lunes, 6 de diciembre de 2010

Cap 11- DMNAMM

Capitulo 11
BELLA POV
Edward estaba molesto. Las paredes habían retumbado cuando cerré la puerta de nuestro dormitorio con un portazo. Tendríamos que comprar una nueva. Mi familia se metió dentro dejándome a solas con Jacob. No podíamos hablar en frente de todos. En realidad si podíamos, pero necesitaba pedirle a Jacob un favor.
Me acerqué a él con paso tranquilo y decidido, no tenía deseos de alterarlo y provocar una pelea innecesaria. Estaba tenso y precavido, estaba alerta de cualquier cosa extraña y preparado para atacar de ser necesario. Se veía tan inseguro y desconfiado hasta del propio aire. Había cambiado tanto. De ser el chico confiado y amistoso, pasó a ser un lobo arisco y receloso.
-Sigo siendo yo, Jake- suspiré dolida por su comportamiento.
-No confió en los de tu especie- bufó completamente tenso.
-No seas ridículo- rodé los ojos-. Si hubiera querido hacerte daño lo había hecho antes y más si sabía que eras un hombre lobo- no pude evitar soltar una risita cuando su cuerpo se envaró aun más, de ser posible- ¿Viniste a escuchar mi historia o a desconfiar de mi?
-Vine a escuchar, pero no me pidas confiar- sus hombros apenas se relajaron.
Me hiso un ademan para internarnos en el bosque. No necesitaba ser Edward para saber que no me quería dar la espalda, no quería que lo atacara por detrás. Era completamente estúpido y ofensivo. No éramos tan cobardes como para hacer aquello, ni como último recurso. Pero los hombres lobos nos creían escoria y cobardes como para hacerlo.
Contuve el deseo de insultarle y comencé a caminar hacia el único lugar donde podríamos charlar tranquilamente. Un lugar pacífico y agradable que estaba segura que le encantaría. El prado. Edward se pondría furioso cuando se enterara.
Mientras caminábamos podía sentir sus ojos en mi nuca. Ahora que Jacob era hombre lobo intimidaba enormemente. El niño flacucho y sonriente que había conocido se había esfumado dejando en su lugar un muchacho enorme, musculoso y aterrador. Su tamaño intimidaba tanto humano como lobo. Me sentía cohibida por su escrutinio y amenazante mirada, pero trataba de ocultarlo, no era necesario darle a saber que me incomodaba su presencia. Y ni hablar cuando se transformaba en lobo. Su tamaño se triplicaba al de un lobito normal. Sus dientes eran puntiagudos y afilados al igual que sus garras, que eran capaces de perforar y arrancar nuestra dura piel. No Había presenciado ninguna matanza con los lobos. Pero recordaba las historias que Maco nos contaba a los novatos mientras la sed nos controlaba. Era una forma de distraer nuestras mentes. Seguramente el hombre se emocionaría cuando supiera que aun existían.
Marco nos contaba que los lobos se habían extinto junto con los indios, que ya no quedaban de ellos, y si habían indios no tenían los genes. Podía recordar como esos ojos sabios y siempre aburridos había brillado ante la expectativa de un enfrentamiento.
-¿Hacia dónde vamos?- su pegunta me sacó de mis cavilaciones.
-A un prado que no queda muy lejos de aquí- le sonreí brindándole confianza.
-¿Por qué tan lejos?
-No quiero que nadie nos escuche.
-¿Por qué?
-Porque tengo algo que contarte- sus preguntas me estaban irritando. Parecía un niño.
-¿Qué es?- volvió a peguntar.
-Jacob, solo espera ¿quieres?- le encaré ya molesta y me sorprendió verlo sonriendo traviesamente.
-¿Te molestan mis preguntas?-
-Niñato- negué con la cabeza reanudando el paso.
-Cualquiera al lado de un inmortal es un niñato- bufó y apretó el paso hasta llegar a mi lado y caminar conmigo.
-Solo llevo siendo inmortal dos años- le sonreí- Estaba contenta de que retomara su confianza conmigo.
-¿Dos años?- se detuvo y me miró con incredulidad.
-Corramos así llegaremos más rápido- sugerí, pero antes de terminar la frase Jacob había comenzado a correr.
