Capitulo 7
Llevé una mano a mi pecho, pues sentía que mi corazón había dejado de latir, el aire no me llegaba a los pulmones y no me llegaba sangre al cerebro. No estaba seguro de lo que había dicho mi abuelo era cierto, o si me estaba jugando una muy mala broma ¿Él había dicho prometida? De solo pensar en esa palabra el estómago se me revolvía.-¿Qué….has….dicho?- dije sin aire.
-Lo que escuchaste- rodó los ojos-. No seas melodramático, Edward- se acercó sonriendo a la joven y tomó su mano-. Ella y tú van a casarse, entonces los Cullen y Denali se unirán, seríamos los empresarios más poderosos en toda la cadena de hoteles de mundo. Millonarios- puedo jurar que se le marcaron todos los signos de dinero de todos los países en sus ojos.
-Abuelo, estas delirando- comencé un poco más calmado-. Yo no voy a casarme…
-Claro que lo harás- me cortó con una mirada sebera.
-Di algo- le rogué a la joven quien nos miraba con ojos temerosos.
-Yo…- tartamudeó en un susurro.
-Ella esta tan de acuerdo como yo y su padre- asintió pasando un brazo por los hombros de la chica.
Ella me miró con disculpas, entonces entendí que no era el único que veía todo esto como una locura, al menos ella me apoyaba y no estaba de acuerdo como mi abuelo mentía. Tanto su padre como mi abuelo habían confabulado este descabellado plan solo para fines financieros, sin importarles nuestras opiniones. Era como si hubiera retrocedido en el tiempo, en las épocas antiguas donde los reyes casaban a sus hijos desde el nacimiento con otros reinos aliados, solo para que progresaran.
Pero, gracias al cielo, este era el siglo veintiuno y éramos libres de hacer lo que quisiéramos y no dejarnos domar por este tipo de problemas.
Suspirando me acerqué a mi abuelo con lentitud, por unos segundos le vi encogerse en su lugar, pero luego se irguió alejándose de la chica para encararme. Me planté a unos centímetros de él, mirándole a los ojos, verdes, iguales a los míos.
-No voy a casarme- dije con total autoridad y decisión, no había nada que me hiciera cambiar de opinión.
-No tienes opciones, esta todo preparado- dijo desinteresadamente.
-Me importa una mierda, no pienso casarme- gruñí apretando mis manos en puños, mis palmas picaban y si se seguía haciendo el sordo iba a terminar golpeándolo.
-Esto es por el futuro, Edward- dijo cansino-
-Yo no quiero este futuro, no uno donde no puedo elegir- me acerqué un paso más, una palabra más y terminaría en el hospital.
-Eres demasiado joven para saber qué es el futuro-me pareció que se lo dijo más a si mismo que a mí-. Igual que tu padre, un tonto desaprovechado que no sabe apreciar las oportunidades de la vida- alegó caminando hacia el escritorio que una vez fue suyo-. Un idiota que lo único que sabe hacer es escoger putas para saciarse…
No lo escuché más me abalancé hacia él pero no logré ir muy lejos unos brazos me rodearon la cintura y me empujaron de nuevo hacia donde estaba. Lo veía todo rojo, no podía creer que mi abuelo llamara puta a mi madre, ella que era tan buena y una gran mujer, que había perdonado al idiota de mi padre, era en lo único que concordaba con mi abuelo. Tampoco podía tolerar que me tratara de tonto y mucho menos que me comparara con Carlisle. Mi abuelo siempre había sido frío y un sin vergüenza, su lengua era peor que la una típica suegra adinerada que miraba a todos como si fueran mierdas con patas. A él no le importaba rebajar a alguien delante de medio mundo, es más esa era su medicina de todos los días, por ello se mantenía vivo.
-Suéltame, Tanya- pedí alejando el cuerpo de la chica.
-No- negó rápidamente con la cabeza-. No puedo dejar que lastimes a tu abuelo- la miré con incredulidad-. Por más cruel que sea es una persona mayor.
Abrí y cerré mi boca varias veces buscando palabras para responderle, sin embargo me había dejado sorprendido aquellas palabras tan maduras de su parte. Y tenía razón, hasta cierto punto, si no fuera un hombre de ochenta años le habría roto la cara por faltarle el respeto a mi madre, pero no podía, si llegaba a soplar un poco sobre su rostro era capaz de mandarlo al otro mundo. Respirando hondamente traté de calmarme, las manos de Tanya acariciando mi pecho era… relajante, me calmaban solo un poco, pero apreciaba la ayuda.
