Capitulo 7
Bella le indicó el camino a Edward hacia su edificio. Estaba emocionada, no podía negarlo, ella estaba sentada nuevamente en el auto de Edward, en camino hacia su casa, para tratar de aclarar un poco los tantos entre ellos, pues sabía que él también quería algo con ella. La gran mano entrelazada con la de ella, le decía que no estaba tan desviada de sus pensamientos.Edward por otro lado se sentía confundido, no sabía muy bien qué hacer. No quería avanzar en ninguna relación, pero tampoco quería alejarse de Bella, no cuando la tenía con él de nuevo. Se sentía tan desesperado por tomar una decisión, una donde Bella no terminara lastimada, pero él tampoco quería salir lastimado, no de nuevo.
Una parte de su cabeza le reprochaba lo idiota que había sido al salir corriendo tras ella, pero la otra parte, la que tenía más fuerza, le decía que estaba bien, que se dieran una oportunidad, que se arriesgara, que no perdía nada en hacerlo. Pero él sabía que si se arriesgaba a perder, se arriesgaba a perder a Bella, a su cariño, a la confianza que ella le tenía. No podía negar el miedo que tenía, era un hombre mayor, al que le tenía miedo al amor.
Escuchaba atentamente las indicaciones de Bella, la chica vivía en una zona bastante respetable y conocida, al menos no tenía que preocuparse de que le pasara algo por vivir sola.
-Aquí es- señaló un enorme edificio que se alzaba ante ellos. Bien iluminado y de buen aspecto-. El estacionamiento es solo para los que viven aquí- dijo cuando había detenido el auto-. Tendrás que dejarlo afuera, lo siento- se disculpó mordiéndose el labio inferior.
-No hay problema- le sonrió y bajó del auto.
Le abrió la puerta y dejó que ella lo condujera hacia el interior del complejo. Inconscientemente había tomado la mano de Bella, necesitaba sentirla cerca, a su lado. Podía ver como ella se mordía constantemente el labio inferior, parecía nerviosa, y ese pequeño e insignificante gesto le hacía parecer sensual. En cuanto las puertas del ascensor se cerraban detrás de ellos no pudo contenerse a arrinconarla contra una de las paredes y estampar sus labios contra los de ella.
Bella gimió ante el acto que la tomó desprevenida, pero de inmediato le correspondió abrazándolo por el cuello y jugando con sus cabellos. Sus bocas se movían despacio, lento, suaves y delicadas, saboreándose. Un beso de esos que te hacían dar vueltas la cabeza y que el corazón se acelerara. Edward sabia que eso estaba mal, que no podía hacer esas cosas, pero necesitaba enormemente de aquellos labios rosados, necesitaba sentirlos contra los suyos, necesitaba sentir su sabor y suavidad, tenía que aprovechar todo lo que pudiera con ella.
La campanilla de ascensor sonó, avisándoles que ya habían llegado a destino. A regañadientes se soltaron, respirando entrecortadamente. Edward le sonrió y depositó un pequeño beso en la punta de su nariz. El corazón de Bella saltó ante lo íntimo de ese acto, le tomó la mano y lo sacó del aparato, guiándolo hacia su departamento.
Iba demasiado feliz, flotando en el pasillo que se sorprendió y asustó, terriblemente, al sentir la voz profunda y ronca de su amigo.
-Parece un poco mayor para ir a la secundaria- a pesar de no estarle viendo, podía notar por su voz lo enojado que estaba.
-Él no es Mike, Jake- murmuró encarándolo, se encogió aun más cuando vio la pose en la que estaba.
Su enorme pecho firme, con los brazos cruzados sobre él, podía ver la fuerza que hacía pues todos los músculos se marcaban fuertemente. La cara no era la mejor, los oscuros ojos de su amigo destilaban el odio e ira que sentía dentro. Estaban fijos en los ojos de Edward. Quien estaba parado firmemente, parecía inmune a la mirada acecina de Jacob.
Poco a poco Jacob comprendía quien era el tipo que estaba al lado de Bella.
-No que era…-comenzó aturdido sin entender nada de lo que veía y escuchaba…
-Sí, lo sé- se apresuró a decir-. Otro día te explicaré con más detalles, ahora no puedo.
