Capitulo 8
El domingo llegó, la espera había sido una eternidad y mucha expectativa, tanta como para sacarle el sueño a la pareja. Bella solo había podido dormir un par de horas, solo cuando Jacob se había quedado, luego a medianoche se había despertado para así no poder conciliar el sueño. Había rodado en su cama un sinfín de veces de solo pensar en lo que haría el día de hoy.Había deseado dormir solo para quitarse la ansiedad, pero está demasiado grande que no le había permitido al sueño invadir su cuerpo. Las horas se le había pasado demasiado lento, se había tratado imaginar que era lo que hoy pasaría cuando llegara a la casa de Edward. De que hablarían, que pasaría luego de ello, como terminaría todo. Por alguna razón se sentía optimista, sentía que todo saldría bien ente ellos, que serían muy felices.
Pero por otro lado se sentía extraña al sentir todos esos sentimientos nuevos, la felicidad, el amor, las ganas de estar con una persona que no sabía absolutamente nada de él, y él de ella, sin embargo por más que los cuestionara y tratara de reprimirlos, estos se volvían contra ella y la doblegaban, ello también tenía que ver con la presencia de Edward, de que él también le correspondiera a aquellos sentimientos.
Una sonrisa se extendió por su rostro al pensar por todo lo que tendrían que pasar para estar juntos, aunque claramente ya lo estaban, compartían deliciosos besos, aunque no tuvieran un título de novios, ella sabía que lo eran. Suspirando miró su reloj de la mesita de noche, eran las nueve de la mañana, el tiempo no se pasaba más. De todos modos no tenía idea de a qué hora tendría que ir, no quería parecer desesperada en aparecer ahora mismo.
-Quizás deba ir después del almuerzo- pensó en voz alta, meditando los horarios a los que sería correcto su visita.
Si fuera por ella ahora mismo estaría viajando para ir a verlo, pero era demasiado temprano y sería muy desesperado por su parte ir, no quería parecer una chica fácil. Pero no se creía capaz de aguantar tanto tiempo hasta el almuerzo para verlo de nuevo. Su celular comenzó sonar, sacándola de sus pensamientos, miró el identificador y saltó de la cama aterrizando sobre su trasero.
-Hola- contestó con voz entrecortada.
-¿Estás bien?- preguntó Edward preocupado.
-Sí, solo que me acabo de caer de la cama- contestó riéndose.
-¿Todas las mañanas son así?- cuestionó divertido y preocupado a la vez.
-La mayoría- admitió avergonzada.
-¿Qué hacías?- preguntó luego de una breve pausa.
-No mucho, me acabo de levantar- mintió, no era necesario decirle que no había podido pegar ojos en casi toda la noche.
-¿Te desperté?- preguntó y Bella pudo escuchar el sonido de las sabanas.
-¿Estas acostado?- respondió con otra pregunta.
-También me acabo de levantar- pudo sentir la sonrisa en su voz.
En ese momento Bella se lo imagino recostado en la cabecera de la cama, con un brazo bajo su cabeza el cabello rebelde más desordenado de lo normal, las sabanas hasta el inicio de sus caderas, con el torso desnudo mostrando sus tonificados músculos…
-¿Bella?- la voz de Edward la trajo a la realidad-
-¿Si?- balbuceó con voz ronca, se la aclaró completamente sonrojada ante el atrevimiento de sus pensamientos.
-No me estabas escuchando- le regaño divertido- ¿En qué pensabas?
-No te gustaría saber- murmuró avergonzada, encogiéndose en su cama.
-Créeme que si me gustaría…
-¿Qué me estabas diciendo?- cambió de tema antes de seguir avergonzándose más.
-Te decía que si querías que te pasara a buscar y desayunáramos y almorzáramos juntos- comentó desinteresado, aunque en realidad moría porque Bella se contestara que sí.
-Sí, me gustaría- sintió sus mejillas calientes y el corazón galopar fuertemente.
-Perfecto- sonrió ampliamente-. Te paso a buscar en una hora.
