jueves, 28 de marzo de 2013

Ninera por toda la eternidad


Bella tiene cinco años, por alguna razon llega a la casa de los Cullen, ellos tendran que cuidarla, pero claro esta que eso significan muchos problemas tanto para ella como para ellos ¿podra sobrevivir dentro de ese ambiente lleno de vampiros?

Por ahora son proyectos que tengo ganas de escribir, algunos ya están empezados; escritos en cuadernos o en la pc. Otros tengo algunas escenas escritas pero quiero hacerlos historias largas, así que voy a ir poniendo imagenes y pequeños summarys :)

ACD 5


Capitulo 5: Final

-¿Qué?- tartamudeó con los ojos bien abiertos.
-Bella- intenté acercarme pero ella me lo impidió levantándose de la cama con las sabanas envueltas en su cuerpo.
-¿Qué acabas de decir?- inquirió entre dientes apretados.
-Déjame explicarte…- le pedí levantando mis manos.
-¿Vas a casarte?- repitió interrumpiéndome.
-Tienes que escucharme- dije intentando acercarme de nuevo, pero ella me aventó con un libro de uno de los estantes.
-¡No te acerques!- gritó- ¿Qué vas a explicarme? ¿Qué apareciste solo para joderme la existencia?- preguntó encolerizada al tiempo que el velador se estrellaba detrás de mi cabeza.
Agradecí a los dioses por su mala puntería, de lo contrario ahora estaría inconsciente en el suelo.
-Dijiste que me amabas- sollozó tapando su cara.
-Es la verdad, Bella- me dolió verla de aquella manera-. Te amo…
-¡No mientas!- gritó furiosa de nuevo y tirándome con otro objeto- ¿Cómo puedes decir que me amas cuando te vas a casar con otra?
-Por eso necesito que me escuches- pedí un poco mareado por sus cambios emocionales.
-¿Qué me vas a decir? ¿Qué fui tu despedida de soltero? ¿Qué me usaste como siempre lo has hecho?- lloró y se dejó caer en el suelo-. Me prometiste que nunca me dejarías.
-Yo…- las palabras se atoraron en mi garganta.
Ella tenía razón ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo le podía explicar que estaba a horas de casarme cuando había hecho el amor con ella y le había prometido nunca dejarla? ¿Cómo le hacía entender que me casaba solo por compromiso y no por amor?
La puerta del cuarto se abrió y cuatro personas entraron gritando el nombre de Bella.
-¿Qué son esos golpes?- inquirió un tipo enorme.
-Es verdad cuando dicen que del amor al odio hay un solo paso- murmuró mirándome con tanto odio que me quitó el aliento-. Te odio.
Se levantó del suelo y salió corriendo de la habitación.
-¡Bella!- la llamé junto con una rubia que salió corriendo detrás de ella, iba a hacer lo mismo cuando dos tipos se pararon en frente.
-¿Cómo entraste en mi casa y qué le hiciste a Bella?- me preguntó un rubio de mirada amenazante.
-Este no es su problema- dije enfadado por su intromisión.
-Bella es como mi hermana por ende todo lo que le pase es de mi incumbencia- dijo el tipo de músculos grandes y aspecto intimidante.
-Es Edward y yo… le di la dirección- dijo una chica de baja estatura mirando al rubio con culpabilidad-. En realidad se lo di a Renée
-¿Alice?- murmuró el rubio con incredulidad- ¿Por qué lo hiciste? Sabías que Bella...
-Sí, lo sé. Pero él… bueno, pensamos con Renée que iba a cambiar si veía a Bella- dijo la chica mordiéndose el labio con nerviosismo.
-Así que tú eres el famoso Edward- dijo el tipo grande con una sonrisa maligna.
-Déjenme pasar, tengo que hablar con Bella- pedí e intenté pasarlos, pero me bloquearon.
-¿Qué le vas a decir, Edward?- me preguntó la chica- ¿Qué has decidido?
Los miré a los tres y por un segundo traté de serenarme y razonar la situación. Ya era tarde, era demasiado tarde para intentar explicarle a Bella, mi vuelo salía en menos de una hora y la boda sería mañana en la mañana. No podía cancelar, no podía hacerle eso a mi novia…
Cerré los ojos y me forcé a aceptar que esta era la última vez que veía a Bella.
-Díganle… que lo lamento- dije al fin y algo dentro de mí se quebró.
La chica negó con la cabeza y salió del cuarto. El grandulón me tomó por la camisa y me estampó contra la pared.
-Te doy diez segundos para que abandones mi casa- me espetó y me soltó.
Tomé mi chaqueta y salí del cuarto rápidamente, no por tenerle miedo a esos tipos, si no por toparme con Bella y lastimarla más de lo que ya estaba. Me metí dentro del auto que había alquilado y manejé a toda velocidad al aeropuerto.
Toda mi vida había estado enamorado de ella, desde que tenía uso de razón era lo más importante para mí.
Al principio cuando éramos solo unos pequeños niños la veía como mi persona quería, preciada, mía. Me encantaba hacerla sonreír, me desvivía por limpiar sus lágrimas cuando tropezaba y caía al suelo, adoraba hacer que sus regordetes cachetes se sonrojaran cuando le besaba la mejilla o cuando tomaba su mano en frente de los adultos y les decía que ella iba a ser mi futura esposa, siempre era su héroe cuando otros niños la molestaban… desde aquel tiempo ella lo era todo para mí.
Cuando teníamos diez años la miraba con otros ojos, miraba más allá de lo que otros podían observar, notaba detalles mínimos como las imperceptibles pecas que adornaban sus mejillas, como su cabello a la luz del sol detonaba tonalidades rojizas, como miraba de hito en hito el suelo para no tropezar y de la nada lo terminaba haciendo, como su ceño se fruncía cada vez que el profesor explicaba algo y ella intentaba comprenderlo, como sus ojos brillaban intensamente cuando entraba a una libraría y el olor a hojas la inundaba… o como mordía su labio cuando estaban nerviosa o mentía. Eran detalles tontos, pero nadie se había percatado de ellos como lo había hecho yo.
Sin embargo mis sentimientos nunca fueron correspondidos, lo supe cuando una vez encontré a Bella llorando en el campus de la escuela, cuando le pregunté que le había pasado ella me dijo que unas niñas no querían ser sus amigas porque pensaban que ella era mi novia, me miró con ojos tristes y llorando dijo que todos nos malinterpretaban, nadie podía creer que nosotros solo fuéramos buenos amigos, casi hermanos… que nunca íbamos a ser nada más. Esa fue la primera vez que rompió mi corazón, sin embargo no dejé de quererla, lo seguí haciendo en secreto.
A los trece años fue nuestro primer beso, aunque ella pensó que lo hacía para ayudarla en realidad me estaba cobrando el anhelarla tanto. Yo sabía que el idiota de Newton andaba detrás de ella, en los vestidores les decía a sus amigos que su nueva conquista iba a ser Bella, veía en ella la madurez y sentimentalismo que Jessica no tenía…quise partirle ese rostro de niña por hablar de mi amiga como si fuera una cosa, sin embargo no podía hacer nada, era algo que Bella quería, la muy tonta había estado embobada con aquel pendejo.
Ese no fue solo una grieta más para mi corazón si no también un golpe duro para mi ego, no había momento en el que me preguntara ¿qué tenía ese idiota que no tuviera yo? Mi cabello era más original que el rubio desgastado de Newton, mis ojos era de mejor color que los azules cielo aburridos… era más alto y corpulento que ese escuálido chico… pero Bella lo quería a él y a pesar de que al principió me negué en ayudarla después lo pensé mejor y me di cuenta de que esta era mi oportunidad para demostrarle cuanto la quería.
