Epilogo
El tiempo para nosotros es irrelevante. Para los humanos diez años es mucho tiempo, mientras que para nosotros es como un abrir y cerrar de ojos. El tiempo para nuestra raza está detenido por lo que no lo tenemos en cuenta.
Sin embargo he estado contando los minutos de estos tres meses que han pasado. Han sido lo más largos de mi vida. Lentos y prácticamente dolorosos, completamente insufribles. Pero se debía a que era un castigo.
Esme, Alice y Rosalie, me habían secuestrado por “motivos de planificación de boda”, eso era lo que le decían a Edward cuando me arrancaban de sus brazos y me encerraban en una habitación todo el día. Pero yo y Edward sabíamos que esto era un castigo, indirecto, y modo de asegurarse de que no volviera a escapar. No importaba cuantas veces se lo dijera, se los asegurara, ellas no terminaban de creerme. Y no las culpaba.
Pero ya me estaba volviendo loca estar discutiendo sobre que tela usaríamos en las mesas, si tenían que combinar con el color de mi vestido o el vestido de las damas de honor, o simplemente ser blancos como yo sugerí, pero cada vez que abría la boca me ganaba tres miradas venenosas que me gritaban que me callara y que siguiera mirando por la ventana.
Era una tortura peor a la que los Vulturis me sometieron. No sé qué pensaba cuando le dije a Edward que le dejáramos en manos de ellas el asunto de organizar la boda… tendría que haberlo escuchado y dicho sí cuando me propuso irnos a Las Vegas.
Suspiré y negué con la cabeza. Lo bueno era que mañana terminaría todo.
-¿Puedo irme ya?- pregunté como por quinta vez en menos de diez minutos.
Eran las diez de la noche y ya quería irme, tomar aire y cenar un rico y gordito ciervo.
-No, aun no- dijo Alice poniéndose en pie.
Tomó un centímetro de la mesa y me obligó a ponerme de pie.
-Vamos, Bella- me urgió con una sonrisa-. Si pones un poco de gana te irás antes- se rió y me hiso estirar mis brazos.
Midió mi cintura, mis caderas, mi busto, el largo de mi torso, y mis piernas. Lo hiso dos veces mientras los anotaba en una pequeña libretita, donde había un boceto de un maniquí con mis medidas. Se alejó un paso y me miró de arriba abajo, sus ojos se perdieron por un segundo y luego sonrió ampliamente.
-Te quedará perfecto- dijo para sí misma mientras aplaudía.
-¿Puedo irme ya?- rogué con cara de perrito.
-¿Sabes qué día es hoy verdad?- preguntó Rose con una ceja alzada. Antes de que abriera mi boca para contestarle, ella me interrumpió-. Mañana te casaras y tú deberías de estar frenética, viendo los últimos detalles, asegurándote de que todo esté bien y no lloriqueando por querer irte.
-Ustedes se encargaron de todo, no me dejaron ni meter una uña- me cursé de brazos-. No puedo ver los detalles a esta hora ¿Y si algo no me gusta? Dudo que quieran retrasarse unas semanas más cuando las invitaciones ya han sido enviadas y confirmadas….
-Bien, bien. Puedes irte- me gruñó y siguió viendo dos pasteles de una revista.
Por todos los cielos ¡Nosotros ni siquiera comemos comida humana!
Bufando comencé a caminar hacia la puerta.
-Por cierto, Bella- Esme llamó mi atención, la miré por sobre mi hombro-. No puedes juntarte con Edward… acaba de irse con los chicos a su despedida de soltero.
Quise gruñirle, realmente quise hacerlo, pero recordé quien era la dulce mujer que me miraba como si fuera mi madre, con amor, cariño, dulzura… Cerré mis ojos y conté hasta diez. No dije nada, solo cerré la puerta fuertemente. Eso solo las hiso reír y enojarme aun más.
Estaba segura que los maridos de aquellas tres brujas habían secuestrado a mi prometido para que esta noche no estuviéramos juntos, de seguro también se asegurarían de que no nos viéramos hasta que me llevaran al altar.
-Brujas- masculle entre dientes.
Salí de la casa y comencé a caminar hacia el bosque… este día sería el más largo de todos, ya que no podría ver a Edward. Durante los tres meses no habíamos podido estar solos, tranquilos y lejos de nuestra familia, nos habían dicho que hasta que no estuviéramos en nuestra luna de miel no nos tocaríamos más que unos inocentes besos y abrazos.
