguro- acepte- ¿Pero por qué…?- la pregunta se desvaneció en el aire cuando me contestó el silencio.
Suspirando terminé la llamada y miré el reloj de mi mesa. Abrí mis ojos sorprendida y atontada al ver que eran las dos de la tarde. Había dormido todo el día y a la vez era como si no hubiera dormido nada. Tirando el móvil a la cama fui hacia mi baño y me di una muy larga ducha. Dejé que el agua calienta cayera por mis tensos músculos, estos suspiraron aliviados cuando la relajante agua los tocó. Mientras tanto mi cabeza giraba en torno a lo que Angela me había pedido ¿Para qué quería que nos encontráramos en aquel lugar? Ahí trabajaba Edward y era muy posible que también nos encontráramos con él por el camino.
Realmente no sabía qué era lo que ella pensaba o se proponía. Pero tenía que aceptar sus propuestas sin rechistar, había cometido muchos errores con ella y lo menos que podía hacer era aceptar algunas peticiones de ella.
Mientras secaba mi cabello y me vestía pensaba si ya no tenía que trabajar más con Edward. Yo le había traicionado, por así decirlo, y no creía que fuera necesario volver con él. Al menos que él lo permitiera. Hoy había faltado a la escuela y también a las primeras horas del trabajo, no era normal que él no me estuviese llamando para reclamar mi presencia.
Al terminar de vestirme, tomé algunas de mis pertenencias y me marché hacia el punto de encuentro. Para mi muy mala suerte, estaba lloviendo a cantaros, parecía un diluvio, no había nadie afuera y muy pocos autos andaban. Por lo tanto ningún taxi. Solo esto me faltaba, tenía que ir corriendo hacia mi trabajo, que no se si era suerte o desgracia, se encontraba a unas doce cuadras de mi departamento.
En cuento llegué al vestíbulo mi ropa chorreaba de agua. Camine directamente a las escaleras que daban al subsuelo, donde se encontraba el bar y abría las puertas de par en par. El lugar estaba lleno de mesas rectangulares rodeadas de sillones de cuero. Todas estaban vacías, a excepción de una donde había dos personas sentadas. Una era Angela y la otra era Edward. Vacilante me acerqué a ellos. Ambos tenían una taza de café. Angela miraba su regazo mientras Edward tomaba tranquilamente de su café. Ella levantó la mirada cuando me acerqué y se paró rápidamente de la silla.
-¿Qué demonios te paso?- exclamó pasándome una mirada a toda mi ropa.
-Está lloviendo- dije con simpleza- ¿Para qué me llamaste?
La pregunta salió con demasiada desesperación e impaciente. La verdad era que no me sentía demasiada cómoda con Edward en la misma habitación que yo. Principalmente porque su presencia me perturbaba, me ponía nerviosa y ansiosa. La mente se me llenaba de buenos y malos recuerdos con él, especialmente los buenos, muy buenos, los cuales eran pocos.
Angela volvió a sentarse en su silla mientras jugaba con sus dedos nerviosamente. Increíblemente había vuelto a la normalidad. O como era antes.
-¿Vas a decir algo o me vas a tener viéndote jugar como una niña?- preguntó Edward desinteresadamente.
-Bueno… yo… quería pedirles disculpas a ambos- dijo en voz baja, sin levantar la cabeza.
Tanto Edward como yo nos miramos sorprendidos. Era realmente extraño ver a Angela tan calmada después de lo que había pasado la noche anterior. Ella había reaccionado tan extremista cuando yo la había engañado y ahora estaba tan sedada… era extraño y aterrador en cierto modo. Ella había enfatizado tanto la frase "quiero a Bella muerta" que casi se había cumplido…
-¿Disculparte porque?- pregunté yo sin entender absolutamente nada.
-Primero con Edward- levantó la cabeza y lo miró con pena-. Yo… te he mentido todo este tiempo- comenzó-. Yo soy lesbiana, en ningún momento me sentí atraída hacia ti- tragué en seco cuando los ojos de Edward brillaron con cierta ira-. Si lo hice solo fue para poner celosa a Bella, yo… sabía que ella se interesaría en ti, entonces me hice pasar por tu novia y…- sus palabras se cortaron al tiempo que Edward se levanto de su silla.
Todo pasó muy rápido, la mesa voló hacia un costado al igual que las tazas, que se hicieron añicos. Edward tomó del brazo a Angela al tiempo que levantaba una mano y la estampaba en la mejilla de mi amiga. Ella cayó sobre los trozos de porcelana rotos.
-¡Angela!- grité y fui hacia donde ella. Sus manos estaban empapadas en sangre- ¡¿Cuál es tu maldito problema?- le grité a Edward. Él tenía esa misma expresión en los ojos que la noche anterior.
