Capitulo 12
EDWARD POVLos días pasaron con lentitud mientras me encargaba de "torturar" a Bella. A decir verdad, parecía que me estaba torturando a mi mismo que a ella. Le hacía limpiar mi coche cada vez que lo usaba, mi piano, cuando veía que había una pequeña manchita en su lustrosa superficie. La obligaba a hacer mis deberes, que en parte era bueno para ella, yo ya había repetido esas mismas tareas demasiadas veces, era turno de ella repetirlas. Y para terminar con el combo, no había nada de besos, ni abrazos, ni caricias, ni sexo. Eran castigos patéticos y estúpidos, pero, sinceramente, no se me ocurrían otras cosas para castigarla.
Como había dicho anteriormente, parecía ser un castigo más para mi que para ella. Me había acostumbrado tanto a estar dentro de ella en todos los sentidos posibles que ahora me era doloroso no besarla o sentirla. Debía de fingir estar molesto, o dolido ante ella. Sin embargo las cosas se complicaban cuando llegaba la noche y nuestros adorados hermanos decidían pasar lujuriosas horas. Sobre todo con Jasper mandando olas de lujuria y deseo hacia donde me encontraba, por lo general me llegaban a mí. Pero a esas horas ambos estábamos separados. Yo en mi piano o en la sala y Bella en las afueras del bosque o en nuestro cuarto.
Hasta ahora no me había reprochado nada de lo que le estaba haciendo pasar. Aceptaba cada una de mis condiciones sin rechistar o quejarse. Y al ver que ella no parecía importarle mis castigos me ponía ciertamente molesto. Tenía deseos de tocarla, besarla y muchas otras cosas más, pero no podía, no podía sucumbir a sus indiferencias. Ella tenía que aprender que no podía pasarme por alto, no con respecto a su seguridad.
Por otra parte con respecto a Jacob, para mi suerte no se había acercado más a ella. Simplemente nos ignoraba a todos por igual, de hecho ni siquiera se pasaba por la escuela, eran pocas las veces y cuando lo hacía se marchaba antes de terminar el horario. Después de aquel día de la charla que tuvieron, ambos se mantuvieron distanciados. Al parecer Jacob había entendido la historia de Bella, pero no la había aceptado como vampiro. Bella no había querido hablar de ello. Y que mejor para mí que el chucho lejos de nosotros. Sobre todo de ella, que era lo que más me importaba.
El día de hoy se encontraba particularmente callada. Miraba al infinito perdida en sus pensamientos o miraba a los humanos caminar a nuestro alrededor en la cafetería. Cuando la llamábamos se sobresaltaba, sonreía tímidamente pidiendo disculpas y volvía a su estado de aislamiento. La preocupación se elevó cuando un humano pasó cerca de ella y sus ojos se volvieron negros inmeditamente, se impulsó hacia adelante oliendo el aire.
-¿Bella?- la refrené con un poco de fuerza al ver que se levantaba del asiento.
Ella jadeó y nos miró a todos con miedo.
-Lo siento- quitó mi mano y tomó sus cosas-. Necesito tomar aire.
Sin darnos tiempo a decir nada, ella se levantó y salió pitando de la cafetería. A pesar de que quería contenerse a paso humano, este había sido demasiado rápido para uno. Me levanté de mi asiento dispuesto a seguirla.
-Déjala sola, Edward- murmuró mi hermana con voz suave. Completamente normal e indiferente a lo que había sucedido.
-Pero…-comencé a rebatir, pero me interrumpió amablemente.
-Ha estado conteniéndose demasiado tiempo, y me sorprende el autocontrol que ha tenido ahora- sonrió orgullosa.
-¿Autocontrol? ¿A qué te refieres Alice?- Rosalie me quitó mis preguntas.
-Ya sabes- contestó Emmett completamente serio-. Ese aroma que te atrae fuertemente.
Lo miré y su mente me explicó detalladamente a lo que se estaban refiriendo. El aún recordaba muy bien cuando se había topado con aquellos dos aromas que lo había hecho volverse loco. Como si fuera un vampiro neófito que no podía controlarse al sentir el olor a la sangre humana. Emmett había tenido suerte al toparse con aquellas personas en lugares alejados de la ciudad, de lo contrario nos habría puesto a todo en exposición. Hasta el día de hoy mi hermano se arrepentía de aquellas muertes. Se odiaba así mismo por haber sido tan débil y matar a dos inocentes.