Sonreí tontamente y negué con la cabeza cuando recordé mi intento de explicación, en realidad no tenía ni idea de cómo besar, jamás lo había hecho, nunca había besado a una chica, eran mentiras que le decía a Bella con tal de ponerla celosa, cosa que jamás conseguí ya que lo único que me celaba era que yo tenía "citas" y ella no. Mi explicación fue tan patética que por un momento pensé que Bella no me creería, sabía lo que sabía gracias a las telenovelas que mi madre veía, eran tan sobreactuadas que en cierto modo me enseñaron a cómo tratar a una chica antes de besarla. Para ambos ese fue nuestro primer beso y fue el mejor de mi vida… había estado tan nervioso que se me había olvidado todo lo que había visto, no sabía qué hacer, estaba tan perdido como Bella pero cuando nuestros labios se tocaron todo fue… natural, perfecto, único. Era como si siempre nos hubiéramos besado, era algo natural nuestro…
Solté una carcajada cuando recordé la inesperada entrada de mi madre a la habitación y como en un segundo me había apartado de Bella. Esme nos miró sospechosamente y Bella casi nos pone en evidencia por su sonrojo y su aturdimiento, entonces saqué a colación el que ella iba a tener una cita, mi madre se distrajo y nos dejó solos nuevamente… Quise tirarme sobre ella de nuevo y volver a besarla pero me había dicho que no podía asustarla más de lo que debía estarlo. Se suponía que era su mejor amigo, no su novio… Sin embargo a la mañana siguiente cuando ella estuvo por marcharse no pude evitar besarla de nuevo, le estaba dando una despedida a sus labios ya que sería la última vez que los besaría, me excusé patéticamente diciendo que quería cerciorarme de si había aprendido bien… ¡Y vaya que lo había hecho!
Después de su cita me contenté que ella no quisiera saber nada más de Newton, me contó su cita y me reí aliviado de saber que su cita había sido un fiasco y su beso peor, sin embargo no me tranquilicé del todo porque ella siguió teniendo citas con otros muchachos… y cuando menos me lo esperé un día me encaró en su casa, en nuestro tiempo juntos, viendo una película cuando de la nada sacó el tema de "amigos con derechos". En la actualidad no logro ordenar bien como sucedieron las cosas, cuáles fueron las palabras que nos dijimos solo sé que ambos aceptamos y de un momento a otro yo estaba sobre ella, besándola…
Desde ese día nuestra relación cambió, aunque no quisiéramos admitirlo. En aquel tiempo pensé que era la mejor idea que se le pudo haber ocurrido, lo que nunca imaginé es que al final eso terminara arruinando nuestra amistad…nuestra vida.
A los quince años los besos ya no me bastaban y no quería ser yo el que diera mi brazo a torcer al momento de pedir algo más… sentía que si abría la boca terminaría sabiendo lo que sentía y eso sería un rechazo asegurado, y no quería eso, estaba feliz por besarla cuando quería o cuando ella quería, sin embargo me cansó, quería dejar de esconderme por los pasillos, esconderme de todos, quería besarla y decirle lo que sentía… entonces busqué una manera de sacármela del corazón, fue cuando conocí a Angela.
Bella tenía novio, James, un tipo que no era malo, pero tampoco bueno. No me opuse a su relación, y supe que ella se dejó desflorar por él, otra fisura más para mi corazón, ese quería ser yo. Sentía que era mi deber cumplir con eso, pero no pude, estaba demasiado interesado en olvidarla.
Antes de titular a Angela como mi novia fue mi amiga, ella escuchaba mis penas y lamentos y me consolaba de manera tierna y dulce. Nunca le dije quien era la dueña de mis penas, era demasiado arriesgado confesarme con una de sus mejores amigas. Jamás la quise, ni siquiera logré sentir una decima parte que lo que sentía por Bella, pero lo intenté la hice mi novia, fue mi primera vez le entregué todo sin sentimientos amorosos de por medio, pero luego de dos años de un noviazgo "perfecto" ella me engañó y con quien más odiaba.
Nuevamente escogieron a ese muñeco Ken por sobre mí, sé que no tenía derecho a reclamarle nada porque hice lo mismo con ella, dos años engañándola de que la quería cuando en realidad la utilizaba para sacarme a otra de la cabeza. Sin embargo el golpe me dolió, y mucho.
Me puse ciego, loco que no medí lo que hacía hasta que exploté, y con la persona equivocada, pero en aquel momento yo la necesitaba, necesitaba de sus brazos, de su boca, de su voz… de su cuerpo. Y ella me recibió, sin quejas, sin cuestionarme, se dejó hacer y luego me consoló como nunca nadie lo había hecho en mi vida.
Me rendí ante ella y supe que nunca lograría apartarla de mi vida. Ella estaba metida profundamente en mi alma y aunque pasasen miles de vidas ella no se movería ni un centímetro de donde estaba.
Los años siguieron pasando y con ellos nuestro derecho se volvió más descarado, lo convertimos en un tonto juego, pero que nos satisfacía a ambos. La manera en que Bella y yo encajábamos cuando intimábamos daba miedo. Nuestros cuerpos se complementaban de manera absoluta, se conocían a la perfección, no hacía falta decirnos donde tocarnos nuestros instintos eran tan fuertes que hablaban por si solos… Disfruté cada uno de nuestros encuentros, uno mejor que el otro, y me satisfacía saber que ella lo disfrutaba tanto como yo.
Cuando terminamos el secundario y la universidad nos saludaba decidimos, como siempre, seguir juntos. Más allá de mis sentimientos por ella, de amarla, ella era mi amiga de toda la vida y quería seguir estando con ella, y era realmente reconfortante saber que ella quería lo mismo conmigo. Decidimos escoger una universidad que nos pudiera ofrecer a ambos lo que queríamos, sin necesidad de separarnos.
Pero a pesar de estar en el mismo sitio nunca nos veíamos, los tiempos no nos daban, nuestros estudios eran intensos y nuestros cuartos estaban demasiado lejos el uno del otro, lo que significó la ausencia de sexo, abstinencia. Mi compañero de cuarto era un completo bastardo con las mujeres, un buen tipo como amigo, me caía bien, hasta que tuvo que posar sus ojos en Bella. Ella estaba en otro dormitorio con una friki emo que vivía más en la oscuridad de su habitación que en el mundo exterior.
Ambos salíamos de fiesta, juntos, pero volvíamos a nuestros cuartos con otras personas, en ese momento conocía el sexo y estaba casado de la indiferencia de Bella hacia mis sentimientos, entonces busqué motivos para que tuviera celos, dejé de frecuentarla, comencé a verme con otras mujeres y a disfrutar del libertinaje e inconscientemente se convirtió en una especie de quien tenía más conquistas. Bella con sus hombres y yo con mis mujeres.
Hasta que mi térmica saltó y decidí que era momento de dejar las pendejadas y llevarme a Bella lejos. Todo fue a causa de Felix, mi compañero de cuarto, quien, como había dicho antes, se había fijado en Bella. Pero también había sido culpa de ella, tantas veces que le advertí que se fijara en cualquiera menos en mi compañero, un tipo al cual el sexo lo era todo y nada, no se protegía, no se fijaba con quien se acostaba y para empeorar la situación le daba a los dos lados, mujeres y hombres…
Mis celos me volvieron loco y me enfurecí como un demonio cuando la vi salir de la habitación de Felix. Le grité y casi me humillé en decirle mis sentimientos, pero logré camuflar mis celos con "eres como mi hermana" "me preocupo por ti" y toda esa sarta de tonterías, que a pesar de ser verdad, no era exactamente lo que quería demostrar.
Entonces decidimos vivir juntos, tener nuestro apartamento, nada de compartir habitaciones con otros y no vernos por días… Sin embargo eso empeoró la situación… A pesar de que seguimos con el juego que habíamos empezado en nuestro hogar, nuestra relación se deterioró a causa de mis celos… si tan solo ella no hubiera llevado a aquel perro a casa, si yo no hubiera actuado como en verdadero hijo de puta en follar con Victoria en su cama, si tan solo me hubiera tragado mis palabras, si tan solo ella no me hubiera escuchado... todo sería tan diferente
¿Cómo había llegado hasta este extremo? ¿Por qué permití que esto pasara? Se suponía que el venir a California era para gritarle su abandono, para exigirle respuesta de su desaparición, para que pagara por la preocupación y culpa que cada día de los cinco últimos años me carcomía un poco más. Era eso no venir, decirle que la amaba y luego huir como un cobarde, esa no era mi intención, no quería lastimarla más… pero lo hice y ahora la había perdido para siempre.
