viernes, 19 de noviembre de 2010

cap18

Capitulo 18: Chicago II
BELLA POV
-¿Te gusta?- me preguntó señalando con su mano toda la habitación.
-Es preciosa- asentí completamente embelesada con el cuarto.
Era grande, tenía hasta su propia sala de estar, con sillones y televisor incluido. Todos los pisos eran alfombrados. De diferentes colores para cada ambiente El alfombrado de la sala era rojo sangre, mientras los sillones eran mantecas, junto con los muebles marrones y la papelería del mismo color que los sillones.
Edward tomó mi mano y me llevó hacia nuestra habitación. Al entrar quedé más maravillada que con la sala. La alfombra era completamente negra con algunos brillos plateados, los muebles eran blancos y modernos, la cama era….un sueño. Era enorme, colocada en medio del cuarto, con sabanas negras y acolchados del mismo color, los cojines y almohadas eran blancas, impecables.
Había un gran ventanal que mostraba toda la ciudad y sus luces, era maravilloso, estaba emocionada por todo lo que veía. Me giré y abracé fuertemente a Edward. Este soltó una risita y me devolvió el abrazo.
-Gracias-murmuré contra su pecho.
-A mi no tienes que agradecerme de nada- susurró en mi oído mientras acariciaba mis cabellos.
-Claro que debo de darte las gracias- me separé para mirarle a los ojos, para que supiera lo que en este momento estaba sintiendo-. Gracias por aparecer en mi vida, por amarme.
-Ya te dije que no tienes que agradecerme- volvió a repetirme acunando mi rostro entre sus frías manos-. Yo soy el que debería de estar agradecido contigo- clavó sus preciosos ojos en los míos, atrapándome con su mirada-. Gracias a ti por amarme, por querer estar conmigo sabiendo lo que soy.
-Eres Edward- imité su gesto, tomando su cara-. Y es lo único que me importa.
-Por eso estoy agradecido contigo y te amo- me sonrió dulcemente antes de besarme.
Como siempre, el beso era cálido, lleno de los sentimientos de amor que sentíamos por el otro, pero que de a poco subía de tono y esos sentimientos cambiaban a unos llenos de lujuria y excitación. Era algo que no podíamos controlar, algo que veníamos posponiendo desde hacía tiempo. Ambos lo necesitábamos, lo queríamos, era una forma de demostrarnos de manera física el amor.
Sin embargo Edward se negaba a hacerlo cuando sabía perfectamente que él quería hacerlo, con la misma intensidad que yo. Pronto sentí la mullida cama en mi espalda. Mis brazos pasaron por su cuello, mis manos se movieron solas hasta llegar a su suave y desordenado cabello. Sus manos acariciaban mis costados bajando lentamente por mis piernas, separándolas para colocarse en medio. Instintivamente las enrollé en su cintura, mientras jadeaba al sentir las manos de Edward dentro de mi remera.
-Edward- gemí cuando sus labios bajaron por mi garganta hasta donde el cuello de mi remera se lo permitía.
A este punto me encontraba restregándome contra él, sintiendo como él también se movía y notando su ya evidente erección. Fue subiendo hasta el lóbulo de mi oreja, dejando un camino de húmedos besos.
-Soy adicto a tu sabor- murmuró con voz ronca en mi oído, haciendo que soltara un involuntario gemido. Lo sentí sonreír contra mi oído-. Pero por esta noche vamos a parar- sacó sus manos.
-¿Lo haces a propósito, verdad?- gruñí molesta, nuevamente me había dejado con las hormonas revoloteando en mi cuerpo.
-No era mi intención- besó rápidamente mis labios-. Sabes porque no quiero que lo hagamos.
-¿Entonces cuando?-cuestioné apoyándome sobre mis codos.
-Cuando tenga más control en mí…
-¿Y cuándo será Edward?- volví a preguntarle-. Cuando sea una anciana y no pueda moverme.
-¿De estás hablando?- frunció el ceño, pero pude ver el destello de la rabia en sus ojos.
-¿De verdad me amas?-pregunte y sentí como contuvo la respiración.
-Sabes que si- dijo entre dientes.
-Entonces demuéstramelo- rogué, me sentía miserable por estarle presionando, pero ya estaba en una etapa en que lo necesitaba y sé que él me necesita a mí-. Hazlo conmigo.
-No, Bella- se levantó de mí y camino hacia la terraza, abrió la puerta ventana y la cerró fuertemente.
