jueves, 18 de noviembre de 2010

Capitulo 6

Capitulo 6
Mis oídos no daban crédito a lo que acababan de escuchar, me negaba a creerlo, sin embargo las palabras de Jasper se repetían una y otra vez en mi cabeza. Y poco a poco las cosas comenzaron a tener sentido. El estomago se revolvió y pronto sentí el amargo y acido gusto en m boca. Corrí hacia el baño y vomite estrepitosamente. Las imágenes de Bella y yo teniendo sexo revoloteaban en mi cabeza y eso lograba descomponerme aun más.
Debía de ser una broma, tenía que serlo. Bella, la mujer con la que estaba durmiendo, con la que había compartido noches inolvidables, de la mujer que me había enamorado, ella no podía ser mi hermana, ella no podía ser la pequeña Isabella, que había querido tanto y a la que estaba desesperado por encontrar, no podía ser ella.
-No debe ser cierto- murmuré quebradamente, mi garganta ardía de tanto hacer esfuerzo por devolver la comida.
-Me encantaría decirte que es mentira- me respondió Jasper desde la puerta.
-¿Cómo es eso posible?- me giré hacia el lavatorio para lavar mi cara.
-Vamos a la sala, debes sentarte- palmeó mi espalda.
Con reticencia me separé del lavado y lo seguí hacia mi sala, me senté en mi sillón, cayendo desparramado y abatido. Jasper llegó con un vaso de agua, lo dejó frente a mí y se sentó a mi lado. Se me quedó mirando unos minutos, podía notar la duda de hablar sobre lo que había descubierto En cierto modo no quería saberlo, demasiado traumático era saber que me había acostado con ella por un mes entero. Nuevamente las ganas de vomitar me invadieron.
-Habla- pedí solo para que aquellas imágenes salieran de mi cabeza.
-¿Estás dispuesto a escucharlo?- sondeó.
-Yo te pedí que investigaras sobre ella, que la encontraras- me restregué el rostro con las manos-. Habla.
-Bueno…- titubeó, tomo aire y comenzó a hablar-. Compartí este caso con un colega, Peter. Necesitaba de ayuda al no tener mucha información. Él fue quien me consiguió todo esto- señaló los papeles en la mesa-. Solo necesitó el nombre de Reneé- sacudió la cabeza con una sonrisa, podía notar lo orgulloso que estaba de su amigo-. La cuestión es que hoy me llegó el sobre y lo leí todo.
-¿Qué sucedió?- pegunté con un hilo de voz.
-Reneé abandonó a… Isabella en aquel orfanato cuando tenía cinco años. Un año después la adoptaron los Black, ellos estaban de vacaciones en Phoenix, vivían en Forks…
-¿Vivían?- le interrumpí.
-Sí, bueno…- se rascó la cabeza-. Sus padres adoptivos tuvieron un accidente en coche, ellos murieron y ella pasó a estar a cargo del hijo mayor, Jacob Black. Quien vive aquí- sacó una foto donde mostraban a Bella y a Jacob saliendo de un edificio.
-Yo lo conozco- dije al reconocerlo-. Nos encontramos con él esa noche que ella los conoció a ustedes- fruncí el ceño al recordar las palabras de ella-. Bella me dijo que era un amigo, que… él había intentado ser algo más con ella.
-Eso no tiene sentido- negó Jasper con la cabeza.
-¿Por qué no me dijo que era su hermano?- me pregunté en voz alta- ¿Por qué me lo ocultaría?
-Quizás ella lo sepa- me miró a los ojos.
-No Jasper, eso es imposible- negué con la cabeza frenéticamente-. Sería demasiado retorcido que ella sepa lo que somos y aceptara acostarse conmigo- las nauseas volvieron, pero logré controlarlas.
-¿Entonces por qué te mentiría?- se preguntó él rascándose el mentón.
-No lo sé- le contesté.
Nos sumergimos en un silencio incomodo, cada uno estaba en sus cabezas. Yo no podía quitarme de la cabeza todo lo que había descubierto en unos minutos. La mujer que amaba, que había compartido noches y días, a la que estaba a punto de pedirle que fuera mi novia y viviera conmigo, resultaba ser mi hermana, mi hermana pequeña.
