Capitulo 2: 17 años
BELLA POV
A los trece había sido la primera vez que cruzamos la línea. Hubo muchas veces más, pero solo besos. Besos que hicieron que mi corazón volara y se agitara felizmente. Pero todo eso había terminado cuando Edward tuvo su primera novia formal.
Yo también había conseguido un "novio", por así decirlo. James no era de esos chicos que le gustara estar atado a una chica a tan corta edad. Y yo tampoco. Así que ambos decidimos pasar tiempo juntos explorando y practicando las diferentes poses del Kamasutra.
En lo personal James me encantaba, era sexy, grande, guapo, y yo era quien él quería. Las chicas besaban el suelo donde el pisaba, pero yo simplemente lo ignoraba y eso fue lo que hiso que viniera detrás de mí.
Ahora mismo lo tenía sobre mi cuerpo. Chupando mis pezones mientras embestía duramente mi cuerpo. James era una bestia en la cama, una bestia muy buena y yo no paraba de agradecerle a los cielos el que me lo hubieran enviado.
-James…- jadeé cuando nos cambió de posición, dejándome a mí arriba y al mando.
-Cabálgame- ordenó con voz sexy y ronca.
¿Quién era yo para negarme? Comencé a saltar sobre sus piernas mientras él apretaba mis pechos con sus manos y murmuraba palabras sucias haciendo que mi excitación creciera.
En pocos minutos sentía como mi sexo se tensaba alrededor del pene de James, para luego ordeñarlo con un exquisito orgasmo. Él se aferró a mi cintura mientras maldecía y se corría dentro del preservativo.
Mis padres aun no sabían que yo había dejado de ser virgen, por ende no podía ir al ginecólogo a que me recetaran pastillas anticonceptivas. Si mi padre llegaba a enterarse me castraría y metería en un internado de por vida.
Me dejé caer sobre el pecho de James mientras mi respiración se normalizaba. Él me sostuvo hasta que ya hubo recuperado el aliento. Nuevamente nos cambió de posición y se bajó de la cama, para ir al baño.
Lo observé irse y sonreí tontamente por lo afortunada que era. En cierto modo me gustaría tener una relación formal con James, pero a la vez no quería, nadie lo aprobaba, decían que era un tipo malo que solo jugaba conmigo. Pero a mí me gustaba y era el primero que se asemejaba a lo que Edward me hacía sentir.
A medida que los años pasaron descubría que cada vez me gustaba más que Edward me besara, trataba de buscar una oportunidad para hacerlo. Por más mínima que fuera. Le robaba un beso cuando nadie nos veía o nos encerraba en el baño de los pasillos para besarnos largamente.
A él no parecía importarle, y se lo veía feliz cuando yo tomaba la iniciativa. Pero, como había dicho anteriormente, desde que él estaba saliendo con su chica, se había olvidado de mí y nuestro único derechohabía desaparecido.
Realmente había llegado a pensar en cruzar otra línea con Edward, pedirle algo de sexo manual, irnos conociendo mejor. Edward era igual de atractivo que James, o mucho mejor. Había tenido el placer de encontrármelo sin su camiseta y debía de admitir que Edward se estaba poniendo fuerte. Pero él había decidido ser de una sola mujer, y mis hormonas se conformaban con cualquiera, mientras lograra controlarlas. Y James las tenía bien domadas.
James salió del baño, me miró y sonrió abiertamente a notar que solo miraba su entrepierna. Saltó a mi cama y comenzó a besarme fieramente.
-Que agradable es que tus padres no estén en casa- murmuró contra mi boca.
-Cierto- coincidí jugando con su cabello.
-¿Hasta cuanto tiempo estarán afuera?- preguntó acariciando mi mejilla.
-Dijeron que volverían el lunes, pero conociendo a mí padre tratará de venir el domingo- suspiré al recordar a mi paranoico padre.
Él era jefe de policía, pero había tenido que marcharse por un compromiso en Seattle y había llevado a mi madre consigo.
-Bueno, aun tenemos un par de días- movió sus cejas sugestivamente haciendo que soltara una carcajada.
-No lo creo, señor- golpeé su nariz con uno de mis dedos-. Tengo examen pronto y me gustaría poder estudiar….
-¡Oh, vamos, Bella!- bufó como niño pequeño-. Pocas veces tenemos la casa para nosotros solos… y tú quiere aprovecharla estudiando.
