jueves, 28 de marzo de 2013

ACD 4


Capitulo 4: 25 años

-¡Feliz cumpleaños, Bella!- gritaron al tiempo que saltaban en mi cama.
Grité asustada e intenté salir corriendo, pero dos cuerpos se tiraron sobre mí, impidiendo que escapara.
-¡Largo!- les ordené golpeándolas con la almohada.
Ellas se rieron y comenzaron a cantarme el "feliz cumpleaños" a la vez que saltaban en mi cama, sin importarles que me pisaran y patearan.
-Veinticinco años- dijo Alice saltado de la cama y metiéndose en mi armario.
-Ya estás vieja- se rió Rosalie acostándose a mi lado.
-Tenemos la misma edad ¿recuerdas?- la fulminé con la mirada.
-Yo no me comporto como una vieja, tu si- se carcajeó cuando le tiré una almohada.
-¿Qué hacen aquí?- inquirí enojada
-Vinimos a festejar tu cumpleaños- dijo la enana saliendo de mi armario con cara de disgusto- ¿Cómo es posible que no tengas nada de ropa?
-Si la tengo, pero nada es de tu agrado- rodé los ojos y solté un suspiro-. Ya les he dicho que no me gusta festejar mi cumpleaños.
-Para tu mala suerte nos tienes a nosotras dos como tus mejores amigas- dijo Rosalie sonriéndome.
-Además de que nos encanta hacer lo que más odias- se rió Alice.
-Me he dado cuenta de eso- les rodé los ojos.
-Vamos, Bella- suspiró Alice-. Queremos celebrar tu cumpleaños como dios manda.
-Ustedes saben por qué no quiero- cerré mis ojos y traté de evitar que los sentimientos y pensamientos me embargaran.
-Por eso tratamos de animarte- Alice tomó mi mano y le dio un cariñoso apretón.
-Ya han pasado cinco años y no logras superarlo- dijo Rosalie repitiendo la acción de Alice-. Es nuestro deber ayudarte y apoyarte.
-Ahora recuerdo por qué las amo- me reí con ellas y les devolví el apretón de mano.
-Bien, es hora de levantarse- dijo Rosalie poniéndose de pie-. Alice, búscale algo decente para ponerse- le ordenó y la enana se levantó de un salto. Luego me miró a mí-. Te metes a bañar, desayunas y nos vamos.
-¿A dónde?- pregunté temblorosa, ya imaginaba a donde iríamos.
-Tenemos que comprarte ropa para esta noche- dijo caminando hacia la cocina-. Si te portas bien la salida será rápida.
Solté un quejido y quise tirarme al suelo como niña pequeña con berrinche, odiaba salir de compras con ellas, era toda una tortura. Tomé una toalla limpia y arrastrando los pies me metí dentro del baño, no sin antes darle una mirada a Alice, nuevamente estaba haciendo desastres dentro de mi armario. Las quería mucho a las dos, pero había veces en las que deseaba ahorcarlas.
Las había conocido al primer mes de estar en ese lugar. Después de toda la historia con Edward, viajé durante dos días hasta toparme con este hermoso, cálido y soleado estado, California. Al principio pensé que sería un cambio demasiado radical en mi vida, pero con el tiempo me di cuenta que era lo que necesitaba.
Me hospedé en una pensión bastante desgastada pero la casera y la gente que vivía ahí adentro eran realmente amables y buenas. Conseguí dos trabajos para poder pagarle la renta y ahorrar un poco antes de retomar mis estudios. A la mañana trabajaba en una librería que quedaba a la vuelta de la pensión y durante la tarde era camarera en un bar del centro de la ciudad. Fue en esos dos lugares donde conocí a mis amigas.
Una mañana mientras acomodaba uno de las librerías las encontré a las dos discutiendo sobre una revista de moda. La primera impresión que tuve de ellas fue que parecían estrellas de cine.
Rosalie es alta, escultural, hermosa, rubia y de carácter fuerte. Alice era pequeña, pero muy hermosa, morena y demasiado hiperactiva, era la Tinkerbell en carne y hueso, en versión morena. Eran tan diferentes y parecidas a la vez que parecía extraño que se llevasen bien.