-Bella es mi hermana- dije cuando verdad me atravesó-. Ella realmente es mi hermana.
-Lo es- asintió y rebuscó entre el papeleo, pasándome un papel-. Esta es su partida de nacimiento y los papeles de adopción.
Tomé los papeles con manos temblorosas. Esos me dirían la verdad sobre todos estos problemas, los papeles no mentían, no aquellos que tenían firmas importantes. El primero en leer fueron los de la adopción. Salía el nombre de Bella, Isabella Cullen, su fecha de nacimiento, sus años. Luego salían los nombres de sus padres adoptivos y demás datos.
Lo siguiente que tomé fue la partida de nacimiento. El papel que más temía. Comencé a leer renglón por renglón. Su nombre completo: Isabella Marie Cullen, el día de su nacimiento, la hora, el peso, el tipo de sangre, la estatura, el nombre de la madre y del padre. Y efectivamente estaba el nombre de mi padre, Carlisle Cullen, solo que no habían demasiado datos sobre él.
-Dios mío- gemí tirando los papeles, alejándolos de mi vista.
-Edward- me llamó mi amigo, pero en este momento no necesitaba de nadie ni de nada.
-Por favor vete, Jasper- pedí levantándome hacia mi cuarto.
-Pero…
-Solo vete. Quiero estar solo- me detuve en la puerta-. Por favor no le digas a nadie de esto- me giré hacia él y pude notar su confusión.
-¿Qué nadie lo sepa?- inquirió como si fuera una locura, y realmente lo era.
-¿Qué crees que piense Alice de esto?- le pregunté elevando la voz, un tono casi histérico- ¿Y los demás?
-¿Qué pasará con Isabella?- preguntó al entender mi punto de vista.
-Sobre todo ella, ella no debe saberlo, nunca- demandé-. Esto es un secreto mío y tuyo.
-No creo…
-Jasper, por favor- rogué angustiado.
-Bien- aceptó, y supe que no era algo que él quisiera pero se lo guardó.
Tomó sus cosas y se marchó de mi casa, sin decirme nada, simplemente me dedico una mirada de compasión, a la cual odie. Yo no quería la compasión de nadie, ni la lástima. Tampoco quería miradas despreciativas, de asco, de desdén. Ya podía escuchar las voces de mis amigos, llamándome un insano, un asqueroso, un pervertido.
Caí en mi cama completamente mareado de tantos pensamientos y sentimientos. Fue en ese momento que su aroma me aturdió, me levanté de un salto, cayendo al suelo por el repentino acto. La cama, las sabanas, las almohadas, incluyendo el mismo cuarto, olían a Bella. Su aroma estaba impregnado en mis cosas, en mi cuerpo, en mi alma. Ella estaba grabada a fuego en mi mente y corazón
Aparté esos pensamientos a empujones y me dediqué a sacar las sabanas, las tomé hechas un bolló y las metí dentro de una bolsa, para luego tirarlas a la basura. Olí mi ropa comprobando si había rastros de ella, y lo había, al igual que en mi cuerpo. Me desvestí y tiré en la misma bolsa mi ropa puesta. Luego me fui al baño donde estuve mis buenas dos horas enjabonando y restregando mi cuerpo.
Quería sacarme cualquier tipo de olor de ella, no quería tenerla en otro lado donde no fuera mi mente. Me sentía tan sucio en todos los sentidos posibles, me daba asco el solo rememorar horas y días anteriores.
Había sido un completo idiota, ahora que lo analizaba mejor todo encajaba a la perfección. Esos enormes ojos achocolatados, eran iguales a los de Isabella bebe, el cabello del mismo color, las coincidencia que su madre la hubiera abandonado y no conociera a su padre. Mi cuerpo se tensó cuando recordé que ella decía tener un hermano mayor… ¿acaso Reneé le había dicho sobre nosotros?