Mientras más me adentraba en el bosque, más me enfurecía… necesitaba descargarme y correr o cazar no me tranquilizaría en absoluto.
Rosalie tenía razón. Estaba frenética y nerviosa ¿Qué novia no lo estaría la noche antes del casamiento? Solo que no quería demostrarlo delante de ellas ya que se pondrían aun más histéricas de lo que están.
Aspiré y solté el aire lentamente por la boca, una tonta técnica de relajación que a mí no me servía para nada.
Un rápido corazoncito retumbó en mi oído, dándome la señal de que había un pequeño ciervo a unos cien metros. Comencé a caminar de manera sigilosa, cuando lo divisé lo rodeé dejándose su espacio, era divertido y asombroso ver como ese pequeño animal lograba sentirme, olerme, pero no verme, no saber si era o no peligrosa. Estaba alerta con las orejas bien paradas y el cuerpo tenso, preparado para salir corriendo en cualquier momento…
El ruido de una rama quebrarse hiso que el ciervo saliera corriendo desesperado…
-Eres un estúpido, Jacob- le gruñí a mi amigo, quien había pisado a propósito la rama.
-Se te escucha un poco alterada- se rió y bajó de un árbol.
-No estoy alterada- le patee una piedra a la que él esquivó con una carcajada.
El que se me riera en la cara me ponía aun más de mal humor. Me giré sobre mis talones y decidí que era mejor encerrarme en mi cuarto y esperar a que las horas pasaran lentamente. Era mejor a ver que se burlaban de mí…
-¡Espera!- exclamó y se colocó delante de mí-. Bien, lo lamento- se disculpó con una sonrisa en la cara-. Te estaba buscando porque quería preguntarte algo.
Jacob era un chico gentil, simpático y un poco estúpido… pero nunca lo imaginé enamorado… cuando nos conocimos por primera vez él pensó que yo era humana y pareció sentirse atraído hacia mí. Él no sabía que tan cierta era la leyenda de los lobos y por poco nos convertimos en enemigos… pero ahora, detrás de su tez morena, se podía ver un tono rosado en sus mejillas. Mas el brillo de sus ojos y mirada apenada…
-¿Quién es?- inquirí con una enorme sonrisa.
-Solo dime si puedo llevarla- suspiró y metió sus manos dentro de sus desgarrados pantalones.
-¡Por supuesto que sí!- exclamé y comencé a saltar y picarlo con un dedo. Me sentí muy Alice.
-Bien… yo… umm… mañana la conocerás- se rascó la cabeza, completamente avergonzado.
-Ahora tendré que pensar mientras espero que las horas pasen- me reí.
Jacob se despidió y se marchó gritando que la abstinencia era mala para los vampiros. Yo lo ignoré y seguí con mi búsqueda de un rico y gordito ciervo.
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No podía dejar de moverme, estaba realmente nerviosa, demasiado. De no ser porque mi corazón no late, lo más probable era que hubiera muerto de un paro cardiaco.
Podía escuchar como todos abajo estaban moviéndose, haciendo ruido y como poco a poco los invitados llegaban.
Me había dejado sola en la habitación… estaba contando los minutos y no se abría y alguien entraba y me dejaba salir lo rompería todo…
-Que impaciente eres, Bella- dijo Alice mientras entraba en la habitación.
Iba a saltar sobre ella, pero levantó una enorme bolsa de color blanco, era más grande que ella.
Alice se rió y dejó la bolsa en la cama. Abrió el cierre que había en el medio, luego tomó la percha y levantó el vestido.
Mi vestido.
El aire se atascó en mi garganta que de pronto se cerró por completo. Mi boca se abrió por la sorpresa y los ojos estaban comenzando a dolerme de tratar de abrirlos más de lo normal.
-A-Alice… es… hermoso- tartamudeé acercándome despacio.
Era hermoso… más que hermoso, era delicado y perfecto.
-Lo sé. Porque lo hice yo- se pavoneó y luego se rió- ¡Hay que ponértelo!
Esta fue la primera vez que acepté felizmente entregarme a las manos de Alice a la hora de vestirme.
Me metí dentro del vestido y lo observé desde arriba.
Alice arrastró un espejo de cuerpo entero frente a mí. Miré extasiada el trabajo de mi amiga.