Cuando dejaron de discutir se acercaron al mostrador y pagaron la revista, en cuanto me vieron supieron que no era de la zona, me cuestionaron hasta intimidarme. Esa misma tarde, cuando entré al trabajo de camarera, las encontré de nuevo, de ese momento no nos hemos vuelto a separar.
Al principió pensé que no podría ponerme a la altura de ellas, no era hermosa y no tenía nada de especial para llamar la atención, solo era una más del montón, sin embargo logré complementarme con ellas... abrí el grifo de agua y lo regulé a una temperatura agradable, me quité la ropa y me metí bajo el agua. Después de quince minutos estaba bañada y despierta. Salí de la ducha y me envolví con mi toalla, saliendo a mi habitación donde ya estaba mi ropa preparada.
-¡Teléfono!- gritó Rose entrando en mi cuarto. No pude evitar que mi estómago se contrajera por el miedo-. Es tu madre- rodó los ojos.
Tomé el aparato y me lo puse en la oreja, aun la sensación de malestar no se iba.
-¿Hola?
-¡Feliz cumpleaños, Bella!- gritó mi madre.
-Gracias, mamá- sonreí y cambié el aparato a la otra oreja.
-Tu padre también te manda felicitaciones- dijo y escuché a mi padre gritar de fondo. Me reí y negué con la cabeza- ¡Oh! Esme y Carlisle también.
Me tensé de inmediato al escuchar sus nombres. No era que tuviera problemas con ellos, jamás podría disgustarme pero cualquier cosa que estuviera relacionada con Edward me ponía a la defensiva.
-Mándale saludos de mi parte- dije en voz baja- ¿Cómo están ellos?- pregunté por educación.
-Están bien. Ansiosos porque vengas a visitarlos- dijo alegremente-. Están preocupados por ti, llevan años sin verte…
-¿Lo dices por ellos o por Edward?- pregunté enojada. Mi madre tenía la costumbre de sacar a colación el tema cuando sabía que lo odiaba.
-Lo digo por todos, Bella- dijo soltando un suspiro.
-Mamá, ya hemos hablado de esto- pasé una mano por mi cabello intentando tranquilizarme.
-Deberías de escucharlo, hija. Ralamente está muy arrepentido…
-Ya me dejó bastante en claro lo que pensaba de mí- bufé. La rabia que sentía por él estaba comenzando a salir de nuevo, junto con las lágrimas.
-No debería de juzgarlo antes sin escuchar lo que él tiene para decirte- siguió con voz maternal.
-Es mi cumpleaños y lo que menos quiero es hablar de él- le espeté.
-Solo te estoy aconsejando hija, ya han pasado cinco años, él se dio cuenta de su error y está arrepentido.
-Pero el daño ya está hecho- murmuré sin dar mi brazo a torcer.
-Eres tan terca- bufó-. De todos modos, aun estas a tiempo de arreglar las cosas… quizás mañana ya sea muy tarde.
-Hablas como si fuera a morir- me reí y el nudo se apretó aun más.
-Puede ser peor- susurró más para si misma que para mí-. Recuerda lo que te dije- dijo al final.
-Gracias- sonreí triste-. Los extraño.
-Y nosotros a ti, cariño. El próximo fin de semana estaremos por allá.
-Los estaré esperando- dije en modo de saludo y corté la llamada.
Me quedé mirando el aparato por un largo tiempo, por alguna razón las palabras de mi madre quedaron retumbando en mi cabeza. Era extraño, ella nunca había hablado así antes. Es decir, siempre me hablaba de él, me aconsejaba a escucharlo, a que le diera una nueva oportunidad, pero ahora era diferente, era como si me estuviera advirtiendo de algo.
Por más que le daba vueltas al asunto no entendía el significado de sus palabras. Era más de lo mismo "está arrepentido" "todo el tiempo pregunta por ti" "quiere que vuelvas" "dice que lo lamenta". Mi madre se había confabulado con él y trataba de con cada llamado hacerme sentir responsable de la desgracia que él estaba pasando.
Desde había cinco años no sabía nada de él, tampoco me preocupaba por preguntarle a mi madre, no quería saber nada y sigo sin querer hacerlo. Rosalie piensa que estoy exagerando, que ya ha pasado demasiado tiempo para olvidarlo y dejar el pasado atrás, pero me era imposible. Nadie entendería jamás lo mucho que llegué a amarlo y lo duro que fueron sus palabras y acciones.
