Capitulo 14
BELLA POVLos diez días pasaron con demasiada rapidez para mi mala suerte. Al parecer el destino estaba empeñado en que Edward y yo follaramos. Al menos la vida le sonreía a alguien. Y ese alguien se encargaba de recordármelo todos los malditos días.
Cada día que pasaba Edward contaba los días que faltaba para hacerlo. De hecho había colgado un mini calendario con los diez días. El último día estaba remarcado con un enorme círculo de color rojo y con letras grandes "Follar".
-Mañana, Swan- había ronroneado en mi oído mientras restregaba su pene erecto contra mi satisfecho y exhausto sexo.
Edward no se había conformado con un poco de abstinencia estos días, por lo que nos estuvimos proporcionando sexo oral y besos apasionados. No voy a negarlo, Edward era un maldito buen besador y sabía cómo utilizar su lengua. Un estremecimiento hiso temblar mi cuerpo al recordar como la había empleado con mi clítoris y todo mi sexo.
Pero esta noche había notado como Edward se estaba exasperando. Él ya no se estaba conformando con un simple sexo oral. El calor y humedad de mi boca no lo estaban satisfaciendo. Por lo que hoy había optado con restregarse... y dios mío, se sentía muy bien.
Estaba sintiendo como nuevamente el calor carcomía mi cansado cuerpo, dándole nuevas energías. Sentir como el erguido y duro pene de Edward se lubricaba y frotaba con mi centro me estaba volviendo loca. Este era la satisfacción de Edward, sí embargo no pude contenerme al restregarme a la par. Pasé mis brazos por su cintura mientras mis labios buscaban con desesperación los de Edward.
-Bella- gruñó dentro de mi boca embistiendo con mayor rapidez.
Abrí mis ojos y los concentré en los rasgos de mi "novio". Me encantaba verlo cuando se venía. Su cara se retorcía sexymente. Sus ojos se cerraban al tiempo que echaba su cabeza hacia atrás y soltaba un grito ahogado mezclado con un gruñido fuerte. Sus manos se apretaban en mis caderas manteniéndolas firmes mientras las suyas se movían frenéticamente. Mi cuerpo se contrajo de solo verlo y exploté nuevamente, en mi ya cuarto orgasmo.
Edward había intentado pasar al quinto para que pasara mi propio record, pero no podía, mi cuerpo ya no soportaba más. Mi piel se ponía súper sensible que un simple toque me había estremecer violentamente.
Sentí como su cuerpo caía sobre el mío pesadamente, quitándome el aire. Pero eran estos los momentos que me gustaba después del sexo oral. Sentir el cuerpo grande, caluroso y húmedo de Edward sobre el mío. Sentirlo respirar agitadamente y su corazón galopar contra mi pecho… Era una sensación maravillosa. Y me quería golpear por ello.
-Ya no aguanto más- dijo roncamente contra mi cuello.
No contesté, simplemente le acaricie su cabello. Su pecho vibró sobre el mío y pude escuchar como ronroneaba.
-Necesito sentirte- besó mi cuello mientras sus manos se metían bajo mi espalda y me apretaba contra él.
-¿Y que estamos haciendo ahora?- pregunté sonriendo.
-No de esta manera, tonta- se rió y corrió su cara para mirarme-. Quiero sentir como tus paredes se contraen a rededor de mi pene cuando llegas al orgasmo. Ya no me basta sentirlo en mi lengua y dedos…
Se carcajeo cuando notó el rubor en mi rostro. En estos días había estado sonrojándome más seguido de lo que lo hacía de adolescente. Y Edward había aprendido que con sus palabras sucias lograba conseguirlo.
-¿Te he dicho lo hermosa que te vez cuando te sonrojas?- me preguntó acariciando mis mejillas.
-Lo dices cada vez que lo hago- sentí mis mejillas arder aun más.
-Eres hermosa- susurró antes de inclinarse y besarme tiernamente.