-¿Quieres decir que hay un humano con esa sangre aquí?- pregunté preocupado.
-Para todos esas sangres son diferentes- me recordó ella puede ser la más exótica y exquisita que haya olido antes. Mientras que para nosotros es un aroma más.
-Tengo que ir con ella- me dije en voz alta.
-Ella está bien, Edward- bufó Alice-. Solo esta aturdida por lo sucedido. Ahora mismo se encuentra cazando en el bosque- dicho eso me mostró imágenes de Bella corriendo detrás de una manada de ciervos.
Mi pecho se oprimió al verla en aquel estado. Su rostro estaba desfigurado por el hambre y la desesperación. Podía ver que aquella sangre no la iba a satisfacer nunca de la sed que debía de estarle quemando la garganta. Solo la mantendría a raya pero estaría ahí y Bella sabría que en la escuela ahí un humano con esa sangre.
-Si cambia de parecer u ocurre algo malo, te lo comunicaré- consoló palmeando mi hombro. Aquellas palabras estaban lejos de hacerme sentir bien.
-¿Cuándo volverá?- pregunte resignado a esperar.
-Cuando se sienta lista…
-Y haya extinguido los ciervos- murmuró Emmett riéndose de su propia broma.
-Aun no lo tiene decidido- prosiguió mi hermana, ignorándolo.
-Bien- acepté y me marché hacia mis próximas clases.
Suspiré pesadamente al entrar al salón de Biología y ver mi mesa vacía. Estas clases iban a ser aburridas sin Bella. Me estaba arrepintiendo de mis castigos. Tendría que acabar con toda esa tontería y ayudarla a superar el problema que estaba enfrentando. El profesor entró en la sala y comenzó a pasar asistencia de los alumnos.
-¿Bella Cullen?- nombró en voz alta.
-No se encuentra- contesté desinteresadamente, recostado en la mesada del laboratorio.
-¿Dónde está?
-No se sentía muy bien- me encogí de hombros.
El profesor me miró con enfado por mis contestaciones, luego continuo con las asistencias. Las mujeres en ese cuarto comenzaron a idear planes para hablar conmigo a la salida, para inter
Ç+ceptarme ahora que mi novia no andaba por mis alrededores. Mientras que los hombres, adolescentes controlados por las hormonas, se desilusionaban por no recrear su vista con mi novia. De no ser porque me encontraba desanimado sin su presencia ya habría comenzado a cortar cabezas.
Los minutos pasaban, y ya estaba en la última hora de mis clases, y no tenía noticas de Bella. Según Alice, ella aun se encontraba en el bosque, no tenía idea de si ella volvería o no al instituto o nos encontraríamos directamente en casa…
-Te estaré esperando afuera- me sobresalté al escuchar su voz en mi cabeza. Hacía tiempo que no lo hacía.
-¿Cómo te sientes?- susurré enderezándome en mi silla.
-Como si fuera a vomitar en cualquier momento- bromeó y me reí hasta que la profesora me llamó la atención con una pregunta que no había escuchado en todo lo que iba de la hora.
Indagué en las mentes de mis compañeros y contesté correctamente, ganándome más irritación por parte de mi profesora.
-Espérame en el auto- le pedí.
En cuanto el timbre sonó junté mis cosas y salí corriendo del salón hacia el estacionamiento. Mis compañeras, y otras más, se desilusionaron e intentaron meterse en mi camino. Las rechace amablemente y seguí mi camino. Al salir al estacionamiento busqué mi auto y allí estaba ella. Apoyada sobre el capó mirando el cielo, sus ojos volvieron a ser de color dorado, eran muy intensos, seguro que era por tanta sangre que había consumido.
Nuevamente me estaba ocultando sus pensamientos, y eso me desagradaba. En cierto modo me molestaba que ella no me dejara leerlos, me hacía pensar que algo me estaba ocultando. Más sus acciones raras… negando con la cabeza, intenté quitar mis sospechas de desconfianza hacia ella, y caminé hacia mi auto más tranquilo ahora que la veía. Al sentir mi presencia me miró y sonrió ampliamente.