Bella le asintió al teléfono, luego colgó y se metió a la ducha para bañarse. Tenía tiempo suficiente para alistarse. Abrió el agua caliente, luego se metió dejando que sus músculos se relajaran luego de una noche movida. Secó su cuerpo, su cabello, intentando peinarlo sin mucho éxito, cepilló sus dientes y buscó en su armario algo para ponerse. Quería verse bien, ni muy elegante ni muy descuidada, por lo que terminó de tomar un jean ajustado, una camisa negra con costuras blancas y unas convers negras. Intentó arreglar su cabello mojado, pero no podía hacer mucho.
Una vez que se vio decente ante el espejo comprobó la hora y su pulso se aceleró al notar que solo quedaban unos minutos para la llegada de Edward. Tomó su celular, un abrigo y las llaves de su casa antes de salir. Abrió la puerta y se chocó con un pecho duro y firme, se tambaleó hasta que unos brazos la rodearon y la estabilizaron. Pronto el peculiar aroma de Edward le invadió los sentidos.
-Creo que no me tengo que sorprender por esto- bromeo Edward suspirando.
Bella apoyó su cabeza en el hombro de Edward y le abrazó por la cintura, sintiéndose de pronto completa, protegida y tranquila. Edward le correspondió al instante hundiendo su cara en el cabello húmedo de Bella, aspirando el infantil y femenino aroma a fresas. Las estrechó en sus brazos y se preguntó cómo pudo aguantar tantas horas sin ellas.
-Hola- murmuró Bella apretando su abrazo.
-Hola- devolvió el saludo levantando la cabeza de Bella para luego inclinar la suya y depositar un suave beso en los labios rosados.
Bella se sintió desfallecer por las pequeñas corrientes eléctricas que le hormigueaban los labios hasta la punta de los dedos de sus manos. Sintió la húmeda lengua de Edward acariciar su labio inferior pidiendo permiso para entrar a su boca. Inmediatamente le correspondió subiendo sus brazos hasta enredarlos en su cuello y atraerlo más hacia ella. Sentía su pulso martillar en sus oídos y sus pulmones apretarse por la falta de aire, sin embargo eso a ella no le importaba, solo quería seguir sintiendo la lengua de Edward enrollarse con la suya en una pelea donde no había ganador.
Edward cortó el beso, pues sentía que perdería el control si ella lo seguía besando. El pequeño cuerpo de Bella se pegaba al suyo, encajando a la perfección, las manos de ella acariciando su cabello y su lengua lamer en interior de su boca, le hacía querer tomarla de otra manera. A pesar de querer conocerla y trabar una relación con ella, su parte masculina pedía tomarla y marcarla como suya, para que cualquier hombre que pasara por el lado de Bella supiera que ella ya tenía dueño.
-¿Cómo entraste?- preguntó Bella agitada.
-Una señora salía del edificio cuando yo estaba por tocar, le dije que iba a buscarte y me permitió la entrada- se encogió de hombros- ¿Estas lista?
-Sí, estaba saliendo cuando te choqué- sus mejillas se tiñeron ante lo torpe que era frente a Edward.
-Bien, vámonos- tomó la mano de Bella y la llevó hacia su auto que esperaba aparcado frente al edificio.
Como en otras ocasiones, Edward le abrió la puerta para ella, lo hacía por simple educación pues así lo había educado su madre, lo que no sabía era que Bella se sonrojaba ante ese simple acto. Él subió a su auto y lo puso en marcha hacia el comercio de la ciudad donde estaban las cafeterías y restaurantes.
-¿Dónde te gustaría ir a comer?- preguntó mirándola de reojo.
-¿Podemos comprar la comida y desayunar en tu casa?- preguntó ella apenada.
-Claro- le sonrió para darle ánimos a que no se avergonzara- ¿Dónde compramos?
Bella se rió y le indicó el camino hacia el supermercado más cercano. Edward aparcó en el estacionamiento y ambos se dirigieron hacia el interior con las manos entrelazadas. Edward tomó una canastilla y fueron comprando lo que desayunaría y comerían a la hora del almuerzo. Café, jugo, galletas, panecillos, huevos, tocino, un pollo y patatas fueron los comestibles que metieron en la canastilla. Fue todo un conflicto cuando llegó la hora de pegar, ya que Bella propuso pagar la mitad del total.