-¿Edward?
Me giré a la voz que me llamaba, mi padre había entrado en la habitación y parecía estar hace rato hablándome, pero estaba tan sumido en mis pensamientos que no le presté atención.
-Lo siento ¿decías?- lo miré por el espejo mientras acomodaba los gemelos de mis mangas.
Mi padre suspiró y se acercó más. Podía ver en su mirada un poco de reproche, por lo que aparté rápidamente mis ojos y contemplé mi reflejo. Por poco y un gemido de angustia se escapa de mi boca al verme dentro del traje de novio negro y con mi cabello aplacado dócilmente.
-Decía que no hagas esto si no quieres- dijo parándose a mi lado.
-Padre…
-No hace falta ser un lector de mentes para saber que te estás casando por conveniencia- me interrumpió-. Hijo- me llamó y no pude evitar más su mirada-. Desde que volviste estas… triste- frunció el ceño- ¿Qué pasó con Bella?
-Es un tema que no quiero tocar- bufé y giré sobre mis talones, alejándome de mi padre.
Caminé hacia la ventana y miré el espectáculo que había abajo, en el patio. La gente estaba comenzando a llegar y ocupar sus asientos.
-Sabía que volverías, pero pensé que lo harías con ella- dijo con voz serena.
-Esa no fue la intención de mi viaje- no podía decirle a mi padre lo que había hecho, no quería que se sintiera más defraudado de lo que ya estaba.
-Pues yo vi otra cosa cuando te marchaste- murmuró más para sí mismo.
Me giré y lo vi sentarse en uno de los sillones de cuero, cruzó las piernas y me miró fijamente.
-Espero que no pienses que somos tan idiotas como para no darnos cuenta de tus sentimientos por Bella, y viceversa- dijo con una sonrisa.
-¿Qué? ¿Somos?- inquirí sin entender nada.
Mi padre suspiró y negó con la cabeza.
-Todos éramos conscientes de cómo mirabas a Bella, desde siempre, igual ella, aunque se dio cuenta un poco tarde…- dijo alzando una ceja-. Tu madre, Renée, Charlie y yo, siempre lo supimos, pero ustedes nunca se animaron a decir nada, y nosotros optamos por dejarles ese trabajo a ustedes…
-Espera un minuto- le detuve frunciendo el ceño- ¿Bella mirándome a mí?- pregunté con incredulidad.
-Veinticinco años han pasado y tú sigues igual de ciego- bufó y se sentó derecho-. Edward, Bella se moría por ti desde siempre y estoy seguro que se dio cuenta de sus sentimientos antes de que terminaran el secundario- me explicó-. Tú te diste cuenta de mucho antes pero Bella no…
-¡¿Por qué nunca me dijeron nada?- grité encolerizado.
-Nuestro deber como padres es encaminarlos correctamente, proveerles de necesidades materiales y emocionales, pero no debemos meternos en sus vidas, decidir por ustedes ni hacerles abrir los ojos cuando ustedes no quieres hacerlo, por más que nos duela verlos sufrir, es su vida, y tienen que vivirla como a ustedes les parezca- habló con cariño.
-Siempre fuiste demasiado liberal- sonreí con pesar-. Pero eso no justifica que nunca me hayan dado una ayuda…
-Lo hicimos, mejor dicho Renée lo hiso- se pasó una mano por el cabello-. Te dio la dirección de donde encontrar a Bella…
-Me ayudó a último momento- gruñí y apreté los puños- Ya tenía todo planeado no podía…
-Si puedes, aun estás a tiempo de hacerlo- se levantó del sillón y caminó hacia la puerta-. Los padres quieren que sus hijos sean felices, y sé que esta no es tu felicidad- me miró unos segundos y luego se marchó, dejándome solo.
¿Por qué mierda me decía esto ahora? ¿Por qué no me ahorraron esto antes? ¿Por qué los estoy culpando cuando el error siempre ha sido mío? Gruñí y golpeé la pared con mi puño, era un maldito hijo de puta. Ya había lastimado a Bella para siempre, no podía hacer eso con Tanya…
-¡Oh, dios. Tanya!- gemí y entré en pánico.
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Victoria se había sentado sobre mis piernas y sus uñas acariciaban mi cuero cabelludo, lo que realmente quería en ese momento era apartarla de un empujó y darme de cabezazos contra la pared. Había sido una mierda con Bella y ni siquiera era capaz de pedirle perdón. Sabía que el que estuviéramos distanciados era a causa de mi orgullo herido. Tantas veces que intenté hablarle, pedirle disculpas, arrodillarme a que me perdonara por mi desconsideración, pero siempre me retractaba al último segundo, y todo porque a mi mente llegaban los recuerdos de Bella gimiendo, Bella sobre aquel tipo besándolo en el bar, Bella siendo montada en su cama a puertas abiertas mientras yo miraba con el corazón a cien metros bajo tierra, aun ese recuerdo lograba revolver mi estómago.
Aquello me motivó a decirle un millón de mentiras que solo eran palabras sin sentido, totalmente lejanas a la realidad, y nunca esperé a que ella me escuchara.
Cuando llegué a alcanzarla ella ya se había montado en su destartalado auto y se había marchado. Pasaron las horas y ella no volvía a casa, la llamé pero nunca me contestó, me volví loco de preocupación de que algo le hubiera pasado y llamé a Renée, a pesar de que ella me decía que Bella se había ido y que no sabía a donde yo estaba tranquilo de que estuviera viva. Pero luego la culpa me embargó. No volví a verla por cinco años, no tenía noticias de nada, solo que estaba bien, que era feliz y que no quería saber de mí…
Caí en la depresión y traté de decirme que la olvidara, que ella no iba a volver y tampoco me iba a perdonar.
Terminé con la universidad y me hice medico general.
El hospital de Seattle me abrió las puertas y comencé a trabajar, pero solo era por hacer algo. Mi cuerpo estaba en la tierra pero mi cabeza estaba en cualquier otro lado, y mi corazón se había ido con Bella. Pensé que pasaría mi vida solo, y me lo merecía por el daño que le había causado a la persona que amaba, fue entonces que apareció Tanya.
En aquel entonces ella era una enfermera en práctica, aun no obtenía su titulo, la conocí y ella trató de hacerme volver a como era antes. Es una mujer hermosa, de cabello rubio rojizo, unos electrizantes ojos azules, un cuerpo esbelto y curvilíneo, sin embargo no era más que eso, una mujer. Admiraba su esfuerzo por hacerme sonreír o que hablara de mí, intentó alejarme del pasado y pensar en un futuro. Ella se enamoró de mí, pero nunca le correspondí y ella lo sabe, sin embargo ella insistió en que debía darle tiempo al tiempo... y lo intenté la convertí en mi amiga, en mi amante, en mi novia y ahora futura esposa…
La música comenzó a sonar logrando que pegara un brinco en mi lugar. Mis ojos se enfocaron y caí en cuenta de que estaba parado en el altar, con los padrinos a mi lado, el cura detrás y las madrinas al lado de donde iría Tanya. Mis familiares y amigos ocupaban sus puestos en las sillas, al igual que los familiares de Tanya. Una larga y roja alfombra se extendía por el pasto hasta la entrada de la puerta del patio de la casa de Tanya. La puerta trasera se abrió y salieron mi suegro y Tanya.
Contuve la respiración al verla, estaba hermosa, no cabía duda, pero ella se veía tan… ¿verde? Podía ver su frente perlada y estaba seguro que no era el maquillaje, sus ojos estaban abiertos por el miedo… Estaba realmente nerviosa.