Tiré a la mierda todo castigo y me acerqué con paso decidido. La tomé en brazos y la acerqué a mí, luego busqué sus labios con los míos y la besé fieramente. Ambos habíamos soportado demasiado esos tontos castigos por mi parte, ella ya me había pedido disculpas y estaba bien. Jacob no estaba cerca de ella, así que era hora de dejar de lado las ridiculeces. Era de hacerle saber que estaba perdonada y lo mucho que la había extrañado.
Ella correspondió mi beso de buena manera, enroscando sus brazos en mi cuello y abrió su boca dejando pasar mi lengua para que encontrara la suya. Nuestras bocas se movían sincronizadas, con las mismas energías y lametones. La levanté del suelo y la senté sobre el capó de mi coche, me mentí entre sus piernas, haciendo el beso más íntimo y pasional. Su gemido murió en mi boca cuando mi erección se apoyó contra su centro.
-Mmm… sabes a puma- saboreé el sabor de la sangre en su boca.
-Pero tú sabes mejor- suspiró frotándose levemente.
-Estamos en la escuela ¿recuerdan?- refunfuñó Alice, cortándonos el clima.
Bella se rió y me abrazó fuertemente.
-Extrañaba tus besos-susurró contra mi oído con voz sensual.
-Yo también te extrañaba- respondí chocando nuestras caderas-. Estas completamente perdonada.
Ello chilló feliz y saltó hacia mí enroscando sus piernas y brazos en mi cuerpo. Luego tomó mi rostro entre sus pequeñas manos y me llenó de besos.
-¿Por qué no vamos a casa y celebramos nuestra reconciliación?- sugerí mordisqueando su cuello.
-Me parece una fantástica idea- sonrió pícaramente.
Sin perder tiempo entramos en el auto y arranqué bruscamente. Las ruedas rechinaron en el mojado asfalto antes de que saliéramos disparados hacia la calle. Tenía deseos de aparcar el auto en cualquier lugar, tomar a Bella en brazos y correr hacia nuestra habitación, donde la encerraría y no la dejaría salir hasta que me sintiera completamente satisfecho.
Las manos de Bella se movían por todos lados, tocando y apretando lugares íntimos, poniéndome cada vez más excitado. La idea de aparcar el auto en cualquier lugar era cada vez más tentadora. Hasta que Bella metió su mano dentro de mis pantalones y acarició mi miembro. Maniobré bruscamente hacia el bosque donde me metí y apagué el motor. Tire de Bella sobre mi regazo.
-Quería que fuera más intimo, pero bueno…- me encogí de hombros y la atraje hacia mi boca.
La besé con ferocidad y hambre, al tiempo que la despojaba de sus ropas. El lugar era pequeño y un poco incomodo, pero no me importaba, necesitaba saciar el fuego que tenía dentro, un acumulo de una semana. No había forma de detenerme, no a menos que Bella me lo pidiera. Pero ella estaba tan dispuesta como yo a continuarlo dentro del auto. Un nuevo lugar agregado a la lista.
Bella desgarró mi camisa y acarició mi pecho con desesperación, al parecer la semana de abstinencia no solo me había afectado a mí. Yo quité con sumo cuidado sus prendas, si teníamos que volver deberíamos hacerlo vestidos. No era muy importante que yo no conservara mi camisa, pero si mis pantalones.
Sus manos rebuscaron dentro de mis pantalones mi miembro y lo liberó de la prisión de la tela. Suspiré aliviado y agradecido de estar libre. Se rió dulcemente de verme sufrir, luego se acomodó sobre la punta de mi sexo y se dejó caer tomando todo de mí. Ambos soltamos un gemido de placer y satisfacción al sentirnos unidos nuevamente. Bella se recostó contra mi pecho desnudo y me abrazó fuertemente meneando sus caderas lentamente. La rodee con mis brazos y dejé que ella tomara el ritmo.