Edward había sido mi amigo de toda la vida, mi compañero en todo, cinco años no eran nada a comparación a toda la vida que compartimos juntos. No podía olvidarlo de un día para el otro, pero si podía odiarlo…
-¡Bella!- gritaron en mi oído y la taza que tenía en mis manos cayó a la mesa, volcando todo el contenido.
-¡Mierda, Alice!- le gruñí levantándome a buscar un trapo-. ¿Qué demonios te pasa?- le miré encolerizada.
-Eso nos estábamos preguntando nosotras- dijo Rosalie mirando una revista-. Has estado callada y pensativa desde que saliste del baño- levantó sus hermosos ojos, clavándolos en los míos- ¿Qué te dijo tu mamá?
-Nada importante- suspiré y me serví otra taza de café-. Lo mismo de siempre- me encogí de hombros- ¿Qué tienen planeado hoy?- pregunté desviando el tema de conversación.
Ellas se miraron con una sonrisa cómplice y luego me miraron de manera maligna.
-¡Fiesta!- gritaron las dos a la vez.
-¡No!- chillé horrorizada-. Nada de fiestas alocadas en mi apartamento- les advertí.
-Eso ya lo sabemos, Bella- dijo Rose rodando los ojos-. Así que le pedimos a unos amigos que nos prestaran su casa.
-¿Amigos?- inquirí arqueando una ceja.
-Jasper y Emmett- ambas se rieron tontamente y sus miradas brillaron-. Y por supuesto Riley.
Me reí y negué con la cabeza, habíamos conocido a los chicos hacía un año, exactamente para el cumpleaños de Alice. Las tres habíamos salido a celebrarlo a un bar que Alice quería ir. Ellos estaban sentados cerca de nuestra mesa y se había pasado horas mirándonos y riendo, hasta que se animaron y se acercaron a nosotras. Nos compraron bebidas y compartimos un buen momento. Alice y Jasper congeniaron de manera inmediata, se miraban a los ojos como si hubieran descubierto la luz, era romántico y daba gusto verlos, en cambio Rosalie y Emmett era pura química sexual, chispas de lujuria se escapaban de ellos con solo una mirada, eran intimidantes y hasta grotescos verlos, parecían follarse con la mirada. Riley y yo… no congeniábamos como él quería, pero no era su culpa, era mía y mi problema de un amor no superado. Era un chico bueno, atento, guapo y encantador, pero no era lo que yo quería…
-O sea que iremos a destrozar su humilde morada- me reí.
-Ellos se ofrecieron cuando se lo comentamos- dijo Alice a la defensiva-. En especial Riley.
-Si, es muy atento- desvié la mirada sabiendo a donde iba la conversación.
-Y muy guapo…
-Y está muy enamorado de ti- añadieron las dos a la vez.
-Y a mí no me interesa- les corté- ¿A qué hora debemos ir?
-A media noche- aplaudió Alice-. Tenemos todo el día para prepararte.
-¡Oh, no!- lloriqueé, había olvidado el gran detalle.
-¡Compras!- chillaron y me tomaron de los brazos, sacándome a volantas de la casa.
Rosalie condujo hacia el centro comercial como una posesa, en cuestión de segundos nos encontrábamos en la entrada. Me arrastraron a la primera tienda, que era de vestidos.
-Buenas tardes, señoritas- dijo la dependienta- ¿En qué puedo ayudarlas?
-Vestido, corto, ajustado y sexy- dijeron las dos a la vez.
No pude más que suspirar y dejarme hacer.
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Aparcamos en la entrada del garaje de la casa, era el único espacio vacío, había autos hasta arriba del jardín. Bajé con dificultad del auto, los tacos más la mini falda me hacían imposible el maniobrar mi cuerpo. Con cada paso que daba el vestido se subía un centímetro, en menos de diez pasos terminaría desnuda.
-¡Deja de tironear el vestido! ¡Lo romperás!- me regañó Alice golpeando mi mano.
-Lo haría si dejara de subirse ¡mierda! Putos tacos- gruñí desenterrando un taco de la tierra.
-Deja de quejarte, vieja- se burló Rosalie tocando la puerta.