-Sabes cuánto me gusta follar contigo, si tuviera que escoger entre tú y las malditas matemáticas, sabes a quien elegiría- refunfuñé. James solía ponerse un poco posesivo a veces.
-Bien, entiendo- riñó escondiendo su cara en mi cuello.
Luego de seguir acostados por un rato más, decidió que tenía que marcharse y volver con sus cosas. Se vistió y lo acompañé hasta la puerta donde nos despedimos calurosamente.
Cerré la puerta y subí a mi habitación nuevamente envuelta en mis sabanas, cuando cerré la puerta y giré hacia mi cama solté un grito por culpa de Edward. Se encontraba recostado en la cama jugando con mi ropa interior.
-¡¿Cómo entraste?- exclamé mirando la ventana con el seguro puesto. Yo lo había colocado para que no entrara.
-Por la puerta- señaló sin despegar la vista de mi tanga negra-. Ahora entiendo porque follas cuando tus padres no están- alzó la vista con una sonrisa burlona-. Creo que media cuadra te ha escuchado, Bella.
Sentí mi cara calentarse y el rubor extenderse más allá de mi cara. Avancé hacia él con intención de golpearlo, pero mi torpeza hiso acto de presencia y terminé pisando la sabana, para caer sobre un Edward riéndose a carcajadas.
Edward me atrapó y me colocó bajo su cuerpo.
-Debo agregar que me sorprendió encontrar la cama en buenas condiciones- se rió al verme aun más avergonzado-. Pobre pared, hasta le quedo marca.
-¡Cállate, idiota!- grité golpeándolo para borrar esa tonta sonrisa de su cara- ¿Qué mierda haces en mi casa? ¿Acaso no tienes una novia en la cual ocuparte?
La sonrisa de Edward se borró, bufó y se acostó a mi lado.
-Ella está enferma- hiso un pechero demasiado encantador.
-Cielos, eso es una verdadera pena- suspiré teatralmente.
Me levanté de mi cama y fui hacia el armario para vestirme, me puse un pantalón corto, si me agachaba un poco lograba verse mis nalgas, una camiseta suelta atada con un nudo para ajustarla y unas convers negras. En cuanto salí del armario Edward había tendido mi cama y se había acostado en ella.
Corrí hacia él y salté sentándome en su regazo. Tenerlo debajo de mí me hizo imaginar a ambos desnudos, sudorosos y teniendo sexo desenfrenadamente. Era una imagen muy buena que me encantaría poder realizar algún día. Pero mientras tanto jugaría un poco,
-Oh, Edward…- gemí moviendo mis caderas-. Te sientes tan bien- jadeé llevando mis manos a mis pechos y masajearlos lentamente.
Él me tomó por las caderas e intentó detenerme, como siempre hacía cuando yo me ponía a molestarlo. Pero era tan contradictorio cuando me miraba con ojos llenos de lujuria y su pene se despertaba bajo sus pantalones.
-Sabes cuánto detesto que hagas esto- gruñó, pero su voz salió más ronca de lo normal.
Era cierto, él lo odiaba, pero a la vez le encantaba. Cuando comenzaba con esto, él me quitaba de encima como si quemase, pero ahora me sostenía y podía notar cómo se deliberaba por meterme mano o no. Restregué mis caderas sobre las suyas…
Odiaba que lo calentara y él fuera a buscar a su novia o su mano. Él no quería que ella pensara que su relación se basaba en sexo. Ellos eran elogiados por ser una buena pareja, que estaban enamorados y se respetaban mutuamente.
-¿Qué pasa, Eddie?- pregunté sin dejar de moverme- ¿Te caliento?
-Isabella…- dijo molesto, pero ahora era él quien se estaba moviendo-. Sabes que si ¡Mierda!
-¿De verdad?- me incliné hacia adelante con intenciones de besarlo, pero lo pensé mejor y me quedé a pocos centímetros de su deliciosa boca.
-Bella, soy hombre y sobre todo un adolescente, sabes que no puedo controlarme- gimió aumentando la fricción de nuestras caderas-. Eres hermosa y muy sexy ¿Cómo no vas a calentarme?
Ok, esto era nuevo. Edward jamás me hablaba de esta manera tan… halagadora. Es decir, él nunca me decía si yo le parecía bonita o si lo calentaba. Yo sabía que lo hacía, porque lo sentía, pero él jamás lo admitía, no como ahora.
