Capitulo 5
Cuatro meses habían pasado. Ambos siguieron sus caminos y se obligaron a no pensar en el otro. Como si nunca se hubieran conocido.Para Edward fue medianamente fácil. Le tomo unas semanas y varias mujeres para intentar sacarla de su cabeza por completo, igual, no resultó como quería. Aunque claro, ninguna mujer era como Bella, nadie podría jamás superarla, ni siquiera él, porque sabía que por más mujeres que poseyera él siempre estaría recordando a Bella.
Todos los días trataba de mantener la cabeza ocupada con su trabajo. Y durante la noche se aseguraba de tener a una mujer en su cama, que la calentara y le hiciera olvidar. Pero en cada mujer buscaba algo de ella, inconscientemente las buscaba de cabello castaño, largo y ondulado. Otras de ojos chocolates. Pero por muy parecidos que fueran los detalles externos, él seguía pensando en ella. Las pieles de esas mujeres eran frías y ásperas ante su contacto. Él solo había probado los labios de Bella, pero estaba seguro que el resto de su cuerpo era igual de suave y cálido.
Tampoco se había dejado besar por nadie. Las mujeres le buscaban sus labios con frenesí mientras él las penetraba sin control, pero siempre se negaba. No podía dejar que otra lo besara, si lo hacía sería como traicionar a Bella. Era estúpido, pero él lo sentía necesario. Hasta que llegó a cansarse de ello y decidió no acostarse con nadie. Volvía a su casa, trabajaba un poco y si era necesario se emborrachaba. Todo para mantener su mente despejada de aquella muchacha que había puesto su mundo patas arriba.
Para Bella las cosas tampoco habían sido tan fáciles, había logrado salir del pozo, gracias a Alice. Pero seguía estando triste, dolorida…vacía. Se había dado cuenta de que no podría superarlo, por lo que empezó a actuar en que todo estaba bien. Obviamente, sus amigos más cercanos no le creían. Todo el tiempo se decía a si misma que era una estúpida, que no podía estar enamorada de un hombre con el que solo había compartido solo un día. Pero siempre que pensaba eso, las palabras de su amiga llegaban a su mente… "No mandas al corazón" "No sabes lo que el destino tiene deparado para ti"
Y todo era verdad, ella no podía gritarle a su corazón a que olvidara aquel desconocido, tampoco podía hacer que el destino dejara de meterse en donde no lo llamaran y dejarla de hacer sufrir. El muy maldito estaba empeñado en hacerla llorar y quitarle lo que ella preciaba.
-Si tanto lo extrañas ¿Por qué no lo buscas?- le preguntó Alice mientras masticaba una manzana-. Sabes donde vive…
-No, Alice- contestó cansada-. Quedó en claro el no vernos más.
-Están siendo demasiado dramáticos- negó con la cabeza.
-Además…-comenzó dejando de jugar con su comida-. Él no se fijaría en una niña como yo.
-Eso no lo sabes- Alice la miró con seriedad-. Solo estas aquí sentada jugando con tu hamburguesa y especulando las cosas que podrías saber si te levantaras y fueras tras él.
Bella la miró sorprendida, pues ella pocas veces veía a Alice en estado serio. Gracias a esos consejos ella había logrado superar la muerte de sus padres. Alice siempre demostraba ser fuerte por ella, para hacerla sentir mejor, siempre sonreía, y bromeaba. Pero sabía que ella se cansaba de ser así y le decía las cosas tal cual eran, eso ayudaba mucho a Bella.
Le dio una sonrisa y un asentimiento. Esta vez no podía tomar el consejo de ella. No se atrevía a ir tras Edward, aparecer en su vida y hacerlo que se fijara en ella. Cuando estaba seguro que él tenía una fila de mujeres detrás de su puerta y no estaría extrañándola con locura como ella.
-¿Estás bien?- le preguntó Jacob al verla distraída.
-Sí, estoy bien- asintió con la cabeza.
-No lo pareces- bajó de la mesada y tocó su frente, comprobando su temperatura-. Te ves desanimada.
-De verdad, Jake- le sacó la mano y le entregó el bol de palomitas-. Estoy bien.