-No- dijo con total convicción mientras sacaba su billetera.
-Yo también voy a comer, es justo que pague mi parte- terció molesta.
-No me importa- se encogió de hombros y le pagó a la cajera, quien se mordía el labio para no reírse de la joven pareja.
Sin poder evitarle soltó una pequeña risita, llamando la atención de Bella quien bufó y se cruzó de brazos, estaba molesta por haber montado una escena delante de una desconocía quien tenía el descaro de reírse en su cara, estaba molesta por sentirse inútil y dependiente de Edward. Desde hacía dos años que ella se pagaba sus propios gastos y no le gustaba que otro le pagara lo suyo, la hacía sentir vulnerable y aprovechadora.
Edward llevó las bolsas y la contempló mientras caminaban hacia el auto. Quería reírse de Bella, por la enfadarse por tan poca cosa. Verla de brazos cruzados y el ceño fruncido aparentando estar molesta la hacía parecer más adorable de lo que ya era. Antes de abrirle la puerta del auto la presionó contra este y le susurró al oído.
-Puedes pagarme cocinando o…- se inclinó hacia adelante y le robó un beso-. Tienes muchas formas de pagarme- le guiñó un ojo y dejó la comida en los asientos de atrás.
Soltó una carcajada fluida al percatarse de las rojas mejillas de Bella. Le encantaba la facilidad con la que ella se sonrojaba, por cualquier cosa. Por sus besos, por sus abrazos, por un leve tropezón, por un comentario, cuando se enojaba, cuando lloraba ¿se sonrojaría cuando…? La pregunta fluyó por su mente al tiempo que su imaginación le hacía ver imágenes en su cabeza de Bella teniendo sexo con él, debajo de él… con algunos cabellos pegados en su frente empapada en sudor y sus mejillas teñidas de ese adorable rubor…
-¿Edward?- la voz de Bella lo trajo a la realidad- ¿Estás bien?- le preguntó con el ceño fruncido.
-Muy bien- le besó la frente antes de ir hacia su asiento.
Condujo hacia su departamento en un silencio cómodo, con la mano de Bella entre las suyas. Sentía que todo lo que estaba pasando era un sueño, no sabía lo bien que se sentía estar con la persona que querías, compartir tiempo y gustos. No era que no quisiera a su familia, pues la amaba, pero el apreciaba más cada momento que pasaba con Bella, las cosas que hacían juntos, lo mucho que la extrañaba cuando no la tenía cerca y lo bien que se sentía cuando estaba con ella.
No tardaron mucho en llegar, bajaron y cargaron las bolsas hacia la cocina de su casa. Sacó los huevos y la sartén para hacer los huevos revueltos.
-¿Qué haces?- le preguntó Bella.
-Huevos revueltos- dijo con obviedad-. No soy muy buen cocinero pero me defiendo con unos huevos- se encogió de hombros.
-Dijiste que te pagaría con cocinarte- le recordó.
-También tenías otras opciones- movió sus cejas sugestivamente, haciendo que Bella se riera negando con la cabeza.
-Tú te irás a la sala y esperarás a que termine- lo empujó lejos de la cocina.
-De acuerdo, pero el almuerzo lo aremos juntos- se rió mientras sentía las pequeñas manos de Bella en su espalda.
-No- demandó cerrándole la puerta en la cara.
Se rió entre dientes y se fue hacia la sala, había aprendido a que no podía discutir con Bella, cuando se le metía algo en la cabeza era duro intentar hacerle la contra. Y solo la conocía de días y sabía cómo lidiar con ella, como persuadirla para hacerla cambiar de parecer. Pero en este caso él quería que ella le cocinara, quería probar su comida y algo le decía que debía de saber delicioso, como ella.
Tampoco podía discutir mucho con ella en ese rubro, él no tenía ni idea de la cocina. Siempre le cocinaba Rosalie o su madre, otras veces pedía comida o comía en un restaurant, por lo que nunca tocaba la cocina que no fuera para preparar café y solo echo en la cafetera.