No pude evitar reírme y sentirme orgullosa, hermosa y poderosa. Si yo fuera la novia de Edward jamás desaprovecharía una carne como la suya. Él era un hombre que debía de ser muy bien atendido, y aquella niña no sabía aprovecharlo.
Edward era un hombre que sabía devolverte los favores. Yo conocía su boca, su lengua y podía imaginar los estragos que esta podría hacer en cualquier otra parte del cuerpo. En especial en la zona más intima de una mujer.
-¿Pasamos a la siguiente base?- le pregunté ya muy caliente y mojada.
Edward me miró asustado y deseoso, podía notar cómo se debatía en seguirme o serle fiel a la perra. Él realmente la amaba y no quería traicionarla. Esa pendeja tenía mucha suerte de tenerlo a él.
-Olvídalo- le sonreí y besé su frente.
Me quité de encima y me acosté a su lado, compartiendo un silencio que… no sabría como describirlo. Había tención, alivio y frustración. Pocas veces llegábamos a esta situación donde él se veía notoriamente asustado y donde yo retrocedía y dejaba mis hormonas de lado para no agobiar a mi amigo.
-¿Bella?- me llamó luego de un rato largo.
-Dime- lo miré, y a pesar de que él no a mí, pude notar como su rostro comenzaba a colorarse.
-Yo… umm… bueno…- murmuró avergonzado mientras tapaba sus ojos.
-Dime, Edward- le infunde ánimos.
-Tengo un problema- me miró con vergüenza.
Yo no comprendí a que se refería. El soltó un bufido con desesperación y señaló su entrepierna. Entonces lo comprendí, su problema no había bajado, aun estaba bien levantado…
-¿Quieres…?- carraspeé al escuchar mi voz más aguda de lo normal- ¿Quieres que te la chupe?
Edward soltó un gemido de agonía. Me había contado con anterioridad, en esas charlas donde nos contábamos gustos y fantasías íntimas, lo mucho que le excitaba y encantaba que una mujer le hablara sucio.
Él asintió con su cara más roja de lo normal. Si no fuera porque me sentía emocionada y excitada, le habría sacado una foto para molestarlo por el resto de nuestros días.
Salté de la cama, con las energías renovadas ¡Edward me había pedido que le hiciera una mamada! Lo tomé de la mano y lo levanté conmigo. Él seguía sin mirarme, me esquivaba pero me necesitaba. Tomé su rostro entre mis manos y lo obligué a besarme.
Lo hice de manera suave y lenta, para relajarlo. Él me respondió al beso con un poco de miedo, pero cuando mi lengua pidió acceso él me la brindó con más confianza y pasión. Ya había logrado esconder al Edward tímido para sacar al semental adolescente.
-Extrañaba tu boca- murmuró con melancolía entre besos. Posando sus manos en mi cintura, atrayéndome hacia él.
Mis manos bajaron a toda velocidad hacia los botones de su pantalón. Los desabroché y bajé hasta sus tobillos con la ropa interior incluida. Su miembro saltó frente a mis ojos, completamente feliz de ser liberado. Esta era la primera vez que veía el pene de Edward y debía de reconocer que era enorme y… apetitoso. Mi boca se hacía agua de solo saber que lo tendría para mí en segundos.
Lo tomé con mis manos y me maraville de su textura y tamaño. Mis manos se veían pequeñas a su lado. Nuevamente envidié a esa perra por tener tan buen pedazo y no saber aprovecharlo.
-¿Te quedarás mirándolo o lo vas a chupar?- preguntó arqueando una ceja.
-Puedo hacer ambas- contesté inclinándome hacia adelante, pasando mi lengua desde la base hasta la punta, donde deposité un suave beso.
Sus ojos fueron hacia atrás al igual que su cabeza, mientras soltaba un suspiro placentero. Repetí la acción haciendo que ahora soltara un gemido. Dejé de torturarlo y metí su miembro en mi boca. Lo adentré lo más que pude, pero este era enorme y una buena parte aun estaba al descubierto. Con una de mis manos completé lo que faltaba y comencé a moverla al mismo tiempo que mi cabeza.
Mi mano libre fue hacia su saco, donde jugué con sus testículos sabiendo que eso aumentaría el placer. Edward tomó mi cabeza entre sus manos, entrelazando sus dedos con mi cabello, para dejarla quieta y comenzar a mover sus caderas a un ritmo suave, pero metiéndola lo más profundo que podía. Respiré por la nariz y relajé mi garganta, tratando de no sentir arcadas por la profundidad.