-¿Te hizo algo ese tipo?- preguntó serio. Bella rodó los ojos.
-Volvemos a lo mismo- negó con la cabeza-. No, Jake. Edward no me hizo nada ¿Cuántas veces tengo que repetirlo?- cuestionó ya cansada.
-Es que desde que dejaste de hablar con ese te has puesto deprimida y aislada- le hizo saber con preocupación.
-Solo estoy agobiada por el instituto y el trabajo. Solo me quedan dos meses para graduarme- intentó desviar el tema con respecto a Edward.
-¿Los exámenes?- arqueó una ceja mientras Bella asentía- ¿Segura que es por eso?
-Si- soltó una risita y lo tomó de la mano llevándolo a su sala-. Dentro de dos semanas vuelvo a tener exámenes- suspiró y se dejó caer al sofá-. Ya no veo las horas de terminar el instituto.
Jacos se sentó a su lado y no volvió a preguntarle nada, sabía que ella no le diría la verdad, pero creía que el instituto tenía que ver con el cansancio, al igual que el trabajo que tenía. Pasó un brazo por los hombros de ella y la recostó contra su pecho, depositando el tazón entre medio de sus cuerpos.
Hoy era una de esas pocas noches en que lograban juntarse para pasar tiempo juntos. Una buena forma de hacerlo era sentarse a ver una película juntos. No llevaba ni medía película cuando sintió un leve ronquido de Bella. Ella se había quedado dormida. Quizás fuera cierto de que los exámenes y el instituto la tuvieran agotada.
Sacó el tazón y la tomó en brazos para llevarla a su habitación. Entró al familiar cuarto y depositó con suavidad a Bella en la cama, luego la arropó con las colchas. La miró unos minutos con adoración, amor, mientras pasaba su mano por el delicado y suave rostro de Bella. Delineando sus facciones.
-No falta mucho- le susurró al oído antes de depositar un casto beso en los labios de la chica.
Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta, apagó la luz y la miró por última vez antes de cerrar la puerta. Fue hacia la sala y apagó el televisor, acomodó y lavó los platos de la cena. Corroboró que todo estuviera en su lugar y salió del apartamento, cerrándolo con llave.
Caminaba por el pasillo con rapidez, pues estaba tentado de dar media vuelta y volver con Bella. Meterse en su cama, abrazarla y dormir juntos. Pero no podía, era un caballero y no haría semejante cosa con ella. Abrió la puerta de su departamento, entró y cerró la puerta detrás de él con brusquedad. Llevaba dos años conteniéndose con sus sentimientos, aparentando ser un hermano para ella cuando en realidad lo que deseaba era decirle cuanto la amaba.
Desde el día que la había conocido él se había enamorado. Con tan solo quince años, ella lo había cautivado. Cuando él se había dicho a si mismo que ninguna mujer valía la pena, que eran histéricas y bipolares. Que siempre hacían historias cuando se les pasaba una fecha que ellos no contaban importante, pero ellas sí. Las mujeres eran demasiado complejas para él. Y hasta hacía dos años atrás el solo tenía en mente terminar la universidad, montar su propio taller y vivir tranquilo entre motores de autos.
Ahora solo pensaba, terminar la universidad, montar su taller, y volver a casa con una hermosa esposa que lo recibía con una radiante sonrisa y los brazos abiertos. Una que tenía el cabello castaño, ojos marrones y su nombre era Bella. Sonrió tontamente y se dirigió a su cuarto.
Recordaba el día en que la había conocido, cuando se la había topado en las escales con una enorme caja. Él estaba atrasado para llegar a la universidad, por lo que casi tropezó con ella. Cuando sus ojos marrones, grande y expresivos se posaron en los suyos, él dejó de pensar y decidió ayudarla en lo que fuera. Desde ese día él había sido el sol y la sombra de Bella.
-No fala mucho- volvió a decir para sí mismo. Cerró los ojos y se imaginó con Bella…hasta que el sueño lo alcanzó.