Su padre la acompañó de una manera tal lenta que se me hacía eterno cada paso. Cuando por fin llegaron Eleazar me entregó la mano de su hija y me miró con una extraña expresión, le di las gracias y ayudé a Tanya a subirse al altar. La sentí temblar y sus ojos rehuyeron de los míos. Su mano se apretó fuertemente a mi brazo y nos giramos para encarar al sacerdote. El hombre nos sonrió y comenzó con su discurso.
No escuché nada, no era consciente de nada a mi alrededor, solo tenía en mente a Bella, de todas las edades, de su voz llamándome, de sus ojos mirándome con cariño, du sus manos tomando las mías, tocando mi cara, mi cuerpo…, de su boca sonriéndome, de su voz diciéndome que me amaba…
-Si hay alguien que se oponga que hable ahora o calle para siempre- lo escuché decir al sacerdote y pronto todo tuvo sentido.
De inmediato me gire hacia Tanya y la contemplé un tanto aturdido de que ella hiciera lo mismo. Abrí mi boca pero ella me interrumpió chillando.
-¡No puedo hacerlo!- me miró con culpa-. Lo siento, Edward. Pero no puedo hacerlo… yo… no te amo- tapó su cara con sus manos y sollozó dolorosamente.
Un coro de jadeos y de "oooh" llenó el ambiente.
-¿Qué?- pregunté aturdido.
-Lo siento, de verdad. Es que…- sollozó de nuevo-, pensé que te amaba pero conocí a alguien más y bueno…
Un gritito de angustia soltó alguien de nuestros espectadores al tiempo que otro gritó "¡Abuela!" y vi por el rabillo del ojo como un grupo de gente se agrupaba en la fila de adelante. Yo no podía despegar los ojos de Tanya quien lloraba desconsoladamente.
-¿Estás diciendo que no vamos a casarnos?- dije y sentí como los costados de mi boca se estiraban en una sonrisa.
-¿Edward?- me miró confundida y con un poco de miedo.
-¡Gracias!- exclamé y tomé su rostro en mis manos y besé repetidamente su boca, dejándola más atónica de lo que estaba.
La solté y salí corriendo hacia donde estaba mi familia, mi madre se lanzó sobre mí y me abrazó fuertemente.
-¡Oh, Edward!- se apartó y me miró con ojos brillantes- ¡Estoy tan orgullosa de ti hijo!
-¡Esme!- exclamó Renée- Acaban de plantarlo en el altar ¿y tú le dices que estas orgullosa?
-Como sea- le resté importancia y miré a Renée atentamente.
-¡Oh, no, niño!- me miró con horror-. No me mires así porque no pienso decirte nada.
-Por favor, Renée- supliqué tomando sus manos-. Esta vez es la definitiva.
-Te di tu oportunidad y tú la desaprovechaste- se negó quitando sus manos, se cruzó de brazos, mirando hacia otro lado.
-Renée- habló Charlie por primera vez y tomó la mano de su esposa.
-¡No, Charlie!- gritó molesta-. Bella ya ha sufrido demasiado.
-Y él también- dijo mi padre pasando un brazo por mis hombros-. Creo que es tiempo de que se den un respiro… Juntos.
Renée me miró de arriba abajo con el ceño fruncido, luego miró a mi madre quien tenía las manos entrelazadas y la miraba con suplica…
-Te odio- le rugió a mi madre y luego suspiró-. He de decirte que llegas tarde, el avión de Bella despegó hace una hora.
-¿Avión?- inquirí con las esperanzas en el suelo.
-Se fue a Londres- dijo Charlie, ganándose una mirada fulminante de su esposa-. Le ofrecieron trabajo allí, lo siento…
-¡Demonios!- pasé una mano por mi cabello y miré a mi alrededor.
Todo era un poco caótico, la gente estaba parada y hablaban con respecto a lo que había pasado, Tanya y su madre estaban discutiendo en el altar, ambas estaban coloradas por el enojo, el padre de Tanya se encontraba abanicando a una señora en el suelo, supuse que se trataba de la señora a la que gritaron "abuela".
Miré de nuevo a mi familia y pensé en lo que los había hecho pasar, no podía simplemente ahora quedarme aquí sabiendo que ella se estaba yendo. Ya dejé que una vez se escapara no iba a permitirlo una segunda vez…
-Necesito que llames al aeropuerto y reserves el primer vuelo que haya hacia Londres- le dije a mi padre.
-¡¿Qué?- chilló Renée escandalizada.
-Bien- asintió mi padre y sacó su celular.
-Necesito un auto- dije más para mí mismo y delante de mis ojos apareció un juego de llaves, miré hacia arriba y me encontré con la mirada de Charlie.
-Trae a mi hija de vuelta- pidió con una sonrisa.
-Gracias- le dije con sinceridad, mientras tomaba las llaves.
-Escúchame, Edward- me gruñó Renée acercándose amenazadoramente-. Te conviene no volver sin mi hija de lo contrario sufrirás de la peor manera- dijo hincando un dedo en mi pecho.
-Lo prometo- le juré con solemnidad.
-Te tengo una reserva lista, el avión sale en una hora- dijo Carlisle cerrando su móvil.
-Gracias- dije y salí corriendo, no sin antes escuchar a Charlie decir "gané" y a mi padre bufando.
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BELLA POV
Miré el cielo encapotado de Londres, era un día frío, oscuro y lluvioso como mi alma, pensé deprimiéndome aun más.
Abrí mi paraguas y salí de la librería. Hacía doce horas que había llegado a Londres, unas ocho horas de viaje y el resto de instalarme en el hotel. La propuesta de trabajo la había tenido hacía un mes atrás, sin embargo no la tuve en cuenta, no quería separarme de mis amigos y mucho menos de mi familia… pero no lo dudé ni un segundo cuando Alice me lo propuso ahora…
No quería saber nada con estar en aquel lugar donde Edward había aparecido y se había marchado para no volver nunca más.
Suspiré pesadamente y me pregunté qué estaría haciendo él. Una mueca de disgusto se apoderó de mi cara… de seguro estaba ya viajando a algún lugar paradisiaco con su mujercita para pasar una ardiente luna de miel.
-¡Mierda!- gruñí al darme cuenta que metí mi pie dentro de un charco de agua- ¡Estúpido pie! ¡Estúpido charco! ¡Estúpido Edward Cullen por distraerme y meter mi estúpido pie en el estúpido charco!- vociferé y en respuesta escuché una masculina risa.
Todos mis nervios se tensaron, mi cuerpo se envaró. Era increíble como mi cuerpo lo reconocía, como lo sentía sin siquiera mirarlo… sentí miedo y mi cuerpo tembló de anticipación. Luego recordé que era imposible que él estuviera aquí, mi cuerpo se relajó cayendo en la cuenta de que mi cabeza me estaba jugando una mala pasada.
Apreté la bosa de mi mano e iba a retomar mi paso cuando escuché su melodiosa voz llamándome. Negué con la cabeza, más nerviosa que antes y comencé a caminar más rápido.
-¡Bella!- gritó y una mano tomó mi brazo y me obligó a girarme.
Mi paraguas cayó al suelo al igual que la bolsa, la lluvia cayó directamente sobre mí empapándome en pocos segundos. La respiración se atoró en mi garganta al verlo frente a mí. También estaba empapado, con su ropa pegada al cuerpo, se le veía agitado y ansioso.
-¿Edward?- pregunté sin poder creérmelo.
-Bella, yo…
-¡¿Qué mierda haces aquí?- le cuestioné soltándome de su agarre- ¿Por qué me seguiste? ¿Qué es lo que quieres? ¿Acaso no te bastó con joderme la última vez?- inquirí molesta.
El dolor que sentía antes fue reemplazado por rabia, ira, enojo. Había puesto un continente a distancia para apartarlo de mí, de mi vida, de mi corazón y él se empeñaba en seguirme ¿Para qué?
-¡¿Qué es lo que quieres de mí?- grité golpeando su pecho.