-Bella, Bella, Bella…- gemía mi nombre una y otra vez mientras follaba mi boca.
Sus movimientos se hacían cada vez más rápidos y bruscos, indicándome que faltaba poco para que llegara al climax. Terminaría vomitando si no lo detenía, por lo que tomé sus caderas y lo empujé hasta sentarlo en la cama. El soltó un gruñido de frustración cuando mi boca lo soltó. Estaba a punto de batirme pero no lo dejé, bajé mi boca hasta una de sus bolas y comencé a chuparla mientras mi mano lo masturbaba fuerte y rápidamente.
-Mierda…- maldijo y lo sentí tensarse. Volví a su pene y comencé a chupar solo la punta.
Edward se convulsionó mientras se corría violentamente en mi boca. Se dejó caer en mi cama completamente agitado mientras yo tomaba todo su semen. Subí por su cuerpo arrastrándome perezosamente, acariciando su pecho.
-¿Y bien?- pregunté ansiosa de escuchar su respuesta.
Edward tomó mi nuca, tirándome hacia él para besarme con pasión y devoción. Eso me demostró que le gustó mi trabajo, pero me sentí incómoda al besarlo.
James detestaba que lo besara cuando le daba una mamada, decía que le era repugnante que saboreara su propia semilla, por lo que no nos besábamos cuando le hacía sexo oral, a menos que me lavara la boca. Llegué a pensar que todos los hombres pensaban igual, pero Edward parecía no importarle.
-¿Qué?- preguntó al verme distraída de nuestro beso.
-¿No te da asco?- pregunté aun con James en la cabeza.
-¿El qué?- frunció su ceño sin comprender.
-El que haya tragado tu semen y ahora te este besando- ahora fruncí yo el ceño.
-No, claro que no- me sonrió de la manera que solo él sabía-. Me parece… excitante el saborearme junto con tu sabor. Es decir, una mezcla de sabores, uno delicioso y erótico.
Solo Edward sabía apreciar cosas que otros no comprendía. Sonreí y volví a besarlo.
-¿Puedo quedarme?- preguntó cuando nos separamos.
-Sip- salté emocionada.
Edward y yo compartíamos juntos la cama, siempre lo hicimos, desde niños hasta que cumplimos los doce, que mi padre y el suyo ya no pensaban que era adorable que sus hijos durmieran juntos… Sobre todo Charlie.
Esa noche dormimos como siempre. Mi cabeza sobre su pecho, mientras sus brazos me rodeaban la cintura. Esa noche besó mi cabeza y me agradeció sobre mi ayuda.
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A la mañana siguiente hablamos con respecto a nuestro nuevo derecho desbloqueado. Para mi sorpresa él no se avergonzó ni trató de alejarse. Es más, sugirió que podíamos hacernos ese favor cuando cualquiera de los dos lo necesitara, siempre y cuando nadie se enterara de lo que hacíamos. No era por vergüenza o el qué dirán, más bien era… eran cosas nuestras, que solo compartíamos él y yo, y no era agradable que otros lo supieran. No queríamos que nadie supiera nuestra intimidad. No hacíamos nada malo, pero preferíamos mantenerlo en secreto. Y yo estaba de acuerdo con ello.
Los días siguieron pasando y con Edward no volvimos a tocarnos sexualmente, pero sabíamos que la oferta aun estaba en pie. Lo único que hacíamos era besarnos, besos pasionales, iniciados por él.
Lo venía notando raro desde que lo había mamado, y cada vez que quería indagar en ese tema, él solo me cortaba besándome, dejándome con la cabeza por las nubes…
-No es justo- refunfuñaba James en mi hombro.
-Sí, la mayor parte del tiempo la vida es injusta- afirmé mirando a los alumnos pasearse por el aparcamiento.
-Es decir ¿Por qué no se fueron otro día?- me miró con ojos tristes.
-Bueno… mis padres junto con los de Edward, cumplen aniversarios en el mismo mes, así que decidieron pasar un fin de semana los cuatro como una mini luna de miel- le expliqué por quinta vez en lo que iba del día.
Era cierto que mi madre y Esme se había casado en el mismo mes. Su amistad había llegado hasta aceptar tener los casamientos casi juntas. Irse de luna de miel casi al mismo tiempo, ellas habían compartido emociones y momentos juntas, y lo querían seguir haciendo. Ahora habían decidido tener una mini luna de miel juntas, con sus respectivos maridos.