Suspiré y me dejé caer en la cama tapando mis ojos con un brazo. Me sentía tan egoísta, tan… zorra. Sabía que él me amaba, no había más pruebas que las que ha hecho hasta ahora. Pero le necesitaba, tanto que mi cuerpo dolía y ahora estaba empezando a sentir otras cosas.
Me levanté de la cama y fui al baño para cambiarme de ropa, la noche en nuestro pueblo natal se había acabado y Edward estaba sumamente enfadado conmigo. Abrí con brusquedad el bolso con mi ropa y pegué un grito al ver que no era mi ropa.
-¡¿Qué pasa, Bella?- gritó Edward entrando al baño, casi destruyendo la puerta.
-¡Voy a matar a Alice!- exclamé levantando un corpiño negro de encaje junto con su respectivo juego. Una mini braguita que dudaba que cubriera algo.
Edward levantó una ceja sin despegar la vista de la exótica ropa interior.
-Simplemente no te la pongas- dijo frunciendo el ceño, sin mirarme.
-Cierto-coincidí-. Pero la usaré, y no creo que sea algo que tenga que alarmarme, nadie la vera excepto yo…-le di una indirecta.
-Bella- suspiró, pero levanté la mano antes de que prosiguiera.
-Vete, tengo que vestirme- me di vuelta y seguí inspeccionando mi bolso, escuchando como la puerta se cerraba de un portazo.
Suspire pesadamente y busqué en el bolso algo que ponerme y que no fuera nada revelador. Para mi suerte, y la de Alice también, encontré un pijama común, divertido, era negro con estampados de colmillos de vampiros con gotitas de sangre, en el pantalón llevaba escrito "muérdeme" con letras sangrientas. Cepillé mis dientes, mi cabello, lavé mi cara y salí del baño.
Edward me estaba esperando en la cama, se semblante era sombrío aunque también podía notar que estaba dolido, aunque no sabía si conmigo o con él. Lo más probable fuera que era conmigo. Caminé hacia la cama, solo dedicándole una mirada y me metí dentro de la cama. Al segundo sentí sus brazos rodearme.
-Bella…-comenzó a hablar pero le callé.
-No tienes que decir nada- me giré sobre sus brazos y lo abracé con fuerza-. Lo siento.
-Yo lo siento más-besó el tope de mi cabeza.-. Mejor duerme, mañana te levantaré temprano.
Asentí depositando un pequeño beso en su pecho mientras me reacomodaba y me dejaba ir hacia el mundo de los sueños. No iba a presionarlo, le daría el tiempo que quisiera, yo lo esperaría.
.
A la mañana siguiente estábamos los dos tomados de la mano caminando por las calles de Chicago. Alice había reservado nuestra habitación cerda de los lugares históricos, bueno, nuestros lugares históricos. Lamentablemente todo estaba cambiado y donde nuestras casas anteriormente habían estado, habían sido derrumbadas para construir grandes edificios. Donde había estado mi casa, ahora era un Banco y donde había estado el asa de Edward, ahora era un departamento de policías.
-No me parece justo- refunfuñé mientras miraba el Banco.
-Cuando intenté recuperar las casas, solo para mantenerlas como recuerdos, estas habían sido demolidas- comentó mientras miraba hacia el parque-. Como nuestras familias se habían enfermado pensaron que era mejor demolerlas junto con el virus- me miró y sonrió tristemente-. Llegué demasiado tarde, lo lamento.
-No te disculpes- negué con la cabeza apretando su mano-. No sabías que esto iba a suceder- se encogió de hombros y seguimos caminando por el parque-. Aquí es donde contrataste a esos niños- recordé sonriendo ampliamente.
Edward se rió y asintió.
-Sí, aquí era- me llevó hacia el lugar exacto donde había ocurrido aquel incidente- Es lo único que se mantiene de aquella época.
-Es un parque muy hermoso como para destruirlo- miré a mi alrededor, el parque estaba lleno de arboles, cercos, caminos asfaltados, una nueva fuente y juegos para niños. Era el mismo pero más moderno.
-Cierto- coincidió y me llevó hasta una banca, nos sentamos y apreciamos el paisaje-. Estoy feliz de estar aquí contigo.
-Igual yo, Bella- se giró para mirarme a los ojos-. Ahora puedo apreciar la ciudad con tenerte a mi lado. Antes solo venía una vez al año y siempre era doloroso.
Toqué su mejilla y besé sus labios. Me respondió abrazándome fuertemente. No me gustaba saber que Edward había sufrido tanto por mi ausencia. No podía imaginarlo con cara triste, demacrada, desde que yo lo había visto por primera vez él sonreía y reía muy seguido y eso es totalmente agradable.