-¿Crees que nos escuchen?- pregunté al escuchar el ruido ensordecedor de la música.
Antes de que pudieran responderme la puerta se abrió y ante nosotras apareció una enorme masa de músculos.
-¡Feliz cumpleaños, enana!- gritó Emmett envolviéndome en sus enormes brazos. Apretándome fuertemente y levantándome del suelo.
-Gracias- logré decir ofuscada.
-¡Le arruinas el vestido!- chilló Alice golpeándolo.
El grandulón me depositó en el suelo y me admiró desde todos los ángulos, silbando por lo bajo.
-¡Wow!- exclamó-. Estás preciosa, Bella.
-Gracias- murmuré y sentí como la sangre se agolpaba en mis mejillas.
-¿Piensas saludarme o estoy pintada?- le espetó Rosalie, haciéndose notar.
El ambiente de inmediato se cargó de tensión sexual. Emmett la miró de arriba abajo y su miraba cambió a una llena de lujuria y deseo. En menos de un segundo los dos se unieron en un fogoso beso. Alice tomó mi mano y me arrastró adentro, dejando a los ninfómanos en el porche.
La casa estaba llena de gente, en su mayoría de desconocidos, pero todos me felicitaron con un beso y un abrazo. Les sonreí a todos y les agradecí.
-¡Jazzy!- chilló Alice y salió corriendo.
Jasper la esperaba con los brazos abiertos y la recibió con un caluroso abrazo, luego la besó en los labios tiernamente. Aparté mi vista, sintiéndome incómoda de repente. Esos dos siempre lograban intimidarme con sus demostraciones de afecto. No eran para nada desaforados como Rosalie y Emmett, pero eran tan únicos cuando estaban juntos que te daba la sensación de ser un completo intruso en su burbuja.
Me sobresalté a sentir una cálida mano en mi mejilla, pensé que era Riley pero respiré aliviada al ver que era Jasper.
-Feliz cumpleaños, pequeña- me felicitó abrazándome cálidamente.
-Gracias- sonreí y me aparté para verlo.
-¿Cómo estás?- me preguntó mirándome con preocupación.
-Bien- asentí con una sonrisa, pero él alzó una ceja sin creerme-. Sobrellevándolo- me encogí de hombros y miré hacia otro lado. Odiaba cuando Jasper me analizaba.
-Riley ha tenido que salir de la ciudad por un trabajo- dijo intentando atraer mi atención.
-Bien por él- respondí sin ánimos.
-Creo que deberías de darle una oportunidad- comentó mirando a Alice, que se acercaba con unas bebidas en la mano.
-Yo creo que no- negué.
Alice llegó y me entregó un vaso.
-Hoy te olvidaras de todo y te divertirás- dijo levantando su vaso en lo alto.
-Claro ¿Y luego quien nos lleva a casa?- arqueé una ceja, sabía que Alice y Rose eran bebedoras, y siempre era yo la que manejaba cuando ambas estaban borrachas.
-Bebes o te hago beber yo- dijo amenazante y estrechando sus ojos.
-Bien, bien- acepté y levanté mi vaso-. Por mi cumpleaños.
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Subí las escaleras a trompicones, pero la culpa no era mía, era de los estúpidos escalones que se movían, agradecí a dios el no llevar los tacos, de lo contrario ahora estaría en el suelo con el cuello quebrado. Llegué al pasillo del primer piso y me metí en la primera habitación, era el baño y ya estaba ocupado. Había una pareja follando como conejos, ni se inmutaron al verme tambaleante.
-Lo siento. Mi culpa- me reí y cerré la puerta.
Me tambaleé hacia la otra puerta y esta estaba trancada, muy inteligente, no querían que los interrumpieran, lo más seguro era que se tratase de Jasper y Alice. Seguí caminando hasta el final del pasillo, abrí la última puerta, esta vez la habitación estaba vacía. Me metí y la cerré.
La música seguía retumbando y la gente gritaba y se divertía, pero yo no podía ni mantenerme en pie, había bebido sin parar y ahora lo único que quería era acostarme y dormir. Me tiré en la cama sin quitarme el vestido, apenas mi cabeza tocó la cama sentí mis parpados pesarme, pero alguien abrió la puerta, irrumpiendo.