No había podido detener mi retorcida mente al imaginarlos en una orgía en un cuarto de recién casados, o un intercambio de parejas. Es decir, con Edward compartíamos cosas más allá de una amistad, me hacía pensar si nuestras madres también lo hacían…
-Supongo que Edward hará de tu lindo hermano protector- se cruzó de brazos y observamos a mi amigo subir a su auto y salir a toda velocidad el aparcamiento.
-No lo creo. Él ya tiene pensado pasar todo el fin de semana con su novia en su cama- hice una mueca enojada-. Ha estado toda la semana limpiando su casa y comprando los suficientes condones para follar.
-Qué envidia- suspiró James cayendo nuevamente sobre mí y haciendo un berrinche.
Si, Edward tenía suerte. Yo tendría que estar sola mirándome las uñas mientras James estudiaba y Edward follaba de lo lindo.
Si, la vida era tan injusta.
James se había cansado de lloriquear y me prometió un fin de semana mejor que el de Edward, para recompensarme de dejarme sola. No era del tipo que estudiaba, pero debía de hacerlo o perdería el año.
Se ofreció a llevarme a mi casa y me despidió largamente en su auto, manoseándome por todas partes para alentarse en los estudios. Bajé del auto y lo vi marcharse. Suspirando entré en mi casa, no sin antes ver la casa de Edward. Estaba oscura y parecía no haber nadie. Quizás él ya estaba dentro con su chica haciéndola gemir y…. ¡Mierda! ¡No era justo! ¡Yo también quería sexo!
Azoté la puerta de mi casa y subí los escalones pisando fuerte. Me quité la ropa y me di un buen baño para alejar los malos pensamientos y hormonas controladoras de cerebros. Busque ropa cómoda, me preparé un sándwich y busqué mi libro favorito.
Leer era la mejor opción de despejarme del mundo y más cuando leía mi libro favorito "Cumbres Borrascosas". Estaba metida hasta el cuello con la historia cuando mi ventana se abrió y alguien entró.
No estaba segura de quien era, pues Edward y James habían optado por meterse en mi ventana para sentirse chicos malos, rebeldes. Ambos eran tan patéticos. Pensé que era James, sabía que su estudio no dudaría demasiado, pero me invadió un olor que no era el de james.
-Hola, Edward- saludé sin despegar mí vista del libro.
Él no me contestó, no tenía idea de que estaba haciendo, yo estaba muy enfocada en mi lectura… pero el libro desapareció de mis manos en segundos volando hacia el otro extremo de la habitación.
-¿Qué demonios…?- la pregunta murió en mi boca y perdí el habla.
Frente a mí se encontraba un Edward desnudo y muy… excitado. Edward desnudo sacaba el habla a cualquiera y hacía que cualquier pensamiento se borrara de tu cabeza y quedaras babeando.
-Te necesito- murmuró antes de abalanzarse sobre mí y besarme con urgencia.
No lograba salir de mi sorpresa. Edward jamás se había comportado conmigo de esta manera. Es decir, Esme lo había educado como un caballero, él no era tan desenfrenado y arrebatado, él siempre ponía a su amante por sobre él….
El hilo de mis pensamientos murió cuando sentí su húmeda y experta lengua moviéndose en mi zona más sensible. Miré hacia abajo para encontrarlo con su cabeza enterrada entre mis muslos. Estaba completamente desnuda y con los pies plantados en la cama, con mis rodillas flexionadas… completamente abierta para él. En cuestión de minutos me había desvestido y ni siquiera me había dado cuenta.
No me había equivocado con respecto a Edward complaciendo a una mujer. Él sabía cómo hacerlo, los puntos donde tocar para volverte loca. Hasta hacerte delirar…
-Edward- gemí tironeando de su cabello.
Él siguió lamiendo y chupando mi sexo hasta hacerme explotar en un intenso orgasmo. No había terminado de disfrutarlo cuando lo sentí adentrarse en mi cuerpo y comenzar a embestirme con brutalidad. Sus arremetidas no eran gentiles, ni suaves, eran rudas y poderosas, furiosas…
Yo no le discutí ni lo aparté, simplemente lo abracé y dejé que se descargara. Él estaba enojado por algo y yo le sería de consuelo que él quisiera.