En cuanto llegamos extendí mi escudo bloqueando la mente de Jake de modo que Edward no pudiera leer nada sin que nos diéramos cuenta. Mi amigo observó el lugar con expresión asombrada y encantada, obviamente le gustaba. Y podía aportar que a mucha gente le gustaría este prado. Pero este lugar nos pertenecía a Edward y a mí. Aquí nos habíamos confesado indiscretamente, y luego hicimos el amor por primera vez, y otras más. Este era nuestro lugar especial, donde podíamos ser nosotros sin necesidad de preocuparnos por quienes nos rodeaban. Era nuestro paraíso en la tierra.
-Tú y tu vampiro hicieron cochinadas aquí ¿verdad?- preguntó Jacob con una mueca en la cara.
-¿Por qué preguntas eso?- puse mi mejor cara de desentendida,
-Por tu cara- se estremeció violentamente murmurando incoherencias.
No pude evitar reír a carcajadas, pero no le conteste, no era necesario. Esos eran secretos míos y de Edward que a nadie concernía, más que a nosotros.
Jacob me sentó en el paso, debajo de un rayo de sol. Dio unos golpecitos a su lado, invitándome a que me sentara a su lado. Me acerqué sonriente y me acomodé a su lado.
-Bien. Soy todo oídos- me dio pie a que comenzara con mi historia.
Tomé aire y comencé a contarle todo. En cierto modo era un poco difícil para mí volver a revolver aquellos recuerdos que tanto me había lastimado a lo largo de mi vida, obviamente quitando los buenos.
Le conté desde que me había escapado de mis tíos. Pasando por mi llegada a la casa de mi familia. Su trato conmigo y deseos de cuidarme. El paso por el orfanato y mi corta estadía. Él día en que mi madre había vuelto a recogerme, para mi cumpleaños número seis. Los maravillosos y pocos días que compartimos juntas antes de que los Vulturis la mataran y me secuestraran. La estadía en Volterra, donde me criaron y enseñaron, encerrada en una torre. La mentira que me dijeron al cumplir mis dieciocho. La idea que tenía que vengarme de mi familia, a que ellos habían acecinado a mi madre. Mi sed de venganza. Hasta que había descubierto que todo era una farsa para que yo me volviera en contra de ellos y matarlos ya que a Aro le disgustaba aquella familia.
Terminé luego de varios minutos. Jacob me escuchaba atentamente y sus expresiones me demostraban lo que sentía por mis palabras. Pude ver el enojo, la ira, el dolor y la incredulidad. Realmente no estaba tan lejos sus pensamientos de que eran los vampiros. Los Cullen eran una familia ejemplar, nada comparado con los Vulturis quienes a pesar de mostrarse unidos, solo eran una fachada de familia perfecta. Cada uno de sus integrantes eran unos monstros.
-Hay algo que no me cierra- dijo después de un largo silencio.
-¿Qué cosa?- pregunté tumbada en el suelo.
-Dijiste que hubo una pelea, aquí- recordó mientras se sentaba-. Pero nunca se menciono nada de ellos. Sam es el más viejo, en transformarse, y nunca comunicó nada.
-Bueno, eso es gracias a unos amigos- aclaré recordando a Héctor y Caroline, aquellos amigos que habían muerto a manos de Sebastian-. Uno de ellos tiene el don de borrar y crear memorias nuevas.
Jacob abrió sus ojos sorprendido por mis palabras. Al parecer los hombres lobo no sabían sobre nuestros poderes.
-¿Acaso los vampiros puedes hacer esas cosas?- preguntó estupefacto.
-Sí, bueno no todos- expliqué-. Solo los poseen aquellos que en su vida humana hayan tenido un sexto sentido, por así decirlo. Cuando se convierten, ese sentido sale a la luz. Como un don- me encogí de hombros-. Por ejemplo Edward. Cuando era humano le era fácil saber que era lo que pensaban los demás. Ahora, vampiro, puede leer los pensamientos.
La mandíbula de Jacob cayó y le miré confundida.
-Pensaba que ya sabías que Edward leía la mente.
-Eso es porque todos los vampiros lo hacen- dijo con obviedad.
-No, solo lo hacen en las películas. Los reales tenemos otros poderes- rodé los ojos.