-Fuera. Váyanse a follar a otro lado- dije sin mirar levantarme.
La puerta se cerró nuevamente, sin embargo sentía una presencia detrás de mí.
-¿Bella?
Mi corazón se paralizó y mis ojos se abrieron desmesuradamente al reconocer esa voz. Como si fuera un resorte me levanté de la cama y lo encaré.
Él estaba allí, parado en la puerta mirándome con asombro. Estaba tan hermoso como siempre, vestido con ropa casual, un pantalón jean y una camisa negra que se ajustaba a su cuerpo. Su cabello se veía igual de desordenado, un poco más corto quizás…
-Edward- su nombre se escapó de mis labios es un suspiro.
No daba crédito a que estuviera aquí, en California.
-Por fin te encuentro- salió de su estupor y sonrió ligeramente acercándose un paso.
-¡No te acerques!- le espeté pegándome contra la pared.
Estaba asustada, aterrada, no estaba en mis planes volver a verlo, mucho menos esta noche. Las emociones que habían estado durmiendo en mi interior saltaron de la caja, felices de ser liberadas de nuevo. Su expresión cambió drásticamente, de la sorpresa al dolor, tristeza.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?- le espeté recuperando el control.
-¡Dios! ¿Has estado aquí todo este tiempo?- inquirió sin creerlo.
-Te he hecho una pregunta- apreté los puños, tratando de calmarme.
-Me lo dijo Renée… aunque no estaba del todo contenta- dijo frunciendo el ceño.
-Esa traidora- gruñí y juré mentalmente que me las pagaría.
-No sabía que estabas en este lugar, Bella. Si lo hubiera sabido desde el principio te habría buscado- pasó una mano por su cabello- ¿Por qué te fuiste de esa manera? ¿Por qué te escondiste de mí? ¿Tienes una mínima idea de lo preocupado y desesperado que he estado?
-¿Te atreves a preguntar por qué?- abrí mis ojos sin poder creer lo que escuchaba- ¿Acaso olvidaste que me dijiste que era intolerante, molesta, agotadora, jodida, un dolor de cabeza… un grano en el culo? Yo recuerdo perfectamente cuando se lo decías a esa perra mal teñida…
-Me escuchaste- susurró y negó con la cabeza-. No lo dije en serio, jamás podría pensar así de ti, pero estaba tan…
-Ahórrate el discurso, Cullen- le interrumpí-. Aquel día me demostraste lo que pensabas y sentías por mí.
-No hables de mis sentimientos como si los conocieras- se tensó de inmediato, poniéndose a la defensiva.
-Por supuesto que los conozco- rodé los ojos-. He vivido casi toda mi vida contigo, te conozco perfectamente.
-Si lo hicieras sabrías que todo aquello fue un arranque de enojo- exclamó enfadado-. Estaba furioso contigo por haber estado con ese perro…
-¿Y tu manera de demostrarlo era follar con esa en mi cama? ¿Humillarme como lo hiciste? ¿Así demuestras cuanto te importo?- inquirí con voz temblorosa, el llanto estaba ganando terreno.
-Lo de Victoria fue una inmadurez de mi parte y no sabes cuan arrepentido estoy- cerró los ojos, tomó aire y apretó el tabique de su nariz-. Supe el daño que te hice cuando follé con Victoria en tu cuarto- abrió los ojos y me miró con tristeza-. Quise disculparme, sabes cuánto odiaba estar peleado contigo, pero te recordaba gimiendo con ese…- las palabras se le trabaron y volvió a cerrar los ojos.
Yo ya no sabía que decir, aun estaba atontada por tenerlo frente a mí, por tener la conversación que hacía años nos debíamos. Se veía tan desesperado y triste que tenía deseos de consolarlo, aliviar el dolor que sentía, pero a su vez disfrutaba verlo así, me alegraba el saber que estaba pagando por lo que me había hecho.