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Bella estaba teniendo el mejor sueño de su vida. Y por supuesto que ella sabía que era un sueño, ya que estaba en los brazos de Edward. Estaban en un prado, hermoso, lleno de flores, colores y aromas. Edward estaba apoyado en un árbol, con ella entre sus piernas, la abrazaba por la espalda, mientras le acariciaba el cuello con su nariz. La brisa era fresca, pero agradable, mecía las flores y las ramas de los árboles. Suspiró felizmente y tiró su cabeza hacia atrás, chocando con el hombro de Edward. Este se inclinó y rozó sus labios.Estaba a punto de besarlo, cuando un zumbido se oyó a los lejos. Intentó ignorarlo, y concentrarse en besar a Edward, pero el ruido se hacía cada vez más fuerte y molesto. Abrió los ojos y se asustó, Edward se estaba desfigurando, al igual que el prado. Todo se estaba volviendo negro.
Tanteó la mesita de noche y agarró el teléfono. Presionó el botón para atender la llamada, sin mirar quien era. No era necesario.
-¿Qué, Alice?- gruñó sentándose.
-Lamento sacarte de tu paraíso con Edward- se burló haciendo que Bella gruñera de nuevo-. Solo llamaba para decirte que es diez minutos estoy en tu puerta…- Bella dejó de escuchar y se metió al baño.
Se había quedado dormida. Se dio una ducha a tiempo record, se vistió en segundos, tomó una tostada y salió corriendo del apartamento. Atravesó las puertas de cristal al tiempo que el Porsche amarillo de Alice frenada en su vereda.
-Buenos días-saludó Alice desde el interior del auto.
-Buenos días- le devolvió el saludo con un susurró. Estaba muy agitada.
-¿Cómo amaneciste?- le preguntó cuando Bella entró al auto. Esta la fulminó con la mirada-. Ok, Ok, no amaneciste de las mejores condiciones….
-Gracias- masculló.
-Tampoco es mi culpa- dijo mientras emprendía camino hacia el instituto-. Yo no me junto con Jacos a ver películas en mitad de la semana.
-¿Cómo….?
-Jacob me llamó para que te despertara, sabía que te dormirías- la interrumpió adivinando la pregunta.
-Ese Jake- murmuró Bella con una sonrisa y agradeciéndole mentalmente.
-Deberías salir con él- sugirió aparcando en el estacionamiento. Era increíble lo rápido que Alice conducía y nadie la multaba.
-¿Qué?- se escandalizó.
-Es un hombre y piensa que eres bonita- se encogió de hombros.
-Jacob es como el hermano que nunca tuve, Alice- dijo entre dientes y bajo del auto dando un portazo.
-Es solo una sugerencia, Bella- se unió a ella que caminaba rápidamente-. Además…
-Además nada, Alice- se detuvo en seco y la miró molesta-. Jake es como mi familia, jamás podría fijarme en él de otro modo- la campana soñó-. Y si me disculpas, tengo clases a las que asistir.
Giró sobre sus talones y prácticamente corrió hacia los salones de clases, esta era la primera vez que dejaba a Alice con las palabras en la boca, eso la había hecho sentir bien. Pero no contaba con que Alice estuviera sonriendo maléficamente detrás de ella. No contaba con que su mejor amiga tuviera un plan en mente.
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Eran las diez de la mañana y Edward ya se quería marchar a su casa. Estaba agotado y tantos papeles lo estaban mareando. Pero tenía demasiado trabajo para hacer y sabía que el idiota de su hermano no lo estaba ayudando. Y justamente hablando del idiota, este entró pateando la puerta y pegando brinquitos. Suspirando dejó los papeles en la mesa y lo miró con irritación.-¿Qué se te ofrece, Emmett?- masculló.
-¡Mira lo que ha llegado!- brincó hasta el escritorio y le aventó un gran sobre marrón.
-¿Qué es?- preguntó mirando el remitente, no le era conocido.
-¡Mira adentro, mira adentro!- chilló eufórico.
Edward arqueó una ceja y abrió el sobre, no sin antes darse cuenta que ya había sido abierto… no hacía falta saber quien lo había hecho. Metió la mano y sacó cuatro pulcras entradas…
-¿Son cuatro entradas para el parque de atracciones "Twiligth?- preguntó asombrado mientras leía.