Volví a la realidad cuando lo escuché gemir en mi oído y lo sentí tensarse. Sentí su pene pulsan dentro del preservativo y por primera vez desee sentir el semen de un hombre sin preservativo de por medio. Desee sentirlo a él.
El cuerpo de Edward cayó sobre mí y me abrazó fuertemente mientras su respiración se tranquilizaba.
-Lo siento- murmuró contra mi cuello.
-Está bien- le tranquilicé acariciando su pelo rebelde.
-No, no, Bella. No está bien- parecía que ahora estaba más enojado. Se apartó de mí y se sentó en la orilla de mi cama-. He sido una completa mierda contigo y tú dices 'está bien'- intentó imitar mi voz con las últimas palabras.
Se levantó de la cama y me fui inevitable controlar mis ojos que se desviaron a su firme y perfecto trasero, deseé tenerlo en mis manos, apretarlo y maravillarme al sentirlo contraerse a cada embestida. Pero eso tendría que esperar, mi amigo no estaba en sus buenos días y había venido para ser escuchado, no para verme fantasear.
Me levanté y lo abracé por la espalda, lo atraje nuevamente hacia la cama. Él bufó algo bajo su aliento pero tomó mis manos y las entrelazó con las suyas.
-¿Qué paso?- le pregunté besando su nuca.
-Nada- mintió patéticamente.
-Entonces… ¿Por qué estas molesto?- sonreí pasando mi lengua debajo de su oído.
-No estoy… molesto- suspiró apretando mis dedos.
-Cierto, no estás molesto. Estás furioso- me burlé.
Edward se quejó y se acomodó en mi cuerpo. Me abrí de piernas para estar más cómoda.
-Angela- confesó en un susurro.
Cierto, había olvidado decirlo. Angela era la novia perfecta de Edward, una de mis mejores amigas había logrado cautivar a mi mejor amigo, y yo no entendía por qué. Es decir, ella no era fea, era muy bonita, pero a mí no me agradaba que mis mejores amigos estuvieran involucrados en relaciones íntimas o amorosas.
Yo no quería perder a mis amigas por Edward, pero si tenía que elegir yo siempre lo elegiría a él por sobre cualquier otra persona.
-¿Qué pasó con Angela?- cuestioné al ver que él no pretendía decirme nada.
-Prométeme que no harás nada- me miró serio.
-Edward…
-Promételo.
-Bien, bien, prometo no hacerle nada- sí, claro. Escucharía su problema y vería que tan grave es para tomar cartas sobre el asunto.
Edward tomó aire y apretó aun más nuestras manos…
-Hoy cuando fui a su casa… lo encontré con otro tipo.
Sus palabras me golpearon peor que un baldazo de agua helada. Realmente me esperaba que dijera que lo había dejado plantado o que habían discutido por alguna tontera, no algo como eso. Angela no era de esas mujeres que andaba de liguera. Ella era sencilla, normal y fiel a la persona que ella decía amar.
Pero al parecer ella era toda una perra en celo que no le importaba mi amigo.
-¿Cómo lo sabes?- pregunté tontamente, a lo mejor malinterpretó algo…
-Bella, no he malinterpretado nada- bufó adivinando mis pensamientos. A veces Edward tenía la capacidad de saber que pensaba-. Yo la vi, la escuché.
-¿Entraste en su casa?
-Sí, entré con una llave de repuesto- su voz ahora sonaba dolida. Solté una de sus manos y acaricié su rostro y pecho-. Le había mentido con respecto a que tendría que cuidarte, que Charlie me dejó a cargo de ti, le dije eso para que pensara que no estaríamos el fin de semana juntos. Quise darle la sorpresa… hasta preparé una cena- se rió con amargura-. Cuando la fui a buscar, desde el pasillo se escuchaba… mierda.
Pasó una mano por su cabello y lo tironeó fuertemente. Tomé su mano y su rostro en mis manos, lo besé con suavidad y cariño. Quería borrar esa mirada de su cara. Podía notar el dolor, la traición y humillación, más allá de su enojo.
Esta vez fui yo quien tomó la iniciativa, fui yo quien trató de complacerlo sin dejar que moviera un dedo. Él se dejo amar, gimió y pronunció mi nombre como si realmente fuéramos amantes.
Se sentía raro mientras lo hacíamos. Yo me sentí extraña. Comencé a entender cosas que antes estaban pero que le restaba importancia.