-Que me perdones y te quedes conmigo- dijo aprisionando mis muñecas con sus manos, apartándolas de su pecho-. Soy un grandísimo idiota, un mal nacido por todo lo que te hice pasar- soltó mis muñecas y tomó mis manos-, se que ni con un millón de disculpas bastaran para curar las heridas que te causé, nada justificará mi actuar, pero quiero que sepas que siempre te amé y siempre te voy a amar, no soy perfecto y en el futuro seguiré cometiendo errores, pero mi amor por ti es eterno.
-Dame un motivo por el cual deba considerar tu confesión- intenté que mi voz sonara dura y no que se viera afectada por sus palabras.
Edward sonrió y se apartó un poco, soltó una de mis manos y se señaló.
-Acabo de ser humillado con que mi novia me dejara plantado en el altar, me ganó la mano- soltó un suspiró y negó con la cabeza, entonces reparé en su ropa… mi boca se abrió por la sorpresa y los ojos casi se salen de las cuencas, llevaba su traje de novio…-Me humillé con correr al aeropuerto sin cambiarme, tuve que soportar todas las miradas en el avión y cuando corría hacia aquí, estoy empapado hasta el hueso y te he dicho lo mucho que te amo- tiró de mi mano y me estrechó contra su cuerpo, escondiendo su cara en mi cuello-. Creo que acabo de darte más de una razón para que me perdones y seas mía.
-No estoy segura- dije aturdida.
En solo dos días mi vida había dado tantos giros que estaba mareada y no sabía qué hacer. Amaba a Edward, de eso estaba segura, nada ni nadie me haría sentir lo contrario, sin embargo aun sentía el viejo dolor de sus palabras de aquella noche, aun siento la traición de escucharlo decir que se iba a casar cuando se me había prometido estar conmigo, pero…
-Me amas como yo te amo- se apartó y tomó mi rostro entre sus manos-. Solo di que si Bella- me rogó y sin perder tiempo estampó sus labios en los míos.
Cerré mis ojos y disfruté de la suavidad de su boca, de cómo el agua golpeaba mi rostro y como ya no sentía frío… mis manos fueron a su cabello y lo tironee para apartarlo.
-Creo que aun no me quedó del todo claro- dije abriendo los ojos y mirándolo, sus ojos cambiaron del dolor a la pura alegría-. Bésame de nuevo.
Edward soltó una fluida carcajada y volvió a besarme.
No sé por cuánto tiempo estuvimos así, besándonos abrazados bajo la lluvia diciéndonos lo mucho que nos amábamos.
Edward tenía razón, en el futuro cometeríamos errores, no éramos perfectos, pero al menos estaríamos juntos para afrontar esos errores, estaríamos juntos para perdonarnos y tratar de no repetirlos, ya no más escapadas, ya no más secretos, ya no más juegos tontos… a partir de ahora comenzaba nuestro futuro juntos.
A partir de este segundo dejé de ser su amiga con derechos para pasar a ser la mujer de su vida.

ACD 4


Capitulo 4: 25 años

-¡Feliz cumpleaños, Bella!- gritaron al tiempo que saltaban en mi cama.
Grité asustada e intenté salir corriendo, pero dos cuerpos se tiraron sobre mí, impidiendo que escapara.
-¡Largo!- les ordené golpeándolas con la almohada.
Ellas se rieron y comenzaron a cantarme el "feliz cumpleaños" a la vez que saltaban en mi cama, sin importarles que me pisaran y patearan.
-Veinticinco años- dijo Alice saltado de la cama y metiéndose en mi armario.
-Ya estás vieja- se rió Rosalie acostándose a mi lado.
-Tenemos la misma edad ¿recuerdas?- la fulminé con la mirada.
-Yo no me comporto como una vieja, tu si- se carcajeó cuando le tiré una almohada.
-¿Qué hacen aquí?- inquirí enojada
-Vinimos a festejar tu cumpleaños- dijo la enana saliendo de mi armario con cara de disgusto- ¿Cómo es posible que no tengas nada de ropa?
-Si la tengo, pero nada es de tu agrado- rodé los ojos y solté un suspiro-. Ya les he dicho que no me gusta festejar mi cumpleaños.
-Para tu mala suerte nos tienes a nosotras dos como tus mejores amigas- dijo Rosalie sonriéndome.
-Además de que nos encanta hacer lo que más odias- se rió Alice.
-Me he dado cuenta de eso- les rodé los ojos.
-Vamos, Bella- suspiró Alice-. Queremos celebrar tu cumpleaños como dios manda.
-Ustedes saben por qué no quiero- cerré mis ojos y traté de evitar que los sentimientos y pensamientos me embargaran.
-Por eso tratamos de animarte- Alice tomó mi mano y le dio un cariñoso apretón.
-Ya han pasado cinco años y no logras superarlo- dijo Rosalie repitiendo la acción de Alice-. Es nuestro deber ayudarte y apoyarte.
-Ahora recuerdo por qué las amo- me reí con ellas y les devolví el apretón de mano.
-Bien, es hora de levantarse- dijo Rosalie poniéndose de pie-. Alice, búscale algo decente para ponerse- le ordenó y la enana se levantó de un salto. Luego me miró a mí-. Te metes a bañar, desayunas y nos vamos.
-¿A dónde?- pregunté temblorosa, ya imaginaba a donde iríamos.
-Tenemos que comprarte ropa para esta noche- dijo caminando hacia la cocina-. Si te portas bien la salida será rápida.
Solté un quejido y quise tirarme al suelo como niña pequeña con berrinche, odiaba salir de compras con ellas, era toda una tortura. Tomé una toalla limpia y arrastrando los pies me metí dentro del baño, no sin antes darle una mirada a Alice, nuevamente estaba haciendo desastres dentro de mi armario. Las quería mucho a las dos, pero había veces en las que deseaba ahorcarlas.
Las había conocido al primer mes de estar en ese lugar. Después de toda la historia con Edward, viajé durante dos días hasta toparme con este hermoso, cálido y soleado estado, California. Al principio pensé que sería un cambio demasiado radical en mi vida, pero con el tiempo me di cuenta que era lo que necesitaba.
Me hospedé en una pensión bastante desgastada pero la casera y la gente que vivía ahí adentro eran realmente amables y buenas. Conseguí dos trabajos para poder pagarle la renta y ahorrar un poco antes de retomar mis estudios. A la mañana trabajaba en una librería que quedaba a la vuelta de la pensión y durante la tarde era camarera en un bar del centro de la ciudad. Fue en esos dos lugares donde conocí a mis amigas.
Una mañana mientras acomodaba uno de las librerías las encontré a las dos discutiendo sobre una revista de moda. La primera impresión que tuve de ellas fue que parecían estrellas de cine.
Rosalie es alta, escultural, hermosa, rubia y de carácter fuerte. Alice era pequeña, pero muy hermosa, morena y demasiado hiperactiva, era la Tinkerbell en carne y hueso, en versión morena. Eran tan diferentes y parecidas a la vez que parecía extraño que se llevasen bien.
Cuando dejaron de discutir se acercaron al mostrador y pagaron la revista, en cuanto me vieron supieron que no era de la zona, me cuestionaron hasta intimidarme. Esa misma tarde, cuando entré al trabajo de camarera, las encontré de nuevo, de ese momento no nos hemos vuelto a separar.
Al principió pensé que no podría ponerme a la altura de ellas, no era hermosa y no tenía nada de especial para llamar la atención, solo era una más del montón, sin embargo logré complementarme con ellas... abrí el grifo de agua y lo regulé a una temperatura agradable, me quité la ropa y me metí bajo el agua. Después de quince minutos estaba bañada y despierta. Salí de la ducha y me envolví con mi toalla, saliendo a mi habitación donde ya estaba mi ropa preparada.
-¡Teléfono!- gritó Rose entrando en mi cuarto. No pude evitar que mi estómago se contrajera por el miedo-. Es tu madre- rodó los ojos.
Tomé el aparato y me lo puse en la oreja, aun la sensación de malestar no se iba.
-¿Hola?
-¡Feliz cumpleaños, Bella!- gritó mi madre.
-Gracias, mamá- sonreí y cambié el aparato a la otra oreja.