-¡Sí!- chilló y le arrebató una-. He querido ir desde que lo inauguraron, pero no he tenido la oportunidad…
-Querrás decir que Rosalie no te deja.
-… y ahora que tenemos las entradas podré subirme a todos los juegos-. Ignoró completamente el comentario de su hermano.
-¿Seguro que es para nosotros?- miró la dirección, corroborando que no se habían equivocado-. A nosotros no nos mandan este tipo de invitaciones.
-¿Y eso que importa?- miró a su hermano- Vamos a ir ¿verdad, Edward? ¿Si, si, si, si, si, si, si, si?
Edward miró a su hermano que comenzó a batir las pestañas rápidamente y su labio inferior sobresaltada temblando. Para cualquier mujer ese hubiera sido el mejor chantaje para hacerlo aceptar, pero como su hermano no era una mujer, le producía arcadas y ganas de golpearlo.
-Ya basta, Emmett. Das miedo- se reacomodó en su silla-. Si tantos deseos tienes de ir, úsalas. A mí no me interesa.
-¡Oh, vamos Edward…!- comenzó a protestar hasta que Edward le levantó la mano para acallarlo-. Pero…. Pero…
-Como tú eres uno de los jefes de este edifico, estoy seguro, de que sabes la cantidad de trabajo que hay- cambió de tema por uno al que su hermano detestaba-. Y si no quieres que….- sonrió gustoso cuando escuchó el portazo de la puerta. Emmett había huido y él estaba tranquilo de nuevo.
Emmett caminaba por el pasillo intentando pensar en cómo llevar a Edward a ese parque de atracciones. Su hermano era demasiado amargado y no sabía aprovechar las oportunidades que la vida le daba.
-Buenos días, Señor Cullen- le saludó una voz sensual, pero para nada parecida a la de su esposa.
-Buenos días, Heidi- saludo sin mirarla, aun concentrado en sus planes.
En cuanto pasó el escritorio, se giró lentamente y miró el cuerpo esbelto y bien formado de la secretaria de Edward. El pequeño trajecito se pegaba a su cuerpo, la pequeña falda se había subido hasta casi el inicio de los muslos carnosos y cremosos. Fue en ese momento que su cabeza hizo "clic"
-Hey, Heidi- se apoyó en el escritorio de modo casual.
-¿Si, Señor Cullen?- ronroneó mientras se recargaba en la mesada, juntando, a propósito, los pechos, que daba la impresión de saltar en cualquier momento.
-Por favor- sacudió la mano con disgusto-. Aquí el único señor es mi hermano- apuntó con el dedo gordo la oficina de este-. A mi solamente debes decirme Emmett.
-Claro, Emmett- arqueó una ceja y se meneo en la silla- ¿puedo servirle en algo?
-Seguro- se inclinó más cerca de ella y metió dos entradas en el escote de la mujer.
-¿Qué es esto?-preguntó perpleja mirando los papeles.
-Necesito que lleves a mi hermano contigo- le sonrió ampliamente a la cara confundida de Heidi.
-Pero…- frunció el ceño-. Sabes cómo es, a él no le gusta asistir a este tipo de lugares- sacudió las entradas.
-Por eso confió en que tú serás capaz de hacerlo- se acercó nuevamente a ella y le susurró al oído-. Todos sabemos, en especial tu, como le gustan a mi hermanos las piernas largas y seductoras-. Besó la mejilla de la chica-. Sé que sabes cómo usarlas.
Luego de eso, se dio media vuelta, metió las manos en su bolsillo y salió silbando hacia su oficina. Él tenía la misma capacidad que su hermano, seducir a las mujeres, hacerlas caer a sus pies y usarlas como quisiera. Pero él había encontrado a una mujer a la cual amar, algo que nunca se esperó de él.
Suspiró preocupado al saber la reprimenda que Rosalie le daría por andar coqueteando ¿Por cuánto tiempo le dejaría sin sexo? Otro suspiró escapo de sus labios
Mientras tanto Alice trazaba meticulosamente el plan en su cabeza. Analizando los pros y los contras. Obviamente había más pros, el único contra era el que estaba por hacer antes de ir al almuerzo. No le había dicho nada a Bella por temor a que ella se enojara y saliera de nuevo con la sarta de tonterías que venía repitiendo los últimos cuatro meses. Pero con el súper plan que tenía en mente y que de seguro ya había sido efectuado en otro lado, sabía que las cosas se arreglarían.