-Hacen una pareja hermosa- dijo mi abuelo con emoción-. Son increíblemente apuestos los dos, y se complementan increíblemente.
Gruñendo aparté a Tanya y recogí mis cosas, no creía que fuera capaz de controlarme de nuevo si seguí diciendo babosadas. Únicamente tomé mis llaves y teléfono.
-¿A dónde vas?- preguntó mi abuelo.
-Arregla todo esto- me giré y le apunté con un dedo-. Porque juro que me iré de este lugar y toda esta mierda se hundirá.
Giré sobre mis talones y salí de la oficina, haciendo caso omiso a los gritos de mi abuelo. Mi secretaria me miró asustada y confundida.
-Toma tus cosas, tienes el resto día libre- dije sin detenerme.
-Pero su abuelo…
-No me hagas repetirte las cosas de nuevo- me subí al ascensor completamente enfurecido.
Sentía que la cabeza iba a explotarme en cualquier momento. Apoyé mi cabeza contra las frías paredes esperando que aquello hiciera que los dolores desaparecieran, pero no podía, no cuando las palabras de mi abuelo rondaban por mi cabeza. No podía creer que me estuviera pasando esto, no podía creer que mi vida se estuviera volviendo una mierda con cada día que pasaba.
Primero encuentro a la mujer que estaba seguro que pasaría el resto de mi vida, amándola y cuidándola como lo había estado pensando en el último mes, pero todo se fue al carajo cuando descubrí que ella era mi hermana, mi pequeña hermana que había visto partir en llantos aquella noche nefasta. Y ahora esto, la idea de que debía de casarme para que los malditos hoteles se volvieran los números uno en todo el mundo ¿Qué seguía luego? ¿Qué saliera Bella embarazada?
-¡Oh, por dios!- gemí pateando el suelo- ¡Por favor eso no!- exclamé a la nada.
Eso sería demasiada mierda por un día, además de que eso no podía pasar, tanto ella como yo nos cuidamos en ese mes. Ella tomaba pastillas y yo me cuidaba con el preservativo, aunque algunas veces eran tan recónditos los lugares donde lo hacíamos que no los usaba, pero ella sí. Como hacía tiempo que no hacía, le rece a todos los santos y dioses a que Bella no estuviera embarazada, esperaba que algunas de las divinidades se apiadara de mí y me diera cierto respiro.
Cuando el ascensor llegó al destino bajé y me subí a mi coche y conduje al único lugar donde sabía que conseguiría ayuda y donde todo el maldito problema se terminaría. Subiendo otra plegaria al cielo, recé a que mis padres pudieran arreglar todo.
.-.-.-.-.-.-.-.-.
-¡¿Qué?- gritó mi madre escandalizada.-Lo que escuchaste, mamá- suspiré tirando mi cabeza hacia atrás.
Hacía una hora que había llegado a mi vieja casa, hacía una hora que había estado repitiendo lo mismo una y otra vez a mi madre, quien parecía no entender lo que le estaba diciendo. Era claro que a ella le parecía igual de descabellado que a mí y que su mente no podía procesar aquellas noticias, su estomago no podía digerirlo, los jugos gástricos se negaban a disolverlo. Era igual a lo que me había pasado con saber lo de Bella.
-¡¿Acaso está loco?- volvió a gritar y se puso de pie.
Esto era nuevo, parecía que no tendría que volver a repetirle las cosas.
-Es lo más probable, tiene ochenta años y ha sufrido varios paros, es natural que su cerebro no esté actuando con normalidad.
-Estoy hablando en serio, Edward- me dio una mirada reprobatoria.
-¡Por favor, mamá!- exclamé-. Yo tampoco estoy para juegos, pero bromear me hace relajarme un poco de esta situación.
-Lo siento, hijo- suspiró y se sentó a mi lado, tomando mis manos-. Juro que arreglaré este problema- acarició mi rostro y besó mi frente antes de abrazarme.
-Para eso vine, mamá- suspiré respondiéndole al abrazo-. No quiero que esto continúe.
-Y no va a continuar- aseguró y se pudo en pie-. Llamaré a tu padre para avisarle.