-Te amo- susurré contra sus labios.
-Yo más- sonrió dándome un corto beso.
-¿Me llevarías al… cementerio?- pregunté mordiéndome el labio fuertemente.
-¿Para qué quieres ir allí?- me preguntó contrariado.
-Quiero que me muestres donde esta mi…tumba.
Edward me miró como si estuviera loca, y realmente lo estaba, no entendía como podía querer ir hacia un lugar donde supuestamente yacía la memoria de mi antepasado, de mí. Sacudió la cabeza poniéndose en pie, luego me pidió la mano.
-Vamos, es un viaje largo- sonrió ampliamente, tomé su mano y pedimos un taxi.
El conductor nos miró por el espejo retrovisor de manera ansiosa. Al parecer no era común que una pareja se fuera de visita al cementerio. Solté una risita, 'si supiera' pensé. Edward tenía razón el camino era largo, estaba prácticamente fuera de la ciudad, a la otra punta de donde nos encontrábamos. Edward miraba el paisaje de manera ausente.
Cuando llegamos le pedimos al conductor si podía esperarnos, ya que no teníamos como volver, el tipo aceptó educadamente y salió del auto a estirar las piernas mientras nosotros nos adentrábamos al cementerio. El lugar era sombrío y frío, no había vida, era irónico pues no cumplía con la función de atraer a gente viva.
Edward me guió entre las lápidas, pasando por lápidas y culturas modernas, mientras más nos alejábamos más escasas se hacían estas. El pasto dejaba de ser verde, para convertirse en amarrillo, seco y crujiente. Seguimos caminando, alejándonos de casi todo el cementerio, estaba a punto de preguntarle hacia donde me llevaba, pero en ese momento había dejado de caminar y se había agachado.
Lo miré y vi como acariciaba una lapida pulida y bien cuidada. No era la única, había cuatro más en hilera. Comencé a leer los nombres, desde la primera hasta la última. La primera era el nombre de Edward Masen, seguido por Elizabeth Masen, luego estaba la lápida de Edward y al lado, donde Edward tenía una mano apoyada…estaba la mía.
Mi viejo nombre, el lugar donde yo alguna vez había yacido, donde está mi antiguo cuerpo. Mi estómago se retorció y el mundo comenzó a girar, caí de rodillas intentando calmar las nauseas. No entendía por qué, pero me era muy fuerte tenerme enfrente de esta manera. La Bella del antes y yo, la Bella del ahora.
-¿Estás bien?- me preguntó Edward tomando unas de mis manos.
-Solo…estoy conmocionada- sacudí la cabeza, intentando quitar el mareo y las nauseas.
-Es duro- dijo acariciando mi cabello.
-Mucho, realmente no esperaba que esto me pasara, quiero decir- me apresuré a explicar mis sentimientos-. Ver donde yo supuestamente estoy muerta, donde mi vida pasada acabó, es extraño, muy extraño- le miré a los ojos, el me miraba con curiosidad-. Es extraño saber que he estado muerta, que he tenido sueños donde recordaba aquella época…
-Entiendo- asintió y se sentó a mi lado-. Es verdad, es extraño, son cosas que no se pueden explicar, pero sabes que están.
-Los cuentos de fantasía al final son cuentos reales- dije mirando mi lapida.
-O cercanos a la realidad- añadió acercándome a su cuerpo.
Nos quedamos ahí sentados, abrazados, observando aquellas viejas tumbas, la mía y la Edward estaban vacías, ya que nosotros estábamos vivos, mientras que los padres de Edward descansaban en las suyas…
-¿Crees que tus padres hayan vuelto a la vida como yo?-pregunté curiosa.
-Supongo que sí.
-¿Y no tienes ganas de volver a verlos?-me giré para verle la cara, él contemplaba las lapidas de sus padres.
-Sería extraño, pero me encantaría volver a ver a mi madre- estiró su mano, rozando con la yema de los dedos el nombre de Elizabeth.
-¿Por qué no la buscas?-me enderecé ya más animaba a ayudarle a buscarla.
-Ella no reconocería nunca- dejó caer la mano-. Yo quiero volver a ver a mi madre, volverla a escuchar a regañarme con dulzura, a tararear en la cocina mientras preparaba la comida- cerró los ojos y sonrió-. Si no fuera por ella yo jamás te habría conocido.
-¿De verdad?
-Si- me miró con un brillo raro en los ojos-. Ella fue la que me instó a que fuera a ese baile- el corazón se me encogió al darme cuenta de que el brillo eran lágrimas-. La extraño.