Sonrió ampliamente al igual que el musculoso y enorme hombre con el que se había topado en la mañana. A pesar de ser mayor que ella, tenía una mirada infantil y había accedido alegremente en ayudarla con su plan. En ese preciso instante supo que ese hombre y ella serían muy buenos amigos en el futuro.
Saltó de la silla en cuanto el timbre sonó, corrió a toda velocidad por el pasillo y se instaló en la puerta del salón de Literatura. Aun los alumnos no habían salido, ese profesor siempre los mantenía unos minutos más. Miró su reloj con cierta ansiedad, sabiendo que Bella la estaba esperando para almorzar. La puerta se abrió y comenzaron a salir los alumnos.
Sonrió de satisfacción y anticipación al ver un grupo de jóvenes empujándose y riendo, pero solo uno era su víctima, un muchacho de cabello rubio, peinado en punta con abundante gel, unos ojos celestes que hacían temblar las piernas de cualquier chica, excepto ella. Se acercó al joven, ignorando a los demás.
-Hola, Mike- saludó con tono meloso.
-Hola, Alice- alzó una ceja, ciertamente desconcertado, pero sonrió al instante- ¿En qué puedo ayudarte?
-Veras…-tuvo que reprimir el impulso de rodar los ojos, ante las palabras de Mike-. Quería darte esto- le tendió unos boletos.
-¡¿Entradas para el parque de tu padre?- exclamó sorprendido.
-Sí. Quería que invitaras a una amiga- se encogió de hombros-. No se ha encontrado muy bien últimamente, y sé que le agradas mucho- sonrió con complicidad.
-¿Una amiga? ¿Bella?- la voz y ojos del chico destilaban esperanza.
Alice asintió y él solo podía imaginarse a Bella en ropa interior de encaje negra, como había visto en una revista. Poco le faltaba para babear.
-Serías un gran chico si la invitaras- insinuó jugando con el dobladillo del sueter de Mike.
-¿Segura que aceptará?- preguntó con duda.
-Ya verás que si- le guiñó un ojo-. Ya te dije que le agradabas.
-Bien, entonces se lo pediré ahora….
-¡No!-gritó deteniéndolo. Él la miró con el ceño fruncido-. Pídeselo en la salida, ahora quedará demasiado obvio que yo te mande.
-Y no quieres que ella lo sepa- afirmo.
-Eres inteligente- pestañeó.
-Bien- se acercó y besó la mejilla de Alice-. Tú también eres inteligente en pedirme a mí que acompañara a Bella.
Sin esperar a decir nada el chico se volvió con los amigos, perdiéndose en los pasillos. Una vez que no estuvo a la vista, se limpió la mejilla donde había sido besaba y se fue pisando fuerte. Tenía que pensar que había aguantado aquello por Bella, por su amiga, para que ella volviera a estar feliz.
Respiró hondo y entró sonriente, como de costumbre, al comedor. Buscó con la mirada a Bella, la encontró sentada en su mesa de siempre, sola y jugando con la comida. Suspirando y negando con la cabeza se acercó a ella.
-¡Ey, Bella!- saltó a su lado.
-¿Por qué tardaste tanto?- le preguntó con aire ausente.
-Estaba preguntando sobre unas dudas para el examen- se encogió de hombros-. Oye, tengo un chisme.
-Sabes que no me interesan- dijo con voz cansina.
-¿Y más si se trata de Mike Newton?- picó con un dedo el costado de Bella, haciendo que soltara una risita.
-Ni siquiera de ese- le pegó en la mano para que parara las cosquillas.
-Pues…he escuchado que va a invitarte a salir- movió las cejas de manera sugestivas.
-¿Qué parte del no me interesa no se entiende?
-¡Vamos, Bella!- rogó-. No puedes seguir así, pensando en ese tipo al que tú misma dices que no vas a volver a ver- le señaló con un dedo y bajó su tono de voz a uno amenazador-. Vas a salir con ese chico que se muere por ti y vas a dejar de pensar en Edward Cullen.