Por un momento se visualizó a si mismo dentro de unos años, con sus hijos a su lado mientras su esposa preparaba el desayuno para todos. Curiosamente, esa mujer a la que él llamaría esposa, era Bella, unos pocos años mayor, igual de hermosa y radiante. Claramente cuando eso sucediera ella no trabajaría más de modelo.
Ahora que no eran nada, le estaba dando un poco de rabia, y por qué no admitir, celos, que ella trabajara de eso. No le estaba gustando saber que ella estaría posando delante de cámaras frente a desconocidos, en fotos prometedoras donde luego saldrían en revistas donde hombres la verían, y de seguro, desearían.
No, definitivamente no. Tenía que hacer que Bella renunciara a ese trabajo. Eso o moriría por tantos celos reprimidos.
-El desayuno está listo- le avisó Bella secando sus manos con una servilleta.
-¿Tan pronto?- preguntó asombrado, solo había pasado quince minutos.
-¿Tan poco me tarde?- contestó con otra pregunta, no se había dado cuenta de lo rápido que cocinaba.
Edward negó con la cabeza sonriendo y se levantó para ir hacia su cocina. Al entrar se quedó impresionado por la mesa repleta de comida y bebida. Había huevos revueltos, cocidos, tortillas, tocino, tostadas, hot caque, jugo, café y también leche. Realmente estaba sorprendido por todo lo que Bella había hecho en cuestión de minutos.
-Eres increíble- le admiró mientras se sentaba.
-No es para tanto- se sonrojó suavemente.
Edward le sirvió lo que ella pidió y se dispusieron a comer. Al hacer el primer bocado Edward la alabó por sus artes culinarios y se sonrió a sí mismo al saber lo buena que estaría la comida. Mientras comían se dispusieron a hacerse preguntas.
-¿Cuándo es tu cumpleaños?- comenzó Edward.
-El quince de septiembre.
-Falta poco- dijo y su cabeza comenzó a maquinar algo para regalarle-. Ya serás mayor.
-Solo me emociona saber que terminaré el colegio- se encogió de hombros-. No que se me agreguen años.
-Solo tienes dieciocho, Bella- rodó los ojos-. No exageres.
-¿Y tú? ¿Cuándo cumples años?
-El veinte de junio.
-Uuuuuh…. Veinticinco- se burló.
-La diferencia entre el hombre y la mujer es que no nos ponemos histéricos por la edad- se defendió.
-No me puse histérica- se tensó en la silla, dejando de comer.
-Te acabas de poner a la defensiva- se burló y rió cuando ella le sacó la lengua.
Dejaron el tema de la edad de lado. Edward notaba que era un tema sensible para Bella y que si quería seguir conservando su pequeña relación era mejor no tocar el tema. Siguieron desayunando entre comentarios banales, con respecto a libros, películas, música, situaciones vergonzosas, otro tema que no era bueno tocar con alguien que se tropezaba con todo lo que tuviera a mano, incluyendo al aire.
Limpiaron la cocina y Edward la llevó hacia su sala, para seguir charlando. Además de seguir conociéndose, le encantaba ver a Bella hablar, gesticular con las manos, hacer muecas cuando algo le desagradaba, pero por sobre todo las respuestas que ella le daba. Supo de inmediato que Bella miraba el mundo de otra manera, de una manera que la hacía especial, de una manera en que pocas personas lo hacían.
-Cuéntame sobre tu familia- pidió mientras acariciaba los broncíneos y suaves cabellos de Edward.
-Bueno… mi padre es doctor y tiene su propio hospital en la cuidad. Mi madre es diseñadora de interiores y Emmett, mi hermano mayor, trabaja conmigo en la empresa que pusimos para mamá y su esposa- contestó relajado.
-Una familia asombrosa- alagó sorprendida.
-Sí, se lo puede decir así- se encogió de hombros, para él era normal todo lo que su familia hacia. Abrió sus ojos para ver a Bella-. Tú no tienes hermanos ¿verdad?
-No, aunque me hubiera gustado uno.