Él había roto mi corazón en más de una oportunidad, pero la última vez fue la definitiva…
-Escuché cuando cerraste la puerta del apartamento- continuó hablando, sin mirarme-, sabía que eras tú, y quise ir detrás de ti, pero me lo impidió, me retuvo el tiempo suficiente para evitar el que te alcanzara…- levantó la cabeza y se acercó un paso-. Te llamé pero nunca contestaste, eché a Victoria y esperé a que llegaras, pero nunca lo hiciste- se acercó otro paso-. Llamé a Renée pensando que estabas allí, que estabas escondida ahí, pero ella me dijo que te había ido y no sabía a dónde, y aunque lo supiera no iba a decirme…
Siguió acercándose hasta acorralarme contra la pared, no podía moverme sus ojos y su voz me tenían en trance…
-Me desesperé y le rogué a mi madre que averiguara algo, pero ella tampoco quiso ayudarme- su aliento chocó contra mi cara, cerré mis ojos y aspiré su delicioso aroma-. Los días pasaron y no sabía nada de ti. No sabía si estabas bien, con quien estabas, si estabas en problemas… si me extrañabas.
-Te extrañé cada día- murmuré rendida.
-No más que yo- dijo en un susurró antes de bajar su cabeza y besarme.
Solté un gemido al volver a sentir sus labios contra los míos, su nariz rozar mi mejilla y su barba de pocos días raspar mi piel. Su sabor era el mismo, quizás más concentrado después de tanto tiempo sin probarlo. Terminó el beso apoyando su frente en la mía.
-Me volví loco- dijo abrazándome-. Salí a buscarte pero no sabía por dónde empezar, no tenía una pista, nada…- acarició su nariz con la mía.
Abrí mis ojos y lo miré, parecía un sueño el que estuviera conmigo, abrazándome…
-¿Qué sientes por mí, Edward?- la pregunta escapó de mis labios, sin poder detenerme a pensarla.
Él se apartó y me miró con una intensidad que me calentó el alma.
-Te amo- murmuró y sonrió cuando un sollozo se escapó de mis labios-. Te amo con locura…
Mis piernas se doblaron y caí al suelo completamente agotada, sin energías.
Había soñado tantas veces con escucharlo decir que me amaba que ahora parecía tan irreal. Pero no estaba soñando, era real, él estaba aquí, conmigo, apretándome en sus brazos, besando mis lágrimas…
-Yo también te amo- lloré mirándolo, el cerró los ojos y murmuró algo antes de tomar mi rostro entre sus manos y besarme ferozmente.
Envolví mis brazos en su cuello y lo atraje más hacia mí, abrí mi boca y dejé que su lengua entrara a reencontrarse con la mía. Él me tomó en brazos y me depositó en la cama recostándonos, sin romper el beso. Abrí mis piernas envolviéndolas en su cadera, el vestido subió hasta mi cintura y mi sexo rozó el cierre de su pantalón.
Sus manos se movieron por mis piernas, acariciándolas lentamente logrando que mi piel se erizara, me arqueé contra él, pegando nuestros pechos.
-Te he extrañado tanto- murmuró apartándose de mis labios, depositando varios besos desde mi mejilla hasta mi cuello.
Mis manos se movieron hacia su cabello, enterré mis dedos en sus hebras, maravillándome de su suavidad. Sentí sus manos subir por mi vestido, hasta llegar a mis pechos, los apretó por sobre la ropa antes de bajar la prenda y dejarlos al descubierto. Se apartó de mi cuello, bajando por mi pecho, hasta llegar a un pezón, lo mordió ligeramente, arrancándome un gemido, luego se lo metió en la boca, chupándolo ávidamente.
Edward siguió acariciándome con sus manos y su boca, quitó mi vestido y mi ropa interior, dejándome completamente desnuda. Se apartó por completo y me miró lascivamente.
-Eres hermosa- susurró antes de volver a besarme.
Lo empujé hasta quedar sobre él, sonrió y acarició mis pechos. Mis manos prácticamente desgarraron su camisa, me sentía desesperada, ansiosa de volver a estar con él, de sentirlo. Mis dedos volaron hacia su pantalón, desbrochando el botón y bajando su cierre, quité la prenda junto con su bóxer, dejándolo completamente desnudo ante mí. Su pene estaba completamente erecto, rojo e hinchado, listo para actuar. Me relamí los labios e intenté meterlo en mi boca, pero Edward me lo impidió.
-No- dijo sentándose, apartándome de su virilidad. Lo miré extrañada y un poco dolida-. Esta noche quiero hacerte el amor- murmuró tomando mi rostro y mordiendo mi labio inferior-. Lento, suave…- dijo lamiendo mis labios.