Bella abrió los ojos y se encogió en su asiento, limitándose a asentir a las órdenes de Alice. Esta sonrió feliz y comenzó a hablar de lo que Bella usaría para la cita. Cada vez que Bella abría la boca para opinar Alice la fulminaba con la mirada y seguía con el monólogo.
Antes de marcharse a sus últimas clases, Alice la miró con la clara advertencia "acepta esa invitación o veras". Suspirando se pasó a sus clases, en las que compartía con Mike. Este la miraba y sonreía cuando se encontraba con su mirada, el chico la estaba acosando y las amenazas de Alice le hacían imposibles poder declinar la invitación, que ya era clara.
Ella no quería salir con nadie, mucho menos con un adolescente que anteriormente le había expresado lo "ardiente" que estaba en las revistas. Desde el momento en que había abierto la boca y dicho esa vulgaridad, Mike Newton había caído del pedestal en el que Bella lo tenía. Pues de lejos era un chico guapo, simpático y amable. Se había demostrado pasional y dulce cuando la había besado en el primer año del instituto.
Pero a medida que el tiempo pasaba y se daba cuenta del poder que tenía en las mujeres, Mike había cambiado, pero con ella siempre había sido el mismo. Habían mantenido la distancia, pues Bella no se atrevía a aceptarlo como novio y Charlie Swan le volaría la cabeza al estar saliendo con su niña, en aquel tiempo.
Pero esa distancia había terminado de cambiar a Mike, y la palabra "ardiente" y miradas significativas a su cuerpo, había hecho perder al chico que anteriormente era.
Sin embargo Alice tenía razón en una cosa. No podía seguir pendiente de Edward, de estar llorando cuando estaba sola y recordando una y otra vez las horas que habían compartido juntos. Él no se había molestado en volver a buscarla, eso significaba que a él no le interesaba y no estaba al pendiente como ella.
Tanía que dejar a Edward atrás y seguir con su vida…
-¡Bella!- alguien la llamó mientras corría hacia ella-. Te he estado llamando desde hace rato- le reprochó con diversión.
-Lo siento, Mike. Tenía la mente en otro lado- se giró hacia él.
-Tiempo sin hablar- inició la conversación mientras caminaba con ella hacia la salida del instituto.
-Cierto- eso es porque eres un idiota, pensó- ¿Cómo has estado?
-De maravilla- le guiñó un ojo-. Oye, quería preguntarte algo.
-Dime- aquí viene.
-¿Te gustaría salir conmigo el sábado?- soltó sin ningún ápice de vergüenza o timidez.
-¿Salir?- dijo ella fingiendo sorpresa.
-Ya sabes, juntarnos, ir a algún lado solos- se encogió de hombros.
-¿Como una cita?- aventuró.
-Como una cita- asintió. Pudo ver como Bella dudaba-. Vamos, Bella- la tomó de la mano y la arrinconó contra los casilleros-. Será divertido, será como en los viejos tiempos- le acarició la mejilla con dulzura.
Bella podía ver al Mike que anteriormente conocía, el chico dulce. Pero también veía al Mike que quería poseerla como si fuera un animal. Sus pensamientos se distorsionaron cuando los labios del chico se apoderaron de los suyos, besándola con suma delicadeza. Respondió al beso, pero no sintió absolutamente nada, nada como con Edward.
Mike se separó y la miró a los ojos.
-Supongo que eso es un sí.
-Lo es- le sonrió, él volvió a besarla y se alejó.
-Entonces nos vemos el sábado- se metió las manos al bolsillo y salió caminando, con una gran sonrisa en la cara, dejándola sola.
Había quedado apoyada contra el casillero, analizando sus propias palabras, había aceptado y ya no había vuelta atrás. Se puso firme y caminó hacia el estacionamiento donde Alice la esperaba…
Lo que nadie se había dado cuenta, era que alguien había observado todo el espectáculo y la ira recorría todo su cuerpo. Apretó los puños y se prometió a sí misma y a Isabella Swan una venganza que se acordaría de ella para el resto de su vida
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