Estas eran las pocas veces que Edward se comportaba de manera linda y dulce conmigo. Y solo se comportaba de esta manera cuando estábamos solos y habíamos terminado de manosearnos. En la oficina se comportaba como un completo idiota y no paraba de darme ordenes, gritarme y hasta insúltame en ocasiones.
Y aunque en esos momento deseaba partirle el escritorio en la cabeza, me recordaba que ganaba un Edward que nadie conocía cuando estaba sola. Un Edward que parecía quererme. Y aunque fuera estúpido y, más, estúpido… me gustaba sentirme así. Y más si era él quien me había sentir así.
Sus labios fueron deteniéndose de a poco hasta que su cabeza cayó hacia un costado. Se había quedado dormido. Su peso era ahora el de un muerto, y me estaba costando respirar, sin embargo me gustaba sentirlo. Me acomodé un poco en la cama y acaricié su cabello y su piel… miré el reloj de la mesita de noche, suspiré pesadamente. Era media noche y yo aun tenía que estudiar…
Acomode el cuerpo inconsciente de Edward a un lado y me bajé de la cama. Me puse la camisa que había usado ese día Edward y caminé hacia la sala, allí me estaban esperando las malditas leyes… No entendía por qué demonios tenía que seguir soportando aquellas clases si ya no tenía que demostrarles a mis padres que no era una completa inútil. Ahora que me había separado de ellos no tenía que seguir con aquello. Soportar clases que no me agradaban… solo por…
Reposé mi cabeza en el respaldo del sillón mientras masajeaba mis sienes. Mi taza de café se había acabado junto con lo que había en la cafetera, y el sueño estaba llamándome.
-Ven a la cama. Ahora.
Salté en mi lugar y grite cuando la orden de Edward me tomó desprevenida, haciendo que me asustara.
-¿Qué estas…?
-Isabella, ven a dormir ahora- gruñó interrumpiendo-. Deberías de estar durmiendo.
-Tengo que estudiar, mañana tengo un examen- me excuse sonriendo.
Edward bufó y atravesó la sala en pocas zancadas hasta tirarse a mi lado en el enorme sillón. Levantó uno de mis libros y comenzó a leerlo. Sonreí al verlo fruncir el ceño sin entender absolutamente nada.
-¿Por qué estudias esto?- preguntó sin despegar la vista del texto.
-Para ser abogada- me encogí de hombros.
Edward levantó la vista y me miró buscando algo en mis ojos.
-Estas mintiendo- dijo simplemente-. A ti no te gusta esto.
-Por supuesto que sí- desvié la mirada hacia mis anotaciones.
-¿Por qué te estás obligando a hacerlo?- inquirió acorralándome.
-No me estoy obligando, Edward- dije ya cansada de tanto interrogatorio.
-¿Es por ese… novio tuyo?- clavó sus ojos verdes y pude sentir la sangre huir de mi cuerpo.
-No- dije con un hilo de voz.
-Eres tan mala mentirosa- soltó una risa seca y se levantó del sillón volviendo a la habitación.
Me quede sentada en mi lugar respirando agitadamente intentando calmar el dolor que laceraba mi pecho.
Edward me había descubierto. Aunque no era algo tan malo sabía que estuvo mal que él lo supiera. Por alguna razón sentía que lo estaba traicionando.
Mi atención volvió hacia la puerta del cuarto cuando Edward salió completamente vestido para salir. Me paré de un salto y fui hacia él cuando lo vi dirigirse hacia la puerta del apartamento.
-Edward- le llamé pero él me ignoró, siguiendo caminando- ¿A dónde vas?- pregunté viendo la hora… eran las cuatro de la madrugada.
-Tengo cosas que hacer- dijo fríamente abriendo la puerta.
-¿Qué cosas?- pregunté con miedo. Algo me decía que él no se iba solo por trabajo.
-No te interesan- gruñó antes de estampar la puerta fuertemente.
La abrí de un tirón y salí tras él.
-Claro que me interesa. Se supone que eres mi novio- exclamé deteniéndolo en el ascensor.