Lo atrapé entre mis brazos y lo sostuve mientras él botaba pequeños sollozos, o quizás eran los míos, yo estaba llorando por él, por su dolor y entonces fue cuando las palabras de Tanya vinieron a mi mente. Ella había visto a Edward en este estado, pero solo y ella no había podido hacer nada, porque eso significaría pelearse con él. En cambio yo, podía consolarlo pero me sentía mal al saber que había llorado tantos años solo.
De la nada una imagen vino a mi mente. Era Edward arrodillado frente a una lápida, mucho más moderna, donde estaba mi nombre, con mi fecha de nacimiento y la fecha de mi fallecimiento, eran números futuros. Al lado de esa lapida estaban Charlie y Reneé. Entonces comprendí que yo no siempre tendría diecisiete años, yo algún día moriría y Edward volvería a quedarse solo.
Pero ahora él podía detener ese fatídico día. Él podía convertirme en un ser inmortal y así nosotros no tendríamos que volver a separarnos o tener que preocuparnos por si algo me llegara a pasar. Tampoco tendría que preocuparse si me hace daño o no a la hora de hacerlo. Ahora solo faltaba que le convenciera para que me trasformara.
El cielo comenzó a oscurecerse y el viento frío me hacía tiritar. Edward se incorporó y limpió mis lágrimas con sus dedos y sus labios.
-Volvamos al hotel, tienes que alimentarte- susurró contra mi cabello.
Simplemente asentí, incapaz de hablar. Me levantó del suelo, rodeando mi cintura con un brazo, mientras me conducía de nuevo hacia la entrada del cementerio. Me giré por última vez a mirar las tumbas, solas. Edward me haló y seguí caminando. Había sido buena idea venir.
-¡Chicos!-exclamó el conductor del taxi-. Me tenían preocupado.
-Lo lamentamos- sonrió Edward-. Hemos estado visitando a unos familiares y bueno…ya sabe, nos emocionamos.
El conductor nos sonrió y subió al coche. Edward me abrió la puerta, me deslicé dentro y me acurruqué contra su pecho cuando entró al auto. El camino fue silencioso, el conductor no nos había preguntado por nada y había dejado de mirarnos por el espejito. Nos dejó al frente de nuestro hotel, y Edward le pagó en grande, por la espera y los viajes largos.
Ya era de noche, y mi estómago me pedía a gritos comida. Había pasado por tantas emociones que había olvidados que tenía que comer. Edward tomó mi mano y me condujo hacia nuestra habitación.
-Puedes llamar al servicio de habitación y pedir lo que quieras- dijo mientras prendía la luz de la enorme sala.
-De acuerdo-asentí y fui hacia el teléfono.
Solo me tomó unos minutos pedir una hamburguesa y una coca cola. No era mucho pero me sustentaría. Fui a la habitación y me cambié de ropa por el camisón de ceda azul que Alice, tan amablemente, había puesto a escondidas en mi bolso. Una vez cambiada me fui a la sala, donde Edward estaba sentado viendo la televisión.
Me senté a su lado y esperé a que él me mirara o dijera algo de mi nueva ropa.
-Lo estás haciendo a propósito- me acusó sin mirarme.
-¿Qué cosa?- pregunté con inocencia.
-Ponerte esa ropa- me miró a los ojos y podía notar que estaba molesto, pero a la vez deseoso.
-Mandé a lavar el otro pijama- me encogí de hombros y salté del sofá cuando tocaron la puerta.
Pero no llegué muy lejos, las manos de Edward me tomaron por la cintura y me sentaron de nuevo en el sillón. Él fue a abrir la puerta y recoger mi comida. Volvió y la dejó en mi regazo.
-Ni sueñes con que iba a dejar que otro te vea con esas ropas- murmuró sentándose a mi lado y volviendo su atención a la televisión.
Solté una risita y comencé a comer. La comida estaba deliciosa, la carne sabrosa y jugosa, las papitas eran crujientes y suaves por dentro. Tenía tanta hambre que había terminado de comer a los diez minutos. Pero la hamburguesa había sido grande y me había satisfecho completamente.
Dejé el plato en la mesita y me recosté contra el sofá, acariciando mi lleno estómago. Edward apagó la televisión y se giró para mirarme con una adorable sonrisa.
-¿Satisfecha?
-Demasiado-asentí estirando mi mano para acariciar su rostro. Edward cerró los ojos y se recostó en mi palma- ¿Cómo estás?
-Bien, gracias a ti- abrió los ojos, luego tomó mi mano para tirarme sobre él.