-¿Qué otros poderes tienen? ¿Son solo mentales o también pueden ser físicos? ¿Poseen más de uno? ¿Cuál es el más poderoso?
-Jacob- le frené el torrente de preguntas-. Se supones que viniste para saber mi pasado, no para brindarte información sobre nosotros.
-Esto es un dato muy importante- me ignoró por completo-. Es muy valioso ¿Qué poder tienes tú?
Suspirando pesadamente le contesté.
-Un escudo mental. Puedo protegerme y proteger a otros de ataques mentales.
-¿Proteger?- preguntó desorientado.
-Sí, puedo extenderlo hasta tu mente y protegerte de vampiros con dones mentales que quieran hacerte daño o indagar en tu cabeza- expliqué-. Ahora mismo lo estoy haciendo, ocultando tus pensamientos de Edward.
-¿Y por qué lo haces?
-Hay algo que debo decirte- me senté derecha y dejé de lados las bromas, poniéndome seria.
Jacob dejó el asombro y la euforia por nueva información de lado, y prestó atención a lo que fuera que iba a decirle.
-En nuestra clase ahí un vampiro que es capaz de comer los poderes de otro. Su nombre es Sebastian. Es letal ya que posee más dones de los que te puedes imaginar, incluyendo yo- mi amigo palideció ante mis palabras-. Es la peor existencia que puede haber…
-Al grano Bella, me estas asustando- me apuró.
-Debo volver a Volterra y tú debes ayudarme.
.
EDWARD POV
Ya había pasado unas malditas dos horas desde que Bella se había marchado con el chucho. Dejándome a mí, su novio, caminando por las paredes de nuestra habitación completamente furioso.
Alice no podía ver el futuro de ella. Y yo no podía leer sus pensamientos. Sabía que estaba usando su escudo, al igual que estaba protegiendo la mente del mocoso. Había reprimido mis deseos de ir hacia el bosque y tratar de escuchar lo que hablaban. Pero sabía que Bella se enfadaría conmigo por inmiscuirme en una conversación privada. ¡¿Que tanto tenía que hablar con un lobo a escondidas de todos y en secretos? Furioso por la incertidumbre golpeé la pared con mi puño, al lado de otros golpes que había hecho a lo largo de los minutos.
Mi cuerpo se retorcía gracias a la impotencia y ansiedad que sentía por no tenerla conmigo. Me impacientaba y molestaba que no estuviera a mi lado. Me enfurecía no mirarla, no escucharla, no olerla. Me había acostumbrado tanto a que ella estuviera conmigo que ahora que no estaba me sentía como un loco dentro de un manicomio. Su presencia me era indispensable e irremplazable. Me sentía desorientado. Me sentía patéticamente estúpido y débil. Pero así me sentía sin mi Bella.
Harto de estas emociones descontroladas, y lo bueno que había sido al esperarla, salí del cuarto hecha una furia. Pero no llegué muy lejos ya que alguien había chocado conmigo. Estaba a punto de empujarlo y propinarle insultos, cuando su aroma invadió mis sentidos y el alivio relajó mi tenso cuerpo.
-¿A dónde ibas con tanta prisa?- preguntó con esa voz tan dulce y suave.
No dije nada, solamente la envolví en mis brazos y la atraje hacia mi cuerpo, estrujándola fuertemente. Necesitaba sentirla, saber que era ella y que estaba bien. Segura. Aquí, en mis brazos era donde ella tenía que estar. Era el único lugar donde ella iba a estar segura y yo tranquilo. Dios. Solo habían pasado dos horas y estaba maníaco, no quería imaginar si pasábamos más tiempo separados. Si fuera humano terminaría por acabar con mi vida. Pero siendo inmortal su ausencia me era dolorosa, literalmente.
-Pensé que estarías molesto conmigo- murmuró acariciando mi cuello con su nariz.
Su comentario me había recordado lo enfadado que había estado con ella los primeros treinta minutos. Lo furioso que me había sentido cuando ella se había marchado con el niño lobo sin importarle lo que yo pensara. La empujé, suave pero decidido, por los hombros, alejándola de mí. Su rostro cambió de la sorpresa a la tristeza por mi rechazo. Me odie a mi mismo por haber puesto esa fea expresión en su lindo rostro. Acaricié sus mejillas con mis pulgares, tratando de borrar esa mueca.