Besó mi mejilla y subió las escaleras de la casa a toda prisa, dejándome solo en el living. Suspirando, por centésima vez en lo que iba del día, me dejé caer al sofá, pasando un brazo por mis ojos, me sentía tan cansado, mental y físicamente, me abuelo era capaz de ejercer ese tipo de sentimiento a toda persona que estuviera cerca de él por diez minutos. Escuché la puerta abrirse seguido por las voces de Alice y Jasper…
-Solo será para saludarla- dijo mi hermana.
-Lo sé- suspiró mi amigo, luego siguió el sonido de un besuqueo-. Date prisa- urgió con voz ronca.
Mi hermana soltó una risita tonta y la escuché subir las escaleras. Bajé mi brazo para encontrar a mi amigo de espaldas mirando la escalera por donde Alice se había marchado.
-¿Sabes? Es asqueroso ver como mi cuñado le mira el culo a mi hermana, y no quiero imaginar si ella trae falda- dije y Jasper saltó en su lugar.
Se giró con una mano en el corazón, la tez pálida y los ojos a punto de salirse de sus cuencas.
-Mucho menos escucharlos manosearse antes de irse a quien sabe donde a hacer quien sabe que- hice una mueca de asco y tapé nuevamente mis ojos, el dolor de cabeza no disminuía.
-Casi me matas de un susto, Edward- gruñó.
No le respondí, simplemente me encogí de hombros.
-¿Qué haces aquí? ¿No deberías de estar trabajando?- preguntó intrigado.
-Pronto te enterarás- respondí.
-¿Paso algo con…?
-No- le contesté antes de que terminara la pregunta-. No la he visto en esta semana.
-Las estas evitando- pude notar una nota de alivio en su voz.
-¿Qué otra cosa puedo hacer?- le miré-. No me siento preparado para encararla.
-¿Pero has hablado con ella?
-Sí, me ha estado llamando y le he estado evadiendo con el trabajo- suspiré y me senté nuevamente.
-Y vienes a esconderte en la casa de tu madre.
-No, estoy aquí por otro problema- rasqué mi cabeza con pereza, mientras él me seguía mirando- ¿Qué?
-Nada- negó la cabeza recargando su espalda en el sillón-. Solo, no podrás estarla evitando todo el tiempo.
-Gracias, de verdad- dije con sarcasmo a lo que él respondió con una risa-. Lo sé, pero ahora no me siento listo.
-¿Qué has hecho?- estrechó su miraba, sabía que algo le estaba escondiendo.
-No he hecho nada- dije desviando la mirada.
-El ahora que acabas de decir es porque has hecho algo- me analizó.
-Solo nos peleamos en la última llamada- dije intentando sonar desinteresado-. Le dije que ella no era el centro del mundo, que tenía cosas que hacer. Ella cortó la llamada y desde entonces no he sabido nada de ella.
-No cantes victoria- me advirtió antes de que se escuchara un grito en el piso de arriba, haciendo que Jasper saltara de su asiento.
Un torbellino de cabello negro bajó por las escaleras hasta detenerse frente a mí.
-¿Cómo es eso de que te casaras?- dijo lenta y amenazadoramente.
-No voy a casarme- dije cansado de saber que tendría que volver a repetir todo de nuevo.
-¡Eso no es lo que me ha dicho mamá!- gritó golpeando el suelo con su pequeño pie.
-Has escuchado mal entonces.
-¿Qué es lo que dices, Alice?- intervino Jasper, luego de recuperarse del susto.
-La escuché a mamá decirle a papá que Edward estaba por casarse-lloriqueó- ¿Cómo puedes ser tan mal hermano?
-¡No voy a casarme!- grité levantándome-. Es algo que el abuelo decidió y que he venido a que lo arreglen.
-¿El abuelo?- preguntó ella incrédula.
Asentí y comencé a contarle lo que me había sucedido antes de venir a casa. Ella me escuchó atentamente, debes en cuando me interrumpía para maldecir o insultar a nuestro abuelo. Jasper se mantuvo callado y tratando de mantener a su esposa en su lugar. Al poco tiempo se nos unió mamá diciendo que Carlisle no tardaba en llegar y que ambos arreglarían todo el problema.
Pero por alguna razón no me sentía tranquilo, tenía la mala espina de que las cosas no se solucionarían de un momento a otro como habían aparecido. Algo me decía que iba a pelear con esto por un tiempo largo.
Mi padre llegó entrada la noche, disculpándose por no haber llegado antes.
-Quédate tranquilo, papá- le asegure-. Sabes que lo entendemos.