-Tu padre también te manda felicitaciones- dijo y escuché a mi padre gritar de fondo. Me reí y negué con la cabeza- ¡Oh! Esme y Carlisle también.
Me tensé de inmediato al escuchar sus nombres. No era que tuviera problemas con ellos, jamás podría disgustarme pero cualquier cosa que estuviera relacionada con Edward me ponía a la defensiva.
-Mándale saludos de mi parte- dije en voz baja- ¿Cómo están ellos?- pregunté por educación.
-Están bien. Ansiosos porque vengas a visitarlos- dijo alegremente-. Están preocupados por ti, llevan años sin verte…
-¿Lo dices por ellos o por Edward?- pregunté enojada. Mi madre tenía la costumbre de sacar a colación el tema cuando sabía que lo odiaba.
-Lo digo por todos, Bella- dijo soltando un suspiro.
-Mamá, ya hemos hablado de esto- pasé una mano por mi cabello intentando tranquilizarme.
-Deberías de escucharlo, hija. Ralamente está muy arrepentido…
-Ya me dejó bastante en claro lo que pensaba de mí- bufé. La rabia que sentía por él estaba comenzando a salir de nuevo, junto con las lágrimas.
-No debería de juzgarlo antes sin escuchar lo que él tiene para decirte- siguió con voz maternal.
-Es mi cumpleaños y lo que menos quiero es hablar de él- le espeté.
-Solo te estoy aconsejando hija, ya han pasado cinco años, él se dio cuenta de su error y está arrepentido.
-Pero el daño ya está hecho- murmuré sin dar mi brazo a torcer.
-Eres tan terca- bufó-. De todos modos, aun estas a tiempo de arreglar las cosas… quizás mañana ya sea muy tarde.
-Hablas como si fuera a morir- me reí y el nudo se apretó aun más.
-Puede ser peor- susurró más para si misma que para mí-. Recuerda lo que te dije- dijo al final.
-Gracias- sonreí triste-. Los extraño.
-Y nosotros a ti, cariño. El próximo fin de semana estaremos por allá.
-Los estaré esperando- dije en modo de saludo y corté la llamada.
Me quedé mirando el aparato por un largo tiempo, por alguna razón las palabras de mi madre quedaron retumbando en mi cabeza. Era extraño, ella nunca había hablado así antes. Es decir, siempre me hablaba de él, me aconsejaba a escucharlo, a que le diera una nueva oportunidad, pero ahora era diferente, era como si me estuviera advirtiendo de algo.
Por más que le daba vueltas al asunto no entendía el significado de sus palabras. Era más de lo mismo "está arrepentido" "todo el tiempo pregunta por ti" "quiere que vuelvas" "dice que lo lamenta". Mi madre se había confabulado con él y trataba de con cada llamado hacerme sentir responsable de la desgracia que él estaba pasando.
Desde había cinco años no sabía nada de él, tampoco me preocupaba por preguntarle a mi madre, no quería saber nada y sigo sin querer hacerlo. Rosalie piensa que estoy exagerando, que ya ha pasado demasiado tiempo para olvidarlo y dejar el pasado atrás, pero me era imposible. Nadie entendería jamás lo mucho que llegué a amarlo y lo duro que fueron sus palabras y acciones.
Edward había sido mi amigo de toda la vida, mi compañero en todo, cinco años no eran nada a comparación a toda la vida que compartimos juntos. No podía olvidarlo de un día para el otro, pero si podía odiarlo…
-¡Bella!- gritaron en mi oído y la taza que tenía en mis manos cayó a la mesa, volcando todo el contenido.
-¡Mierda, Alice!- le gruñí levantándome a buscar un trapo-. ¿Qué demonios te pasa?- le miré encolerizada.
-Eso nos estábamos preguntando nosotras- dijo Rosalie mirando una revista-. Has estado callada y pensativa desde que saliste del baño- levantó sus hermosos ojos, clavándolos en los míos- ¿Qué te dijo tu mamá?
-Nada importante- suspiré y me serví otra taza de café-. Lo mismo de siempre- me encogí de hombros- ¿Qué tienen planeado hoy?- pregunté desviando el tema de conversación.
Ellas se miraron con una sonrisa cómplice y luego me miraron de manera maligna.
-¡Fiesta!- gritaron las dos a la vez.
-¡No!- chillé horrorizada-. Nada de fiestas alocadas en mi apartamento- les advertí.
-Eso ya lo sabemos, Bella- dijo Rose rodando los ojos-. Así que le pedimos a unos amigos que nos prestaran su casa.
-¿Amigos?- inquirí arqueando una ceja.
-Jasper y Emmett- ambas se rieron tontamente y sus miradas brillaron-. Y por supuesto Riley.
Me reí y negué con la cabeza, habíamos conocido a los chicos hacía un año, exactamente para el cumpleaños de Alice. Las tres habíamos salido a celebrarlo a un bar que Alice quería ir. Ellos estaban sentados cerca de nuestra mesa y se había pasado horas mirándonos y riendo, hasta que se animaron y se acercaron a nosotras. Nos compraron bebidas y compartimos un buen momento. Alice y Jasper congeniaron de manera inmediata, se miraban a los ojos como si hubieran descubierto la luz, era romántico y daba gusto verlos, en cambio Rosalie y Emmett era pura química sexual, chispas de lujuria se escapaban de ellos con solo una mirada, eran intimidantes y hasta grotescos verlos, parecían follarse con la mirada. Riley y yo… no congeniábamos como él quería, pero no era su culpa, era mía y mi problema de un amor no superado. Era un chico bueno, atento, guapo y encantador, pero no era lo que yo quería…
-O sea que iremos a destrozar su humilde morada- me reí.
-Ellos se ofrecieron cuando se lo comentamos- dijo Alice a la defensiva-. En especial Riley.
-Si, es muy atento- desvié la mirada sabiendo a donde iba la conversación.
-Y muy guapo…
-Y está muy enamorado de ti- añadieron las dos a la vez.
-Y a mí no me interesa- les corté- ¿A qué hora debemos ir?
-A media noche- aplaudió Alice-. Tenemos todo el día para prepararte.
-¡Oh, no!- lloriqueé, había olvidado el gran detalle.
-¡Compras!- chillaron y me tomaron de los brazos, sacándome a volantas de la casa.
Rosalie condujo hacia el centro comercial como una posesa, en cuestión de segundos nos encontrábamos en la entrada. Me arrastraron a la primera tienda, que era de vestidos.
-Buenas tardes, señoritas- dijo la dependienta- ¿En qué puedo ayudarlas?
-Vestido, corto, ajustado y sexy- dijeron las dos a la vez.
No pude más que suspirar y dejarme hacer.
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Aparcamos en la entrada del garaje de la casa, era el único espacio vacío, había autos hasta arriba del jardín. Bajé con dificultad del auto, los tacos más la mini falda me hacían imposible el maniobrar mi cuerpo. Con cada paso que daba el vestido se subía un centímetro, en menos de diez pasos terminaría desnuda.
-¡Deja de tironear el vestido! ¡Lo romperás!- me regañó Alice golpeando mi mano.
-Lo haría si dejara de subirse ¡mierda! Putos tacos- gruñí desenterrando un taco de la tierra.
-Deja de quejarte, vieja- se burló Rosalie tocando la puerta.
-¿Crees que nos escuchen?- pregunté al escuchar el ruido ensordecedor de la música.
Antes de que pudieran responderme la puerta se abrió y ante nosotras apareció una enorme masa de músculos.
-¡Feliz cumpleaños, enana!- gritó Emmett envolviéndome en sus enormes brazos. Apretándome fuertemente y levantándome del suelo.
-Gracias- logré decir ofuscada.
-¡Le arruinas el vestido!- chilló Alice golpeándolo.
El grandulón me depositó en el suelo y me admiró desde todos los ángulos, silbando por lo bajo.
-¡Wow!- exclamó-. Estás preciosa, Bella.
-Gracias- murmuré y sentí como la sangre se agolpaba en mis mejillas.