No tenía breteles, ni mangas, mis hombros estaba descubiertos, solamente se agarraba de mi busto, ajustándolo y levantándolo. La parte de arriba se cernía a todo mi tronco, desde mi busto hasta el principio de mis caderas. Luego se abría una hermosa pollera, pesada, pero hermosa.
-Estoy sin palabras- dije con una risita nerviosa.
-Estas hermosa, Bella- aplaudió y me abrazó fuertemente.
-Gracias- le dije y dejé un pequeño beso en su mejilla.
-Aun no he terminado- me devolvió el beso y luego me arrastró una silla para que me sentara, de espalda al espejo.
Ella sola me peinó y maquilló, sin borrar la sonrisa de su cara. Se veía aun más feliz que yo.
-Un detalle más…- canturreó polveando mi cara- y… ¡Listo!
Se apartó de un salto y me dejó observar en el espejo una segunda vez.
Sinceramente no me reconocí, estaba… diferente… Mi cabello estaba suelto y caía un bucles alrededor de mi cara y mis hombros. El maquillaje era suave, solo acentuaba mis rasgos.
-Ahora su puedes darme las gracias- dijo palmeando mi brazo.
-Mil gracias- le sonreí.
-¿La novia ya está lista?- la puerta se abrió y la cabeza de Carlisle se asomó.
Entró en la habitación y tomó mi mano, y me hiso girar sobre mí misma, el vestido se ondeó un poco. Volví a quedar frente a él.
-Estas hermosa, Bella- acarició mi mejilla.
-Tú también estas muy guapo, Carlisle- le dije con una sonrisa, haciendo que él se carcajeara.
-¿Nos vamos?- preguntó poniéndose a mi lado.
-¡Yo aun no estoy lista!- gritó Alice y salió corriendo de la habitación.
Carlisle se rió y me entregó su brazo, lo enrosqué con el mío y caminando fuera de la habitación. Bajamos por las escaleras y fuimos hacia la cocina, donde estaba la puerta del patio. Esta estaba cubierta de cortinas negras, impidiendo que se viera para afuera, y los de afuera no vieran para adentro.
-¿No está lloviendo?- pregunté mirándolo.
-Alice predijo que hoy no lo haría- se encogió de hombros.
Pasaron unos cinco minutos antes de que Alice pasara por las puertas como un torbellino. Luego la música comenzó a sonar. Esa era nuestra señal.
-¿Lista?- me preguntó apretando ligeramente mi mano.
-Súper lista- le devolví el apretón.
Las puertas se abrieron y yo caminé por la alfombra roja que me llevaba a la felicidad eterna.
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EDWARD POV
Como pasaba a menudo que la veía… el mundo desapareció de mi alrededor cuando ella salió de la casa y caminó junto a mi padre por la alfombra.
Decir que se veía hermosa, era quedarse corto. No tenía palabras para describir el cómo se veía…. Estaba radiante, perfecta…
En cuanto llegó a mi lado y mi padre me entregó su mano, quise ponerla sobre mi hombro y salir corriendo a un lugar donde estuviéramos nosotros solos. Pero antes teníamos que casarnos… ya tendríamos tiempo para estar solos…
Nos giramos hacia el cura, quien tenía la boca ligeramente abierta…. Bella hacía pecar hasta a un cura.
Cuando este recuperó el habla comenzó a ceremonia.
Le dimos nuestros votos y Esme nos entregó nuestros anillos. Se lo coloqué en su dedo y ella hiso lo mismo con el mío.
Nos sonreímos mutuamente, le dijimos el sí al cura y nos besamos.
Todos a nuestro alrededor gritaron, no alcanzamos a terminar nuestro beso, cuando nos separaron nuevamente, para felicitarnos.
Fui lo más educado posible que pude, si hubiera sido Emmett lo más probable era que tecleara a todos los invitados y corriera hacia donde estaba Bella, pero mis padres no me habían enseñado así. Tenía que ser paciente y esperar a que las horas pasaran de una sola tirada.
En estos tres últimos meses no habíamos podido intimar, nuestra familia se había encargado de que no estuviéramos mucho tiempo a solas, que teníamos que soportar la abstinencia como toda pareja de prometidos y esperar a la luna de miel para consumar. El único que se había reído de eso había sido Emmett. Cada vez que me separaban de Bella, él se carcajeaba hasta el cansancio.
La gente a mi alrededor estaba disipándose, ya estaban formando grupos mientras hablaban y otros comían, y esos eran los lobos, estaban devorando todo lo que Esme había preparado, y ella se veía contenta al saber que aun no perdía la mano en la cocina.