-Gracias- me sonrió y se sentó al lado de mi madre-. Bien…tenemos que arreglar esto, bueno, más bien yo.
-¿Realmente Aro escuchará?- le preguntó mi madre con angustia.
-Esperemos que sí- suspiró apretando la mano de mi madre-. De todos modos no puede obligarte a nada, tú ya eres mayor de edad.
-Supongo- dije sopesando sus palabras.
-No te preocupes por nada, Edward- me miró con decisión y seguridad-. No voy a dejar que mi padre te manipule, no lo hizo conmigo, no voy a dejar que lo haga contigo.
Luego de eso se levantó y se marcho hacia su despacho con mi madre pisándole los talones, era obvio que haría una llamada a su padre y esta sería demasiado acalorada. Mi hermana y yo nos quedamos mirándonos las caras, nosotros ya no teníamos nada que hacer en aquel lugar.
-Supongo que ya podremos irnos- dijo ella.
-Seguro, ellos no bajaran- dije poniéndome en pie.
-¿Quieres ir a cenar con nosotros?-preguntó amablemente.
-No, gracias- le sonreí-. Estoy muy cansado.
-Me imagino- se rió-. A menos que quieras comerte a Bella.
Mi cuerpo se tensó de inmediato y miré a mi hermana con miedo, pero ella solo se estaba riendo, ella me había hecho una broma. Había olvidado que Alice no sabía que Bella era nuestra hermana. Mis ojos fueron a Jasper, quien también estaba sorprendido por las palabras de mi hermana.
-¿Pasa algo?- preguntó Alice desconcertada-. Te pusiste pálido de repente.
-No pasa nada. Estoy bien- desvié mi mirada y prácticamente corrí hacia el garaje, donde estaba mi coche.
Pero antes de entrar vi a mi hermana salir por la puerta, caminando hacia mí. Me sentí sudar en frío.
-¿Qué me estas ocultando?- preguntó ella cruzándose de brazos,
-No te estoy ocultando nada- mentí abriendo la puerta de mi coche, pero esta se cerró.
-Te conozco, Edward y se cuando me mientes- me frunció el ceño-. Habla- ordenó.
-Alice, es algo que a ti no te incumbe- volví a mentir, Bella era algo que nos incumbía a los dos, por no decir la familia entera.
-Claro- rodó los ojos- ¿Cómo esta, Bella?
-De maravilla- apreté los dientes.
-¿Dónde está ella?- me interrogó mirándome fijamente.
-Trabajando- aparté mi miraba incapaz de sostenerla. Suspiró mientras negaba con la cabeza.
-¿Han peleado o has encontrado a otra?- me miró de mala gana.
-Bella es irremplazable- dije de inmediato, no podía imaginarme con otra que no fuera ella-. Solo… hemos discutido.
-Pues ve y arregla las cosas- me ordenó-. Ella es demasiado valiosa, hermosa y perfecta para ti como para que se alejen por una tontería.
Besó mi mejilla y se marchó saltando. Yo me quedé unos segundos petrificado, luego subí a mi coche como autómata, sopesando las palabras de mi hermana. Si tan solo supiera que no me había alejado de Bella por una simple discusión, más bien por saber quién era ella en realidad. Si Bella no fuera quien era, yo jamás me habría apartado de su lado, habría hecho lo imposible para tenerla conmigo, así sea atarla en la cama de ser necesario. Como si no supiera lo valiosa, hermosa y perfecta que era para mí, esa y muchas otras cualidades más.
Pero la que más pesaba de todas ellas, era que era mi hermana y está prohibida para mí. No podía tomar esa fruta, a pesar de haberla probado tantas veces antes, pero en ese momento yo no sabía quién era ella, ahora que lo sabía no podía tocarla, me era inalcanzable y yo no me esforzaría en intentar alcanzarla. La dejaría en aquel monte y me iría a buscar otra fruta más accesible.
Pero no era tan fácil como parecía, no cuando tenía sentimientos a los cuales no podía deshacer como si nada. Antes de saber a dónde me dirigía me di cuenta de que había aparcado en las sombras frente al último trabajo de Bella, un pequeño restaurante, al cual trabajaba solo cuatro horas. Eran las once de la noche y ella estaba sentada en el cordón de la vereda, mirando el suelo y un cigarrillo en las manos. Le había dicho que no quería verla fumar, y ella había aceptado con un puchero, pero ahora ella estaba ahí, despidiendo el intoxicante humo que se pegaba a los pulmones.