Me sentí estremecer por sus palabras, esta iba a ser nuestra primera vez de manera tranquila, solo pensando en nosotros dos, nada de consuelos por novias infieles, ni juegos tontos, como él dijo haríamos el amor.
Lo abracé fuertemente nos acosté en la cama, él abrió mis piernas, nos rodo de nuevo dejándome abajo y se posicionó en mi entrada, se apartó de mi boca y pegó su frente a la mía, mirándome mientras su miembro entraba en mi cuerpo. Gemí su nombre y quise cerrar los ojos, pero eso rompería el contacto visual y la intensidad del momento. Me aferré a sus hombros y comencé a mover mis caderas, en un vaivén lento y delicioso.
Edward cerró sus ojos y siseó aumentando un poco el movimiento de su cadera. Era desesperante el placer, mis caderas se movían solas en busca de algo más rápido que lograra quitar el fuego en mis venas, pero a la vez quería que el momento durara para siempre. Habían pasado cinco años desde la última vez que estuve con él, nuestros encuentros siempre fueron arrebatadores, solo era pura lujuria, si lo pensaba éramos solo unos niños cuando comenzamos a explorarnos, que no pensábamos en la importancia del sexo.
Esto que estábamos compartiendo ahora no era sexo, era como Edward dijo, era hacer el amor. Como tantas veces lo desee con él ahora lo estaba compartiendo y era una experiencia abrumadora.
-Se que te prometí lento y suave… pero no puedo aguantarlo más- se sentó y se aferró a mis caderas al tiempo que arremetía contra mi cuerpo de manera frenética.
Mi boca se abrió y un grito explotó de mi garganta, me arqueé contra el colchón y demasiado pronto para mi gusto, sentí mi vientre explotar. Caí rendida en la cama y lo miré llegar a su punto culminante, cayó sobre mí y me abrazó fuertemente, mientras nuestras respiraciones se regularizaban.
-Te amo- musitó besando mi cuello.
-Y yo a ti- sonreí y besé su frente.
Se levantó un poco para mirarme a los ojos y su mano apartó los cabellos que estaban pegados en mi rostro.
-No voy a dejarte ir nunca más- prometió mirándome intensamente.
Asentí y lo besé.
Quise creer sus palabras, de verdad quería hacerlo, pero algo me hacía desconfiar, mantenerme alerta. Supuse que se debía a estar tanto tiempo separados y que las cosas no se habían aclarado del todo… No quería imaginar que algo malo podía llegar a pasar.
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Estaba agotada, rendida pero satisfecha y feliz. Lo habíamos hecho varias veces a lo largo de la noche, hasta que el sol salió y nuestros cuerpos nos rogaron clemencia. Él se durmió apenas el sol se asomaba por el horizonte, sin embargo me quedé despierta mirándolo, acariciando sus facciones, pensando en lo maravilloso que lo habíamos pasado y lo que vendría a partir de ahora. Teníamos muchas cosas que aclarar, debimos haber hablado en vez de hacer el amor, pero el instinto fue más fuerte, además teníamos todo el tiempo del mundo para hablar.
Se removió un poco y abrió un ojo, sonrió y volvió a cerrarlo. Me reí y besé su boca.
-Buenos días- saludé depositando besos por toda su cara.
-Sí que son buenos días- se rió y se puso sobre mí- ¿Cómo dormiste?- preguntó hundiendo su cara en mi cuello.
-Muy bien- no era necesario decirle que no había pegado un ojo con tal de observarlo.
-¿Qué hora es?- preguntó mirando la ventana, el sol ya estaba en lo alto.
-Las doce- respondí mirando mi celular.
Lo sentí tensarse y luego se apartó de mí de un salto. Comenzó a buscar su ropa y ponérsela mientras mascullaba algo.
-¿Edward?- me senté en la cama, tapándome con las sábanas- ¿Qué pasa?
-¡Diablos! ¿Cómo pude olvidarlo?- masculló poniéndose sus zapatos.
-¡Edward!- le grité llamado su atención.
Él se paralizó de nuevo y me miró con terror y culpabilidad.
-¿Qué pasa?- pregunté asustada, no me gustaba la expresión de su rostro.
-Voy a casarme.

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