Era lento y profundo, en la posición en la que estábamos podía sentir como mi mimbro entraba completamente en ella. Absorbiéndolo hasta el tope. Dejé caer mi cabeza hacia atrás, recostándola en el reposacabezas soltando un suspiro de satisfacción. Mi ángel se rió y comenzó a besar y mordisquear mi cuello. El lento placer me estaba aturdiendo, volviéndome loco de excitación. Quería llegar al orgasmo, quería liberarme. No podía más con la lenta y dulce tortura.
Reacomodándome tomé sus cadenas y comencé a moverla de forma frenética. Bella jadeo y comenzó a gemir fuertemente agarrándose de mis hombros y tirando su cabeza hacia atrás diciendo cosas sin sentido. En realidad no podía entender lo que decía puesto que estaba tan cegado en el placer que sentía. Bella se aferró a mi cuello y gritó cuando el orgasmo le llego. Al instante en que su centro se apretó a mí alrededor, enterré mis dedos en sus caderas y gruñí ante la liberación de mi orgasmo.
Me desplomé sobre el asiento respirando agitadamente, al igual que Bella quien cayó rendida sobre mí. Abracé su pequeño cuerpo y la mantuve cerca. Oliendo su femenino y dulce aroma, mientras recobrábamos el aliento.
-Extrañaba esto- murmuró riendo.
-Sí, fue un castigo estúpido- lo admití delante de ella.
-Bueno, yo creo que fue muy inteligente- dijo con sarcasmo.
-Sí, ahora que lo dices es verdad- le seguí el juego-. Nos tuve en abstinencia porque tú me había desobedecido y te marchaste con un chucho apestoso.
-Si los castigos vas a ser así, entonces lo haré de vez en cuando- se incorporó y me besó tiernamente.
-Que no se te haga costumbre- le regañé acunando su rostro entre mis manos.
Nos quedamos mirándonos unos minutos. Se veía hermosa, toda despeinada, sus mejillas con un suave color rosado por la actividad anterior, sus ojos brillaban y me comunicaban en amor que sentía por mí, al igual que había otro sentimiento escondido detrás de ese brillo.
-Sabes que te amo- dije acariciando sus mejillas.
-Al igual que yo- asintió tomando mi mano y besándola.
-Y puedes confiar en mí- dije con seriedad.
-Siempre- asintió nuevamente.
-Yo también confío en ti- ese sentimiento salió a flote pero se escondió rápidamente, impidiéndome identificarlo-. Siempre.
-Gracias- sonrió dulcemente.
-Hay algo que quiero confiarte- dije mientras me acercaba a la guantera del auto y rebuscaba.
Desde hacía días que había considerado pedírselo y dárselo. Siempre lo llevaba conmigo para todas partes. Estaba esperando el momento indicado en decirlo y ahora, en este momento, era perfecto para hacerlo. A pesar de estar desnudos y yo aun dentro de ella, me parecía una anécdota que quedaría siempre que lo recordáramos. Encontré lo que buscaba y volví a recostarme en el asiento.
-Cierra los ojos- pedí sonriendo ante su desconfianza.
-Sabes que no me gustan las sorpresas- dijo mirando mi mano, el que tenía el objeto.
-Lo sé. Ahora cierra los ojos.
De mala gana me obedeció. Abrí la pequeña cajilla negra y quité el viejo anillo. Tomé su mano izquierda y lo deslicé por su dedo anular. De inmediato ella abrió los ojos y contemplo el anillo que decoraba su dedo. Se llevó una mano a su boca y me miró con ojos lagrimosos, aquellas lagrimas que jamás saldrían de sus ojos.
-Isabella Marie Swan- dije su nombre completo al tiempo que tomaba su mano izquierda y la llevaba hacia mi pecho- ¿Me harías el honor de casarte conmigo?
-Oh, dios- jadeó ella abanicando su rostro con la mano libre- ¿Hablas enserio?
-Nunca he hablado más enserio en mi larga vida.
-¡Sí!- chilló abrazándome- ¡Si, quiero!
-Eso era tolo que lo que quería escuchar- suspiré aliviado.