Pero eso no era lo que más me molestaba, más bien era la situación de estarla observando desde lejos, escondido en la oscuridad, sin tener el valor de acercarme a ella y explicarles las cosas. También el no poder acercarme a ella de otra manera, de poder abrazarla o besarla…
-Es tu hermana- me dije a mi mismo golpeando mi cabeza contra el volante.
Pero por más golpes que me diera no podía dejar de sentir lo que sentía y me enfurecía porque no quería amarla, no como una mujer.
Mi atención se desvió cuando una motocicleta frenó a unos metros de ella. Bella se levantó rápidamente y saltó a los brazos de ese chico que había conocido hacía un tiempo. Este le devolvió el abrazo, apretujándola contra su cuerpo. Los celos comenzaron a hervirme por la sangre, logrando quitar cada uno de mis pensamientos razonable, tirándolos a la basura, mientras el deseo de desgarrar el cuello de ese mocoso me invadía.
Sin embargo logré contenerme, apretando el volante con todas mis fuerzas. No me atreví a mirar más cuando vi al chico tomar la cara de ella entre sus manos y acercarla de tal modo que parecía a punto de besarle. Apreté el acelerador y salí pitando de aquel lugar. Estaba enfurecido, ella me había cambiado, por otro, pero su hermanastro. Genial. Al menos él no tenía la misma sangre.
No tengo idea de cómo llegué al estacionamiento de mi edificio sin sufrir un accidente o una multa. No era consciente de la velocidad a la que iba, no podía disminuirla ya que quería llegar a mi hogar y golpear algo. Pero todo sentimiento de destrucción desapareció cuando vi a una mujer sentada en la puerta de mi apartamento.
Me acerqué a ella con paso lento, escrudiñando sus ropas y cabellos, que me eran familiares. En cuando estuve frente a ella, levantó su rostro y me contempló sorprendida.
-¿Tanya?- dije con incredulidad- ¿Qué haces aquí?- me apresuré a levantarla, su rostro estaba rojo y mojado, sus ojos hinchados y cristalinos.
-¡Oh, Edward!- sollozó y se tiró a mis brazos.
Me abrazó fuertemente mientras desgarradores sollozos escapaban de su garganta, al tiempo que sus lagrimas mojaban mi camisa. La apreté contra mi cuerpo y acaricié su espalda con intención de calmarla. Me dolía ver a una mujer de esa manera y más sin saber cuáles eran los motivos.
Me parecía raro que ella estuviera aquí y buscara consuelo en mi sin siquiera conocerme. Solo nos habíamos visto en la mañana y nada más…
-¿Mi abuelo te hizo algo?- pregunté apartándola de mí. El que ella estuviera aquí era por una sola razón.
-No, bueno si. En realidad no lo sé- lloriqueó tapando su cara.
Suspiré frustrado por la confusa respuesta. Pasé mis manos por cabello buscando el modo de arreglar este problema, a pesar de que no era mío.
No había mucho por hacer, por lo que terminé decidiendo hacerla entrar a mi apartamento, que se calamara y luego que se fuera a su casa o a un hotel. Abrí la puerta y la guié hacia la sala. Se aferró a mi costado caminando pegada a mí, era incomodo pues no podía caminar y su cercanía me incomodaba. No porque me sintiera atraído hacia ella, era muy hermosa, era más bien algo con respecto a ella que no me terminaba de convencer.
-Espérame aquí- le dije mientras la sentaba en el sillón-. Te traeré agua.
-No- dijo ella deteniéndome- ¿Tienes alcohol?
-Claro- me levanté y fue hacia mi estantería secreta en busca de mis licores.
La estantería estaba en la alacena de la cocina, solo tenía una botella de licor, el más fuerte, del cual solo bebía un vaso cada tanto y era solo cuando necesitaba del alcohol. Busqué unos vasos y los llevé a la sala donde Tanya se mantenía temblando luego de tanto llorar. Se la veía más calmada, pero era evidente de que no estaba en muy buenas condiciones y tampoco era bueno que quisiera alcohol por lo que deduje que ella había tenido un problema amoroso. Eso era el motivo que nos hacía recurrir hacia la bebida y el chocolate.
Serví el líquido marrón en ambos vasos y le tendí uno a ella.