Una vez más estaba a horcajadas sobre su cuerpo. Tomó mi rostro entre sus manos y lo acercó al suyo para que nuestros labios se tocaran. El beso fue delicioso, suave, degustándonos mutuamente. Su lengua salió al encuentro con la mía, acariciándose con movimientos lentos y placenteros. Mis manos jugaban con el cabello de Edward, mientras las suyas rozaban mis piernas, logrando que me estremeciera y la piel se erizara.
-Edward- intenté detenerlo, pues no quería otra decepción esta noche.
-Ya estoy listo- murmuró contra mis labios, lamiéndolos.
Mi corazón dejó de latir unos segundos para luego reanudar desbocadamente. La temperatura de mi cuerpo subió en un instante. Edward se rió y profundizó el beso, ya había dejado de ser dulce e inocente, ahora era ansioso, desesperado, deseoso…lujurioso.
-¿Estás seguro?- pronuncié jadeante, cuando su boca había abandonado la mía y besaba mi cuelo.
-Completamente-susurró en mi oído arrancándome un gemido.
Sus manos dejaron de jugar con mis piernas para ahora meterse dentro de la pequeña remerita de tiritas. Acariciaban mi estomago, mi cintura, mis costados hasta rozar mis ya erectos pezones. Soltó el aire de golpe mientras sentía su miembro crecer rápidamente dentro de sus pantalones.
-No traes ropa interior- gruñó atrapando mis pechos con sus manos y apretándolos suavemente.
Sus manos eran frías pero lejos de molestarme o sentir incomodidad, de hecho eso hacía que la temperatura de mi cuerpo creciera aun más. Arqueé mi espalda mientras posaba mis manos sobre las de Edward y las movía a un ritmo lento. Mis caderas cobraron vida y se restregaron contra las de mi novio. Él soltó un audible y estremecedor gruñido, a los pocos segundos me encontraba acostada completamente en la cama.
¿Cómo había llegado ahí? No lo sabía. Y lo más sorprendente era que estaba completamente desnuda, retorciéndome en la enorme cama gracias a la boca y manos de Edward. Él aun estaba vestido, eso no era para nada justo. Me senté mientras lo tomaba por los hombros y lo empujaba a enderezarse. Me miro desconcertado, pero entendió lo que quería hacer cuando tomé el dobladillo de su remera. Levantó sus brazos y deslicé la prenda, luego la tiré hacia algún lado de la habitación.
Deslicé mis dedos por su espectacular torso, deleitándome de sus músculos al sentirlos contraer bajo mi contacto. Edward soltaba pequeños suspiros y contuvo el aliento cuando mis manos comenzaron a desabrochar su cinturón y botones. Me senté sobre mis rodillas y me acerqué a besarlo apasionadamente, dejando que mis manos jugaran con los elásticos del pantalón y su ropa interior.
Edward tomó mi cara ente sus manos apretándome contra su boca. Soltó un gemido entre mis labios cuando toqué su excitada hombría. La masajeé con una mano mientras la otra bajaba las prendas. En un segundo Edward se sacó su ropa y me tumbó a la cama, quedando nuevamente en la posición inicial.
-¿Ansioso?-me burlé mientras acariciaba su pecho.
-He estado esperando mucho para esto- me sonrió dulcemente y nos fundió en un dulce beso.
Abracé su cuello y acaricié sus cabellos, mientras sentía como sus manos se abrían paso por mis piernas, separándolas poco a poco. No podía creer que el momento estuviera llegando, que no quedaba absolutamente nada para que Edward y yo nos uniéramos una vez más. Mis piernas se movieron por sí solas, enrollándose en sus caderas, pude sentí el miembro de Edward apuntar directamente a mi entrada.
Dejamos los besos de lados y nos concentramos solo en mirarnos. Mi boca se abrió y un jadeo salió de ella al sentir como la punta entraba con lentitud. Edward mordía su labio y fruncía su ceño. En ningún momento dejarnos de mirarnos. Sentía como su virilidad entraba de a poco, hasta que se topó con mi virginidad.
-¿Lista?-me preguntó y yo simplemente asentí-. Solo relájate ¿Si?- asentí de nuevo.
Pude escuchar el conteo mental de Edward antes de que me penetrara de una sola vez. Rompí el contacto visual y solté un grito ahogado sintiendo como el dolor me desgarraba, parecía que me estuvieran partiendo a la mitad. Edward besó todo mi rostro mientras esperaba a que terminara el dolor. Por suerte no duró más de lo que pensaba, ya que se marchó y dio paso al placer.