Él se giró con brusquedad y me aporreo contra una pared. Tomó mi cara entre sus manos para que le mirara fijamente. Y me dio miedo mirarlo. Sus ojos ardían con ferocidad e ira. Su mandíbula estaba fuertemente apretaba haciendo que un musculo palpitara en sus mejillas.
-Entonces si soy tu novio no pienses en los muertos- bramó apretando mi rostro-. Ellos ya no están, Bella ¡Supéralo!- me gritó y me soltó cuando el ascensor abrió sus puertas.
Se metió dentro y se perdió dejándome sola y llorando. Mi cuerpo se resbaló entre la pared hasta caer sentado en el suelo.
No estoy segura de cuánto tiempo me quede afuera llorando desconsoladamente. Solo sé que eran las nueve de la mañana y Edward no volvía. La discusión me había dejado completamente despierta. Esperándolo. Pero el nunca llego. Tampoco atendió su teléfono celular. Tampoco se presentó a la oficina, por lo tanto teníamos el día libre.
Las horas siguieron pasando, hasta que llegó mi hora de ir a la universidad y enfrentar el examen. Pero no tenía ánimos de hacerlo, no quería hacerlo. No me quería mover de aquel apartamento hasta que Edward regresara. Quería saber que se encontraba bien, quería saber donde se había marchado y por qué había reaccionado de aquella manera.
No entendía nada, por más que reviviera su enfado una y otra vez no entendía el motivo de su enojo. Pero de alguna manera sabía que había sido culpa mía.
Era cierto, yo estaba estudiando abogacía solo porque James quería hacerlo. Él se había emocionado cuando la universidad de Nueva York lo había aceptado. Había saltado conmigo en brazos y me había besado con felicidad… A mí me habían aceptado también, entonces ambos estaríamos juntos y estudiando lo que queríamos. Pero el nunca llegó a conocer el campus, entonces me dije que podía al menos estudiar eso que él quería y sería como si aun estuviera vivo…
Pero Edward tenía razón, él ya no estaba y yo tenía que superarlo. Pero la pregunta era ¿Cómo? ¿Cómo se puede olvidar tu primer amor cuando te lo arrebatan tan… bruscamente? ¿Cómo se puede seguir adelante cuando no puedo quitarlo de mi mente? No se podía. Yo no podía.
Escuché el sonido de llaves y la puerta cerrarse. Limpie mis lagrimas y me senté en la cama…
-¿Qué estás haciendo aquí?- preguntó tirando su abrigo en una silla-. Se supone que deberías estar en…
-No fui- le corté.
-Gracias por el detalle. No lo había notado- dijo sarcásticamente. Seguía sin mirarme
-¿Dónde estuviste?- pregunté intentando que mi voz no temblara.
-Por allí…
-¿Por qué no contestabas mis llamados?
-Apagué el móvil- lo sacó y lo depositó en la mesita.
-¡Puedes mirarme!- grité golpeando con mis puños la cama- ¡No se qué demonios he hecho para molestarte así!- mi voz ahora chillaba a causa de contener las lágrimas.
Edward se giró y me miró con ojos inexpresivos, lo que me entristeció. Esa mirada me hiso recordar cuando lo había conocido por primera vez. Me paré de la cama y me puse frente a él.
-Lamento si he dicho algo que te jodió. No fue mi intención, lo puedes tener por seguro- sollocé levantando mi mano para acariciar su mejilla-. Lamento ser una llorona y no poder superar mi pasado- quité mi mano cuando vi que él no reaccionaba-. No sé cómo hacerlo- admití tapando mi cara-. No sé cómo superar a alguien, nunca lo intente. No quiero quitarlo de mi mente y mi corazón. Sé que está muerto y que no importa que haga él no va a volver…
De pronto sus brazos me rodearon y me estrecharon contra él. Algo en mi se agitó al sentir su calor, su aroma, su fuerza. Enterró su cara en mi cabello mientras yo lo abrazaba fuertemente, apretándolo contra mí.
-¿Cómo se hace, Edward?- pregunté en un susurró- ¿Cómo haces para decirle adiós a una persona que significó todo alguna vez?