Busqué a Bella entre los invitados, pero no lo encontraba… Fruncí el ceño y caminé hacia la casa, pero antes de que pudiera entrar choqué contra algo.
Sonreí mientras la rodeaba con mis brazos y la pegaba a mí.
-Hola- la saludé besando su frente.
-Hola- se rió y recargó su cabeza en mi pecho.
-¿Dónde estabas?- le pregunté mientras acariciaba su cabello.
-Alice dijo que debía de cambiarme de ropa- le alejó un poco.
Mis ojos casi se salen de mis cuencas y sentí que la boca se me resecaba. No me había dado cuenta del vestido que traía. Era de un azul que hacía que su piel se viera comestible.
Me sentía como un adolescente con las hormonas revolucionadas. Tenía más de cien años y no podía controlarme como un hombre civilizado al ver a una mujer hermosa. Tenía deseos de tirar todas las cosas de la mesada, recostar a Bella y hacerla mía sin importarme quien pudiera entrar. Y no ayudaba en nada que Bella me mirara de la misma manera.
-No se han tocado y ya hay olor a sexo- se burló a carcajadas.
-¡Jacob!- le amonestó una voz femenina seguida de un golpe.
Miré hacia atrás y me encontré con el enorme lobo y amigo de Bella, estaba acompañado por una joven. Tenía el pelo cobrizo, largo y con ondas definidas, ojos marrones… no aparentaba más de diecisiete años.
Bella soltó un grito de emoción y abrazó a la chica, esta trastabilló asustada y miró a Jacob con miedo. Él le asintió con una sonrisa y ella se relajó de inmediato.
Estaba sorprendido por aquello, yo había leído los pensamientos de la chica, pero no todos podían con una simple mirada saber que estaban pensando.
Apunté a la chica con un dedo y le arqueé una ceja a Jacob.
-Se llama Nessie- sonrió ampliamente. Sin mirarme. Estaba absorto viendo como Nessie hablaba con Bella.
-¿Cómo el monstruo?- me reí.
-Algo así- soltó una carcajada cuando la chica lo miró con el ceño fruncido.
Nos quedamos mirando como las chicas hablaban animadamente. Bella se había alejado un poco para darle espacio a la chica…
-Así que… te imprimaste- le miré de reojo.
-En algún momento tenía que pasar.
-Sabe sobre nosotros- afirmé.
El rostro de Jacob se endureció un poco, volviéndose serio y su cabeza comenzó a recordar el cómo la había conocido…
-Costó- comenzó en voz baja-. Ella me dijo que estaba loco, que no eran divertidas mis bromas, que dejara de insistir siempre en el mismo tema… hasta que me transforme delante de ella- bajó la vista al suelo-. Dejé que ella sola se me acercara, dijo que había estado investigando y que entendía mi situación… Dijo que no importara lo que era, que quería estar conmigo y que estaría bien… y yo sé que no estará bien- soltó un suspiro y metió las menos dentro de su pantalón.
-¿Qué vas a hacer?- fruncí el ceño.
-Cuando ella salió corriendo, desesperada, alejándose de mí… y luego el tiempo que pase sin verla… entendí lo que significa estar imprimado…- levantó la cabeza y me miró con una sonrisa radiante-. Voy a dejar la manada.
Mis ojos se abrieron sorprendidos y mi cabeza dejó de pensar solo por un segundo. Él se sonrojó violentamente y desvió la mirada.
-Sabes… los vampiros no son los únicos que pueden enamorarse y hacer estupideces por esa persona- gruñó.
-No cabe duda de eso- le dije con una sonrisa-. Solo no esperaba que tu raza pensara.
-Muy gracioso, chupasangre- se rió y golpeó mi brazo.
-¿Jake?
Jacob miró a su chica y en un segundo la tenía entre sus brazos, esta se sonrojó e intentó apartarse, pero Jacob la tenía bien agarrado.
-Creo que ya es hora de irnos- dijo Bella tomando mi mano.
-Su vuelo sale en media hora- dijo Alice, entrando en la cocina.
Mi hermana se quedó mirando a Jacob y su pareja con el ceño fruncido. El entendimiento poco a poco se abrió paso en su cabecita y chilló asustándolos, los apartó y abrazó a la chica de la misma forma que Bella.
-Aprovechemos ahora que está entretenida- le susurré a Bella y tomé su mano.
-¿No vamos a despedirnos?- preguntó entrelazando nuestros dedos.