-Lamento estarte molestando, pero… no tenía a donde ir- dijo con voz rota, mientras le daba pequeños sorbos a su bebida.
-Mientras pueda ayudarte no hay problema- le tranquilicé apretando su hombro- ¿Qué fue lo que te pasó?- le pregunté y ella desvió la mirada.
-No quiero esto- susurró ella.
-¿Querer qué?- pregunté sin entender.
-Esto- nos señaló-. No quiero saber que me atan a un compromiso sin mi consentimiento.
-Bienvenida al club- dije comprendiéndola.
Ella me miró y sonrió dulcemente para luego comenzar a tomar sin control, y yo le seguí, me sentía igual que ella y en cierto modo el alcohol nos calmaría un poco. A decir verdad agradecía en cierto modo que Tanya estuviera en mi casa en estos momentos, me servía de distracción y consuelo.
Las horas pasaron y el contenido de la botella fue bajando hasta no quedar nada, para estas alturas ambos teníamos los ojos brillosos y las mejillas coloradas. Sentía mi cuerpo adormecido, mi cabeza daba vueltas. Tanya a mi lado se reía sola y se tambaleaba de un lado a otro intentando mantenerse parada.
-Los hombres apestan- dijo arrastrando las palabras-. Todos, ninguno se salva- chaqueó la lengua y se sentó a mi lado-. Pueden ser muy bonitos, tener todo el dinero del mundo y muchas otras cualidades, pero en el fondo son la misma mierda- me miró fijamente con ojos desenfocados-. James se enteró de esto- nos señaló-. Y me abandonó por una pelirroja zorra- sus ojos se llenaron de lágrimas- ¿Te ha pasado, Edward?- me preguntó- ¿Te han cambiado alguna vez?
A mi mente vinieron imágenes de los últimos minutos, donde Bella estaba a punto de ser besada por ese mocoso, que era su hermanastro. Ella me había reemplazado a mí, y no por saber que me habían metido en un compromiso, lo había hecho por quien sabe, quizás porque yo le había evitado durante una semana, ella se había olvidado rápidamente de mí. De lo que yo le había dado, del tiempo que habíamos compartido. Ella no había seguido insistiendo en querer verme, me había cortado el teléfono y se había marchado con otro…
-Si- asentí-. Pero no en las mismas circunstancias que las tuyas.
-Esa mujer debe de ser una idiota- murmuró ella frunciendo el ceño-. Eres increíblemente apuesto y un hombre respetable ¿Cómo pudo ser tan… perra en abandonarte?- estiró su mano acariciando mi mejilla.
-Porque yo la ignoré- admití y esa era la verdad, el que Bella no estuviera ahora conmigo no era culpa suya, era mía, yo la había alejado y empujado a los brazos de otro.
-De todos modos- se acercó un poco más a mí-. No mereces ser rechazado por nadie- demasiado cerca.
Antes de que quisiera darme cuenta, Tanya estaba besando mis labios con infinita ternura y suavidad. Sus labios eran dulces, suaves, y con sabor a licor. Su sensual perfume se colaba por mi nariz, dominando mis sentidos. Pronto se coló otro aroma a mi cabeza, el dulce aroma de fresas, ese aroma que me había cautivado, el cual estaba grabado a fuego en mi cabeza. Abrí mis ojos y me tope con una cabellera oscura en vez de una rubia, unos ojos chocolates me derritieron.
Bella me sonreía como siempre lo había hecho, con cariño, con amor. Acuné su cabeza entre mis manos y acaricie sus suaves mejillas con mis pulgares.
-No me importa que seas mi hermana, te amo igual- ella abrió sus ojos sorprendida antes de que yo estampara mis labios contra los suyos.
.
El sol golpeaba mis parpados y mi cabeza dolía horrores, parecía que en cualquier momento estallaría en miles de pedazos, pero no se me permitiría ese alivio. No podía recordar absolutamente nada de lo que había ocurrido la noche anterior, sólo que me había encontrado a Tanya en la puerta de casa… llorando.
Me senté en la cama con rapidez aumentando el dolor, de ser posible. Observe a mi alrededor, estaba en mi habitación, en mi cama. Tragando con fuerza observé más abajo, para encontrar que estaba completamente desnudo, únicamente tapado por las sabanas, mis ropas estaban esparcidas por la habitación, y había otras que no eran mías.
-Oh, por dios- susurré mirando el perfecto cuerpo desnudo de Tanya.