-No- sacudí mi cabeza-. Ella no me conoce, ella no sabe quien soy en realidad- me dije a mi mismo, pues ella tenía dos años cuando nos separaron y cinco cuando su madre la abandono, era imposible que le dijera quien era su padre o su hermano.
Otro dato surgió en mi cabeza, ella decía tener veintidós años cuando en realidad tiene dieciocho. No tenía sentido, había muchas mentiras por parte de ella, tampoco me había comentado nada desde que la había conocido. Ahora me daba cuenta de lo poco que sabía de ella, realmente estaba totalmente cautivado por ella, tanto me había gustado desde que la vi que no me importaba otra cosa que no fuera ella a mi lado.
Salí del baño y reacomodé mi cama para poder dormir un poco. Si tenía suerte quizás despertaba con Bella en mis brazos, solo como una mujer común no como mi hermana. O que Jasper se había equivocado de papeles o cualquier cosa, lo que sea con tal de sacarme esta pesadumbre y repulsión de mi cuerpo.
Mi último pensamiento fue el cómo me enfrentaría ahora a Bella, ya que sabía la verdad.
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A lo lejos sentía el sonido de mi teléfono, me removí en mis sabanas gruñendo, no tenía deseos de levantarme y saber quién era el que me estaba llamando. Quien quiera que fuera debería de esperar o llamar en otro momento, cuando yo no estuviera durmiendo y padeciera un terrible dolor de cabeza.
-¿Edward? Habla Bella- me levanté como un resorte al escuchar su voz-. Te he estado llamando a tu celular y no contestabas… Pero solo te llamaba para decirte que no podremos juntarnos hoy, tengo que trabajar hasta tarde y me ha surgido un inconveniente- su voz sonaba triste-. Llámame cuando puedas. Nos vemos.
La escuche suspirar y luego cortar la llamada. Me quedé mirando el teléfono, no podía creer que no me atreviera a levantar el tubo del teléfono para contestarle, para decirle que había estado pensando en que no nos viéramos durante un tiempo. Pero no le podría explicar el porqué de mi decisión, no me atrevía a decirle que éramos hermanos y que no podríamos seguir viéndonos, no de la misma manera que lo estuvimos haciendo en el último mes.
Además ¿Qué iba a pensar ella cuando le dijera la verdad? ¿Cómo lo tomaría? ¿Cómo reaccionaría? Lo más seguro era que me tratara de pervertido y demás insultos, quizás hasta también recordara que la habían echado dejando desamparada a su madre, o que por nuestra culpa Reneé la hubiera abandonado.
Me dejé caer en el sillón, apretando el puente de mi nariz. Quería tomar el teléfono y llamarla, quería decirle todo lo que sabía pero no me atrevía, no podía, este era un secreto que debía de llevarlo a la tumba conmigo, así nadie se enteraría y Bella no saldría lastimada…
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Los días siguieron pasando, lentos y torturosos. Las constantes llamadas de Bella y mis constantes desplantes. Aun no me sentía preparado para encontrarme con ella cara a cara, no podía. Aun me era imposible pensar en las noches que compartimos juntos y no sentir que quería escupir mi estomago hasta no dejar nada.
Siempre me excusé con ella diciéndole que tenía mucho trabajo acumulado, que a causa de tanto tiempo con ella había perdido de ir al trabajo, lo cual no era mentira, era completamente verdad. Ese mes que habíamos compartido los dos yo no pasaba por mi oficina, solamente llamaba para que me comprobaran si había algún cambio o algo fuera de lo normal.
Pero eso no era lo que me tenía abatido, en realidad eran pasar los días sin ella, dormir en una cama donde no estuviera ella a mi lado, calentando la otra mitad. Extrañaba sentirla en mis brazos, besarla, hacerle el amor. Esos pensamientos me revolvían el estomago, pero me eran imposibles apartarlos de mi cabeza, me era imposible no extrañarla.
Aun puedo recordar la última llamada, ella se había enojado, habíamos discutido y malinterpretó mi ausencia.
-¿Por qué me estas evitando?- me había preguntado con voz dolida.