-Está bien, Bella- murmuró Angela con voz entrecortada.
-¿Qué está bien?- pregunté con incredulidad-. Claro que no está bien.
-La verdad yo esperaba esto de él- me sonrió, pero esa alegría no llego a sus ojos-. Y estoy agradecida de que no haya sido peor.
El horror debía de estar pintado en mi cara. No daba crédito a las palabras que estaba escuchando. En realidad no daba crédito a nada desde lo que había presenciado la noche anterior.
-Debemos ir al médico- dije cuando el olor a sangre me estaba comenzando a marear.
-Pero tengo que…
-Nada. Tenemos que curar esas heridas- le corté y la ayude a ponerse de pie.
Pasamos por el lado de Edward, este no había dicho nada, se había mantenido alejado de toda conversación. Ni siquiera nos miró cuando nos marchamos por la puerta. Más bien reaccionó cuando las puertas se cerraron detrás de nosotras. Empecé a escuchar cosas golpearse, romperse. Maldiciones y gritos sofocados de las empleadas de aquel bar.
La lluvia había parado y los autos volvían a circular con normalidad. Pedí un taxi y pedí que nos llevara al hospital con urgencia. Angela se mantenía callada y con expresión triste. Cada día me estaba enterando de cosas nuevas, alguna problemáticas, otras malas, otras horrorosas. Pero ninguna buena. Y todas esas cosas venían del lado de Edward Cullen, él tenía a su alrededor un aura temerosa que te obligaba a temerle.
No entendía como podía sentirme atraída hacia una persona como él. A alguien que se manejaba con violencia, sangre y muerte. Ayer había conocido una faceta u otra cara de él, que jamás me pensé con encontrar. Él no le tenía miedo o vacilación a la hora de volarle la cabeza a alguien. Eso me hacía preguntar ¿Cuántas personas había matado?
-¿Bella?- volví a la realidad al escuchar la voz de Angela-. Deberías de cambiarte de ropa vas a pescar un resfrío- me encogí de hombros, solo ahora notaba la pequeña brisa fría y los escalofríos.
-Estoy bien.
-Gracias- sonrió apenada-. Yo te hice muchas cosas malas y tú te sigues comportando como una amiga.
-Eres mi amiga, me es imposible no ayudarte si te veo herida- miré su mejilla amoratada-. Aunque no pude evitar eso- le señale y ella se llevó una mano, tapándola.
-Realmente estoy sorprendida con él- admitió-. Desde que conozco a Edward, él… tiende a matar a cualquiera que le traicione.
-Él no es nadie para decidir quién debe vivir o no solo por traicionarlo- mascullé enfadada.
-Cierto- asintió-. Pero últimamente lo veo raro, al menos desde que lo conocí.
Le fruncí el ceño sin comprender. Estaba por preguntarle cuando el doctor la llamó para cocerle las heridas. Por fortuna los pedazos de porcelana no se les habían incrustado demasiado en sus manos, pero si lo suficiente como para cocerle. Sus palabras me habían dejado pensativa ¿Raro en qué sentido? ¿Más violento? ¿Menos?
Angela salió con sus manos vendadas y sonriendo cuando me vio esperándola en la sala de esperas. Luego la acompañe hacia la calle donde caminamos unos minutos antes de que ella tomara un taxi y se fuera a casa.
-Yo te quiero- confesó antes de entrar al taxi-. Y lamento mucho lo que he hecho, ha sido mi culpa desde el principio por obligarte a que fueras mi novia. Yo sabía las consecuencias, te conocía y sin embargo me comporté como una idiota.
-Yo también debo pedirte disculpas- la abracé fuertemente-. Te herí y no respeté tu confianza.
Ella me respondió con una sonrisa y se metió dentro del taxi. Luego de ver el auto perderse entre la oleada de autos decidí dirigirme a mi casa. Me sentía cansada, mi cuerpo pesaba y mi cabeza daba vueltas. Me sentía fatal. Sin embargo eso no quitaba el que este día terminara de buena manera. Me parecía un poco demasiado raro que hubiera recuperado mi amiga.
Que las cosas estuvieran saliendo bien me asustaba. Temía que algo empeorara. Tenía el presentimiento de que mi vida no volvería a ser como antes, antes de conocer a Edward. Algo dentro de mí me decía que mientras él estuviera a mí alrededor las cosas jamás volverían a ser normales para mí.
Y algo me decía que él no volvería a salir de mi vida. Esa noche soñé con él, soñé con que teníamos una vida juntos, tranquila y normal.
Definitivamente estaba volando de fiebre.

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