Busqué sus labios y los bese, para luego comenzar a mover mis caderas, incitándole a que él también lo hiciera. No tardó en embestirme lentamente, saliendo y entrando torturosamente, podía ver en sus ojos el miedo que tenía de hacerme daño. Pero fuera de sentir dolor, a comparación de antes, sentía un placer que estremecía hasta mis huesos.
A cada segundo sentía como una burbuja crecía en mi vientre bajo. Quería más, aun más rápido. Bajé mis manos a su trasero y lo tomé con firmeza dándole a entender que quería que aumentara el ritmo. No podía hablar, si abría mi boca solo saldrían gemidos fuertes y eso era vergonzoso. Pero Edward entendió lo que quería y aumentó las embestidas.
La burbuja se hacía cada vez más grande y me amenazaba con explotar, una explosión que prometía ser deliciosa. Mi cabeza cayó hacia atrás y mi boca se abrió para soltar el nombre de Edward a gritos. Él bajó su cabeza al lado de la mía, gemía a mi par, llamándome mientras sus dedos se clavaban en mis caderas, donde las levantó, para dar en un ángulo mejor y embestir con más rapidez.
En ese momento la burbuja se rompió y grite tan fuerte como pude, hasta que mi voz se quedó ronca. El orgasmo fue intenso y largo, golpeando fuertemente mi cuerpo. Edward siguió embistiendo en mi cuerpo hasta que lo escuché gruñir mi nombre y venirse dentro de mí.
Su cuerpo cayó a un lado respirando trabajosamente, ambos estábamos iguales. Busqué su mano y la entrelacé con la mía, él las levantó y la besó. Al segundo volvió a estar sobre mí, con una sonrisa radiante.
-Lo logre- dijo orgullosamente, sus ojos brillaban.
-Y lo hiciste espectacular- le alagué quitando algunos mechones de su frente-. Te amo.
-Igual yo- su mirada se intensificó y unió nuevamente nuestras ya hinchadas bocas,
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Pasamos la mayor parte del día siguiente en la cama. Sabíamos que cuando volviéramos a Forks ya no podríamos estar juntos sin ser molestados. Sabíamos que con Emmett en la casa sería imposible hacer algo de lo que luego no se estaría burlando. Ya podía imaginármelo burlándose de mis gritos o gemidos. Para mi mala suerte no podía controlarlos, y eso le gustaba Edward, lo motivaba y lo excitaba.
Tampoco iba a tener cara para enfrentar a cinco vampiros con el oído súper desarrollado, que estarían escuchando todo, absolutamente todo. Imposible, por un tiempo no podríamos hacerlo, por lo que aprovechamos el último día en Chicago para dedicarnos a explorar nuestros cuerpo.
Pero como todo lo bueno termina, pronto nos vimos abordando el avión, el que nos llevaría de nuevo a casa. Nuevamente me la pasé durmiendo, Edward me había dejado agotada. Las sesiones en diferentes partes del apartamento había sido una locura, una más placentera que la otra. En el baño, en la sala, en la pequeña cocina que tenía. En el suelo de casi todo la habitación, algunas paredes y sobre el mueble donde guardábamos la ropa.
-¿De qué te ríes?- me preguntó sonriendo.
-De que bautizamos la habitación como nuestra- solté una risita sintiendo como mi cara tomaba temperatura.
-No del todo, aun quedaron algunos rincones limpios- se burló y soltó una carcajada cuando mis mejillas y cuello se tiñeron de rojo.
Solté un suspiro cuando aparcamos al frente de mi casa. Las luces estaban prendidas y podía ver la figura de Charlie caminando por toda la sala, en cuando escuchó el ruido del motor se asomó y corrió hacia la entrada. Solté una risita y bajé del auto.
-¡Bella!- chilló mi padre abrazándome fuertemente.
-Hola, papá- le palmeé la espalda.
-¿Cómo estuvo el viaje?-me preguntó emocionado.
-Interesante-sonreí ampliamente y le dirigí una mirada cómplice a Edward, quien sonreía divertidamente.
-Sí, con Reneé en un viaje es interesante- resopló y negó con la cabeza-. Apuesto a que te ama- le codeó Charlie.
-Bastante interesante, nos miraba constantemente- mintió logrando que mi padre soltara una carcajada.
Edward negó con la cabeza y me dio mi bolso.
-¿Te vas?- le pregunte sintiéndome de pronto vacía.
-Tengo que hacerlo- se palmeó la frente y miró hacia el bosque.
-Bella, Edward debe de querer descansar de ti- soltó mi padre y yo lo fulminé con la mirada, el se rió palmeó a Edward y se marcó de nuevo a la casa.