-Si lo hacemos perderemos el vuelo- besé el tope de su cabeza y fuimos a mi auto.
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No había tenido oportunidad de visitar la isla de Esme, y gracias a ello, nos prestó su isla para pasar nuestra luna de miel. Teníamos que pasar por Brasil antes de poner ir a la isla. Quizás hubiéramos pasado un tiempo en aquellas tierras, pero teniendo en cuenta que no se nos había permitido estar a solas en tres meses… lo que hicimos fue tomar directamente el jate que nos llevaría a la isla.
No pude admirar otra belleza que fuera Bella con su hermoso vestido blanco. Antes de que llegáramos al aeropuerto en Brasil ella se cambió para estar más a tono. Discutí con ella ya que el vestido era casi transparente y se podía ver su ropa interior…
Una vez que pisamos la casa y la gente se había marchado… no nos alcanzaron las manos para tocarnos.
Bella había subido de un salto a mi cintura, enroscando sus piernas, abrazando mi cuello y besándome con ansias. Mis manos no dejaban de moverse por su cuerpo, acariciando su espalda, su cintura, sus caderas y por último sus piernas. Ella soltaba leves suspiros en mi boca a medida que mis manos dejabas de tocar rudamente y se volvían suaves roces en su piel.
Ella dejó caer sus piernas hasta quedar en el suelo, y besándome suave y dulcemente.
-Hagamos esto bien- dije contra sus labios.
Ella me asintió con una sonrisa. La tomé en brazos, como la tradición lo mandaba, y subimos por las escaleras a paso humano. Demasiado lento para mi gusto… pero esta era nuestra primera vez cazados y quería que fuera lo más especial posible.
Entré en la primera puerta que encontré. Solo le di un vistazo antes de depositar a Bella en la cama. La Habitación era completamente azul, el color perfecto que combinaba con la piel de Bella.
Me senté sobre mis rodillas y acaricié las piernas de Bella. Desde los pies hasta sus rodillas, justo donde terminaba su vestido. Tomé el dobladillo y lo levanté hasta quitárselo por completo. Lo aventé lejos de nosotros y contemplé su figura perfecta y blanca, sus partes intimas, las que deseaba tocar y saborear, estaban cubiertas por telas de encajes.
Solté una carcajada y tiré del bretel de su sostén arqueando una ceja.
-Idea de Alice- se encogió de hombros y se sentó.
-¿Y el qué usaras un vestido de tela semi transparente fue idea de ella también?- pregunté con una sonrisa.
-Ya sabes cómo es tu hermana- rodó los ojos y sus manos desgarraron mi camisa.
Le respondí con un gruñido y la empujé de nuevo a la cama. Esta vez no hubo delicadeza al quitar las últimas prendas. Ataqué su boca con hambre mientras mis manos acariciaban lentamente su cuerpo. Sus piernas, enroscadas en mi cadera, sus manos tironeando y acariciando mi cabello. Mi boca descendió por su cuello, dejando un interminable camino de besos, pasando por sus hombros hasta llegar a sus pechos.
Sus dedos se torcieron en mis cabellos mientras mi boca succionaba uno de sus pezones. Su espalda se arqueaba y suspiraba mi nombre. Mi boca siguió bajando, siguiendo el camino de besos, por su torso, el hueso de su cabera, el inicio de sus muslos, lameteando su pelvis, hasta llegar por fin a su centro.
La sujeté con mis manos ya que sus caderas se movían en busca de mi boca y de una pronta liberación, pero por el momento yo quería jugar con ella, saborearla hasta que ella pidiera que parara.
Mi lengua recorrió sus pliegues haciendo que ella soltara un siseo y moviera sus caderas. Sonreí para mí mismo y con mis dedos abrí sus pliegues. Besé su sexo a mi antojo, jugando con su botón sensible y chupando sus labios interiores y metiendo mi lengua en su centro, penetrándola como si fuera mi pene.
Se me estaba complicando tenerla quieta y darle placer a la vez. Ella no dejaba de moverse y gritar de placer. Su centro comenzó a tensarse alrededor de mi lengua, la quité y me aparté por completo.
-¡Edward!- chilló sentándose y mirándome de manera amenazadora.
Me reí y tiré de sus piernas hasta que nuestros sexos chocaron. Ambos soltamos un gemido, nos miramos a los ojos y nos fundimos en un beso lento y dulce. Me alinee en su entrada y de una sola estocada entré en ella.