-No lo estoy haciendo- mentí patéticamente.
-¿Entonces por que ya no me llamas? ¿O me vienes a buscar? Antes estabas pendiente de mí todo el tiempo y ahora te da lo mismo si respiro a no- comentó molesta.
-Simplemente tengo trabajo que hacer, Bella- dije con voz cansina-. Se me ha acumulado bastante y soy yo quien debe de pagar las consecuencias. No eres el centro del mundo- pero si del mío, pensé.
-Bien- fue lo único que dijo antes de cortar el teléfono y negarse a contestar mis próximas llamadas.
Debería de sentirme un poco aliviado por no tener que lidiar con ella hasta que mi mente fuera aclarada, sin embargo no lo estaba. Detestaba saber que ella estaba enojada conmigo. Estaba ansioso y el estrés me invadía cuando no me atendía al teléfono. Quería ir a verla a los trabajos que tenía, pero me detenía a mi mismo diciendo que no tenía sentido ¿Qué haría cuando la viera? ¿Me tiraría a ella y la besaría apasionadamente? Era lo más probable y lo más retorcido.
Me estiré en la silla y masajee mis sienes, últimamente tenía fuertes dolores de cabeza, el único momento en que se pasaban los dolores era cuando dormía. Y era comprensible pues tenía mi cabeza trabajando a mil por todos los hechos transcurridos en los últimos días.
La puerta de mi oficina sonó y di un seco 'pase' a quien sea que tocaba. Mi secretaria entro con la cara blanca, llena de pánico. Eso solo podía significar una cosa.
-¿Qué sucede, Jessica?- pregunte ya sabiendo la respuesta.
Ella abrió su boca para contestarme pero fue interrumpida por la voz ronca y pesada de mi abuelo…
-¿Qué tanto haces ahí parada muchacha?- se quejó empujando a mi secretaria-. Yo soy el dueño de todo esto, no tienes por qué anunciar mi llegada ni pedir permiso- señaló con su bastón toda mi oficina-. Ahora tráeme un café…
-Tú no puedes tomar café, abuelo- interrumpí.
-Claro que si- terció mirándome por sobre su hombro-. Cargado- le giró hacia Jessica dándole las indicaciones.
-Solo tráele un té- le ordené yo. Ella asintió y se marchó.
-Si me llega a traer un asqueroso té…
-Después de tu último infarto tienes prohibido consumir café- le corté su amenaza-. Siéntate- le señalé la silla-. Dime ¿Qué haces aquí?
Mi abuelo era Aro Cullen, el padre de mi padre. Él era el empresario más famoso sobre la cadena de hoteles de Estados Unidos. Mi abuelo había comenzado su primer hotel a la edad de veinticinco años, luego de eso fue prosperando hasta llegar a ser uno de los mejores hoteles del mundo. A la edad de treinta años el Hotel Cullen tenía el primer puesto, y todos respiraron aliviados cuando Carlisle nació, pero lamentablemente, para mi abuelo, mi padre decidió ser medico antes que empresario.
Mi abuelo terminó depositando sus esperanzas en mí. Ya con ochenta años mi abuelo sufrió un fuerte infarto el cual casi lo llevó a su muerte. Por lo que ahora debo de encargarme de la empresa ya que esta a mi nombre como futuro heredero. Mi vista para el futuro no era encargarme de la cadena de Hoteles. Simplemente quería trabajar de lo mismo que mi padre, lamentablemente ya no podía. Hoteles Cullen me tenía atado.
-Me he enterado de que no has aparecido hace unas semanas atrás- comentó mientras descansaba su espalda en la silla.
-He tenido otros problemas que atender- me excusé sin mirarlo.
-¿Qué es más importante que esto?- cuestionó.
-Mi vida- le contesté de inmediato-. Para mí este trabajo no es de mi agrado y lo sabes. Me has obligado a trabajar por ti- le recriminé, y no era la primera vez, pues siempre teníamos las mismas discusiones.
-Toda la cadena será tuya en cuanto yo muera.