-Tengo que saber las cosas que pasaron en mi ausencia, no he llamado a nadie y tampoco me han telefoneado.
-¿Están bien?- pregunté asustada.
-De maravilla- soltó Emmett escondido entre las sombras del bosque-. Solo serán unos minutos, Bella- rodó los ojos-. Prometemos devolvértelo antes de la media noche.
-Conste que me lo prometieron- lo señalé con un dedo y él se rió.
-Volveré- murmuró Edward en mi oído y depositó un casto beso en mis labios.
-Te esperaré.
Lo vi subir a su auto y marcharse. Solté un pesado y largo suspiro, sentía su ausencia. Haber estado tantas horas entre sus brazos y dentro de mí se había hecho una costumbre, ilógico, pero así había sido. Chapoteando los charcos de agua entré de nuevo a la casa.
Ahora Charlie miraba la televisión sin si quiera mirarme. Me pregunté a donde había ido tanta efusividad al verme llegar. Supuse de inmediato que al ver que estaba de nuevo en casa ya estaba más tranquilo. Subí hasta mi habitación y desempaqué mis cosas. Bajé nuevamente a prepararle la cena a mi padre y a mí.
Y antes de que quisiera ya estaba en mi habitación con mi viejo pijama puesto. Me metí a la cama y esperé a que Edward llegara. No tenía sueño, haber dormido tanto en el vuelo me había quitado el sueño por completo. Pero estar sin hacer nada mi mente comenzó a trabajar, en algo que no había podido sacar de mi cabeza cuando lo descubrí en el cementerio.
Ya había conseguido que Edward y hiciera el amor conmigo, y no una vez, ahora tenía que convencer que me convirtiera en su compañera eterna. Pero si me había costado lograr algo tan simple como acostarse, convertirme no iba a ser para nada fácil.
Edward había evadido ese tema conmigo, en más de una ocasión y algo me decía que él no quería tocarlo conmigo….
-¿En qué piensas?-susurró una voz desde la ventana. Salté de la cama y lo rodeé con mis brazos, mientras lo besaba efusivamente.
-Tardaste mucho-le reproché haciendo un puchero.
-No pude escaparme antes- soltó un suspiro.
-¿Tan malo les fue?- pregunté preocupada.
-No, no- negó rápidamente-. Les fue bien, de hecho destruyeron al clan, excepto a uno.
-¡¿Clan?-mi mente comenzó imaginar a más de diez vampiros.
-Solo eran tres- se rió-. Pero uno escapó, según Alice no tiene planeado venir y no creé que nunca lo haga.
-Ya veo, entonces ¿Por qué pareces cansado?
-Alice me tuvo en un interrogatorio de lo que habíamos hecho en nuestro viaje, pregunto por todo, con detalles- se estremeció violentamente-. ¿Y tú, que estabas pensando?- acarició mi mejilla.
-Hay….algo de lo que me gustaría… hablar- murmuré desviando la mirada.
-¿Qué cosa?- no le conteste, solo tomé su mano y lo guié hacia mi cama. Nos sentamos y nos mantuvimos callados, podía ver lo impaciente que se estaba poniendo.
-Yo…-aclaré mi garganta-. Quiero ser una como tú- mordí mi labio y esperé a ver la reacción de Edward.
El frunció el ceño confundido, luego sus ojos se volvieron negros violentamente y se levantó de un salto de la cama, caminando por mi habitación como un león enjaulado. Lo escuchaba murmurar cosas, pero no podía entenderlo, hablaba demasiado rápido.
-Edward…-dije temerosa.
-¡No me puedes pedir eso, Bella!-exclamó deteniéndose bruscamente.
-¿Por qué no?- le pregunté un poco molesta.
-¡Por qué no!- pasó una mano por su cabello, jalándolo-. Tú no me puedes estar pidiendo esto, Bella. No ahora, ni nunca.
-¡¿Por qué?- exclamé ahora yo poniéndome de pie-. ¿Qué tiene de malo?
-¿Cómo que, que tiene de malo?- apareció frente a mí y me tomó por los hombros-. No voy a convertirte en un monstruo- dijo lentamente, con voz firme y ojos decididos.
-No es tu decisión- le reté-. Yo quiero estar contigo a tu lado ¿Por qué me niegas eso?
-Te niego convertirte en lo que soy-gruñó zarandeándome un poco.
-¿Y qué harás cuando muera?- solté la pregunta-. ¿Vas a volver a esperarme? ¿Vas a esperar otros noventas años? ¿Cuántas veces vas a repetir la historia, esta conversación?
-Sabes que te esperaría el tiempo que fuera necesario….