Él se apartó y suspiré aliviada al ver sus ojos brillar con alguna emoción. Sus manos limpiaron mis lágrimas que no dejaban de salir. Cerré mis ojos e incliné mi cabeza hacia una de ellas. Sintiendo el calor y confort que desprendía de ella.
-¿No has dormido en toda la noche?- preguntó acariciando debajo de mis ojos.
-Te estaba esperando- confesé abriendo los ojos.
Por un segundo pude ver la culpa en sus ojos antes de que los cerrara y acortara la distancia entre nuestras bocas. Me besó con desesperación, ferocidad, hambre. Le devolví el beso rodeando su cuello, enterrando mis dedos en su cabello y saboreando su exquisita boca.
No sé en qué momento nos acostamos en la cama y nos quitamos la ropa. Solo era consciente de las manos de Edward acariciar mi cuerpo, su boca lamer y mordisquear mi piel. Su toque era demandante y quemaba, no lograba descifrar que me trasmitía con ellos, pero no me importaba por ahora.
Él se encontraba en casa, conmigo y me estaba por hacer el amor. Y yo lo quería, necesitaba de este consuelo. Necesitaba de Edward para poder despegarme de mi vida pasada. Estaba mal y lo sabía, se suponía que un clavo saca a otro, y ese otro no podía ser Edward. No él.
Él no quería una relación fija, estable. Solo se conformaba con sexo casual, saciar su propia satisfacción para luego buscar un nuevo juguete. Y yo era el turno del momento ¿Cómo iba a salir ilesa de toda estas emociones que peleaban dentro de mi cuerpo?
-Bella- gimió cuando subió por mi cuerpo de nuevo a mi boca-. Abre tus piernas y déjame consolarte.
Solté un gemido cuando esas dulces palabras abandonaron su boca. Obedecí y le abrí mis piernas ofreciéndome completamente a él. Edward lubricó su pene con mis jugos. Se inclinó para besarme pasionalmente para luego embestirme fuertemente. Entrando completamente dentro de mí.
Su embiste me quitó el aliento mientras soltaba un agudo grito y mi cuerpo se arqueaba. Se quedó un tiempo quito mientras respiraba sobre mi cuello.
-No pares… por favor- pedí moviendo mis caderas.
Edward soltó un gruñido y comenzó a moverse ferozmente. Chocando ruidosamente sus caderas contra las mías. Cada penetración me quitaba la respiración, y debía de dolerme, sin embargo lo sentía sumamente placentero. La furia y desesperación con la que él se movía dentro de mí. El sonido de mis gritos mezclados con sus suaves gemidos y el golpe de nuestros cuerpos me llevaron al límite bruscamente.
Jamás había sentido un orgasmo tan avasallador. Todo mi cuerpo vibraba ante las intensas oleadas de placer mientras Edward se seguía moviendo en busca de su liberación. No le tomo mucho solo un par de embistes y estaba tocando el cielo conmigo. Le abracé fuertemente cuando sentí su cuerpo convulsionarse al igual que el mío.
Se dejó caer mientras respirábamos agitadamente. Nuestros cuerpos estaba empapados en sudor y entrelazados el uno con el otro.
-No esperaba que fuera tan bueno- susurró contra mi cuello.
-Fue increíble- admití besando su cabeza-. Si vamos a reconciliarnos así, entonces te haré enfadar más seguido.
Edward se rió y me abrazó rodando su cuerpo hasta quedar de espaldas y conmigo sobre su pecho. Me acomodé y besé la piel húmeda que tenía a mi alcance mientras el acariciaba mi espalda y cabello. Se sentía tan bien, tan cómodo. Un momento intimo lleno de amor. O eso me parecía a mí.
-¿Qué es lo que querías estudiar en la universidad?- preguntó suavemente.
-Literatura- confesé recordando mi sueño y mis gustos-. Amo los libros, las novelas de todo tipo. Amor perderme en las lecturas… y siempre quise ser escritora.
Edward se removió para mirarme. Su rostro tenía una sonrisa enorme en su bella cara.