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La casa era un completo griterío en cuanto llegamos. No habíamos alcanzado a bajar del auto cuando Alice, Rosalie y Esme llegaron corriendo y se abalanzó sobre Bella. Las cuatro comenzaron a gritar mientras saltaban para todos lados. Una vez que la parte de los saltos pasaron comenzaron a chillar sobre el anillo. Realmente no entendía nada, ya que las cuatro gritaban sin parar y reír. Ni siquiera podía leer sus pensamientos ya que era el mismo aturdimiento.-Mujeres- suspiré y seguí caminando hacia la casa. En cuanto entré mis hermanos y mi padre me miraban con una gran sonrisa en la cara.
-Vaya, ya era hora- se burló Emmett pasando un brazo por mis hombros, desnudo aun.
-Pensamos que nunca se lo pedirías- dijo Jasper.
-Fue en el momento menos esperado- sonreí triunfante.
-Cierto, eso es bueno. Dejas a tu pareja atontada con ello- apremió Carlisle.
-Deberíamos haber colocado una cámara en tu auto- dijo Emmett desilusionado pero luego puso cara de asco-. No, mejor que haya sido así, no iba a ser agradable verte fornicar con mi hermanita.
-Emmett- le reprendió mi padre negando con la cabeza.
-¡Una despedida de solteras!- gritó Alice desde afuera a todo pulmón.
-¡Ni se te ocurra, Alice!- grite abriendo la puerta.
-¿Por qué no?- preguntó con fingida inocencia-. Tú y los demás podrán tener la suya.
-¡Sí!- gritaron mis hermanos.
-Yo no la quiero- me negué de inmediato-. Y si yo no la tengo, Bella tampoco la tendrá.
-Pero yo si la quiero- respondió mi novia con total sinceridad.
-¡Bella!- exclamé horrorizado. Ella no tenía idea de lo que mis hermanas podían hacer en una despedida de solteras.
Temblé violentamente al imaginarme lo que podrían hacer.
Ella se rió y siguió hablando con las chicas. Mientras tanto mis hermanos me arrastraban hacia la casa murmurando los posibles locales de stripper que visitaríamos. Se debatían si ir a los de Seattle o viajar hacia otro lado del mundo, al mejor local de stripper.
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Un mes había pasado después de mi proposición. Las cosas se estaban poniendo en orden, es decir Alice estaba organizando todo. Desde el vestido de novia de Bella, hasta el pasto artificial que compraría para que los zapatos inmaculadamente blancos de Bella no se ensuciaran con el húmedo y mohoso suelo de Forks. El gasto iba a ser enorme, mucha más que el de las tres bodas de la familia y sus tanto casamientos nuevos. Bella en cierto modo había perdido el entusiasmo al no poder seguir el ritmo a Alice.Estaba emocionada de casarse pero se había asustado ante la euforia de nuestra hermana. Alice no había dejado que nadie más que ella se encargara de la boda. Tanto Rosalie como Esme se habían enfadado mucho con aquello, ya que también querían ayudar. Incluyendo Bella no tenía el derecho a la opinión de lo que Alice decidiera.
Por eso mismo se había retrasado la fecha de la boda. Bueno, no había fecha pero yo quería que fuera de inmediato. Cada vez me era difícil cargar a Bella y conducir hasta Las Vegas y casarnos de una vez. Pero Alice estaba muy pendiente de mis decisiones para detenerme en el futuro de querer hacerlo. Por lo tanto, Bella y yo, estábamos vigilados por nuestra hermana.
Ahora nos encontrábamos en el instituto en la hora del almuerzo. Bella se encontraba sentada en mi regazo con nuestras manos entrelazadas. Por petición de ella le había permitido no llevar el anillo para que no comenzara a haber un revuelo en Forks de que dos adolescentes se casaran a tan temprana edad. Por mi parte me importaba muy poco, pero a ella no le gustaba que todos nos miraran más de lo que ya lo hacían, pero en cuanto llegábamos a la casa ella corría a nuestra habitación y se colocaba el anillo.