-¿Mayor o menor?
-Mayor- sonrió.
-Te regalo el mío- contestó de inmediato con total seriedad y un poco de esperanza.
Bella comenzó a reírse a carcajadas, en ese momento él supo que ese era su sonido favorito. Poco a poco notas musicales se coordinaron en su cabeza, creando una pequeña canción, una a la cual tenía mucho que agregar y trabajar. Inconscientemente su vista viajo hacia su descuidado piano, el cual estaba en la esquina de su amplia sala.
Hacía casi diez años que no lo tocaba, que ni siquiera limpiaba. Él no quería llevarlo a su nueva casa cuando se mudo, pero le era imposible despegarse del instrumento que el tanto amaba, que había dedicado años aprendiendo a tocarlo y a componer melodías. Sin embargo le quitaron las ganas de tocar, de ser un músico profesional como era su sueño de joven. Ahora ni se atrevía a mirarlo, si lo hacía las imágenes del pasado volaban por su cabeza y lo atormentaban nuevamente.
Se sentó derecho, extrañando la comodidad de las piernas de Bella.
-Discúlpame, debo ir al baño- se excusó y salió de la sala, necesitaba unos minutos para recobrar la compostura.
Si quería ocultarle a Bella su pasado, tenía que evitar que ella lo viera de esa manera, desamparado, débil, atormentado. Para ello debía de esconderse unos minutos…
Bella contempló la sala detenidamente. Solo había estad una vez allí hacía cuatro meses y el lugar no había cambiado mucho, técnicamente estaba igual. El mismo sillón enorme redondo que se encontraba en una esquina redonda en un sobre piso, El mismo suelo de madera oscura, el mismo equipo de entretenimiento bien completo, los mismos estantes con algunas fotografías y rellenos de libros, el mismo ventanal que ocupaba casi toda la pared y el piano cubierto con una capa de polvo, era el único que parecía cambiado, solo parecía tener más polvo.
Se levantó de su sitio y camino hacia el instrumento preguntándose por que estaba en aquel estado. Toda la casa parecía pulcra, reluciente, imperturbable, excepto por aquel piano de cola negro. Se lo podía imaginar limpio, elegante, brillante, majestuoso, igual que Edward. El piano era igual que Edward, sin duda él debía de tocar el piano, sin embargo ¿Cómo era posible que lo tuviera tan descuidado si era su instrumento favorito?
Acercó su mano para tocarlo, quería saber que se sentía, era estúpido aquel sentimiento pero se sentía hipnotizada por él.
-Edward ¿Por qué no contestas mi llamada?- la voz de una mujer llamó su atención y se alejó del instrumento como si este tuviera peste.
Escondió sus manos detrás de su espalda, como si acabara de meter el dedo en la crema del pastel y la estuvieran por regañar, mientras escuchaba las pisadas de unos tacones por el pasillo de la entrada. Se quedó sin aliento cuando una rubia despampanante apareció en la puerta. Esta también se le quedó mirando sorprendida, pero solo unos segundos, luego su mirada se volvió fría e indiferente
-¿Quién eres tú?- preguntó con voz suave y dura.
-Bella Swan- dijo con voz insegura, acercándose para estrechar la mano de la Bella mujer.
-Rosalie Hale- apretó la mano de Bella, sin dejar de inspeccionarla con la mirada-. Así que tu eres la famosa modelo que sale con el soltero, y más codiciado, empresario Cullen- arqueó una de sus perfectas cejas.
-Solo trabajo por el dinero, es algo temporal- se alejó un poco-. Y solo estoy conociendo a Edward…- se detuvo abruptamente, no era necesario estarle dando explicaciones a una desconocida.
-Claro, trabajo temporal- se golpeó teatralmente la frente con su mano-. Cuando logra atrapar a Edward no será necesario trabajar ya que el dinero de él pasará a ser tuyo.
-No busco a Edward para eso- respondió con dientes apretados-. No me conoces y me estas agrediendo…
-Solo digo la verdad- se encogió de hombros con suficiencia.