Sin esperar a que Jacob dijera algo, metió a Edward a su departamento, y cerró con llave, recargando la frente en la puerta. Se había olvidado de su amigo, de que estaría esperándola, seguramente para saber cómo le había ido y si lo había pasado mal me esperaría una terrible paliza al chico. Pero afortunadamente, para ella, se había encontrado con Edward, la cita había sido cambiada y había terminado más que bien… ¿pero cómo le hacía entender a su protector amigo que ella la estaba pasando de maravilla?
-¿Quién era?- preguntó Edward a sus espaldas, se notaba molesto.
-Es mi vecino, Jacob- suspiró, encarándolo-. Es como mi hermano mayor. Siempre ha estado conmigo, al menos desde que llegue- le sonrió
-Realmente eres una inocente- sacudió la cabeza-. Pero no diré absolutamente nada, haré como si no hubiera visto nada.
Bella arqueó una ceja sin entender nada. Edward solo sacudió su cabeza y le removió los cabellos de manera infantil. Bella le miro con mala cara, dándole entender que no le gustaba aquello. Él le sonrió de manera seductora y le beso tiernamente la mejilla. No tuvo más que suspirar y dejar que sus piernas se derritieran, logró tomarlo de la mano y lo condujo hasta los sillones.
Su casa no era ni la mitad de grande como la de Edward, pero era bastante cómoda, al menos para ella. Tenía un cómodo sillón blanco con almohadones negros, era de tres cuerpos y entraban cómodamente ellos dos. Se sentaron enfrentados, mirándose, ambos sabía que estaban como en trance y lo tonto que debía de parecer mirándose sin decir nada. Pero ellos los disfrutaban.
-¿Vamos a ser amigos?- preguntó Bella de repente.
-¿Quieres que lo seamos?- preguntó sin entender muy bien a lo que iban a terminar siendo.
Anteriormente él le había dicho que quería que fueran algo, que fueran pareja, pero lo decía por él, no había considerado de los sentimientos y pensamientos de Bella. Quizás estaba yendo demasiado rápido.
-¡Por supuesto que sí!- se apresuró a decir Bella-. Quiero conocerte.
-No creo que quieras saber más de mí- murmuró bajando la cabeza.
-Lo único que sé es que te llamas Edward Cullen- le bromeó-. Oh… y que eres un muy buen empresario- estiro su mano hasta alcanzar la mejilla de Edward.
La levantó y lo miró a los ojos, para que viera la sinceridad de sus palabras, además de entender el porqué del dolor de los ojos de Edward.
-Quiero conocerte, porque quiero que lleguemos a ser algo- habló con dulzura-. No me quiero lanzar sin conocerte y sin que me conozcas.
-Tienes razón- asintió tomando la mano de Bella-. Yo me apresuré a decir las cosas sin considerar las tuyas- le besó los nudillos.
-Realmente quiero…- se sonrojó por lo que estaba por decir-. Creo que me estoy enamorando… de un completo desconocido.
Edward abrió los ojos sorprendido por la declaración de la chica. Anteriormente las había recibido, de otras mujeres, pero él había notado que solo era puro interés por el dinero que poseía. En cambio en Bella notó que eran sinceras sus palabras, y que había tocado cerca de su corazón.
-Yo…
-No tienes que darme una respuesta- se apresuró a decir, ahora estaba más que colorada.
Las palabras habían salido sin poder detenerlas. Estar con Edward la hacía decir y hacer cosas que ella nunca se atrevería, pero se sentía tan cómoda, segura y protegida con él que no importaba lo que hiciera, ella se sentía bien.
-Sí que tengo que dártela- se acercó a ella, hasta acorralarla en la esquina del sillón.
Prácticamente se había acostado sobre ella. Se sentía tan bien su pequeño cuerpo debajo de él. Podía sentir las curvas de ella, su pecho subir y bajar apresuradamente por su cercanía, su aliento caliente chocar contra su rostro, el delicioso rubor que cubría sus mejillas. Bella realmente hermosa, y no había comparación con las mujeres con las que él se había acostado.
Tampoco había comparación con lo que él sentía cuando la tenía a ella cerca, o cuando pensaba en ella. Sus sentimientos se arremolinaban constantemente en su pecho y le gritaban lo que él hacía tiempo que había dejado de sentir o se había negado a sentirlo.
-Yo siento lo mismo-murmuró acariciando una mejilla-. Y tengo miedo.
Bella lo contempló con los ojos bien grandes ante la confesión, su corazón latió aun más deprisa y estaba segura de que Edward podía sentirlos. Pero aun más se sorprendió del dolor y el miedo que fluían de los ojos verdes, él realmente tenía miedo, miedo a amar.
-¿Por qué?- cuestionó ella levantando una mano para acariciar el cabello de Edward, en modo de confort.
-No he tenido mucha suerte en ello- se encogió de hombros intentando aparentar indiferencia, pero no engañaba a ninguno.
-Alguien te lastimo- afirmó ella.
-Me quitó las ganas de amar- frunció el ceño y se sentó nuevamente en el sillón.
Bella lo observó, notando como él viajaba en el tiempo, a sus recuerdos. El dolor pintó su rostro y eso le desarmó. Ella lo había conocido como un tipo fuerte, que nada ni nadie le llevaba por delante, un tipo con un porte poderoso. Pero detrás de esa fachada había un hombre que había sido lastimado, y que aun no podía superarlo.
-¿Qué te pasó, Edward?- preguntó suavemente.
-Me enamoré y me rompieron el corazón- dijo sin mirarla a los ojos. Sin embargo ella notó que le ocultaba algo.
-¿Por qué te lo rompió? ¿Acaso ella no te amaba?- de solo imaginar a una mujer que no pudiera amar a ese hombre, era realmente ciega o no estaba bien de la cabeza.
-Si me amaba, pero…- se detuvo abruptamente, sabiendo que estaba hablando de más. Miró a Bella, quien esperaba ansiosa su respuesta-. Dijo que no era suficiente para ella- mintió, y se sintió mal por ello.
-¿Qué no eras suficiente?- ella arrugó su ceño sin comprender absolutamente nada-. Ella no lo debió de ser para ti- contestó escandalizada.
-La verdad, es que yo no me siento bueno para nadie- se sinceró y se regañó por volver a hablar de más.
-Edward…- ella lo llamó molesta, estaba a punto de rebatir sus comentarios, pero de pronto le cayó encima las palabras de él-. No quieres que…- dejo la frase incompleta, pues le dolía de solo pensarla.
-¿Qué?- preguntó confundido, pero entendió a lo que ella iba-. No, no, no- se apresuró a negar y tomar las manos de ella-. Estás malinterpretando- se aclaró la garganta para no reír por el puchero que Bella había formado-. Olvidemos de lo que me pasó ¿Si?- ella iba a contestar pero levantó su mano para detenerla-. Yo sé lo que siento ahora, y es conocerte y llegar a algo.
-Yo también quiero conocerte- asintió deslumbrada por sus palabras-. Y quiero que sepas que nunca te haría daño.
-Eso lo sé- tomó el rostro de Bella entre sus manos y clavó sus ojos en los de ella-. Eras una mujer increíble, Bella. Sé que si terminado en algo, tu no me dañarías- le sonrió dulcemente cuando los ojos achocolatados se cristalizaron-. A pesar de que ahora no seamos nada, yo tampoco te dañaré, ni ahora ni nunca.
Esas palabras se calaron hondo en su pecho, ella sabía que él no le haría daño.
-No soy una mujer- dijo apenada, apartando la vista-. Apenas tengo diecisiete años.
-Eres una mujer, Bella- se rió-. No importa la edad.
-¿Cuántos años tienes?-preguntó dándose cuenta de que no lo sabía.
-Veinticuatro.
-Son siete años- contó en su mente- ¿No te harán problemas por ello?
-Créeme que no- negó con la cabeza.
Se acercó a ella, cortando la distancia para posar sus labios en los de ella. Pudo sentir como ella se derritió en sus brazos, y eso le encantó, sentirla completamente a su merced, saber que él provocaba aquella reacción en ella, le hacía sentirse poderoso. Se aventuró a empujarla hasta recostarla en el sillón, pasando sus manos por los costados de ella. Su ego creció al sentirla estremecer.
Bella levantó sus brazos enredándolos en su cuello, pasando sus manos por su suave cabello, retorciéndolos y apretándolos, solo para atraerlo aun más hacia su boca. El aire comenzó a faltar y en contra de su voluntad de separó jadeando. Edward se recostó sobre su cuerpo, absorbiendo todo el calor y aroma de Bella, lo más que pudiera. Cerró sus ojos sintiendo como las pequeñas manos de Bella le acariciaban dulcemente.
-Debo irme- soltó las palabras con reticencia, pues no tenía deseos de irse, mucho menos de levantarse.
Bella estuvo tentada a tirarse al suelo de rodillas y rogar a que se quedara con ella, pero eso demostraría la niña que era, además tenía que darle su espacio a Edward y ella necesitaba el propio. Casi lloriqueó cuando el cuerpo de Edward se levantó del suyo, automáticamente extrañó su calor y peso.
-Bien- aceptó ella.
Edward se rió y se inclinó para besar el sobresaliente labio de Bella, pues le era adorable verla en ese estado, le agradaba saber que ella no quería que él se fuera.
-¿Quieres que mañana nos encontremos?-le preguntó ya sabiendo la respuesta.
-¿Mañana?
-Sí, pasar el día juntos- le guiñó el ojo- ¿Qué te parece?
-Me parece buena idea- asintió efusivamente.
Luego de eso acompañó a Edward hacia la puerta y antes de despedirse intercambiaron números de teléfono. Al principio Bella se sorprendió de que él no hubiera guardado su número cuando se había quedado con su teléfono. Se le quedo mirando mientras él se marchaba, no podía apartar la mirada de él, y no podía creer que ahora ellos se verían seguido para que se relación subiera un peldaño más.
Cuando las puertas del ascensor se serraron, frente a ella se posó una enorme pared de músculos enfundados en una camiseta negra.
-No tengo paciencia para esperar a otro día- gruñó-. Supongo que tienen planes para mañana.
-¿Nos estuviste espiando?- inquirió indignada.
-Me lo acabas de confirmar- sonrió con suficiencia-. Ahora cuéntame que paso.
A Bella no le quedó otra alternativa que enfrentarse a su vecino-amigo-hermano mayor. Por lo que dejó que él pasara a su casa y le indicó que se sentara en su sillón para luego contarle lo sucedido ese día. Y los anteriores, explicando su estado de ánimo.
-¿Pero no es mayor para ti?-preguntó molesto. Intentaba disimular el odio que sentía al saber que Bella estaba enamorado de otra persona que no fuera él.
-Tiene tu misma edad- le recordó.
-A mi me conoces desde hace dos años- puntualizó con los dedos-. A él de solo días ¿Qué pasa si es un asesino?
-Ves demasiadas películas, Jake- se rió sacudiendo la cabeza.
-No, tu eres demasiado ingenua- bufó y se paró para caminar por la sala como un león enjaulado.
-No sé porque armas tanto revuelo- dijo ella siguiéndolo con los ojos-. Él no es lo que estas pensando.
-No puedes estar segura, no lo conoces- la miró a los ojos y pudo notar la tristeza de ella.
Notó que a ella en realidad le gustaba ese tipo, que ella no le miraba como si fuera su hermano mayor, no como ella lo veía a él. Eso le enfureció mucho más, estaba enojado con ella, con aquel que había aparecido y sobre todo con el mismo, que había sido demasiado lento. Sin embargo no perdía las esperanzas, tenía fe en que las cosas no salieran bien con ellos. Que quizás ella se diera cuenta de que ese hombre no era para ella, y lo mirara a él.
Eso, se dijo a sí mismo, solo tiempo, y todo volverá como era antes. Luego de ese pensamiento su ánimo volvió a ser el mismo, se acercó a Bella y siguieron hablando hasta que ella se había dormido.
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Edward había entrado en su departamento. Completamente feliz de lo bien que había terminado el día y lo maravilloso que sería el día de mañana. Y solo por la presencia de Bella. Una mujer que se aventuraba a estar con él sin saber absolutamente nada de su pasado.Mientras caminaba hacia su sala notó que las luces estaban encendidas, al igual que su cocina. Mientras se acercaba a su sala notó la cabellera rubia de su cuñada, suspirando se acercó a ella y se sentó a su lado. La rubia ni siquiera le dedicó una mirada, simplemente seguía observando la televisión.
-¿Por qué dejaste sola a Heidi?- preguntó sin despegar los ojos de la pantalla.
-Me aburrí- contestó con simpleza.
-Claro- dijo con sarcasmo, apagó la televisión y se giró a él-. Y fuiste detrás de la mocosa.
-Bella- le corrigió-. Se llama Bella.
-Y a mi no me importa.
-Entonces no se qué haces en mi casa ahora- tomó el control y prendió la tele.
-Pensé que ya la habías dejado- le frunció el ceño.
-No pensé en encontrarla- se encogió de hombros-. Las cosas se dieron solas…
-Entonces vuelve a dejarla- le cortó con voz firme.
-No- la miró con determinación-. No lo voy a hacer.
-¡Edward!- exclamó Rosalie escandalizada.
-¿Qué es lo que te molesta, Rosalie?- preguntó enojada- ¿Acaso no me vienes repitiendo desde que nos conocimos que quieres que sea feliz? Pues te dijo algo, mi felicidad es Bella, y no pienso dejarla.
-No la conoces y ella no conoce nada de ti- le levantó del sillón elevando la voz-. No sabes cómo reaccionará cuando le cuentes la verdad, porque ella querrá saber tu pasado.
-Sencillo- dijo con suficiencia, parándose frente a ella-. No le diré nada y punto.
-Pero…- Rosalie estaba atemorizada por el tono de voz y los ojos de Edward.
-Puedo empezar una relación sin que esos días salgan a la luz- sonrió angelicalmente-. Por eso tú y nadie de mi familia le dirá lo que pasó aquel día.
Rosalie retrocedió un poco ante aquellas palabras y el extraño comportamiento de Edward. Ella podía ver que él realmente quería a esa chica, pero lo veía también como algo enfermizo. Edward le estaba ocultando algo sumamente importante y de gran peso a aquella chica.
-Aclaremos otra cosa, Rose- dijo él volviendo a sillón-. No te metas en mi relación con ella. No te atrevas a decirle nada, porque soy capaz de repetir lo que hice, pero ahora lo haría de manera consciente.
-Me estas amenazando- gruñó ella.
-Entonces no te metas donde no te llaman- se encogió de hombros.
-Solo estoy tratando de cuidarte.
-Lo aprecio, pero no tienes que hacerlo- sonrió sinceramente-. Bella no es como piensas.
-Esperemos- recogió recogiendo se bolso y su abrigo-. Ella tendrá que demostrarlo- se inclinó para depositar un beso en la mejilla de su cuñado-. Sabes que te quiero y deseo verte feliz- susurró en su oído.
-Gracias, Rose- la rodeó con sus brazos, conmovido por la sinceridad y cariño de ella-. Aunque no quito la amenaza.
-Acabas de admitir que lo hiciste- se rió ella alejándose-. No te preocupes, pero yo cumpliré tus palabras si ella te lastima.
-Ya, vete- se rió y observó la pantalla, escuchando como la puerta de su casa se serraba.
Suspiró y se restregó la cara con sus manos. Aquella discusión le había dejado mal, en realidad lo había hecho sus propias palabras ¿Cómo pudo haberle dicho a Rosalie aquellas cosas? Eso era completamente desquiciado, loco, ella bien podría salir corriendo hacia la casa de sus padres y contarles, en cuestión de minutos todos volverían y lo llevarían hacia el loquero….o la prisión.
En ese momento su teléfono comenzó a sonar. Con una maldición se levantó de su sillón y fue hacia el teléfono de su habitación.
-Hola- saludó mientras se tiraba a su cama.
-Buenas noches, cariño- saludó la voz alegre de su madre.
-Hola, mamá- saludó cálidamente. Su cuerpo se llenaba de extrema ternura y adoración cuando su madre le llamaba- ¿Cómo estás?
-Muy bien, gracias por preguntar- respondió ella riendo-. Iré directamente al grano- su voz ahora había adquirido seriedad.
Los pensamientos de Edward reprodujeron rápidamente la conversación con Rosalie, la amenaza….ahora se imaginaba a él en un loquero, detrás de una sucia habitación con barrotes…
-¿Edward?- le llamó su madre, sacándolo de sus peores pesadillas.
-¿Decías?
-Te decía que ¿Cómo es eso de que estas con alguien y no me lo has contado?- le regañó dulcemente.
Edward suspiró aliviado y sonrió como tonto al recordar a cierta jovencita con ojos y cabello chocolates, pero pronto su sonrisa de desvaneció al pensar en la persona que había abierto su boca y contarle aquello a su madre…
-¡Edward!- gritó Esme desde el otro lado.
-Te escuché, mamá- llevó su mano hacia el puente de su nariz pensando en que le diría a su madre.
-Te escucho.
-Pensé que llamabas para saber cómo estaba tu adorado hijo-bromeó intentando desviar a su madre de aquel tema.
-Edward- le regañó seriamente y notó que Esme ya estaba perdiendo la paciencia.
-De acuerdo-gruñó mientras se reacomodaba en su cama-. Aun no hemos formalizado nada… nos estamos conociendo- soltó en un murmullo apenado.
-¡Oh cariño!- exclamó la mujer emocionada-. Te escuchas tan…tan enamorado.
-Mamá… tampoco estoy enamorado- mintió tontamente.
-Ni tú te la creíste- se burló su madre- ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo es? ¿Cuándo nos la vas a presentar formalmente? ¿Cómo son sus padres?
Edward comenzó a reírse a carcajadas por las atropelladas preguntas de su madre. Ella había dejado de hablar para escuchar la natural y fluida carcajada de su hijo.
-Hace tiempo que no te escuchaba reír así- murmuró tristemente-. Ella realmente te hace bien.
-Es encantadora- suspiró él.
-¡Vamos, Edward! Contesta mis preguntas- pidió ella efusivamente, podía imaginarla brincando en el sillón de su casa.
-Me siento como una chica- suspiró molesto, la risa de su madre no ayudó mucho-. Se llama Bella, tiene diecisiete años, es hermosa, aun no nos hemos puesto formales nosotros como para presentarla…
-Es una niña, Edward- dijo Esme sorprendida- ¡Solo tiene diecisiete años!
-Es muy madura para su edad- se puso a la defensiva. Ahora temía que su madre se negara a ello, pero eso era imposible, él era mayor y podía hacer lo que quisiera-. Y me gusta.
-Lo sé, puedo notar cuan metido estas con ella- le dio la razón-. Y si te hace feliz pues… ¡Formalicen y tráela a casa!
-Es solo cuestión de tiempo- se rió.
-¿Edward?- le llamó con timidez. Él supo de inmediato a lo que iba.
-Ahórratelo mamá- se puso rígido- ¿Qué pasa que ahora todas vienen a recordarme aquello?- se preguntó a si mismo-. No voy a contarle aquella parte.
-¿Se lo vas a ocultar?- preguntó Esme preocupada.
-Sabes lo que pasará si le cuento- dijo con obviedad.
-Entiendo, sabes que lo hago. Pero a veces es mejor decir la verdad. Además tú no tuviste la culpa, te defendiste….
-No lo haré y punto- le cortó.
-Bien- asintió su madre suspirando derrotada-. Te deseo lo mejor, cariño. No quiero verte lastimado.
-Lo sé.
-De acuerdo- suspiró y recobró su ánimo-. Fue agradable hablar contigo, aunque no me llames.
-Sabes que trabajo- se excusó.
-No es excusa- se rió-. Adiós, cariño. Que descanses. Te quiero.
-Adiós, madre. Yo también te quiero- se despidió y cortó el teléfono.
Rodó en su cama quedando boca abajo. Hoy había sido un día largo, con demasiadas emociones y revelaciones. Estaba cansado y necesitaba descansar. A su mente vinieron acontecimientos pasados y del presente, aquello era por estar hablando de ello, su mente siempre retrocedía en el pasado cuando lo hacían recordar. Su madre había tenido razón, él no sabía lo que estaba haciendo en aquel entonces, había sido completamente para defenderse. Pero lo que le había dicho a Rosalie lo había dicho de forma consciente.
Pero él no se había podido controlar, de solo pensar que Rosalie o alguien de su familia se metiera en su casi-relación con Bella, que le contaran lo que él había sufrido, lo que lo había llevado a hacer aquello. Sacudió su cabeza fuertemente. Bella lo odiaría, lo detestaría, lo miraría con pánico, miedo, querría salir corriendo de su lado gritando aquella palabra que le hacía temblar de solo pensarla.
No, definitivamente él, ni nadie que lo conocía podía decirle lo que él había hecho, el por qué lo había tenido que hacer. Isabella Swan no podía enterarse nunca de aquello.
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