-Me preguntaste como se hacía para dejar ir a esa persona- dijo acariciando mi mejilla-. No lo hagas de manera brusca, solo… con pasos lentos. Comienza con elegir una nueva carrera, la que tú quieras…
-Pero…- iba a objetar, pero cerré mi boca de inmediato sopesado sus palabras-. Ya es tarde para elegir un nuevo rumbo para mi vida.
-No lo es- resopló quitando un mechón de mi cara-. No hagas lo que no quieres…
Arqueé una ceja ante lo mal que sonaba esas palabras de su boca.
-Deberías de seguir tus propios consejos- dije riendo.
Edward era el menos indicado en decirme que hiciera lo que quisiera. Cuando él me había obligado a entrar en su mundo…
-Deja la carrera de abogada y sigue la de Literatura- ignoró completamente mi comentario para argumentar su opinión.
-¿Dejarla?- fruncí el ceño-. Edward llevó tres años en esta carrera, no puedo dejarla simplemente….
-¿De qué te vale si no es lo que tú disfrutas?- preguntó interrumpiéndome.
Quería objetar, decirle que no quería abandonarla como si nada. Todos mis esfuerzos en los últimos tres años tirados a la basura solo para seguir lo que yo quiero.
-Bella- me llamó sacándome de mis cavilaciones-. Esta en tú vida, no la de él…- dijo con seriedad-. Si yo fuera él… no me sentiría feliz sabiendo que tu no lo estas.
Edward en cierto modo tenía razón. Bueno, la tenía del todo. Pero yo no quería aceptarla y era consciente de ello. No quería dejarle ir…
-¿Dónde estuviste?- pregunté intentando cambiar de tema.
-En un bar- se encogió de hombros.
-¿En un bar?- arqueé una ceja y me senté derecha- ¿Estuviste en un bar desde las cuatro de la madrugaba hasta hace un rato?
Edward me sonrió divertido. En menos de un segundo me colocó bajo él nuevamente.
-¿Insegura?- me preguntó socarronamente.
-Para nada- dije con altivez-. Solo estoy curiosa…
-Bueno, señorita curiosa- comenzó para luego carcajearse-. Tengo las llaves del edificio, y por lo tanto del bar… así que me quedé ahí acabándome todo el alcohol.
-¿Todo este tiempo?- pregunté sin poder creérmela aun.
-Sip- sonrió.
Se inclinó hacia adelante y volvió a besarme de aquella manera que tanto me estaba comenzando a gustar. Tan suave y llena de sentimientos.
.
Después de repetir de hacer el amor, dormimos un rato hasta ya entrada la noche. Edward me propuso ir a cenar a la cuidad, como regalo por habernos reconciliado de aquella pelea y haber hecho el amor por primera vez. Así que ahora mismo nos encontrábamos en un famoso restaurant, con mesa privada en un balcón.
-¿Cómo puedes comer tanto y no engordar nada?- preguntó al ver como devoraba mi postre.
-Nervios, no sé- me encogí de hombros y seguí comiendo.
-Algún día tus nervios te van a hacer el efecto contrario y vas a terminar rodando- bromeó.
Su broma me la tome demasiado enserio, pues no quería terminar como una pelotita. Espantada aparté el postre de chocolate de mi alcance y me crucé de brazos. Amaba el chocolate…
Edward comenzó a carcajearse de mi infantilidad. No pude evitar también reírme.
-Te quedó un poco- murmuró antes de inclinarse sobre la mesa y pasar su lengua por la comisura de mis labios.
Abrí mi boca y atrapé su lengua. Lo sentí sonreír antes de que profundizara el beso.
-Vamos a casa- jadeó cuando se separó.
-Eres insaciable- me carcajeé levantándome de la mesa.
Edward rodeó mis hombros con su brazo y nos llevó al ascensor del restaurant. No pude evitar mirarme en las puertas espejo. Las palabras de Edward me golpearon ¿Estaría gorda?
-¿Qué estás haciendo?- preguntó divertido.