-Estás hablando sin conocerme- sus manos picaban, quería golpear algo- ¿No será que eres tú la que quiere lograr eso?- provocó y tembló al notar la ira centellar en los ojos de la rubia.
-Como te atreves niña…
-¿Rose?
Ambas mujeres se giraron para ver a un muy sorprendido y confundido Edward, quien miraba a las mujeres alternadamente.
-¿Qué haces aquí?- preguntó a la defensiva. La coloración en las mejillas de Bella y sus puños apretados le daba a saber que ellas no se estaban haciendo buenas amigas.
-Te he estado llamando toda la mañana- se encogió un poco ante la mirada de Edward.
-Ya había dejado en claro que no iba a estar disponible- dijo entre dientes apretados.
Miró a Bella quien se tensó al ver a Rosalie avanzar hacia él. Esta depositó un beso en la mejilla de Edward, y él sabía que lo hacía solo para molestar a Bella, pues no le caía bien.
-Bella, ella es Rosalie la esposa de Emmett- aclaró con cierto miedo, temía que ella se hiciera de ideas equivocadas.
Ella no le contestó solo asintió y desvió la mirada.
-¿Pasó algo?- le preguntó a Rosalie.
-Hoy hay cena en casa de Esme, pensé que no lo sabías y vine a buscarte- le dio una pequeña mirada a Bella-. Pero veo que cambiaste de planes.
-Mi madre ya sabía que hoy no asistiría.
-Sí, pero ni Emmy ni yo lo sabíamos, él esta yendo hacia su casa y yo pasé a buscarte en caso de que estuvieras dormido, por no contestar mis llamadas.
-Ya ves que no- buscó a Bella con la mirada, para encontrarla en el balcón-. No quiero ser descortés, pero debes de marcharte, no voy a ir a la casa de mi madre.
-¿Ahora también ignorarás a tu madre por ella?- escupió la última palabra antes de volver a mirar a Bella.
-Rosalie, ahora no- respiró profundamente tratando de calmarse.
-De acuerdo- levantó las manos en modo de rendición-. Solo recuerda lo que te dije.
-Tú también recuerda lo que hablamos- la tomó de un brazo y lo apretó ligeramente, solo para enfatizar sus palabras-. No te metas en esto.
-Lo sé- tiró de su brazo y salió del apartamento sin despedirse.
Edward suspiró y se preparó para encarar a Bella, algo le decía que iba a costarle un poco tratar de hacerle entender que entre él y Rosalie no había nada, solo una relación de buenos amigos y solo porque era el hermano menos de su esposo, únicamente por eso se preocupaba por él.
Camino con deliberada lentitud hacia el balcón, de repente tenía miedo, mucho. No quería discutir con Bella, demasiado habían discutido en los primeros días de conocerse y ayer mismo, no quería volver a discutir con ella, no por algo que ella estaba malinterpretando. Pero era necesario explicar las cosas.
Caminó hasta quedar detrás de ella, se dio cuenta de que ella sabía que él estaba detrás de ella. Se sentía orgulloso y poderoso al notarla respirar con dificultad, le agradaba saber que él provocaba eso en ella, sin embargo ahora no era tiempo de sentirse todo un macho alfa, era momento de hablar y aclararle los tantos.
-Lamento la… descortesía de Rosalie- se disculpó por su cuñada, solo era una pantalla, la primera frase para romper el hielo.
-Tú no deberías de disculparte por ella- se giró a encararlo-. Ella fue muy grosera, me trató como si fuera una cualquiera.
-Bueno…- se rascó la cabeza, mientras maquinaba una forma de hacer sufrir a Rosalie-. Desde ya debo advertirte que no escuches ni prestes atención a nada de lo que ella te diga…
-¿Qué no escuche?- le pregunto incrédula.
-Se que dijo cosas que no eran- posó sus manos en los hombros de Bella, se le estaba yendo de las manos la discusión-. Ella es demasiado sobre protectora conmigo, por eso se pone a la defensiva…
-Yo tengo una teoría mejor- se cruzó de brazos. Edward no pudo evitar soltar una enorme carcajada ante ello.
Luego la risa lo consumió logrando que Bella se enfadara más con él y con toda la situación.