-¿Piensas saludarme o estoy pintada?- le espetó Rosalie, haciéndose notar.
El ambiente de inmediato se cargó de tensión sexual. Emmett la miró de arriba abajo y su miraba cambió a una llena de lujuria y deseo. En menos de un segundo los dos se unieron en un fogoso beso. Alice tomó mi mano y me arrastró adentro, dejando a los ninfómanos en el porche.
La casa estaba llena de gente, en su mayoría de desconocidos, pero todos me felicitaron con un beso y un abrazo. Les sonreí a todos y les agradecí.
-¡Jazzy!- chilló Alice y salió corriendo.
Jasper la esperaba con los brazos abiertos y la recibió con un caluroso abrazo, luego la besó en los labios tiernamente. Aparté mi vista, sintiéndome incómoda de repente. Esos dos siempre lograban intimidarme con sus demostraciones de afecto. No eran para nada desaforados como Rosalie y Emmett, pero eran tan únicos cuando estaban juntos que te daba la sensación de ser un completo intruso en su burbuja.
Me sobresalté a sentir una cálida mano en mi mejilla, pensé que era Riley pero respiré aliviada al ver que era Jasper.
-Feliz cumpleaños, pequeña- me felicitó abrazándome cálidamente.
-Gracias- sonreí y me aparté para verlo.
-¿Cómo estás?- me preguntó mirándome con preocupación.
-Bien- asentí con una sonrisa, pero él alzó una ceja sin creerme-. Sobrellevándolo- me encogí de hombros y miré hacia otro lado. Odiaba cuando Jasper me analizaba.
-Riley ha tenido que salir de la ciudad por un trabajo- dijo intentando atraer mi atención.
-Bien por él- respondí sin ánimos.
-Creo que deberías de darle una oportunidad- comentó mirando a Alice, que se acercaba con unas bebidas en la mano.
-Yo creo que no- negué.
Alice llegó y me entregó un vaso.
-Hoy te olvidaras de todo y te divertirás- dijo levantando su vaso en lo alto.
-Claro ¿Y luego quien nos lleva a casa?- arqueé una ceja, sabía que Alice y Rose eran bebedoras, y siempre era yo la que manejaba cuando ambas estaban borrachas.
-Bebes o te hago beber yo- dijo amenazante y estrechando sus ojos.
-Bien, bien- acepté y levanté mi vaso-. Por mi cumpleaños.
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Subí las escaleras a trompicones, pero la culpa no era mía, era de los estúpidos escalones que se movían, agradecí a dios el no llevar los tacos, de lo contrario ahora estaría en el suelo con el cuello quebrado. Llegué al pasillo del primer piso y me metí en la primera habitación, era el baño y ya estaba ocupado. Había una pareja follando como conejos, ni se inmutaron al verme tambaleante.
-Lo siento. Mi culpa- me reí y cerré la puerta.
Me tambaleé hacia la otra puerta y esta estaba trancada, muy inteligente, no querían que los interrumpieran, lo más seguro era que se tratase de Jasper y Alice. Seguí caminando hasta el final del pasillo, abrí la última puerta, esta vez la habitación estaba vacía. Me metí y la cerré.
La música seguía retumbando y la gente gritaba y se divertía, pero yo no podía ni mantenerme en pie, había bebido sin parar y ahora lo único que quería era acostarme y dormir. Me tiré en la cama sin quitarme el vestido, apenas mi cabeza tocó la cama sentí mis parpados pesarme, pero alguien abrió la puerta, irrumpiendo.
-Fuera. Váyanse a follar a otro lado- dije sin mirar levantarme.
La puerta se cerró nuevamente, sin embargo sentía una presencia detrás de mí.
-¿Bella?
Mi corazón se paralizó y mis ojos se abrieron desmesuradamente al reconocer esa voz. Como si fuera un resorte me levanté de la cama y lo encaré.
Él estaba allí, parado en la puerta mirándome con asombro. Estaba tan hermoso como siempre, vestido con ropa casual, un pantalón jean y una camisa negra que se ajustaba a su cuerpo. Su cabello se veía igual de desordenado, un poco más corto quizás…
-Edward- su nombre se escapó de mis labios es un suspiro.
No daba crédito a que estuviera aquí, en California.
-Por fin te encuentro- salió de su estupor y sonrió ligeramente acercándose un paso.
-¡No te acerques!- le espeté pegándome contra la pared.
Estaba asustada, aterrada, no estaba en mis planes volver a verlo, mucho menos esta noche. Las emociones que habían estado durmiendo en mi interior saltaron de la caja, felices de ser liberadas de nuevo. Su expresión cambió drásticamente, de la sorpresa al dolor, tristeza.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?- le espeté recuperando el control.
-¡Dios! ¿Has estado aquí todo este tiempo?- inquirió sin creerlo.
-Te he hecho una pregunta- apreté los puños, tratando de calmarme.
-Me lo dijo Renée… aunque no estaba del todo contenta- dijo frunciendo el ceño.
-Esa traidora- gruñí y juré mentalmente que me las pagaría.
-No sabía que estabas en este lugar, Bella. Si lo hubiera sabido desde el principio te habría buscado- pasó una mano por su cabello- ¿Por qué te fuiste de esa manera? ¿Por qué te escondiste de mí? ¿Tienes una mínima idea de lo preocupado y desesperado que he estado?
-¿Te atreves a preguntar por qué?- abrí mis ojos sin poder creer lo que escuchaba- ¿Acaso olvidaste que me dijiste que era intolerante, molesta, agotadora, jodida, un dolor de cabeza… un grano en el culo? Yo recuerdo perfectamente cuando se lo decías a esa perra mal teñida…
-Me escuchaste- susurró y negó con la cabeza-. No lo dije en serio, jamás podría pensar así de ti, pero estaba tan…
-Ahórrate el discurso, Cullen- le interrumpí-. Aquel día me demostraste lo que pensabas y sentías por mí.
-No hables de mis sentimientos como si los conocieras- se tensó de inmediato, poniéndose a la defensiva.
-Por supuesto que los conozco- rodé los ojos-. He vivido casi toda mi vida contigo, te conozco perfectamente.
-Si lo hicieras sabrías que todo aquello fue un arranque de enojo- exclamó enfadado-. Estaba furioso contigo por haber estado con ese perro…
-¿Y tu manera de demostrarlo era follar con esa en mi cama? ¿Humillarme como lo hiciste? ¿Así demuestras cuanto te importo?- inquirí con voz temblorosa, el llanto estaba ganando terreno.
-Lo de Victoria fue una inmadurez de mi parte y no sabes cuan arrepentido estoy- cerró los ojos, tomó aire y apretó el tabique de su nariz-. Supe el daño que te hice cuando follé con Victoria en tu cuarto- abrió los ojos y me miró con tristeza-. Quise disculparme, sabes cuánto odiaba estar peleado contigo, pero te recordaba gimiendo con ese…- las palabras se le trabaron y volvió a cerrar los ojos.
Yo ya no sabía que decir, aun estaba atontada por tenerlo frente a mí, por tener la conversación que hacía años nos debíamos. Se veía tan desesperado y triste que tenía deseos de consolarlo, aliviar el dolor que sentía, pero a su vez disfrutaba verlo así, me alegraba el saber que estaba pagando por lo que me había hecho.
Él había roto mi corazón en más de una oportunidad, pero la última vez fue la definitiva…
-Escuché cuando cerraste la puerta del apartamento- continuó hablando, sin mirarme-, sabía que eras tú, y quise ir detrás de ti, pero me lo impidió, me retuvo el tiempo suficiente para evitar el que te alcanzara…- levantó la cabeza y se acercó un paso-. Te llamé pero nunca contestaste, eché a Victoria y esperé a que llegaras, pero nunca lo hiciste- se acercó otro paso-. Llamé a Renée pensando que estabas allí, que estabas escondida ahí, pero ella me dijo que te había ido y no sabía a dónde, y aunque lo supiera no iba a decirme…
Siguió acercándose hasta acorralarme contra la pared, no podía moverme sus ojos y su voz me tenían en trance…
-Me desesperé y le rogué a mi madre que averiguara algo, pero ella tampoco quiso ayudarme- su aliento chocó contra mi cara, cerré mis ojos y aspiré su delicioso aroma-. Los días pasaron y no sabía nada de ti. No sabía si estabas bien, con quien estabas, si estabas en problemas… si me extrañabas.