-Viendo si he subido algún kilo- dije concentrada en mi figura mientras la miraba de diferentes ángulos.
-Mujeres- suspiró Edward desde atrás.
No le contesté simplemente seguí mirándome. Tomó mi brazo y me giró para mirarlo. Pero antes de que pudiera reaccionar me estaba acorralando contra una pared y lamiendo mi cuello…
-Edward- le advertí-. Espera hasta la casa.
-No quiero- murmuró y siguió lamiendo.
Sus manos se había metido dentro de mi clusa azul, acariciando mi cintura, estómago y subiendo lentamente hasta mis pechos. Solté un jadeo cuando sus dedos se metieron debajo de mi sostén y pellizcó mis pezones. La temperatura estaba comenzando a subir… mi cuerpo estaba palpitando.
Hoy lo habíamos hechos alrededor de tres veces y él no estaba satisfecho. Y ahora me daba cuenta de que yo tampoco.
Un carraspeo me sacó de mis pensamientos. Abrí mis ojos y me topé con dos pares de ojos azules. Al principio no los reconocí. En especial la hermosa mujer que se encontraba al lado del jefe.
-¡Edward- grité apartándome de él.
-¿Qué demonios?- inquirió molesto. No contesté, le apunté a las dos personas.
El se giró y pude ver como se ponía blanco…
-Viejo…- murmuró girándose por completo.
-Hola, Edward- sonrió Aro-. No sabía que te encontraría por estos lados.
-Yo menos- masculló rascándose la cabeza.
-¿Qué modales son esos, Edward? ¿No vas a saludarme?- preguntó la despampanante pelirroja.
-Hola, Victoria- le saludó besando la mano de la chica.
-Vicky acaba de regresar de Italia. La traje a cenar- dijo Aro y me miró-. Buenas noches, Bella.
-Buenas noches- susurré agarrándome del brazo de Edward.
-Me he enterado de que hoy le has dado el día libre a todos- comentó Aro volviendo su atención a Edward.
-Sí, no tenía deseos de ir al trabajo.
-Ven, vamos a hablar en privado- le ofreció Aro caminando hacia un pasillo.
-Espérame aquí. No te muevas- me ordenó antes de seguir al jefe.
Lo observé irse mientras hablaba con el jefe…
-¿Tú eres la nueva novia de Edward?- preguntó la chica que acompañaba a Aro.
-Si- asentí mirándole.
Ella me miraba despectivamente. No disimuló su escaneo a mi cuerpo y vestimenta. Me sonrió ampliamente antes de tenderme una mano.
-Victoria Vulturi- se presentó.
-Isabella Swan- le estreché la mano- ¿Eres la hija de Aro?
-Exacto- asintió-. Fue un placer conocerte, Isabella. Espero que en otro momento podamos charlar más tranquilas- dijo y giró sobre sus tacones mortales para caminar por donde los dos hombres se habían marchado.
-Si, claro- murmuré sarcásticamente.
Ella no tenía deseos de volver a hablar conmigo como si fuéramos amigas de toda la vida. Al parecer no le gustaba como la novia de Edward… ¿Y si Edward me dejaba porque ella se lo pedía? Estaba claro que ella era muchísimo más hermosa que yo y nadie pensaría dos veces si tuviera que escoger.
¿El lo haría? ¿Realmente la escogería a ella? Después de todo era la hija el jefe…
Un sentimiento extraño comenzó a brotar dentro de mi cuerpo. Sentía rabia, por aquella mujer. Iba a romperle el cuello si se acercaba más de lo debido a Edward… Caminé a toda velocidad por el pasillo por donde los tres habían desaparecido. Mis ojos buscaban en todas las habitaciones de puertas abiertas…
No solo el lugar era un restaurant, también era un jodido hotel. Podía notar las antes salas de los cuartos. Pasé por uno que tenía las luces apagadas, ese llamó mi atención, despacio me acerqué…
Jamás en mi vida los celos me atacaron de aquella manera.
Pero si me esperaba que él estuviera haciendo algo parecido…
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