-¿Y crees que me importa?- arqueé una ceja-. Yo tenía mis sueños y tú no me los dejaste seguir.
-No seas melodramático, Edward- sacudió su mano restándole importancia-. No has contestado mi pregunta.
-Soy dueño de hacer lo que quiera con mi vida, no tengo por qué darte explicaciones- dije enojado. Detestaba que él se metiera en mi vida, demasiado con que me había obligado a trabajar aquí.
-No me des disgustos, Edward- me frunció el ceño.
-Entonces no te metas en mi vida- me encogí de hombros y recosté en la silla.
-¿Con quién te estás viendo?- preguntó de repente.
-Abuelo…- le advertí apretando mis puños.
Alguien toco la puerta y enseguida entró Jessica, mi secretaria con un par de cafés.
-Ya era hora- se quejo mi abuelo-. No entiendo cómo es que contratas a gente incompetente, Edward- dijo antes de que Jessica se fuera, claramente para que ella escuchara.
-Ella es extraordinaria en su trabajo- le contradije, pues era la verdad.
-En mis años las secretarias eran buenas…- suspiró mirando su pasado.
-Seguro, de esas con las que engañas a tu mujer- me burlé abiertamente. Me importaba muy poco si a él le daba un infarto, nuevamente.
-No seas ordinario, Edward- me regañó.
-Solo digo la verdad- me encogí de hombros-. Sigues sin contestar mi pregunta.
-¿Cuál?- se hizo el desentendido.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a ver cómo estaban las cosas- dijo sin importancia.
-Las cosas están bien, el dinero, los empleados, los accionistas, los contratos cerrados, todo- le entrecerré los ojos-. Todas las semanas te mando el inventario ¿Recuerdas o ahora sufres Alzheimer?
-¡Edward!- gritó escandalizado.
-Debería decirla a papá que te meta en un geriátrico- suspiré negando con la cabeza.
-Escúchame bien. Aro Cullen no está para geriátricos, ni ahora ni nunca- dijo lentamente mientras me apuntaba con un dedo.
-Hace ya seis meses que sufriste un infarto- conté con mis dedos, disfrutaba molestarlo.
-¡No por eso me meterán en ese asqueroso lugar!- elevó tanto la voz que se quedó ronco.
-Ok, ok, por ahora ganas, no quiero ser yo el causante de tu próximo infarto- mostré mis palmas en modo de rendición- Sigues yéndote por las ramas- volví al tema principal.
-Espera, no tarda en venir- murmuró volviendo a los papeles.
Nuevamente tocaron la puerta, Jessica entró asustada.
-La señorita Denali ha llegado- anunció al tiempo que abría la puerta en su totalidad para dejar entrar a una joven…
Era hermosa, no se podía negar. Cuerpo esbelto, cabello rubio rojizo, ojos azules, elegante….y sonrisa encantadora. Era una de esas mujeres que te dejaban sin aliento, a las cuales besabas el suelo por donde caminaba, sin embargo para mí era una mujer más. Quizás si la hubiera conocido un mes atrás las cosas serían diferentes. Yo probablemente le estaría mandando sonrisas y miradas coquetas, pero simplemente ya no podía hacerlo. Ahora yo tenía a una castaña, cuerpo perfecto y mirada hipnotizante que ocupaba mi cabeza y que por todas las malas suertes del mundo era mi hermana.
-Edward, déjame presentarte a Tanya Denali- dijo mi abuelo poniéndose en pié y acercándose a la chica.
-Un placer conocerte, Edward- su voz era sedosa y suave.
-Igual- asentí tomando su mano y estrechándola.
-Ella es hija de uno de los accionistas más poderosos que tenemos- explicó mi abuelo ante mi obvia ignorancia de quien era-. Tengo pensado que en un futuro nuestras dos familias se unan y sigamos prosperando….
-Espera, espera- le detuve abruptamente- ¿Qué nuestras familias se unan?- pregunté sin dar crédito a lo que escuchaba.
-Sí, ella es tu prometida- dijo con obviedad.
Creo que en ese momento el que sufrió un infarto….fui yo.

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