-Te extrañé cada día- murmuré rendida.
-No más que yo- dijo en un susurró antes de bajar su cabeza y besarme.
Solté un gemido al volver a sentir sus labios contra los míos, su nariz rozar mi mejilla y su barba de pocos días raspar mi piel. Su sabor era el mismo, quizás más concentrado después de tanto tiempo sin probarlo. Terminó el beso apoyando su frente en la mía.
-Me volví loco- dijo abrazándome-. Salí a buscarte pero no sabía por dónde empezar, no tenía una pista, nada…- acarició su nariz con la mía.
Abrí mis ojos y lo miré, parecía un sueño el que estuviera conmigo, abrazándome…
-¿Qué sientes por mí, Edward?- la pregunta escapó de mis labios, sin poder detenerme a pensarla.
Él se apartó y me miró con una intensidad que me calentó el alma.
-Te amo- murmuró y sonrió cuando un sollozo se escapó de mis labios-. Te amo con locura…
Mis piernas se doblaron y caí al suelo completamente agotada, sin energías.
Había soñado tantas veces con escucharlo decir que me amaba que ahora parecía tan irreal. Pero no estaba soñando, era real, él estaba aquí, conmigo, apretándome en sus brazos, besando mis lágrimas…
-Yo también te amo- lloré mirándolo, el cerró los ojos y murmuró algo antes de tomar mi rostro entre sus manos y besarme ferozmente.
Envolví mis brazos en su cuello y lo atraje más hacia mí, abrí mi boca y dejé que su lengua entrara a reencontrarse con la mía. Él me tomó en brazos y me depositó en la cama recostándonos, sin romper el beso. Abrí mis piernas envolviéndolas en su cadera, el vestido subió hasta mi cintura y mi sexo rozó el cierre de su pantalón.
Sus manos se movieron por mis piernas, acariciándolas lentamente logrando que mi piel se erizara, me arqueé contra él, pegando nuestros pechos.
-Te he extrañado tanto- murmuró apartándose de mis labios, depositando varios besos desde mi mejilla hasta mi cuello.
Mis manos se movieron hacia su cabello, enterré mis dedos en sus hebras, maravillándome de su suavidad. Sentí sus manos subir por mi vestido, hasta llegar a mis pechos, los apretó por sobre la ropa antes de bajar la prenda y dejarlos al descubierto. Se apartó de mi cuello, bajando por mi pecho, hasta llegar a un pezón, lo mordió ligeramente, arrancándome un gemido, luego se lo metió en la boca, chupándolo ávidamente.
Edward siguió acariciándome con sus manos y su boca, quitó mi vestido y mi ropa interior, dejándome completamente desnuda. Se apartó por completo y me miró lascivamente.
-Eres hermosa- susurró antes de volver a besarme.
Lo empujé hasta quedar sobre él, sonrió y acarició mis pechos. Mis manos prácticamente desgarraron su camisa, me sentía desesperada, ansiosa de volver a estar con él, de sentirlo. Mis dedos volaron hacia su pantalón, desbrochando el botón y bajando su cierre, quité la prenda junto con su bóxer, dejándolo completamente desnudo ante mí. Su pene estaba completamente erecto, rojo e hinchado, listo para actuar. Me relamí los labios e intenté meterlo en mi boca, pero Edward me lo impidió.
-No- dijo sentándose, apartándome de su virilidad. Lo miré extrañada y un poco dolida-. Esta noche quiero hacerte el amor- murmuró tomando mi rostro y mordiendo mi labio inferior-. Lento, suave…- dijo lamiendo mis labios.
Me sentí estremecer por sus palabras, esta iba a ser nuestra primera vez de manera tranquila, solo pensando en nosotros dos, nada de consuelos por novias infieles, ni juegos tontos, como él dijo haríamos el amor.
Lo abracé fuertemente nos acosté en la cama, él abrió mis piernas, nos rodo de nuevo dejándome abajo y se posicionó en mi entrada, se apartó de mi boca y pegó su frente a la mía, mirándome mientras su miembro entraba en mi cuerpo. Gemí su nombre y quise cerrar los ojos, pero eso rompería el contacto visual y la intensidad del momento. Me aferré a sus hombros y comencé a mover mis caderas, en un vaivén lento y delicioso.
Edward cerró sus ojos y siseó aumentando un poco el movimiento de su cadera. Era desesperante el placer, mis caderas se movían solas en busca de algo más rápido que lograra quitar el fuego en mis venas, pero a la vez quería que el momento durara para siempre. Habían pasado cinco años desde la última vez que estuve con él, nuestros encuentros siempre fueron arrebatadores, solo era pura lujuria, si lo pensaba éramos solo unos niños cuando comenzamos a explorarnos, que no pensábamos en la importancia del sexo.
Esto que estábamos compartiendo ahora no era sexo, era como Edward dijo, era hacer el amor. Como tantas veces lo desee con él ahora lo estaba compartiendo y era una experiencia abrumadora.
-Se que te prometí lento y suave… pero no puedo aguantarlo más- se sentó y se aferró a mis caderas al tiempo que arremetía contra mi cuerpo de manera frenética.
Mi boca se abrió y un grito explotó de mi garganta, me arqueé contra el colchón y demasiado pronto para mi gusto, sentí mi vientre explotar. Caí rendida en la cama y lo miré llegar a su punto culminante, cayó sobre mí y me abrazó fuertemente, mientras nuestras respiraciones se regularizaban.
-Te amo- musitó besando mi cuello.
-Y yo a ti- sonreí y besé su frente.
Se levantó un poco para mirarme a los ojos y su mano apartó los cabellos que estaban pegados en mi rostro.
-No voy a dejarte ir nunca más- prometió mirándome intensamente.
Asentí y lo besé.
Quise creer sus palabras, de verdad quería hacerlo, pero algo me hacía desconfiar, mantenerme alerta. Supuse que se debía a estar tanto tiempo separados y que las cosas no se habían aclarado del todo… No quería imaginar que algo malo podía llegar a pasar.
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Estaba agotada, rendida pero satisfecha y feliz. Lo habíamos hecho varias veces a lo largo de la noche, hasta que el sol salió y nuestros cuerpos nos rogaron clemencia. Él se durmió apenas el sol se asomaba por el horizonte, sin embargo me quedé despierta mirándolo, acariciando sus facciones, pensando en lo maravilloso que lo habíamos pasado y lo que vendría a partir de ahora. Teníamos muchas cosas que aclarar, debimos haber hablado en vez de hacer el amor, pero el instinto fue más fuerte, además teníamos todo el tiempo del mundo para hablar.
Se removió un poco y abrió un ojo, sonrió y volvió a cerrarlo. Me reí y besé su boca.
-Buenos días- saludé depositando besos por toda su cara.
-Sí que son buenos días- se rió y se puso sobre mí- ¿Cómo dormiste?- preguntó hundiendo su cara en mi cuello.
-Muy bien- no era necesario decirle que no había pegado un ojo con tal de observarlo.
-¿Qué hora es?- preguntó mirando la ventana, el sol ya estaba en lo alto.
-Las doce- respondí mirando mi celular.
Lo sentí tensarse y luego se apartó de mí de un salto. Comenzó a buscar su ropa y ponérsela mientras mascullaba algo.
-¿Edward?- me senté en la cama, tapándome con las sábanas- ¿Qué pasa?
-¡Diablos! ¿Cómo pude olvidarlo?- masculló poniéndose sus zapatos.
-¡Edward!- le grité llamado su atención.
Él se paralizó de nuevo y me miró con terror y culpabilidad.
-¿Qué pasa?- pregunté asustada, no me gustaba la expresión de su rostro.
-Voy a casarme.