Tenerlo arriba, cubriendo mi cuerpo con el suyo, con sus manos en mis mejillas y sus ojos verdes mirándome con tanto cariño, me hiso dar cuenta de lo perdidamente enamorada que estaba de Edward.
Me di cuenta de lo importante que era para mí y lo caro que lo pagaría Angela
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-¿Estás segura de esto, Bella?- murmuró Jane mirándome con miedo.
-Si- dije completamente decidida.
-¿No es un poco exagerado?- preguntó Kate.
-No- fruncí el ceño-. Nadie lastima a mi amigo y sale ileso.
-Bueno, ellos están en la recámara de Angela- dijo James caminando hacia nosotras.
-¿Tienes la llave?
-Son la típica familia que deja la lleve bajo la maseta- me sonrió triunfante mostrándome un par de llaves.
Sonreí maliciosamente y nos dirigimos todos a la casa de Angela. Yo no estaba siendo extremista, yo se lo había advertido muchísimo antes de que ella me comentara de que le gustaba Edward. Le había dejado bien en claro lo que pasaría si ella o cualquier mujer lo lastimaba en cualquier sentido. Al parecer se había olvidado de mi amenaza.
Bueno, eso no importaba, hoy se la recordaría. Y estaba segura de que no se la olvidaría jamás.
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-¿Dónde estuviste anoche?- me preguntó Edward mientras viajábamos hacia el instituto.
-Con James- sonreí al recordar al acontecimiento.
-¿Haciendo?- inquirió removiéndose en su asiento y mirándome de soslayo.
-¿Quieres que te cuente detalladamente como follamos?- arqueé una ceja-
-No, gracias- masculló entre dientes apretados.
Me reí y besé su mejilla. Entramos al aparcamiento y nos quedamos unos minutos adentro, charlando sobre trivialidades. Hasta que alguien golpeó la ventanilla donde me encontraba. Me encontré a James levantando un pulgar. Esa era la señal.
-Vamos, quiero que veas algo- dije emocionada bajando del auto.
-No puedo creer que haya venido a la escuela- dijo Jane entre carcajadas.
-Bueno, Bella le dejo bien en claro que ni se le ocurriera faltar- agregó James pasando un brazo por mis hombros.
Pronto todo el alumnado comenzó a reírse a carcajadas.
-¿Qué está pasando?- preguntó Edward llegando a mi lado.
Yo no podía hablar por las risas, por lo que le señalé con un dedo en la dirección hacia dónde mirar. Él lo hiso y sus ojos se abrieron desmesuradamente. Sus mejillas se tiñeron y la sonrisa tironeaba su boca, él quería reírse pero no se atrevía.
Mis ojos volaron nuevamente a Angela y su amigo. Angela llevaba su cabello tintado de diferentes colores y cortado muy desparejo, cuando digo muy desparejo me refiero a muchos huecos pelados por toda su cabeza. Y llevaba un enorme letrero en su espalda diciendo "soy una puta y estoy orgullosa de ello". Su amigo, Mike Newton, no estaba tan lejos, James se había encargado de dejar su cabeza bien calva. Él se la había tomado con Mike ya por cuestión personal, yo iba a por Angela.
-¡Hey, Angela!- grité levantando mi brazo. Ella me miró con furia… si las miradas matasen…- ¡Lindo peinado!- grite de nuevo haciendo que todos, incluyendo a Edward, rieran más fuerte.
Ella se sonrojó fuertemente y salió corriendo hacia el instituto.
Yo no podía dejar de reír y lo bien que me sentía. Unos brazos me rodearon y me apretaron contra un pecho. Su aroma me golpeo y mi corazón comenzó a galopar rápidamente. Ahora entendía por qué lo hacía cada vez que Edward me tocaba o besaba.
-Prometiste no hacerle nada- murmuró con una sonrisa en su boca.
-Eres mi mejor amigo, no iba a dejarlo pasar- bufé enojada porque me estuviera regañando.
Él me soltó y me miró a los ojos. Me sentí nerviosa y cautivada por su bello color y rostro. Se inclinó hacia adelante y presionó su boca en mi frente.
-Gracias- suspiró abrazándome más fuerte.
-Para eso estamos los amigos ¿no?- dije con mi voz temblando.
Si, los mejores amigos estaban para apoyarse y ayudarse en todas. No para enamorarse.
Y yo ya no podía ser una buena mejor amiga, no cuando mi corazón quería gritarle lo mucho que lo amaba.
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