Él se encontraba apoyado en su moto mirando hacia la nada. En cuanto me vio sus ojos brillaron, al igual que su sonrisa. No puedo evitar sonreír de la misma manera. Ya lo había dicho, él era mi sol.
Se acerqué a él y le planté un beso en la boca. Él sostuvo mi rostro entre sus grandes manos, prolongando el beso.
Antes de que pudiera abrir mi boca y sentir su lengua alguien me empujó hacia atrás y vi como le asestaban un puño en la mejilla de Jacob.
-¡Jake!- grité y encaré al desconocido.
Mi respiración se cortó abruptamente y mis ojos se abrieron enormemente.
-Edward- su nombre se escapó de mis labios en un susurró.
Allí estaba él. Mi único amor. Parado frente a mí con el ceño fruncido. Estaba molesto, lo sabía… pero una electricidad me recorrió el cuerpo, quise tirarme a sus brazos y besarlo… el estarme conteniendo me estaba matando.
-Te vienes conmigo- gruñó y me agarró del brazo, tironeándome fuertemente.
Yo lo seguí atontada por su presencia.
No se veía ni un poco desalineado. Seguía viéndose perfecto.
En cambio yo me veía más descuidada que nunca. La ropa que traía puesta era la que Jacob me había comprado, junto con Angela. Y era ropa común, nada comparada con lo que Edward me había regalado. Mi cabello era un completo desastre. Así como me levantaba, así lo llevaba… no me maquillaba y tampoco comía bien. Creó haber perdido unos kilos. Y todo por la traición de Edward.
Eso me trajo a la realidad, justo antes de que abriera la puerta del auto e intentara meterme dentro.
-¡No!- grité y clavé mis manos en el techo del auto.
-¡Métete, Isabella!- me ordenó y volvió a empujarme. Pero me resistí.
-¡Suéltame!- grité y me hice a un lado.
Lo encaré, mirándolo a los ojos con toda la odio que sentía. Logré hacer que él los desviara… aquello era la culpa que sentía.
-Sube al auto, por favor- pidió ahora más calmado.
-No voy a ir a ningún lado contigo- espeté y miré alrededor. La gente estaba comenzando a detenerse para ver el espectáculo.
Logré ver a Jacob, corriendo hacia nosotros.
-Deja de ser tan pendeja y sube al auto- gruñó apretando los puños.
-¿Has dejado el trabajo? ¿Ahora estas dispuesto a irte conmigo a cualquier lado?- pregunté con esperanza. Aunque no dejé que se notara.
-Deja de hablar idioteces, Bella- se rió de manera cruel-. No puedo dejar el trabajo. Entiéndelo. Ahora sube al auto por las buenas o te obligaré a subir por las malas.
Ese no era Edward… no era mi Edward. Era un Edward completamente diferente. Estaba frío y no lograba encontrar aquellos ojos brillosos con los que siempre me miraba. Su mirada estaba opaca, rojiza y tenía unas bolsas bajos sus ojos, como si no hubiera estado durmiendo en los últimos días…
-No dejaras el trabajo- él no contestó, solo se me quedó viendo-. Entonces…- respiré hondo y me preparé para soltar las palabras que acabarían con mi vida-…lo nuestro se termina, Edward. No voy a volver contigo… no quiero volver contigo…