-No, no, Bella- dijo con lágrimas en los ojos-. Ella ama mucho a mi hermano, son tal para cual, ella no me ama, créeme- se mordió el labio tratando de contener la risa.
-No lo creeré hasta que lo vea, mientras tanto seguiré con mi teoría- le dio la espalda y se fue hacia la sala, sentándose en el sillón con los brazos cruzados.
Edward respiró profundamente y contó hasta diez. Bella definitivamente era cabezota, era de esas personas que no creían hasta que lo veían o sentían ¿pero cómo le haría entender que las cosas no eran como ella pensaba? ¿Cómo la haría reaccionar y hacer que volviera a pensar como antes?
Salió de su balcón, serrando la puerta ventana detrás de él, sin despegar la vista de Bella, quien hacía su mejor intento de ignorarle con el televisor, al menos tenía que estar agradecido de que ella no se hubiera marchado de su casa. Se acercó a ella y le rodeó los hombros con un brazo, atrayéndola hacia él.
-¿Qué debo hacer para que no pienses en eso?- le susurró al oído.
-Decirme la verdad- masculló ella.
-Ya te la dije- suspiró tirando la cabeza hacia atrás-. Entre ella y yo no pasa nada, ella ama a Emmett.
-¿Entonces por qué me trató de esa manera?- le preguntó con ojos dolido, toda ira o rabia que ella sintiera por Rosalie ya no estaba.
-Porque es demasiado protectora conmigo- le acarició la mejilla-. Ella es tan prepotente e bocona, por eso mismo no le debes de hacer caso a nada de lo que ella te diga.
Bella frunció el ceño y desvió su mirada de la de Edward, ella quería creer lo que Edward le decía, pero ella había visto a Rosalie como una mama leona protegiendo a su cachorro de otro depredador. La mujer la atacó verbalmente sin si quiera conocerla y ella estaba casi segura de que Rosalie sentía algo por Edward, algo más que un cariño hacia su cuñado. Quizás Rosalie se había casado con Emmett para estar cerca de Edward, de ese modo ella podría verlo cuando quisiera con la excusa de que es su cuñado. Sin embargo había algo que no le cerraba ¿Para qué haría tanto lio y no iba tras Edward? Ella era tan hermosa que estaba segura de que ningún hombre pensaría dos veces antes de tirársela ¿Porqué Edward no lo haría? Él había estado con esa tal Heidi, una mujer tan hermosa como Rosalie…
-No se que esté pasando por tu cabeza- le susurró nuevamente Edward-. Pero de seguro es un sin sentido.
-No lo creo- se estremeció cuando los labios de Edward le acariciaron la mejilla.
-Sí, lo es- la miró un segundo con gran intensidad antes de inclinarse y apoderarse de sus indefensos labios.
Edward ahuecó la cara de Bella con sus manos, atrayéndola más hacia él. Con cada beso que él le daba se hacía más adicto al sabor y suavidad de Bella. Sin pedirle permiso enterró su lengua en la pequeña cavidad de Bella.
Ella soltó un gemido ante la repentina intrusión, sin embargo le devolvió el beso, enrollando su lengua con la de él, pasando sus brazos alrededor del cuello de Edward, atrayéndolo más hacia ella. Podía sentir el fuego correr por sus venas, calentando su cuerpo, lo más asombroso era que los labios de Edward eran los que causaban ese calor.
Sin romper el beso se las ingenió para pasar una pierna por las de Edward, obligándolo a reclinar su espalda e el respaldo del sillón, mientras ella hincaba sus rodillas a cada lado de las caderas de Edward, logrando sentarse a horcajadas sobre él.
Las manos de Edward fueron directamente a su cintura donde la acarició y apretujó, luego las bajo hasta sus caderas en una lenta caricia para terminar en los mulso de Bella. El beso se le estaba saliendo de control, cada vez se hacía más fogoso e insistente, despertando una parte de su anatomía. Se recostó aun más es el sillón buscando comodidad, pero involuntariamente frotó su media creciente erección con la intimidad de Bella.