-¡Por favor, Edward!- lo empujé lejos de mí y me senté nuevamente en la cama- ¿Acaso no me quieres a tu lado?
-Sabes que si- me respondió entre dientes-. Pero no así. Te seguiré en cuanto pueda.
-¿Qué?- pregunté histérica- ¡Tú no puedes hacer eso!- grité lo suficientemente alto como para que Charlie me escuchara.
Me tapé la boca y esperé a escuchar a mi padre, pero nunca llegó nada. Mi padre tenía un sueño muy pesado. Me giré para mirar a Edward, estaba sentado en mi cama, con su cabeza entre sus manos, negando constantemente.
-No puedo permitir que te mates solo porque yo muera- dije lentamente-. Nunca voy a ser feliz si se que harás eso cuando yo…muera- mi voz se quebró y sentí las lagrimas recorrer mis mejillas.
En menos de un segundo sentí sus brazos rodeándome y apretándome contra su pecho. Mientras sollozaba intentaba quitármelo, que me soltara, pero él simplemente apretaba su agarre, hasta que me cansé de pelear y lo abracé fuertemente, mojando su camisa negra.
-Solo….déjame pensarlo- murmuró contra mi cabeza.
-Ahora- dije contra su pecho.
-Ahora no, Bella-gruñó-. Dame tiempo.
-¿Cuánto?- levanté mi cabeza mirándolo con el ceño fruncido.
-Tiempo-pidió con el semblante triste-. Por favor, solo dame tiempo.
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Después de aquella discusión las cosas no mejoraron mucho como yo pensaba. Cada vez discutíamos más seguido y siempre por el mismo tema. Los demás no querían meterse en ello, pues Edward les había pedido muy amablemente, si se considera con una amenaza, que no se metieran en nuestras discusiones o decisiones.
Lo bueno de todas aquellas peleas era que nos reconciliábamos teniendo buen sexo. Pero luego de esos minutos de amor, todo se terminaba y las peleas retomaban. Yo por apurarlo a que tomara una decisión y él con pedirme más tiempo o negándolo.
Así estuvimos hasta que pasaron cuatro meses. Estábamos en diciembre, pronto a las fiestas de navidad y año nuevo. Había cumplido dieciocho, muy a mi pesar. Los Cullen me hicieron una pequeña fiesta donde recibí muchísimos regalos. Junto con eso la graduación, otra fiesta donde se montó en la casa de los Cullen. Habían sido fechas hermosas y llenas de recuerdos lindos. Sin embargo me sentía mal, la indecisión de Edward me sacaba de mis mejores ánimos.
Hoy me encontraba sentada en el auto de Edward, manejaba hacia el prado, según él quería decirme un par de cosas importantes, cosas que quería decírmelo a solas. Mi ánimo había subido, quizás hoy Edward se animara a convertirme, a pedirme que si quería estar conmigo para siempre, sin tener que preocuparnos por el tiempo.
-Te ves ansiosa- me sonrió mientras besaba mis nudillos.
-Quiero saber qué es lo que me pedirás- reboté en mi asiento.
-Te va a gustas y no- me dio una pista y eso logró ponerme más ansiosa.
Aparcó en el lugar de siempre y me tomó en brazos para llevarnos a nuestro nevado prado. Me depositó en el suelo y tomó mis manos, luego se palmeó sus bolsillos, frunció el ceño y palmeo otros. Luego comenzó a buscar en todos.
-Dame un minuto, me he olvidado algo- besó mi mejilla y desapareció de mi vista.
Caminé por las congeladas flores sintiendo mariposas en mi estómago….
-Así que tú eras la que causó tanto revuelo- dijo una voz a mis espaldas.
Me giré rápidamente y me topé con un joven rubio de ojos rojos. Un vampiro. Cuando parpadeé lo tuve a escasos centímetros de mi cuerpo. Levantó una mano y tocó mi mejilla. Mi respiración se había trabado en mi garganta y mi corazón latía fuertemente.
-Hueles delicioso- deslizó su nariz por mi cuello-. Ahora entiendo por qué te protegían tanto.
De repente sentí unos dientes perforarme la piel del cuello, mi garganta se desgarró por mi grito y sentía como mi sangre era succionada rápidamente y como la vida se me escapaba de mis manos. Todo comenzó a nublarse y volverse negro.
Pero antes de caer inconsciente, pude sentí el grito de Edward. Luego todo se volvió negro.

1 comentario:

  1. Estoy muy emocionada por el siguiente capitulo!Es una historia muy buena!Cuando la vas a seguir?
    Besos

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