De la nada su cuerpo se tensó y giró su cabeza hacia la puerta de la cafetería. En ese instante entraba un chico. Alto y cuerpo de atleta, su cabello era negro como la noche y unos ojos azules intensos. Lo reconocí al instante, Steve Maxwell, era el capitán del grupo de baloncesto y el chico más popular de la escuela con el título de rompe corazones. Las mujeres suspiraban y caían desmayadas cuando él les sonreía o les miraba. Para mí era otro humano al que no merecía la pena sentarme a ver. Simplemente lo ignoraba, como a la mayoría de los jóvenes de aquí. Sin embargo pasó por encima de mi lista negra cuando le vi sonreír y guiñarle el ojo a Bella, quien le seguía mirando. Se tensó nuevamente y volvió rápidamente la vista a la mesa.
-¿Pasa algo?-pregunté sin despegarla vista del mocoso que se regodeaba de haber puesto nerviosa a mi novia con una sonrisa.
-Es él- susurró apretando sus manos-. Su sangre…- gimoteó.
-Tranquila- la abracé apretándola contra mí.
-Tengo que salir de aquí- pidió levantándose.
-No te voy a dejar ir sola- la sostuve de sus muñecas-. Me dejas ir contigo o no te marchas.
-¡Por favor, Edward!- suplicó con ojos negros-. Solo iré a cazar, nada más. Déjame estar sola.
Sus suplicas y aquellos ojos llenos de desesperación me hicieron aceptar lo que me pedía. Obligué a mis dedos soltarla para que ella se marchara. Y en cuanto lo hice un mal presentimiento se instaló en la boca de mi estomago. Sentía que algo se iba a desatar pronto. Busqué a Alice con la mirada y ella sintió lo mismo que yo.
-No veo nada fuera de lo normal- se encogió de hombros-. Ella estará bien.
Sin embargo sus palabras no me consolaban. Dejé escapar un suspiro cansado y me senté intranquilo a esperar. En el mes no habíamos pasado por este tipo de problemas. O al menos eso habíamos pensado. Su comportamiento era normal, pero ahora entendía por qué siempre me mantenía alejado de la cafetería y me pedía irnos a otro lado. No había querido toparse con aquel chico…
El timbre sonó y cada uno se dirigió hacia su clase. Nuevamente tenía que transcurrirlas sin Bella. Pero a diferencia que la última vez, ella no me aviso que ya estaba. Cuando llegó la hora de marcharnos ella no llegaba.
-¿Alice?- llamé cuando venía caminando con gesto preocupado.
-El futuro de Bella desapareció- me miró con miedo.
-Tenemos que ir a buscarla- sugerí y sin perder tiempo subí al auto.
-¡Edward!- gritó mi hermana-. El chico Maxwell no ha aparecido después de la cafetería.
-¿Qué?- exclamamos todos.
-Él comparte una clase conmigo, la última hora. Y no se presentó- sacudió su cabeza tomándola entre sus manos-. Cuando el profesor le preguntó a sus amigos ellos dijeron que no lo vieron más después del almuerzo.
Azoté la puerta de mi auto y me interné en el bosque con mis hermanos pisándome los talones. Comencé a rastrear el aroma de Bella, necesitaba encontrarla a como diera lugar. Me negaba a creer que la desaparición de Bella y del chico estuviera conectada. Me negaba a creer que Bella había atacado al chico. Apreté mi paso y pronto encontré el aroma de Bella.
-¡Por aquí!- les indiqué a mis hermanos quieres estaban separados.
Juntos comenzamos a correr siguiendo el aroma. Cada vez se hacía más y más fuerte y a la vez se mezclaba con el olor de sangre. La pesadumbre me quería hacer parar, no quería ver nada. Quería negarlo todo, pero me era imposible. Ya sabía que todo coincidía.
Mi velocidad disminuyó cuando entramos a un enorme claro, el pasto estaba seco y amarillento, parecía que había sido quemado en tiempos anteriores. El aliento quedó atascado en mi garganta cuando la vi. Sentada sobre el suelo y aferrando contra sí el cuerpo inerte del chico de la cafetería. Podía ver como tragaba la sangre a montones. La satisfacción en sus facciones.
-Bella- la llamé con un hilo de voz.
Ella abrió los ojos lentamente y se puso de pie, tirando el cuerpo hacia un costado. Sus ojos me asustaron. Eran rojos.
Y no había ni un ápice de arrepentimiento.
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