Salté de la cama y me alejé lo más que pude de ella, Tanya estaba comenzando a despertar, se removía en la cama con pequeños quejidos. Mis ojos no daban crédito a lo que estaba viendo, intenté buscar en mi mente que mierda era lo que había sucedido la noche anterior, pero no era para pensar mucho con solo saber que los dos estábamos desnudos en la cama, obviamente no habíamos estado jugando a las cartas y despejando la ropa al perdedor, hasta que cayéramos dormidos.
No podía creer que esto me estuviera pasando, daba la impresión de que estaba siendo meado por un elefante y uno enorme.
-¿Edward?- su voz sonaba adormilada y ronca- ¿Qué paso?- preguntó al mirar alrededor.
Mi propia voz había quedado atascada en el nudo de mi garganta, me impedía pronunciar alguna palabra, igual mi mente no procesaba palabras coherentes.
Pude notar como la compresión brillaba en sus ojos y sus mejillas se tiñeron de rojo. Apretó la sabana entre sus dedos y la subió hasta su barbilla, mientras bajaba los ojos hacia su regazo.
-Dios mío- masculló en voz baja- ¿Qué he hecho?- sollozo.
Oh, mierda santa, pensé mientras la escuchaba llorar con quejidos desgarradores, esta mujer no sabe hacer otra cosa que no sea llorar. Antes de acercarme a la cama busqué mi ropa interior y mis pantalones, y me los puse. Una vez que me sentí presentable, me acerqué a ella y acaricié su suave y tercia espalda, de no ser porque estaba enamorado de otra persona no dudaría en volver a acostarme con ella. Tanya realmente era hermosa y muy sexy, pero ya no me sentía atraído por ninguna otra mujer.
-Si te sirve de consuelo, no recuerdo nada- dije intentando hacerla sentir bien.
-¡Vaya, gracias!- bufó y me aventó las sabanas.
Sentí la cama moverse, no quería quitarme la sabana de la cabeza, por el simple respeto hacia ella. Una puerta se cerró de golpe y eso me indicó que podía volver a ver. Quité la tela de mi cabeza y observé mi cuarto, el suelo estaba limpio de la ropa de ella, desde el baño se escuchaba el sonido del agua cayendo.
Con un suspiro me levanté de la cama y fui hacia la cocina a prepararme una taza de café. El día había comenzado de la peor manera y algo me decía que iba a terminar igual, quizás hasta peor. Me senté en una de las sillas y observé mi taza humeante de café. Me sentía una mierda andante, hasta podía sentir el olor.
No podía creer que hubiera caído tan bajo como para emborracharme y tener relaciones con mi futura esposa. Las últimas palabras me hicieron estremecer…
-Umm… ¿Edward?- la voz de Tanya me sacó de mis pensamientos. Levanté la vista y la vi parada en la puerta. Tenía la misma ropa que la noche anterior y el cabello húmedo-. Yo… creo que es mejor que me vaya.
Definitivamente, pensé mientras me ponía de pie y la acompañaba hasta la puerta sin emitir una sola palabra. Realmente no hacía falta decir nada, si lo hacía empeoraría las cosas y la avergonzaría más a ella. Abría la puerta y me corrí a un lado para que ella pudiera pasar.
-Edward- se giró para encararme-. Yo realmente lo lamento, ha sido mi culpa todo esto.
-No es así, Tanya- dije soltando un suspiro.
-Claro que si- terció-. Yo vine buscando consuelo y te terminé metiendo en la cama.
-Ha sido cosa de ambos- admití tratando de sonreírle.
Ella sonrió radiante y se abalanzó para abrazarme. Le correspondí el abrazo solo para ser educado, ella suspiró contra mi pecho y levantó su cabeza para acercar sus labios a los míos, depositando un pequeño beso y se separó. No sé porque levanté mi mano y sostuve su cabeza cerca para poder darle un beso más prolongado. Tanya emitió un pequeño gemido antes de aferrarse a mi cuello. Cayendo en cuenta de lo que estaba haciendo, la separe de mí con suavidad pero decididamente. De inmediato sentí la presencia de otra persona.
Al girar mi cabeza, mi mundo se derrumbó por completo al ver a Bella parada a pocos metros de nosotros. Ella tenía el cuerpo tenso, sus pequeñas y delicadas menos apretadas a sus costados y sus ojos anegados en lágrimas.
Definitivamente mi día no iba a mejorar en nada.
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