Bella soltó un gritito de sorpresa mientras que de mi garganta salía n profundo gruñido. Comencé a embestirla de manera lenta y profunda. Nuestros gemidos y jadeos llenaban el ambiente, junto con nuestro olor.
La fricción de nuestros sexos se estaba haciendo cada vez más placentera, el centro de Bella se estaba tensando y esta vez no tenía pensado detenerme. Mis caderas se movieron aun más rápido, haciendo las embestidas cortas y profundas. Los dedos de Bella se clavaron en mis hombros y su cabeza cayó hacia atrás. Mi cabeza cayó hacia adelante y un grito ahogado se escapó de mi boca cuando llegué a mi orgasmo.
Mi cuerpo cayó sobre el de Bella, estaba agotado, pero había sido realmente satisfactorio. Tres meses de abstinencia eran malos para un hombre, pero cuando pasas tiempo sin probar algo que realmente gustes, cuando lo vuelves a hacer el sabor y las sensaciones se tonifican…
Me dejé caer a un costado y atraje a Bella a mi pecho., ella se recostó y nos quedamos mirando el techo en silencio. Lo extraño era que Bella tenía su escudo activado y me impedía ver sus pensamientos.
-¿En qué piensas?- le pregunté acariciando su cabello.
-Ahora mismo me he respondido muchas preguntas… pero hay una que no lograré responder sin tu ayuda- respondió mirándome.
-¿Y qué quieres saber?
-¿Qué decía aquella carta que me diste en mi cumpleaños?- se sentó en la cama y me miró con curiosidad.
-¡Oh! Aquella carta…- me reacomodé entre las almohadas mientras recordaba-. Te decía lo importante que eras para mí, como habías ganado mi corazón con solo una mirada llena de lágrimas- ella sonrió y se recostó en mi pecho.
-¿Entonces por qué me pediste que la leyera cuando fuera mayor?
-Era una carta de despedida, Bella- acaricié la arruguita entre sus cejas-. Quería que la leyeras cuando ya fueras capas de razonar y entender mis palabras. Necesitaba que me prometieras que lo harías y que no se la darías a tu madre.
-¿Qué más decía?
-Te pedía disculpa por qué supuse que cuando la leyeras tu y yo no estaríamos más en contacto- le sonreí tristemente-. Me disculpaba por haberte dejado de llamar y de visitarte, de prohibirte que me buscaras y de ser posible que me olvidaras. Te decía que no podía explicarte el porqué de mi actitud. Y por último me despedía diciéndote que aunque sé que me odiarías yo siempre te iba a recordar.
-Era una carta muy triste- dijo ella con el semblante triste.
-En aquel momento yo sabía que no podía seguir en contacto contigo por dos motivos. El primero para protegerte y el segundo, el protegerme. Cuando ya pasara cierto tiempo te cuestionarías el por qué nosotros no envejecíamos y seria el momento en que desapareceríamos de tu vida- solté un suspiro y cerré los ojos-. Pero me ganaron de antemano y te me arrebataron de las manos antes de que pudiera siquiera protegerte.
Sentí la mano de Bella en mi mejilla, su dedo pulgar acariciarme lentamente.
-Lamento haber sido un estorbo en tu vida- dijo con tristeza.
La miré como si le hubiera salido una segunda cabeza más un tercer ojo.
-Bella- cerré mis dedos alrededor de sus brazos-. Tu nunca fuiste un estorbo en mi vida- la sacudí un poco para tratar de arrancar esas tonterías que tenía en su cabeza-. Fuiste y serás la mejor maravilla que pudo pasar en mi larga y oscura vida.
-Pero…
-Te convertiste de mi niña a mi mujer, para siempre…- le sonreí-. Y no puedo estarte más agradecido por eso.
No la dejé hablar, la besé largamente y mediante ese beso le di a entender que la conversación estaba más que terminada. Ahora y siempre.
Puede llamarse morbosidad el hecho de que la haya conocido desde que tenía cinco años, que me haya encariñado como si fuese una hija, un pedazo mío que hasta ese momento no sabía que tenía y que ahora estuviera compartiendo una cama con ella, desnudos y haciendo el amor como dos animales. Pero sé que estaba escrito que nosotros estaríamos juntos, más allá de todas pruebas que se interpusieron en medio.
Con todo aquello yo estaba seguro de una cosa.
La amaba, y eso no iba a cambiar nunca.