Ambos soltaron un sonoro gemido soltando sus bocas. Los dos respiraban con dificultad. Se miraron a los ojos, ambos podían notar el deseo del otro y Edward también pudo notar la inseguridad de Bella.
-Debemos parar- se dijo a sí mismo en voz alta. Cerró sus ojos e intentó calmar su miembro. Pero no contó con que Bella se volvería a restregar contra él. Soltó un gemido y sus manos apretaron la cadera de ella, deteniéndola-. No me tientes, Bella.
Ella hizo caso omiso y siguió frotándose, tenía miedo y sabía que no estaba bien lo que estaba haciendo, sin embargo le era sumamente atractivo y sensual ver a Edward retorcerse y soltar pequeños quejidos.
-No hagas esto si no estás segura de querer continuar- murmuró Edward restregándose él ahora.
-Tu tampoco si no quieres que mienta sobre mi inseguridad- recriminó con una sonrisa.
Edward la tomó en brazos y los cambió de posición, recostándola a ella en el sillón mientras él la tapaba con su cuerpo. Pero no hizo nada, solamente se quedó acariciando la mejilla de Bella, de vez en cuando depositaba un beso en los hinchados labios. Simplemente la contemplaba y se preguntaba que había hecho para merecerla, cuando en realidad el no debía de merecerse nada ni nadie.
-Eres virgen ¿verdad?- preguntó con voz calmada. Aunque por dentro rezaba que ella dijera que sí, si no pobre del que le había tocado un pelo.
-Si- murmuró ella desviando la vista. Por lo que no se percató de la cara de alivio de Edward.
-¿Y te avergüenzas de ello?- sonrió cuando las mejillas de Bella se tiñeron de un poderoso rojo.
-Es un tema algo privado- se encogió ella. Luego le devolvió la mirada-. En cambio tú pareces muy experimentado.
-Tengo veinticuatro ¿recuerdas?- la molestó-. De todos modos…- se inclinó para besar su cuello-… me acabas de demostrar lo bien informada que estas con respecto a la intimidad- le bromeó y se carcajeó cuando ella le golpeó la espalda.
-No es nada comparado con tu amplia sabiduría- se mofó ella.
-Y es una ventaja para ti.
-¿Una ventaja?- lo miró sin comprender.
Él le besó la frente y se compadeció de su inocencia.
-¿Qué prefieres que un hombre experimentado te desflore o que un niño sin idea de nada te termine lastimando en su arranque de hormonas?- preguntó.
-Totalmente la primera- se estremeció ella-. Pero creo que sería más romántico que ambos sean vírgenes, compartir la aventura de explorarse ellos mismos…juntos- terminó sonrojada.
-Lamento que no vayamos a compartir eso nosotros- le sonrió dulcemente antes de besarle tierna y dulcemente-. Pero fingiré ser virgen para ti.
Bella se rió y lo abrazó manteniéndolo cerca de ella, más de lo que ya estaba. Edward la envolvió en sus brazos y agradeció al cielo tenerla con él en estos momentos y rezaba para que siempre la tuviera con él. Los minutos se les escapaban y él se rehusaba a dejarla ir.
-¿Te quedarás a dormir?- la pregunta escapó de sus labios antes de que pudiera detenerla. Pudo sentir el cuerpo de Bella tensarse debajo de él
-Y-yo…- tartamudeó sin saber que contestar, ella no se sentía lista aun para pasar al siguiente nivel.
-Solo a dormir, no te obligaré a nada que no quieras incluyendo que te quedes hoy- la tranquilizó.
-Mañana tengo instituto- recordó ella de pronto.
-Puedo llevarte- ofreció.
-Pero no tengo mi uniforme, ni mis cosas…- lo miró interrogante.
-Podemos ir a buscarlas o….- rozó sus labios con la lengua-… pedirle a Alice que las traiga.
Bella no lo pensó mucho, atrapó la lengua de Edward entre sus labios y la succiono al tiempo que sus dedos se enredaban el cabello cobrizo de él.
-Después llamaré a Alice- concordó con él.
Edward sonrió y se abalanzó a los rozados labios de su Bella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario