jueves, 18 de noviembre de 2010

cap13-mva

Capitulo 13
Luego de mostrarme mi parte del armario, y el resto de la casa, Edward me había acostado, a pesar del que el suero me había mejorado bastante aun no me encontraba del todo recuperada. Por lo que ambos nos acostamos en la cama. Edward me arropó con las mantas y su cuerpo. Se había acostado a mi laco y me había rodeado con sus brazos, permitiéndome recostarme contra su pecho.
Durante esas horas no me había dirigido la palabra. Únicamente nos quedamos acostados escuchando el suave y acompasado ritmo de la respiración del otro, mientras él acariciaba mis cabellos. Extrañamente me sentía tan cómoda, era como si fuera natural, algo de toda la vida. Como si siempre hubiéramos hecho esto antes. Y lamentablemente, me gustaba, mucho. Y no quería sentirme así. Pero estar de esa manera me hacía sentir bien. Cómoda, completa… querida.
Pero todo se fue a la mierda cuando llegó la noche. Edward amablemente había pedido la cena y la había traído a la cama para que no tuviera que levantarme. Nos recostamos a ver televisión mientras cenábamos. Se ofreció a lavar los platos para dejarme descansar. Pero en cuanto llegó la hora de dormir él estaba completamente despierto. En todos los sentidos de la palabra. Y quería tener un poco de acción antes de dormir.
-Edward- dije entre dientes. Estaba sobre mí, besando mi cuello.
-No te escucho- siguió besando mi cuello, ahora repartiendo largas lamidas.
-Habíamos quedado con que no… ¡Demonios!- grité cuando se mano entro dentro de mis pantalones de dormir.
Sus dedos se abrieron paso entre mis pliegues, acariciando mi clítoris con maestría. Mi cuerpo se arqueó ante la necesidad, e inconscientemente comencé a mover mis caderas contra sus dedos.
-¿Decías?- se burló aun tocándome.
-Te detienes y te mato- le amenacé hundiendo mis dedos en sus hombros.
Él se carcajeo y me besó con urgencia mientras sus dedos me seguían acariciando. Moviéndolos por todos lados, empapándolos con mis jugos. Mientras su lengua hacía estragos dentro de mi boca.
Solté un grito cuando su dedo entro de una sola vez en mi interior. Levanté mis caderas nuevamente, montando su dedo.
-¿Otro?- preguntó con voz ronca.
-Por favor- rogué sin dejar de moverme.
Él no me hizo esperar, metió un segundo dedo y comenzó a bombear rápidamente. Su mano libre levantó mi remera por sobre mis pechos, luego liberó mis pechos dejándolos descubiertos ante sus ojos. Tomó uno con su mano y su boca absorbió mi pezón libre. Chupándolo y tirándolo con sus dientes, mientras sus dedos entraban y salían de mi interior.
Mis gemidos y jadeos resonaban en la amplia habitación, haciendo eco. La sensación era única, parecía como si hiciera años que no tenía sexo con nadie.
-Edward- gemí apretando su cabeza con mis manos.
-¿Qué? ¿Quieres correrte?- murmuró lamiendo con la punta de su lengua.
-¡Si, dios, si!- grité moviéndome frenéticamente.
-Entonces hazlo. Córrete en mis dedos- ronroneó en mi oído.
Su voz ronca cargada de deseo fue el detonante de mi liberación. Mi cuerpo se tensó ante la descarga de oleadas placenteras que me golpeaban violentamente. Los dedos de Edward se siguieron moviendo contra mis paredes apretadas prolongando mi orgasmo. Una vez que las sacudidas se habían terminado mi cuerpo se relajó, dejándose caer en la cama, completamente agotada. Pronto el sueño comenzó a llamarme, mis parpados pesaban lo que me costaba mantenerlos abiertos.
Sentí el cuerpo de Edward moverse sobre el mío, acomodando mi ropa. Luego sentí sus manos acariciar mi rostro con caricias lentas y tiernas.
-Edward- le llamé intentando abrir mis ojos.
Él se rió y besó mis parpados.
-Duerme, cariño- su voz era suave, aterciopelada. Como un suave arrullo.
Lo último que sentí fueron sus labios rozar los míos antes de caer profundamente dormida.
.
A la mañana siguiente me desperté palmeando el costado de la cama. No había nadie a mi lado. Abrí mis ojos y me senté en la cama, estaba sola. Esperé unos minutos a que Edward saliera del baño, pero la puerta estaba abierta y el departamento estaba en completo silencio. En uno que aturdía.
Pronto me sentí asustada, no me gustaba este silencio. No me gustaba encontrarme sola. Me levanté de la cama y caminé hacia la sala, esperando encontrarlo sentado en el sillón. Pero la sala estaba vacía, desolada. Mi respiración comenzó a ponerse superficial, mi corazón latía fuertemente y el miedo se apretaba contra mi pecho, queriendo expandirse por todo mi cuerpo.
Corrí hacia la cocina, con nuevas esperanzas de encontrarlo desayunando, pero me encontré con desilusión. El miedo se había dispersado, solo un poco. La taza de café y el periódico en la mesa me avisaba que él había estado anteriormente. Eso significaba que no era una ilusión, o sueño, lo que había vivido.
Mis ojos vagaron por la cocina y se toparon con un papel blanco pegado en la puerta de la heladera. Me acerqué a el con rapidez y desdoblé la hoja que tenía mi nombre.
"Tuve que marcharme temprano. Llámame cuando termines de leer esto. Edward"
Suspirando de alivio corrí hacia la habitación y cogí mi móvil, marcando su número telefónico. No entendía por qué estaba tan ansiosa de escuchar su voz
Él me contestó a segundo pitido.
-Buenos días, hermosa- contestó con una sonrisa.
Mi cara se calentó ante aquel adjetivo ¡Dios mío! ¡Estaba sonrojada! Hacía años que no lo hacía…
-Vaya, parece que alguien esta de un muy buen humor- dije tratando de sonar desinteresada. No quería que notase lo nerviosa que me encontraba.
-Solo porque me has llamado como te pedí- ser rió-. Pero estoy molesto contigo.
-¿Y eso?- me senté en la cama.
-Te dormiste- me acusó.
-Sigo sin comprender- sonreí ampliamente.
-No te hagas la tonta conmigo, Isabella- me advirtió con dureza-. Estaba a punto de cogerte ¡y tú te duermes!
No pude evitar reírme a carcajadas. El dios Morfeo había estado de mi lado, ya que impidió que aquello ocurriera.
-Bueno, si vamos a reclamarnos cosas… yo también estoy molesta- dije intentando sonar enojada.
-¿Y se debe?
-Me dejaste sola- las palabras salieron con más reproche del que pretendía.
Había sonado como si realmente me hubiera dolido su actitud al marcharse sin despedirse. Bueno, realmente me había dolido, pero no tenía por qué admitirlo delante de él.
La línea quedó en silencio por unos largos segundos, que me parecieron una eternidad, antes de que Edward volviera a hablar.
-¿Quieres decir que te gustaría despertarte en mis brazos y comenzar un nuevo día lleno de caricias y palabras románticas?- podía sentir la sonrisa en su voz.
El muy pendejo se estaba burlando de mí.
-Vete a la mierda, Edward- gruñí y corté la llamada.
Las carcajadas de Edward aun resonaban en mi mente. No cabía duda de que Edward gozaría de burlarse de mí toda su maldita vida por esto. Le encantaría joderme de por vida. Tiré el aparato contra la cama y me levante.
Hoy me encontraba muy bien, ya no sentía la gripe, o fiebre… estaba como nueva. El descanso de ayer más el suero me había fortalecido por completo. Eso significaba que era hora de volver a la universidad. Solté un gemido de resignación. Atrasarme una maldita clase era como faltar por todo un trimestre. Las clases eran pesadas y llenas de información. Tendría que esforzarme el doble si quería retomar el ritmo.
Tomando aire y dándome pensamientos positivos caminé hacia el baño para darme un baño. En cuanto entré la bañera acaparó toda mi atención, era enorme y lustrosamente blanca. Me tentaba poderosamente
¿Debía o no tomarme un relajante, aromatizador y cálido baño de burbujas?
-Por supuesto que sí- me contesté y me despojé de las ropas.
Abrí la canilla y esperé a que la bañera se llenara. Mientras tanto echaba sales de todos tipos al agua. En cuanto la bañera estuvo llena, cerré la canilla y me metí dentro de una zambullida. Me recosté contra la cerámica y cerré los ojos, soltando un el suspiro de satisfacción. Mierda, esto era genial. Era como estar en un spa.
Me quedé hasta que el agua comenzó a ponerse fría. Salí de la bañera y deje que se desagotara mientras anudaba una toalla sobre mi busto. Camine tarareando hacia el armario y busqué algo para ponerme. Terminé optando por unos jeans ajustados negros, una blusa azul oscuro, unas convers negras y una chaquetilla del mismo color. Dejé la ropa en la cama y comprobé la hora en el móvil. Para mi sorpresa tenía un mensaje.
"Te quiero a las cuatro en punto en mi oficina. Se puntual o atente a las consecuencias. Edward"
Apreté el aparato en mis manos y me sorprendí de que no lo rompiera por la presión que ejercía. Edward tenía tan poco tacto y amabilidad para pedir las cosas. Él creía que todo el mundo era su sirviente y él era el señor del mundo y universo.
Era el medio día cuanto estuve lista y frente a la puerta. Edward no me había dejado ninguna llave y tampoco tenía deseos de llamarle para pedirle una. Era mejor que el apartamento quedara abierto para que cualquiera intentara robarle todo, hasta las alfombras. Con esa idea salí del apartamento y caminé felizmente hacia la salida. Pero toda felicidad cayó cuando vi al portero y un guardia de seguridad detrás de un mostrador.
Nos encontrábamos en un complejo privado, nadie tendría las suficientes pelotas para arriesgarse a robar en este lugar. Me compadecía de aquel que lo hiciera.
Saludé con un asentimiento a los dos hombres. Quienes sonrieron ampliamente y me devolvieron el saludo. En cuanto salí por las puertas de vidrio, me preguntaba si Edward les arrancaría los ojos a esos hombres por estarme mirando el culo. Quizás sí, quizás no. Quizás les alentaría a que me manosearan mientras él miraba. Edward tenía una manera muy extraña de reaccionar.
En cuanto puse un pie en el campus de la universidad, Jacob y Angela me abordaron. Comenzaron a preguntarme cosas, de las cuales no entendía ya que ambos hablaban a los gritos, a la vez.
-¡Silencio!- grité ya aturdida.
-¿Donde mierda estuviste, Bella?- inquirió Jacob apartando a Angela.
-Estuve enferma…
-¿Dónde, Bella?- enfatizó tomándome por los hombros- ¿Sabías que el edificio donde vivías ha sido demolido y lo están reconstruyendo?
-Oh, bueno… con respecto a eso…- había olvidado eso.
-¿Por qué demonios no atendías el teléfono? ¡Me he cansado de llamarte!- gritó sacudiéndome.
-Quieres calmarte…
-Esa es ropa nueva- dijo Angela, quien me escrudiñaba con la mirada-. Tus ropas son nuevas, no aparecías, el edificio… ¡estas saliendo con Edward!- me apuntó con un dedo y mirada horrorizada.
¡Oh, mierda! Jacob miró a Angela como si estuviera loca. Luego me miró a mí, su expresión ahora era sombría.
-¿Estas saliendo con él?- preguntó lentamente.
No pude contestar, tenía miedo a su reacción. Pero mi cara y mis ojos debieron de confirmar su pregunta. El suspiro ante mi silencio, giró sobre sus talones y se alejó de mí.
-Jake…- dije en voz baja. No sabía qué haría si lo detenía.
Le terminaría diciendo la verdad y eso sería lastimarlo. Él me había dicho sus sentimientos y yo…lo había utilizado como Edward lo estaba haciendo conmigo.
-No te preocupes, Bella. El solo está aturdido- dijo Angela palmeando mi hombro.
-No era mi intención lastimarlo- dije tristemente
-Lo sé- me sonrió animadamente-. Entonces… si estas saliendo con Edward- dijo en voz baja.
Miré a Angela quien había comenzado a caminar con la cabeza gacha. Me acerqué a ella sin decir nada. Había lastimado a dos personas el día de hoy. Dos personas que eran importantes en mi vida.
-Solo es un intercambio de intereses- dije encogiéndome de hombros.
-¿Y cómo es eso?- preguntó curiosa.
-Él quiere poseerme hasta el cansancio y yo quiero su dinero- sonreí ampliamente.
Pero mi sonrisa se borro al ver a Angela blanca como un muerto…
-Oye…
-Aun no te has acostado con él ¿verdad?- dijo con terror en su voz.
-No, aun no- fruncí el ceño sin entender absolutamente nada.
-Por lo que más quieras, Bella- me tomó por los hombros-. No te acuestes con él.
Me sacudió ligeramente con sus ojos bien abiertos por el miedo.
-Angela… estas exagerando. Sé que me quieres pero…
-No es eso- chasqueó la lengua soltándome-. Lo que trato de decirte, es que Edward en la cama es una bestia.
-¡Oye! No es agradable saber lo bueno que es…
-¡Bella!- gritó interrumpiéndome-. No me refería a eso. Me refiero a que Edward no tiene compasión en la cama, con nadie.
-¿Qué quieres decir?- pregunté alarmada.
-Él solo se preocupa por su satisfacción, no le importa si la otra persona esta pasándola bien- se estremeció violentamente-. Es un animal, y para nada dulce.
Angela me saludó rápidamente antes de salir corriendo hacia sus clases. Dejándome completamente estática en mi lugar ¿sería cierto aquello?
Las cases habían terminado y habían sido una tortura. No había logrado entender nada de ellas, me había perdido mucho ¡y solo habían pasado dos días! Y no solo por eso, si no que las palabras de Angela aun se repetían en mi mente.
Las pocas veces que lo habíamos hecho con Edward, él se había comportado dulce y tierno. Me había hecho el amor con su boca y sus dedos, y en las dos ocasiones se había comportado de manera linda. La primera vez que lo había tenido en mi interior había sido segundos y… yo lo había pasado fenomenal…
¿Realmente se comportada como una bestia desalmada en la cama? Conmigo no lo había sido…
-¡Enana!- gritó Emmett atrapándome en uno de sus abrazos trituradores.
-Hola, Em- dije con voz estrangulada-. No puedo respirar…- me quejé y él me soltó revolviendo mis cabellos.
-¿Cómo te sientes, Bella?- preguntó Jasper rodeándome con sus brazos.
-Mucho mejor. Gracias por preocuparte- le abracé fuertemente.
-Ustedes tienen trabajo por hacer y no es abrazar a la mucama- gruñó Edward.
-¿A dónde van?- pregunté con curiosidad.
-Comprar cigarrillos- dijeron ambos encogiéndose de hombros.
Le fulminé con la mirada por aquel nombre que tanto odiaba. Jasper besó mi frente y se marchó con Emmett. La oficina se encontraba desolada, a excepción de Edward.
-Parece que alguien sigue de mal humor- suspiré dejando mi mochila en los sillones.
Me giré para mirarlo y por poco babeo. Edward estaba vestido con un traje negro, hecho a medida. Su camisa gris oscura abrazaba su torso y las mangan se apegaban a sus antebrazos. Los primeros botones de su camisa estaban desabrochados, dejando a la vista su perfecto torso. También llevaba un chaleco negro con finas rallas blancas.
-Te dije cuatro en punto, Swan- llamó mi atención-. Son las cuatro y diez.
-Eres un exagerado- rodé mis ojos.
-Ahora tendrás que atenderte a las consecuencias- dijo mientras se recostaba contra su silla y me llamaba con un lago y blanco dedo.
Me acerqué a él con paso lento, hasta quedar al frente de su escritorio.
-Aquí, Swan- señaló su costado.
Irritada rodeé el escritorio y me plante a su costado. Él había girado en su silla de modo que quedara frente a mí. Ahora que tenía una vista completa de él, pude terminar de ver su vestimenta. Los pantalones eran igual de negros y se apegaban a sus bien formadas y masculinas piernas.
-¿Qué quieres?- pregunté de mala gana, tratando de apartar mi vista de su cuerpo.
-Follemos- soltó sin vergüenza.
-¡¿Qué? ¡¿Ahora?- grité mirando para todos lados.
Era pleno día y no tenía deseos de desnudarme y esperar a que todos volvieran y me vieran follar con el jefe.
-Si ¿Qué tiene de malo?- preguntó con fingida inocencia.
-No voy a hacerlo- me negué de inmediato.
-Claro que lo harás- se levantó de su silla, irguiéndose en toda su altura-. No llegaste a horario. Ahora tienes que pagar por ello.
Se acercó un paso y yo retrocedí cinco. Antes de que pudiera salir corriendo me tomó por la cintura y me sentó en su escritorio ¡oh, mierda! No tenía deseos de conocer a la bestia desalmada, no ahora. Tenía que encontrar una excusa antes de que fuera demasiado tarde…
-¡No!- grité apartando su cara-. Prometiste que no lo haríamos en época de exámenes y trabajos…
-Y tú prometiste hacerlo cuando y donde yo quisiera- gruñó apartando mis manos-. Y no estás en esas épocas. Así que deja de poner excusas y follemos.
¡Oh, madre mía! Qué bien sonaban esas palabras sucias en su boca. Aquella escusa no era poderosa… tendría que recurrir a mi técnica secreta…
-Edward- le llamé con voz melosa, jugando con su corbata desalineada-. Recuerdas que he estado enferma y me he atrasado muchísimo con mis estudios. Si no me pongo al día podría perder el año. Es realmente difícil mi curso… por favor, solo espera a que me acomode nuevamente…
Lo miré por sobre mis pestañas con el labio inferíos sobresaliendo teatralmente. Pude notar como Edward se debatía si acceder o no a mi pedido. Suspirando rendido desvió su cabeza y se apartó. Emocionada salté del escritorio y lo rodeé con mis brazos.
-¡Gracias, Eddie!- grite besando su rostro.
-Si no quieres que cambie de opinión no vuelvas a llamarme de aquel modo- me advirtió pasando un brazo por mi cintura.
-No lo haré, a cambio te daré un servicio especial por tu generosidad- me aparté y lo empujé hasta sentarlo en la silla.
-¿Qué demonios…?- Su pregunta murió cuando me arrodillé entre sus piernas.
-Tú me has brindado buenos servicios en dos ocasiones- dije mientras desabrochaba su cinto y pantalón-. Es hora que te dé un poco del placer que me brindaste.
Tomé su pene con mi mano y comencé a masajearlo. Edward se relajó en su asiento y me miró mientras trabajaba. Pronto su pene comenzó a ponerse duro y erguirse en mi mano. Creciendo felizmente. La respiración de Edward comenzó a ponerse pesada.
Sin apartar mis ojos de los suyos le di un pequeño beso en la punta. Sus ojos se entrecerraros y su mandíbula se tensó. Sin dejar de masajearlo lamí desde la base hasta su eje, rodeándolo con mi lengua. De inmediato se puso duro, listo para mí.
-¿Esto te excita?- pregunté chupando únicamente su punta.
Edward siseo tirando su cabeza hacia atrás.
-Deja de jugar, Isabella- gruñó apretando las manos en los apoyabrazos.
Solté una risita antes de tomarlo con mi boca. Metiéndolo lo más profundo que podía. Lo que sobraba lo cerraba con mi mano, moviéndola al mismo tiempo que lo metía y sacaba de mi boca. Comencé a mover mi cabeza de arriba abajo con mayor rapidez. De vez en cuando le daba largos lametazos o rozaba con mis dientes por toda su longitud. Los gemidos y jadeos de Edward no se hicieron esperar. Siseaba y maldecía cuando mis dientes lo mordisqueaban.
Su mano se había enterrado en mi cabello e intentaba establecer un ritmo más rápido. Pero yo disfrutaba de verlo retorcerse cuando aumentaba la velocidad y luego me frenaba con suaves chupadas…
-Mierda, Bella…- gruñó con los ojos cerrados.
-¿Qué?- pregunté masajeándolo con mi mano- ¿Te gusta?
-Joder, me encanta- gimió mirándome a los ojos.
Me levanté un poco para besarle unos segundos. Su mano se empuñó con mis cabellos, acercándome más a él. Moví mi mano con mayor rapidez sintiendo como su pene se volvía más duro, se tensaba, estaba a punto de correrse. Rompí el beso y volví a mi posición. En cuanto mi boca lo tocó Edward se corrió fuertemente dentro de mi boca.
Por lo general no me agradaban los sabores del semen, algunos hombres eran amargos. Pero Edward sabía delicioso. Una mezcla entre lo salado y lo dulce. Seguí chupando hasta que el último de los espasmo sacudió su cuerpo. Solté su pene que cayó flácido y satisfecho. Igual que Edward. Había quedado relajado en la silla, con la frente llena de sudor.
-Ven aquí- palmeó su regazo, llamándome.
Salté sobre él, acomodándome sobre su pecho. Edward me abrazó y acarició la parte donde él se había agarrado con fuerza.
-¿Te duele?- preguntó con voz tranquila.
-No, estoy bien- levanté un poco mi cabeza para mirarlo- ¿Qué tal estuvo?
-Fue increíble. La mejor mamada de mi vida- me sonrió de costado.
Me quedé aturdida unos segundos por sus palabras y esa sonrisa tan seductora. Salí de mi aturdimiento cuando sus dedos acariciaron mi mejilla, para luego inclinarse y robarme un beso. Un beso tan lleno de dulzura y pasión… dejándome deseosa de más.
Edward era un maldito buen besador.
-¿Hasta cuando me vas a hacer esperar para estar dentro de ti?- preguntó con tanta ternura que por un momento me pregunté si estaba soñando.
¿Cómo era posible que un hombre tan tierno en estos momentos, se comportara como una bestia en la cama?
-Hasta que haya alcanzado al resto de mi clase- dije vacilante.
-¿Y cuándo será eso?- preguntó con mirada y voz severa.
-No… no tengo una fecha programada- tartamudee ante su penetrante mirada.
-Te doy diez días- ordenó despreocupadamente.
-¡Edward! ¡Con tan poco tiempo no podré hacer nada!- exclamé enojada.
-No es mi problema- se encogió de hombros-. Te estoy dando la posibilidad de que te acomodes con tus clases sin interrumpirte. Pero…- tapó mi boca con su mano antes de que pudiera objetar-… una vez que se acaben los diez días, vamos a follar…
-Pero…- mi voz salió amortiguada por sus dedos.
-Pero nada, Isabella- quitó su mano, arrastrando sus dedos por mi mejilla-. Somos novios ¿hasta cuando me vas a hacer esperar?
Tragué en seco. Su voz tan varonil y seductora eran puntos que jugaban a su favor y en mi contra. No podía negarme a nada que él me pidiera si utilizaba ese tono conmigo. Por unos segundos me replantee si sería tan malo aceptar acostarnos, por más bestia que fuera…
-Edward…- mi voz salió temblorosa por la excitación.
En ese momento las puertas se abrieron y entraron los muchachos. Emmett y Jasper encabezando la marcha y los demás detrás. Todos estaban riendo y bromeando… pero sus sonrisas murieron un cuanto me vieron.
Frunciendo el seño ante su extraña reacción miré a Edward. Quien me sonreía triunfante. Sentí sus manos acariciar mi cintura…. Entonces en ese momento lo comprendí. Yo aun me encontraba sobre Edward. Sentada a horcajadas sobre sus piernas, mientras su pene estaba en todo su esplendor, que gracias a dios yo lo tapaba. Ellos no sabían nada de mi relación con Edward… en pocas palabras ahora era la nueva novia.
-Emmett, contéstame algo- dijo recargando su cabeza en mi pecho.
-Dime, hermano- metió sus manos dentro de sus pantalones, completamente tranquilo.
-¿Cuánto tiempo tuviste que esperar para follar con Rosalie?
Todos en la habitación abrimos la boca ante la pregunta tan personal y de forma despreocupada con la que la había formulado. Todos excepto Emmett y Edward.
-Oh, bueno…-comenzó Emmett palmeando su mentón con un dedo-. Con Rose fue amor y atracción a primera vista- sonrió ampliamente-. Follamos a minutos de vernos en el baño de servicio.
¡Oh, mierda santa! Hablaban como si charlaran del tiempo.
Edward asintió con una sonrisa orgullosa, y apretando suavemente mi cintura. Luego miró a su próxima víctima.
-¿Jasper?- llamó.
Mi amigo se tensó pero recobró la compostura en segundos. Admirable.
-¿Si, Edward?- dijo completamente natural, como si la próxima pregunta no fuera nada del otro mundo.
-¿Tu cuanto tiempo esperaste para follar con mi hermana? Porque obviamente lo has hecho.
Ambos hermanos Cullen le miraron con intensidad. Retándolo a que contestara para saltarle encima y despellejarlo vivo. El pobre de Jasper parecía un pequeño animal indefenso acorralado por dos depredadores hambrientos… podía notar como una capa de sudor brillaba en su frente.
-Bien, bien- hablé llamando la atención de todos-. Comprendí, no es necesario exponer la vida intima de todos…
Jasper soltó el aire y se relajó, regalándome una sonrisa de agradecimiento.
-Perfecto- sonrió de mi manera favorita-. Dentro de diez días, Swan.
Él día de hoy había llegado a la conclusión de que Edward Cullen jamás cambiaría…
¡Oh! Y que no tenía forma de escapar de él.

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