-Ya no estoy enojado. Pero si estoy dolido- le aclaré con voz suave-. Te pedí que no fueras con él. No quería tener este miedo de no saber si iba a pasarte algo.
-Pero estoy bien- frunció el ceño-. Te dije que Jacob era bueno y no me haría nada.
-¿Y cómo puedo estar yo seguro de eso?- la ira volvía a bullir dentro de mí ante su terquedad.
-Porque yo te lo digo- golpeó el suelo con su pié- ¿Acaso no confías en mí?
-¡En ti sí, pero no en él!- exclamé levantando la voz. La casa se había vuelto silenciosa ante nuestra discusión-. ¿Por qué no comprendes que me preocupo por ti? Su raza es nuestro enemigo natural, Bella. Como sabía yo que él no estaba haciendo una farsa para matarte.
Y gracias a dios que no era así, porque sino a ese perro no le darían las patas para correr cuando le cazara. Ya podía imaginarme despellejarlo vivo. O su cabeza sobre la chimenea. O su cuero y colmillos bien conservados para que pasara el resto de los días en la entrada de la sala dando la bienvenida a los demás, como un buen tapete para limpiarse los pies. O podría encerrarlo en una jaula, castrarlo y alimentarlo con sus genitales, solo hasta que duraran, luego lo mataría lenta y dolorosamente…
-Edward, estoy aquí y sana. Deja de imaginarte matando a Jacob- su comentario me trajo a la realidad.
-Y cumpliré cualquiera de ellos si se atreve a tocarte- le prometí.
-Eres exagerado- negó con la cabeza.
-No, te amo que es muy diferente.
-¿Y cómo me amas me has perdonado?- batió sus pestañas rápidamente.
Me habría carcajeado de buena manera y la habría sostenido y besado pasionalmente. Pero me tragué todo eso y mantuve mi expresión seria.
-Que te ame no quiere decir que sea idiota- dije con mi mejor tono enfadado.
Bella se encogió en su lugar y me miró arrepentida. Muy pocas veces me enfadaba con ella, para no decir que eran nulas. Quise abrazarla y decirle que todo era una broma, pero me contuve. Ella tenía que saber lo mucho que me preocupaba. Lo mucho que la amaba. No podía pasar por esos sentimientos.
-Lo siento- murmuró arrepentida.
Esta situación me había hecho recordar cuando ella era una niña y me había montado una broma de esconderse. El susto que me había dado aquella vez.
-Lo acepto, pero no me es suficiente- caminé pasando de ella, hacia las escaleras-. Tendrás que hacer meritos.
Ella me miró boquiabierta. A pesar de que sus pensamientos me eran ocultos podía saber que era lo que pasaba por su mente. Realmente no me creía, pensaba que era una broma.
-Podrías empezar arreglando la habitación- le señalé con un dedo el cuarto y terminé de bajar las escaleras sonriendo satisfactoriamente por la perplejidad en el rostro de mi novia.
Al llegar a la sala me topé con las miradas de mis hermanos. Tanto Emmett como Jasper estaban sonriendo abiertamente con sus pulgares en alto. Estaban orgullosos de que no me dejara caer en las redes de Bella. Aunque debía de admitir que no faltaba mucho para ello. En cambio Rosalie y Alice me miraban con enfado, ellas estaban de acuerdo con castigar a Bella por la que nos había hecho pasar, pero pensaban que mi actitud había sido un poco, demasiada, exagerada actitud machista y no debía de haberla tratado de aquel modo.
Yo también pensaba que había sido un poco duro con ella ¿Y quién más que yo no quería ir corriendo hacia mi cuarto y hacerle el amor durante toda la noche pidiendo perdón? Encogiéndome de hombros pasé de todos ellos y fui hacia mi tan preciado piano donde me senté y comencé a tocar la canción favorita de Esme. Podía escuchar a Bella refunfuñar en nuestra habitación y eso me elevaba el ego.
Sonriendo maliciosamente pensé en los próximos castigos.
Tenía que hacer uno que ella no olvidara, que recordara siempre que intentara pasarme por alto como si mi opinión y sentimientos no importaran.
Llámenme machista, o como ustedes quieran. Pero la amo y soy capaz de hacer mucho por ella.

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